En 1535, Thomas Cromwell, el hijo del herrero, está ya muy lejos de sus humildes orígenes. Como primer ministro de Enrique VIII, su fortuna ha florecido, como también la de Ana Bolena, segunda esposa del rey por cuyo amor Enrique ha roto con Roma y ha creado su propia Iglesia. Pero las decisiones del rey están provocando un peligroso aislamiento político de Inglaterra, y además Ana no ha cumplido su promesa, procurar un heredero que asegure la línea Tudor. Durante la visita a Wolf Hall de Enrique, Cromwell observa los amores del rey con la sibilina y silenciosa Jane Seymour. El ministro comprende que lo que está en juego es mucho más que el placer del rey: está en juego la seguridad de la nación. Así que a medida que despeja el camino de Enrique entre la corte y su miasma de chismes, negocia una «verdad» que satisfaga al rey y asegure su propia carrera. Pero ni ministro ni rey saldrán indemnes del teatro sangriento de los últimos días de Ana. Uno de los episodios más desconcertantes y aterradores de la historia de Inglaterra: la destrucción de Ana Bolena. Una novela absolutamente vívida y audaz acerca de la Inglaterra de los Tudor que arroja luz sobre el mundo moderno.
Hilary Mantel
Una reina en el estrado
Libro - 2
ePUB v1.0
Crubiera10.04.13
Título original:
Bring Up the Bodies
Hilary Mantel, 2012.
Traductor: José M. Álvarez Flórez
Diseño portada: Destino
Editor original: Crubiera (v1.0)
ePub base v2.1
Para Mary Robertson una vez más:
con mis justos y cordiales elogios y con salud
La casa de Cromwell
Thomas Cromwell, hijo de un herrero: ahora secretario del rey, primer magistrado de la Cámara de los Lores, canciller de la Universidad de Cambridge y delegado del rey como cabeza de la Iglesia de Inglaterra.
Gregory Cromwell, su hijo.
Richard Cromwell, su sobrino.
Rafe Sadler, su empleado de más confianza, criado por Cromwell como hijo suyo.
Helen, la bella esposa de Rafe.
Thomas Avery, el contable de la casa.
Thurston, el maestro cocinero.
Christophe, un sirviente.
Dick Purser, encargado de los perros guardianes.
Anthony, un bufón.
Los muertos
Thomas Wolsey, cardenal, legado pontificio, Lord Canciller: depuesto del cargo, detenido y fallecido, 1530.
John Fisher, obispo de Rochester: ejecutado, 1535.
Thomas Moro, Lord Canciller después de Wolsey: ejecutado, 1535.
Elizabeth, Anne y Grace Cromwell, esposa e hijas de Thomas Cromwell, muertas en 1527 - 1528; también Katherine Williams y Elizabeth Wellyfed, sus hermanas.
La familia del rey
Enrique VIII.
Ana Bolena, su segunda esposa.
Elizabeth, hija pequeña de Ana, heredera del trono.
Henry Fitzroy, duque de Richmond, hijo ilegítimo del rey.
La otra familia del rey
Catalina de Aragón, primera esposa de Enrique, divorciada y bajo arresto domiciliario en Kimbolton.
María, hija de Enrique y Catalina y la heredera alternativa al trono: también bajo arresto domiciliario.
María de Salinas, una antigua dama de compañía de Catalina de Aragón.
Sir Edmund Bedingfield, custodio de Catalina.
Grace, su esposa.
Las familias Howard y Bolena
Thomas Howard, duque de Norfolk, tío de la reina: distinguido y feroz par, y enemigo de Cromwell.
Henry Howard, conde de Surrey, su joven hijo.
Thomas Bolena, conde de Wiltshire, el padre de la reina, llamado monseñor a petición suya.
George Bolena, lord Rochford, el hermano de la reina.
Jane, lady Rochford, esposa de George.
Mary Shelton, la prima de la reina.
Y fuera de escena
: María Bolena, la hermana de la reina, casada ahora y que vive en el campo, pero anteriormente amante del rey.
La familia Seymour de Wolf Hall
El viejo sir John, tristemente célebre por haber tenido una aventura con su nuera.
Lady Margery, su esposa.
Edward Seymour, su hijo mayor.
Thomas Seymour, un hijo más joven.
Jane Seymour, su hija, dama de compañía de las dos reinas de Enrique.
Bess Seymour, su hermana, casada con sir Anthony Oughtred, gobernador de Jersey: luego viuda.
Los cortesanos
Charles Brandon, duque de Suffolk: viudo de la hermana de Enrique VIII Mary: un par de inteligencia limitada.
Thomas Wyatt, un gentilhombre de inteligencia ilimitada: amigo de Cromwell, al que se atribuía una relación amorosa con Ana Bolena.
Harry Percy, conde de Northumberland: un joven noble enfermo y endeudado, que estuvo prometido con Ana Bolena.
Francis Bryan, el Vicario del Infierno, emparentado con los Bolena y los Seymour.
Nicholas Carew, caballerizo mayor, enemigo de los Bolena.
William Fitzwilliam, tesorero mayor, también enemigo de los Bolena.
Henry Norris, conocido como el Gentil Norris, jefe de la cámara privada del rey.
Francis Weston, un joven gentilhombre temerario y extravagante.
William Brereton, un gentilhombre más viejo, pendenciero y obstinado.
Mark Smeaton, un músico sospechosamente bien vestido.
Elizabeth, lady Worcester, una dama de compañía de Ana Bolena.
Hans Holbein, pintor.
Los eclesiásticos
Thomas Cranmer, arzobispo de Canterbury, amigo de Cromwell.
Stephen Gardiner, obispo de Winchester, enemigo de Cromwell.
Richard Sampson, asesor legal del rey en sus asuntos matrimoniales.
Los funcionarios del Estado
Thomas Wriothesley, conocido como Llamadme Risley, lord del Sello.
Richard Riche, procurador general.
Thomas Audley, Lord Canciller.
Los embajadores
Eustache Chapuys, embajador del emperador Carlos V. Jean de Dinteville, un enviado francés.
Los reformadores
Humphrey Monmouth, rico comerciante, amigo de Cromwell que simpatiza con los evangélicos, patrón de William Tyndale, el traductor de la Biblia, ahora en prisión en los Países Bajos.
Robert Packington, un comerciante de simpatías similares.
Stephen Vaughan, un comerciante de Amberes, amigo y agente de Cromwell.
Las viejas familias con pretensiones al trono
Margaret Pole, sobrina del rey Eduardo IV, partidaria de Catalina de Aragón y de la princesa María.
Henry, lord Montague, su hijo.
Henry Courtenay, marqués de Exeter.
Gertrude, su ambiciosa esposa.
En la Torre de Londres
Sir William Kingston, el condestable. Lady Kingston, su esposa.
Edmund Walsingham, su ayudante. Lady Shelton, tía de Ana Bolena.
Un verdugo francés.
«¿Acaso no soy un hombre como los demás?
¿No lo soy? ¿No lo soy?»
Enrique VIII a Eustache Chapuys,
embajador del Imperio español
Halcones
Wiltshire, septiembre de 1535
Sus hijas caen del cielo. Él observa desde la silla del caballo, atrás se extienden acres y más acres de Inglaterra; caen, las alas doradas, una mirada llena de sangre cada una.
Grace Cromwell
revolotea en el aire tenue. Es silenciosa cuando atrapa su presa, y silenciosa cuando se desliza en su puño. Pero los ruidos que hace entonces, el susurrar y el crujir de plumas, el suspiro y el roce del ala, el pequeño cloqueo de la garganta, ésos son sonidos de reconocimiento, íntimos, filiales, casi reprobatorios. Tiene franjas de sangre en el pecho y le cuelga carne de las garras.
Más tarde Enrique dirá: «Tus niñas vuelan bien hoy». El halcón
Anne Cromwell
salta en el guante de Rafe Sadler, que cabalga al lado del rey en tranquila conversación. Están cansados; cae el sol y regresan cabalgando a Wolf Hall, las riendas flojas sobre el cuello de las monturas. Mañana saldrán su esposa y sus dos hermanas. Esas mujeres muertas, sus huesos sepultados hace mucho en el barro de Londres, han transmigrado ahora. Se deslizan ingrávidas por las corrientes superiores del aire. No dan lástima a nadie. No responden a nadie. Llevan vidas sencillas. Cuando miran abajo no ven más que su presa, y las plumas prestadas de los cazadores: ven un universo revoloteante en fuga, un universo ocupado todo él por su comida.
Todo el verano ha sido así, un torbellino de desmembramiento, piel y pluma volando; pegando a los perros de caza para que se retiren y fustigándolos para estimularlos, acariciando los caballos cansados, los cuidados, por los gentilhombres, de contusiones, torceduras y ampollas. Y durante unos cuantos días al menos, ha brillado sobre Enrique el sol. En algún momento de antes del mediodía, llegaron presurosas nubes del oeste y cayó la lluvia en grandes gotas perfumadas; pero volvió a salir el sol con un calor tórrido, y tan claro está ahora que si miras arriba puedes ver hasta el Cielo por dentro y observar lo que están haciendo los santos.
Cuando desmontan, entregando los caballos a los mozos de establo y aguardando al rey, su pensamiento está ya trasladándose a los asuntos del gobierno: despachos de Whitehall, traídos al galope por las rutas de correo que se trazan por dondequiera que la corte va. Durante la cena con los Seymour escuchará respetuosamente cualquier historia que sus anfitriones quieran contar: cualquier cosa que el rey pueda aventurar, desgreñado, feliz y cordial como parece estar esta noche. Cuando el rey se haya ido a la cama, empezará su noche de trabajo.
Aunque ha terminado ya el día, Enrique no parece inclinado a entrar en la casa. Se queda inmóvil mirando alrededor, aspirando el sudor del caballo, con la ancha franja rojiza de una quemadura del sol cruzándole la frente. Ese día, a primera hora, perdió el sombrero, así que, siguiendo la costumbre, los otros cazadores de la partida se vieron obligados a quitarse el suyo. El rey rechazó todos los sombreros que le ofrecieron para sustituir el perdido. Mientras la oscuridad invade furtiva bosques y campos, habrá sirvientes buscando el temblor de una pluma negra entre la hierba oscura, o el brillo de su enseña de cazador, un san Huberto con ojos de zafiro.