Una noche de perros (43 page)

Read Una noche de perros Online

Authors: Hugh Laurie

BOOK: Una noche de perros
3.72Mb size Format: txt, pdf, ePub

Newton, pienso.

Ahora entra. Tan veloz como siempre, más veloz que cualquier otra cosa, pero te veo.

Te veo, hijo de puta.

Se enciende el motor de la segunda etapa para propulsar al Javelin. Que el perro vea al conejo.

Lo mantengo. No tengo que hacer nada más; sólo mantenerlo en la cuadrícula.

La cámara en la unidad de control de tiro rastrea el calor del escape del misil, lo compara con las señales de la mira; cualquier desviación, y se envía una señal al misil para que corrija el error.

Todo lo que tengo que hacer es mantenerlo en la cuadrícula.

Dos segundos.

Un segundo.

Una esquirla le había hecho un corte en la mejilla a Latifa, y le sangraba mucho.

Nos encontrábamos en el despacho de Beamon, y yo intentaba contener la hemorragia con una toalla, mientras Beamon nos apuntaba con la Steyr de Hugo.

Algunos de los otros rehenes también se habían armado, y ahora estaban dispersos por la habitación, ocupados en mirar, inquietos, a través de las ventanas. Miré sus rostros nerviosos, y de pronto me sentí agotado. También hambriento. Famélico.

Se oyeron ruidos en el pasillo. Pisadas. Gritos en árabe, francés, y luego en inglés.

—Suba el volumen, por favor —le dije a Beamon.

Él miró por encima del hombro al televisor, donde una rubia movía los labios. El rótulo abajo decía: Connie Fairfax-Casablanca. Leía algo.

Beamon subió el volumen.

Connie tenía una voz bonita.

Latifa tenía un rostro bonito. La sangre del corte comenzaba a coagular.

—... entregado a la CNN hace tres horas por una joven de aspecto árabe —dijo Connie, y después apareció la imagen de un pequeño helicóptero negro que parecía tener serias dificultades. Connie continuó leyendo:

—«Mi nombre es Thomas Lang—dijo—. He sido coaccionado a cometer esta acción por agentes de los servicios de inteligencia norteamericanos, aparentemente para infiltrarme en una organización terrorista: La Espada de la Justicia.» —La imagen volvió a Connie, que miró a la cámara y se ajustó el auricular.

—Connie, ¿no fueron ellos los responsables del atentado en Austria? —preguntó una voz de hombre.

Connie dijo que sí, que era cierto. Sólo que había sido en Suiza.

Luego miró de nuevo el papel.

—La Espada de la Justicia está financiada por un traficante de armas occidental, junto con elementos renegados de la CIA.

Los gritos en el pasillo se habían apagado, y cuando miré hacia la puerta, vi a Solomon, que me miraba. Asintió una vez, y después entró lentamente en la habitación, para no tropezar con los restos del mobiliario. Un grupo de camisas ajustadas apareció a su zaga.

—Es la verdad —gritó Murdah, y me volví hacia el televisor para ver qué imágenes tenían de la confesión en la azotea. Para ser sincero, no eran gran cosa. Un par de cabezas que se movían de vez en cuando. La voz de Murdah sonaba distorsionada, con mucho ruido de fondo, porque no había conseguido situar el micro lo bastante cerca de la escalera de incendios. Pero hubiese sabido de todas maneras que era él, y eso significaba que también los demás lo sabrían.

—El señor Lang acabó su declaración dándole a la CNN una frecuencia de 254,125 megahercios —dijo Connie—, la frecuencia VHF que se empleó para esta grabación. Nadie ha identificado todavía las voces, pero al parecer...

Le hice una señal a Beamon.

—Ya puede bajarlo, si quiere. —Pero él lo dejó, y yo no iba a discutir con él.

Solomon se sentó en el borde de la mesa de Beamon. Miró a Latifa por un momento y después me miró a mí.

—¿No tendrías que estar deteniendo a los sospechosos? —pregunté.

Solomon sonrió un poco.

—El señor Murdah está muy detenido —respondió—. La señorita Woolf está en buenas manos. En cuanto al señor Russell P. Barnes...

—Pilotaba El Graduado.

Solomon enarcó una ceja, o mejor dicho, la dejó donde estaba y bajó el resto del cuerpo un poco. Aparentemente, no quería más sorpresas.

—Rusty era piloto de helicópteros en la infantería de marina. Así fue como se metió en todo esto. —Aparté suavemente la toalla del rostro de Latifa y vi que ya no sangraba—. ¿Crees que podría hacer una llamada desde aquí?

Volamos de regreso a Inglaterra diez días más tarde en un Hércules de la RAF. Los asientos eran duros, la cabina ruidosa, y no pasaban películas. Pero era feliz.

Era feliz viendo dormir a Solomon al otro lado de la cabina, con la gabardina marrón doblada detrás de la cabeza y las manos cruzadas sobre el estómago. Solomon era el mejor de los amigos en todo momento, pero dormido, casi sentí que lo amaba.

Quizá sólo era porque estaba calentando mis mecanismos amatorios para usarlos con otra persona.

Sí, probabablemente era eso.

Aterrizamos en la base de la RAF en Coltishall poco después de la medianoche, y una caravana de coches nos escoltó mientras correteábamos hasta el hangar. Al cabo de un rato se abrió la puerta y un poco del aire helado de Norfolk subió a bordo. Respiré con fruición.

O'Neal esperaba abajo, con las manos hundidas en los bolsillos del abrigo y los hombros subidos hasta las orejas. Adelantó la barbilla, y Solomon y yo lo seguimos hasta un Rover.

O'Neal y Solomon se sentaron delante, y yo me deslicé lentamente en el asiento de atrás porque quería disfrutar del momento.

—Hola —dije.

—Hola —dijo Ronnie.

Hubo una pausa deliciosa, donde Ronnie y yo nos sonreímos el uno al otro y asentimos.

—La señorita Crichton insistió en su deseo de estar presente a su llegada —comentó O'Neal, mientras desempañaba el parabrisas con el guante.

—¿De verdad?

—De verdad —afirmó Ronnie.

O'Neal puso en marcha el motor, y Solomon trasteó con el desempañador.

—Todo lo que la señorita Crichton desea se le debe conceder.

Ronnie y yo seguimos sonriendo mientras el Rover salía de la base y se perdía en la noche de Norfolk.

En los seis meses siguientes, las ventas al extranjero del misil tierra-aire Javelin se incrementaron en poco más del cuarenta por ciento.

NOTAS

 

[1]
- Personaje de ficción de la serie de televisión británica «Dads Army» de los años sesenta y setenta. En el Reino Unido está considerado como uno de los mejores personajes cómicos de la televisión.
(N. del T.)

[2]
- Juego de palabras intraducible entre el sonido de
murder,
que significa «asesinato», y el apellido del personaje.
(N. del T.)

[3]
- Comedia musical británica, estrenada por primera vez en 1925 en el Palace Theatre de Londres.
(N. del T.)

[4]
- Cuento popular inglés, probablemente inspirado en una balada escocesa.
(N. del T.)

Other books

Twisting the Pole by Viola Grace
Pretty Lady by Marian Babson
Conspiring by J. B. McGee
A Family Affair by Mary Campisi
The Devil's Cocktail by Alexander Wilson
The Sorcerer Heir (Heir Chronicles) by Cinda Williams Chima
The Gift by Cecelia Ahern
Deadlock by DiAnn Mills