Una monarquía protegida por la censura (5 page)

BOOK: Una monarquía protegida por la censura
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De hecho, y con gran despliegue por parte del diario
El Mundo
, se pusieron a la venta las memorias de doña Emmanuelle Dampierre, esposa que fue de don Jaime, primogénito sordomudo del rey Alfonso XIII, cuyo hijo Alfonso de Borbón podía haber sido tranquilamente en 1975 tan rey como don Juan Carlos si así lo hubiera decidido el dictador.

Pero si en su día D. Juan Carlos se ganó el sueldo, hoy a lo que se limita es a leer discursos, muchos de ellos un auténtico conjunto de tópicos, algunos de los cuales fueron en tiempos de Aznar ofensivos para el nacionalismo y el socialismo, o a inaugurar todo lo que le pongan en su programa, hablar de sus nietos, ir a cazar, presidir ceremonias oficiales, desaparecer sin que nadie sepa dónde está y pasarse unas magníficas vacaciones en Mallorca, tras haber aceptado el regalo hecho por unos empresarios de un yate que lleva el dudoso nombre de
Bribón
mientras su familia se pasea en el
Fortuna
, nombres los dos que se las traen.

Hace poco un periódico ironizaba sobre el rey diciendo que éste reivindicaba la jornada de 35 horas, pero no semanales sino anuales, y que para ese esfuerzo se debería sortear el puesto a un español, quien sea, para que fuera rey durante un mes, habida cuenta lo fácil que es en España ser jefe del Estado, lo bien que vive su familia a cuenta del erario público y las pocas preocupaciones que reviste el puesto, salvo en su día casar bien a las hijas y al hijo, mientras en la calle, tras la muerte del dictador que lo había designado, se gritaba «Sí, sí, Dolores a Madrid», «Mañana, España será republicana». El rey, tras la muerte de Franco y después de jurar las Leyes Fundamentales y los principios del Movimiento, se había comprometido ante aquellos prohombres de la dictadura a «encarnar una Monarquía integradora y un futuro de concordia nacional». En los últimos tiempos no creo que haga mucho de una cosa ni que encarne la otra, a pesar de que el marketing diga lo contrario. Durante los ocho años de gobierno del PP, fue en sus discursos la voz de Aznar sin haber hecho el menor esfuerzo de matizar absolutamente casi nada. Y lo digo con conocimiento de causa, porque su papel, ni constitucional ni políticamente, es ése. Podemos decir que estamos, pues, ante una instancia con poder arbitral y moderador que no ha hecho absolutamente nada para lubricar las relaciones entre partidos, ni entre el centro y la periferia, ni por mejorarlas y evitar los enfrentamientos. Simplemente es un espectador pasivo y lejano como si la cosa no fuera con él. ¿Culpa suya o de su entorno? Culpa de él, porque a su entorno y a su Casa los elige él. Es en lo único que tiene mando, mientras su entorno se ha dedicado a protegerle entre algodones como si fuera un niño imprudente al que había que vigilar y del que no se esperaba nada de interés por sí mismo, sino todo lo contrario. Cuando un día intervino por su cuenta e improvisó, la organizó parda con el «¿Por qué no te callas?».

Algo de eso me contaba quien fuera ministro de la Presidencia con Franco y con Arias Navarro, y posteriormente diputado de AP y miembro de la Mesa del Congreso, Antonio Carro, muy crítico con el rey por sus comentarios descalificatorios a toda la clase política de los años setenta. «Criticaba tanto a los políticos que el general Armada se creyó en la obligación de eliminar aquella plaga de un plumazo», me comentaba el diputado gallego, que había sido hombre de confianza del almirante Carrero Blanco, en una recepción en el Palacio Real.

PELIGROSO IR A LA ZARZUELA

No obstante, las relaciones que hemos mantenido parte de estos años no han sido tan malas en lo personal, aunque hayan sido casi nulas en lo político. Estando una vez en el palacio de La Moncloa, a Xabier Arzalluz, tras el pacto de investidura de 1996 entre el PNV y Aznar, éste le preguntó si hacía mucho tiempo que no hablaba con el rey. «Sí, mucho, y a raíz de la manipulación de unas declaraciones que me hicieron utilizándolas para enfrentarme con Garaikoetxea.» En un off the record confidencial, el periodista Carlos María López había dicho que el rey le había pedido a Arzalluz en 1985 buscar hombres de diálogo y consenso para las relaciones con Madrid y, para ello, decía el citado periodista, le había sugerido cambiar al lehendakari Garaikoetxea. Decía también que le había pedido que el PNV se olvidara de Navarra, así como de cualquier negociación con ETA y de buscar un pacto con el Partido Socialista. Asimismo, este confidente decía que Arzalluz le había dicho que estaba de acuerdo y que en Ajuria Enea había un hombre que no valía para el diálogo.

Todo aquello había sido un burdo montaje en momentos en los que el enfrentamiento en el seno del PNV era muy intenso, hasta el punto de que en 1986 desembocó en una escisión. Ante aquello, Arzalluz había hecho tres cosas. La primera fue ponerse en contacto con Carlos María López, a través de un colaborador suyo, pidiéndole que se aclarara este asunto y para que contara cómo había transcurrido en realidad la entrevista, en la que no se había hablado nada de esto, porque si esto no se hacía, el PNV iba a hacer público que el citado Carlos María López era miembro del Cesid. Tras un leve forcejeo aceptó hacerlo, y el desmentido lo envió a la entonces sede del PNV en la Gran Vía bilbaína.

La segunda fue escribir una carta al director de
La Vanguardia
, Escofet, por haber publicado aquella insidia. Y la tercera fue dirigirse al rey diciendo que era peligroso entrevistarse con él en La Zarzuela, pues luego se producían montajes como el vivido, escribiéndole que no pensaba volver, como efectivamente así fue. Como siempre, La Zarzuela dio la callada por respuesta.

Todo eso se lo contaba Arzalluz a Aznar dándole el detalle de que efectivamente había estado con el rey aquel año 1985 y que recordaba aquella entrevista como la más breve de su vida. Arzalluz le había planteado la necesidad de llegar a algún tipo de encuentro del Gobierno con ETA para iniciar algo que desembocara en una tregua y, como única respuesta, el rey le había contestado con un comentario simplón sobre lo que iba a pensar y decir la Guardia Civil, no el Ejército, sino la Guardia Civil.

Tras comentarle esto a Aznar y también que aquella relación había sido considerada en aquellos años como el «Pacto con la Corona de Arzalluz», a pesar de no haber logrado más que el silencio de la Casa Real, le dijo que había dejado de interesarse por el rey y por todo lo que éste hacía. Pero Aznar insistía y, ante el comentario de Arzalluz de que estar con D. Juan Carlos no servía absolutamente para nada, Aznar pidió que le pusieran con don Juan Carlos. «Señor, ¿a que no sabe con quién estoy? Nada menos que con Xabier Arzalluz que quiere saludarle.» Y a Xabier Arzalluz, no le quedó más remedio que hablar por teléfono con D. Juan Carlos creyendo éste que aquello era todo un deshielo. Hasta hoy. Nunca volvió a hacer nada para consolidar una relación. Mucho menos tener un mínimo gesto de acercamiento o que le dijera a Aznar que su posterior confrontación con el PNV no era lo más conveniente para esos intereses generales.

PACTO CON LA CORONA

Sin embargo el llamado Pacto con la Corona había sido otro y había dado mucho de que hablar.

Los parlamentarios del PNV, en compañía del Euzkadi Buru Batzar, se habían reunido en Amorebieta a fin de elaborar las enmiendas a la Constitución. Fueron cuatro días de intenso trabajo, durante los cuales se redactaron 101 enmiendas que serían entregadas a finales del mes de enero de 1978.

Conscientes del momento histórico que suponía la elaboración de una Constitución, y con el ánimo sincero de buscar una fórmula óptima a la hora de establecer un marco de convivencia en el que pudieran caber todos, se optó por exigir la devolución de los poderes a las instituciones forales. Hubo quien pensó que hablar de renovación de los pactos forales, en el caso de un partido que se proclama nacionalista, no obedecía sino a un mero oportunismo. Sin embargo, nada más lejos de la realidad, toda vez que para el nacionalismo los Fueros jamás habían sido un almacén de leyes caducadas y periclitadas, sino que representaban un nivel de poder político, una disponibilidad propia, al mismo tiempo que constituían la expresión de una soberanía originaria, a la que por ninguna razón se podía renunciar. Y es a partir de aquí como se entendió el hecho constitucional y, por ende, el Estado, estructuración superior formada a partir de las soberanías originarias que, por medio del Pacto, ceden parte de sí mismas para conformar de esta manera el Estado; en esta línea se encontraba la enmienda que afirmaba que la soberanía residía en los pueblos que componían el Estado. Nos habíamos manifestado dispuestos a ceder parte de esa soberanía, toda la que fuera indispensable para estructurarse conjuntamente con otros pueblos a los que consideramos, asimismo, soberanos, formando un ente superior en bien de todos, en respeto a todos y en solidaridad con todos. Y en medio, para lograrlo, el Pacto Foral con la Corona, es decir, con el Estado. En una palabra: reconocimiento de la soberanía originaria del País Vasco, solidaridad y respeto hacia el resto de los pueblos del Estado español, y un anhelo de convivencia democrática basada en la negociación o, por utilizar la fórmula histórica, en el Pacto Foral.

El 5 de abril de 1978, y con motivo de un Pleno en el Congreso en el que se debatió el cumplimiento por parte del gobierno de los compromisos adquiridos en los Pactos de La Moncloa, Xabier Arzalluz aprovechó la ocasión para anunciar públicamente el contenido de la enmienda foral:

No ha sido infrecuente acusar al partido que represento de ambigüedades y de intenciones ocultas de futuro. Está claro que detrás de estas acusaciones se esconde la intención de regateo en materia autonómica. Pero he de decir, de una vez por todas, que los vascos hemos vivido durante siglos en régimen de Pacto con la Corona; que nunca atentamos contra tales pactos; que mi partido propone, y ahí están nuestras enmiendas constitucionales, la renovación del Pacto Foral con la Corona, en esta nueva ocasión monárquica, y que lo cumplirá cabalmente si llega a plasmarse.

Esta declaración tuvo importantes consecuencias, ya que al final del debate, en un aparte, Adolfo Suárez indicó a Xabier Arzalluz el deseo de negociar y de llegar a un acuerdo; por otra parte, sirvió para cortar —aunque sólo momentáneamente— la campaña antinacionalista que en aquellos momentos comenzaba a desencadenarse. Sin embargo, al proponer el Pacto con la Corona y defender los derechos históricos, el Partido Nacionalista Vasco no pretendía efectuar una finta de marcado carácter oportunista, sino que trataba, más bien, de situar la cuestión vasca en su auténtico contexto, en la debida perspectiva histórica, demostrando así que sus reivindicaciones eran el fruto de una larga contienda, de un hecho histórico muy grave, y que su resolución requería un engarce constitucional concreto y específico que, a nuestro modo de ver, pasara inevitablemente por el reconocimiento de los derechos históricos vascos, actualizados por la vía del Pacto con la Corona.

La entrevista con el rey en Candanchú, celebrada el 16 de abril de 1978, y a la cual, por parte del Partido Nacionalista Vasco, asistieron Carlos Garaikoetxea, Eli Galdos, Xabier Arzalluz y Mitxel Unzueta, respondía al mismo objetivo. La reunión se efectuó de una manera un tanto informal, en el despacho del jefe de monitores de la estación de Candanchú. Los representantes del Partido Nacionalista Vasco plantearon al rey sus puntos de vista y su visión acerca del problema vasco. El rey pareció escuchar de buen grado lo que se le decía, mostrando finalmente su satisfacción por el discurso pronunciado por Xabier Arzalluz en el pleno del Congreso, anteriormente citado. La entrevista duró alrededor de dos horas, entregándosele, durante su transcurso, un documento que recogía los planteamientos más importantes del PNV. De esta reunión surgió la idea de un encuentro con don Juan de Borbón, a cuyo efecto Unzueta y Zabala se desplazaron a Estoril, manteniendo una entrevista de la que se extrajo una impresión positiva.

GANAS DE ESTAR MÁS EN EUZKADI

Se aprobó la Constitución en diciembre 1978, sin la famosa enmienda, y el Pacto con la Corona quedó en agua de borrajas, pero a pesar de aquella divergencia de 1985 logramos que Arzalluz acudiera al palacio de Miramar en el mes de julio de 1991. Los reyes habían viajado al País Vasco aquel 29 de julio y curiosamente no iban a acudir ni a un acto del BBV ni a otro organizado por los jesuitas, como en una ocasión nos lo había comentado el propio rey. Posteriormente ha estado en actos tan pintorescos como la inauguración de la remodelación y pintura del puente colgante de Portugalete, con comida en el Club Marítimo, así como en la inauguración de la empresa gasística Bahías de Bizkaia.

En aquella ocasión, volaron en helicóptero del aeropuerto de Sondika a Gernika, donde los esperaba el gobierno vasco en pleno y un antiguo diputado del Grupo Vasco, que era entonces el alcalde de la Villa, Eduardo Vallejo. Visitaron la Casa de Juntas, el palacio de Montefuerte y las esculturas de Chillida y Moore. Hacía diez años que, en aquel lugar y con la presencia del rey, los junteros de HB le habían cantado, dentro del recinto, el
Euzko Gudariak
siendo desalojados por un servicio interno de orden del PNV. A ese hecho se le dio mucha importancia. Yo no le di tanta, porque podía ser hasta pintoresco que una fuerza parlamentaria manifieste su rechazo cantando. Prefiero a HB dentro cantando que no fuera, temiendo como ocurrió en 1991, diez años después de aquello, que los mismos representantes de HB estaban fuera poniendo a tope una megafonía que lanzaba al aire las notas del Euzko Gudariak, himno de guerra vasco. Cuando se les acabó la canción no les quedó más remedio que poner música de romería. Los reyes comentaron lo alegre de la música, y la reina mostró su interés por un mapa lingüístico que vio en el palacio de Montefuerte. Eduardo Vallejo, que no daba puntada sin hilo, aprovechó la oportunidad para pedirle una escultura de Richard Serra. La de Henry Moore la habíamos conseguido gracias a nuestras preguntas parlamentarias sobre el
Guernica
de Pablo Picasso. «No os lo prestamos, pero a cambio os compramos un Moore», fue la transacción que logramos con Javier Solana y que inauguró Semprún. Pero, como era de esperar, los reyes no hicieron nada para conseguir ese Richard Serra, y no han cumplido todavía lo que dijeron que harían, que era plantar un retoño del Árbol de Gernika en La Zarzuela. Volvieron con el tiempo a estar en la inauguración de Chillida-Leku y, como era lo normal, fueron invitados, agasajados, fotografiados, enaltecidos, besuqueados, reverenciados y recibidos con un petardazo de ETA. Pero de lo solicitado y de lo que podía haber sido alguna iniciativa de la pareja, nada de nada.

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