Read Una Discriminacion Universal Online
Authors: Javier Ugarte Perez
Estos edictos aparecieron por primera vez en 1932, cuando Argentina sufría un proceso de fascistización. El 6 de septiembre de 1930, el general José Félix Uriburu encabezó un golpe, el primero que se produjo en el siglo XX, contra un gobierno constitucional y popular; este golpe pretendía establecer un régimen parecido al de Mussolini en Italia, a quien tanto admiran los militares. Fracasan en su propósito pero logran, parcialmente, teñir tanto al Estado como la sociedad de las ideas autoritarias de la época. Estos edictos se desarrollaron en 1946 y en 1949, cuando gobernaba el general Juan Domingo Perón, que había ganado las elecciones con importante apoyo de la población. No se trata de una dictadura como la de Uriburu, pero este gobierno también se inspira en el mussolinismo, y además, está bajo la influencia de una jerarquía católica conservadora. En esas dos décadas, y con dos gobiernos aparentemente muy distintos, es cuando la homofobia comienza a disponer de instrumentos legales, y así será hasta fines de la década de los noventa, cuando la Capital Federal argentina se transforma en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Es interesante destacar que en el último tramo del segundo gobierno de Perón, en los años cincuenta, a partir del enfrentamiento del Gobierno con la Iglesia Católica, se legalizó la prostitución con el argumento de cuidar a los jóvenes de caer en los ardides de los desviados sexuales.
Conviene señalar que con estos edictos se crea la pena corporal contra las relaciones homosexuales que el Código Penal argentino ignoraba hasta ese momento, ya que las relaciones entre personas del mismo sexo no constituían delito ni agravante en ningún caso, salvo que fueran practicados con menores, en cuyo caso se incurría en el delito de corrupción, pero sin distinción sexual alguna en el agente. Para ser calificado de «pederasta» era suficiente tener «antecedentes» o por medio de «datos fehacientes y bajo la firma del director o jefe de secciones de la Dirección de Investigaciones» (artículo 45). Cuando un comisario de seccional detectaba que en ciertas casas o locales de su jurisdicción se reunían homosexuales «con propósitos vinculados a su inmoralidad», debía comunicarlo a la Dirección de Investigaciones para que interviniera (artículo 207).
El edicto policial sobre escándalo tipificaba las figuras contravencionales de que pueden ser sujetos los homosexuales:
• «inciso f» : exhibirse vestidos o disfrazados con ropas del sexo contrario;
• «inciso h» : incitar u ofrecerse públicamente al acto carnal, sin distinción de sexos (Orden del Día del 19.4.1949);
• «inciso i» : encontrarse un sujeto conocido como pervertido en compañía de un menor de 18 años (Orden del Día del 15.6.1932).
Durante setenta años la Policía Federal dispuso de estas reglamentaciones para poder actuar. Con gobiernos democráticos o con dictaduras, se aplicaron con mayor o menor intensidad, ante la indiferencia de la sociedad, de las fuerzas sociales y de los partidos progresistas.
Después de tres dictaduras militares, sin solución de continuidad, desde el año 1966 a 1973 (Onganía, Levingston, Lanusse, tres generales), impregnadas de homofobia, se convocaron elecciones democráticas. Las gana de manera abrumadora el peronismo y asume la presidencia de la República Héctor José Cámpora, el 25 de mayo de 1973, un hombre fiel a Perón pero vinculado y presionado por los sectores más radicales del movimiento peronista (Juventud Peronista, Montoneros y otros). Se vive una «Primavera», tan fugaz como la de Praga; a Praga llegaron los tanques, a Argentina La Triple A, la Alianza Argentina Anticomunista. Por primera vez el movimiento gay se hace visible en la calle. El Frente de Liberación Homosexual de la Argentina (FLH) edita un periódico legalmente,
Homosexuales
, con una tirada de 5.000 ejemplares y dos kioscos del centro de la ciudad aceptaron venderlos. Una delegación del FLH entró en el Congreso de los Diputados y lo repartió a todos los grupos parlamentarios, provocando sorpresa; también los repartieron en la sucursal de Correos que funciona dentro del edificio, ya que la mayoría de su personal eran gays y lesbianas; por «escandalosos», durante los gobiernos militares fueron trasladados allí, porque no estaba abierta al público. Uno de los empleados era un muchacho tucumano, que en los años sesenta había cambiado de sexo, y el cirujano que realizó la operación había sido detenido. Hay que tener en cuenta que el primer grupo homosexual, Nuestro «mundo», se organizó en 1967, y el FLH en 1971, porque es la primera vez que se disfruta de cierta libertad.
Jung Ha Kang y Emilio Bernini, refiriéndose a ese momento, escriben en la revista
El Ojo Mocho,
página 70, en 1997:
Breve lapso liberacionista en el que la homosexualidad es un índice, si no de la revolución popular, de las promesas libertarias que esos años encierran; breve historia en la que los frentistas otorgan un sentido histórico preciso, concreto, de lucha, al homosexual, una potencialidad revolucionaria cuya consecución implicaría un horizonte sin roles sexuales fijos, prefigurados, en la, así propuesta, nueva sociedad... Entre Lanusse y la triple A, el FLH rescribe la homosexualidad en términos políticos y, de este modo, la vida secreta de los homosexuales criollos, por primera vez, se hace pública. Si politizan las relaciones homoeróticas es porque sostienen que la experiencia sexual está constituida, atravesada, por relaciones políticas de opresión; transformar la vida cotidiana, la «base ideológica sexista» que reproduce la familia, el fascismo de entrecasa que no es sino la formulación política del machismo, aparecen como objetivos reiterados en sus boletines y panfletos...
Ya no se trata de reclamar la derogación de los Edictos y la libertad de los detenidos. Ahora, en medio de la euforia general, ante una derecha que ha fracasado durante tres dictaduras (ha fracasado pero está intacta), el FLH abandona todo reformismo, especialmente el Grupo Eros, y, sin evaluar las consecuencias, se lanza a la toma del Palacio de Invierno, imitando a los bolcheviques de 1917, y al Palacio de Invierno, sede del poder, no a tomar la Bastilla, en donde sólo hay presos. Es una etapa en la que la omnipotencia y el extremismo se imponen, y también la ingenuidad. En junio de 1973, el FLH envía una circular a las 50 comisarías de Buenos Aires, en las que la «primavera» está ausente, donde afirma:
Funcionarios del Gobierno Popular, estimados ciudadanos: El 25 de mayo se abrió una nueva etapa en la vida del país. La Argentina de la opresión, la dependencia, el atraso empieza a morir. De ustedes depende también que sea así. El discurso del ministro del Interior es un ofrecimiento que ustedes deben aceptar: deben ponerse decididamente junto al pueblo, junto a todos los oprimidos y los marginados. Esperamos de ustedes una nueva relación, solidaria, franca y justa. Hay un enemigo, que ustedes deben combatir, el privilegio, el imperialismo, el atraso, la injusticia. Fraternalmente.
El aparato represivo del Estado, heredado de la última dictadura, sigue intacto. El 25 de mayo, cuando Cámpora asume la presidencia, en el acto de masas en la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada, el FLH participa distribuyendo un comunicado que decía:
Convocamos a todos los homosexuales, independientemente de cómo votaron, a luchar junto a todos los sectores sociales y políticos empeñados en la liberación nacional y social. Nuestra participación en este proceso, abierta y decididamente, nos acerca a la revolución sexual y por ende a la liberación de los homosexuales.
La columna gay no fue agredida, e incluso una parte de la gente la vio con simpatía, un hecho insólito en la historia política del país. En mayo de 2006, en una reunión convocada en la Biblioteca de las Madres de Mayo por los jóvenes de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), participaron tres activistas de aquella época (Sara Torres, Sergio Pérez Álvarez y Héctor Anabitarte), y la revista
Imperio,
junio 2006, con la firma de Bruno Bimbi, publica:
El clima de la época era difícil. El 25 de mayo de 1973, el FLH ingresa a la Plaza de Mayo con una bandera propia, y Pérez, que en esa época era director de escuela, recuerda que «cuando empezaron a fotografiarnos, muchos tuvimos que soltar la bandera porque, si salíamos en la foto, al otro día perdíamos el trabajo».
Convendría agregar que no sólo los periodistas sacaban fotos, también los servicios de seguridad del Estado. La noche del 25 de mayo, la movilización de las organizaciones armadas (Montoneros, ERP y otras), y especialmente de la Juventud Peronista, obliga a la liberación de todos los presos políticos, pero no de los homosexuales que están en un pabellón en la Cárcel de Villa Devoto, ya que son considerados presos comunes, tanto por el Gobierno como por las personas que están manifestándose en la calle, y para ser más preciso, ignoran que haya homosexuales que están detenidos por el solo hecho de serlo. En aquellos años, la izquierda en general, con algunos matices, coincidía con la política homofóbica de la Cuba de Fidel Castro, en donde se habían creado las UMAPs, unidades de trabajo forzoso y de «reeducación»; entre otras actividades reeducadoras obligaban a los presos a trabajar con las manos, eso se supone que estimularía la «hombría». De las UMAPs, Sartre dijo: «Los judíos de Cuba». El FLH, previendo que los gays serían excluidos de la amnistía general, se había entrevistado con los abogados defensores de presos montoneros. En una reunión, en la que participó inclusive una mujer cuyos hijos eran montoneros, como miembro del FLH, una abogada, sonriendo amablemente, respondió que no nos preocupáramos, que para nosotros habría campos de reeducación
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El 20 de junio de 1973, el FLH participa con pancartas propias en la concentración de masas que es convocada en el aeropuerto de Ezeiza: Perón, que se exilió en septiembre de 1955, volvía al país. La columna gay se ubicó junto a las de la Juventud Peronista, que mantenía una actitud distante, pero no hostil. Se produjo una lucha para apoderarse del escenario por parte de Perón y la extrema derecha peronista, que no duda en usar las armas para lograrlo. Hubo muertos, heridos, millones de personas en desbandada. La pancarta del FLH, «¡Queremos vivir y amar libremente en un país liberado!», es justamente lo que no va a pasar. En una declaración que hice a Alejandro Modarelli y que se publicó en
Los gays porteños en la última dictadura
(página 156), me refiero a este acontecimiento:
La verdad es que no estábamos convencidos de ir, ya se percibía un clima de sangre. Pero Perlongher insistió. No éramos peronistas, pero sabíamos que todo en ese momento pasaba por la izquierda del movimiento. Era nuestra técnica trotskista clásica. Apenas llegados a Ezeiza, nos metimos en una columna de la JP. Cerca se veía el Comando Brito Lima, a Norma Kennedy, a Osinde. La JP intentaba mantener una distancia considerablemente entre ellos y nosotros. Que se viera claramente dónde terminaba la columna. Nadie nos disputaba el espacio.
La derecha peronista, con el beneplácito de Perón, pasó a la ofensiva. El que comandó la represión en Ezeiza fue el coronel Osinde, quien declaró que «los drogadictos, homosexuales y guerrilleros no pudieron triunfar, no tomaron el micrófono para difundir sus mentiras, no coparon el palco de Perón y Evita» y pocos días después aparecieron carteles en las calles porteñas acusando a montoneros, drogadictos y homosexuales de traidores a Perón y a la patria (para Osinde eran sinónimos). El movimiento Montonero (conviene recordar que sus abogados prometían campos de reeducación para los gays) se manifiesta, son miles, y uno de los lemas más coreados es el de «no somos putos, no somos faloperos, somos soldados de FAR y Montoneros». La primavera camporista agoniza, la estrategia del FLH por la revolución nacional, social y sexual se desvanece. En realidad, se trataba de un deseo, ya que los hechos no indicaban que algo así podía producirse en la Argentina en aquellas circunstancias. El FLH estaba aislado, con contactos con pequeños grupos feministas, con el Partido Socialista de los Trabajadores (con este partido de manera discreta, no oficial), y gozaba de simpatía sólo entre algunos intelectuales
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, hippies y roqueros.
Un semanario,
El Caudillo
, es el portavoz de las Tres A, dirigido y financiado por López Rega, que se dedica a denunciar a personas que generalmente poco tiempo después son asesinadas. En su número del 12 de febrero de 1975, publica un artículo en donde la homofobia aparece de manera brutal, es todo un programa de exterminio. Entre otras cosas dice:
De pequeños jugaban con muñecas. Más crecidos el deporte violento les produjo horror. Como era de esperar, con el correr del tiempo y la costumbre de poner la radio para escuchar mulatos extranjeros, se volvieron Objetores de Conciencia... Deben prohibirse las exhibiciones de cine, televisión o teatro que difundan esa perversión al pueblo. El enemigo quiere y busca un país vencido. A los que ya son, proponemos que se les interne en campos de reeducación y trabajo, para que de esa manera cumplan dos objetivos; estar lejos de la ciudad y compensarle a la Nación —trabajando— la pérdida de un hombre útil. Hay que acabar con los homosexuales. Tenemos que crear Brigadas Callejeras que salgan a recorrer los barrios de las ciudades para que den caza a estos sujetos vestidos como mujeres, hablando como mujeres, pensando como mujeres. Cortarles el pelo en la calle o raparlos y dejarlos atados a los árboles con leyendas explicatorias y didácticas... Mujeres de pelo en pecho, bebedoras de hormonas masculinas, voz gruesa, han llegado en más de una oportunidad a asesinar policías y soldados. Hay que terminar con los homosexuales. Encerrarlos o matarlos. Sí, ya sabemos. Vienen a decirnos que exageramos. Nosotros les decimos: vayan a las Seccionales de Policía y cuando salga un padre de familia que viene de hacer una denuncia porque a su hijo lo «tocaron», «manosearon» o «invitaron», pregúntenle a él entonces qué haría si pudiera.
En noviembre de 1973, la Alianza Anticomunista Argentina, conocida vulgarmente como la Triple A o las Tres A, comenzó a cometer atentados, asesinatos. Se coincide en afirmar que su jefe es el secretario personal de Juan Domingo Perón, José López Rega, quien vivió con el general en Madrid, en el exilio, y su objetivo es destruir a los grupos armados y a toda oposición de izquierda, y especialmente a la izquierda peronista. Perón decide que ya no necesita el apoyo de este sector del movimiento e impulsa a los sectores más derechistas. La AAA no realiza acciones específicas contra los gays, pero logra crear un clima de terror generalizado. En aquellos momentos, ir a un bar de «ambiente» no era aconsejable.