Una Discriminacion Universal (15 page)

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Authors: Javier Ugarte Perez

BOOK: Una Discriminacion Universal
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Juan José López Ibor: una desviación sexual

En 1929, tras licenciarse en medicina por la Universidad de Valencia, López Ibor amplió estudios de medicina legal y de neuropsiquiatría en Suiza, Francia y Alemania, lo que le deparó una excelente formación. Posteriormente ocupó, de forma sucesiva, las cátedras de Medicina Legal y Toxicología en las universidades de Santiago de Compostela, Valencia y Salamanca. Su adhesión al Movimiento Nacional, junto a esta excelente preparación, le llevó, en plena Guerra Civil, a la dirección del Centro Neurológico Militar que se había creado en Valladolid en enero de 1938. Con la victoria de las tropas franquistas, ascendió velozmente en la jerarquía profesional hasta alcanzar el cargo de Jefe del Servicio de Neuropsiquiatría del Hospital General de Madrid. Además, en 1940, se le nombró encargado de la cátedra de Psiquiatría en la Universidad de Madrid (López Ibor, 1946) y en 1942 fue designado vocal del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que se había creado por ley de 24 de noviembre de 1939 (Claret Miranda, 2006, p. 58 y p. 382, nota 110). No obstante, habiéndose declarado monárquico, fue desterrado a Barbastro (Huesca) en 1943 y, aunque un tiempo más tarde acabó reconciliándose con el régimen, es posible que este conflicto le restara posibilidades cuando, en 1946, se presentó a las oposiciones a la cátedra de Psiquiatría de Madrid, que, como sabemos, ganó Vallejo Nágera. Todo ello no fue óbice para que, en lo sucesivo, se le promocionara primero como profesor de psicología médica y, tras la jubilación de Vallejo, como sucesor suyo en la cátedra.

El posicionamiento de López Ibor ante la homosexualidad difería del que sustentaba Vallejo Nágera. Si bien podemos encontrar algunas similitudes entre ambos —el poco interés que les merecía en sí mismo el abordaje de este tema—, las principales diferencias estribaban en que la acdtud de López Ibor no era tan abiertamente agresiva como la de Vallejo Nágera, y que sus planteamientos se situaban en los límites del modelo médico establecido.

En una obra suya fechada en 1949, López Ibor alude a un caso de Freud en el que se señalaban las relaciones entre paranoia y homosexualidad (López Ibor, 1949, p. 50). Pero será en las
lecciones de Psicología Médica,
cuya primera edición apareció en 1955, donde se encuentren las referencias más extensas (López Ibor, 1968a)
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. Estas lecciones, según apuntes tomados en la cátedra, recogían de forma prácticamente literal el contenido de sus clases y sirvieron de libro de texto, durante más de dos décadas, para la docencia de la asignatura en la Universidad de Madrid, a numerosas promociones de médicos. En la lección dedicada al «instinto sexual» se encuentra un apartado destinado a la «normalidad y anormalidad sexual», donde la homosexualidad aparece incluida entre otras «perversiones sexuales». Al igual que Vallejo, López Ibor recurría al 'instinto sexual' equiparándolo a la sexualidad, y, aunque la Guerra Civil había terminado casi 30 años antes y el periodo de la autarquía, en 1968, quedaba algo lejos en el tiempo, en las
Lecciones de Psicología
seguían sin aparecer referencias a Marañón ni a otras autoridades reconocidas en el campo de la sexología. López Ibor apenas presta atención a la homosexualidad llegando a afirmar que «no nos corresponde a nosotros», sino a la «Medicina y a la Psiquiatría legal» ocuparse de un tema así (1968a, p. 84). No remite a los juristas para que sancionen a los perversos sexuales, como había postulado Vallejo Nágera; opina, más bien, que su tratamiento corresponde a la medicina y a la psiquiatría legal, probablemente por ser la disciplina que abordaba los delitos sexuales. Como se ha dicho, López Ibor era un experto en la materia, puesto que su carrera académica se había iniciado, precisamente, como catedrático de Medicina Legal. Adviértase también que López Ibor era, en aquel entonces, el presidente de la Asociación Mundial de Psiquiatría y que en este mismo año, 1968, se publicó en los Estados Unidos la segunda edición del
Diagnostical and Statistical Manual for Mental Disorders
(DSM-II). Esta publicación provocó un enfrentamiento entre los partidarios de la liberación homosexual y los miembros de la
American Psychiatric Association
(APA). Se iniciaba así una inflexión decisiva en el proceso de desclasificación del diagnóstico clínico de la homosexualidad (Bayer, 1987; Adam Donat, Martínez Vidal, 2002).

En las
Lecciones,
López Ibor pregunta qué se debe considerar normal o anormal en la vida sexual, y admite como un hecho cierto que «el médico no puede dar una respuesta científica acerca del problema», ya que no había aprendido en ninguna parte lo que debe considerarse «como una sexualidad normal, en este sentido de sexualidad standard» (1968a, p. 85). Para aclarar ante el alumnado el concepto de «sexualidad standard», López Ibor recurre a lo que él denomina el «famoso Kinsey rapport», y ofrece un resumen del mismo toda vez que descalifica la mayor parte de sus conclusiones. En su peculiar lectura del reconocido informe sobre la conducta sexual del varón, López Ibor señala que Alfred Kinsey había publicado un estudio basado en las respuestas de «unos cinco mil varones y que ahora se estaba ampliando a doce mil» (Kinsey, 1948; López Ibor, 1968a, p. 85)
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, y destaca que contenía algunos errores estadísticos y metodológicos básicos. Para ilustrar tales errores básicos y desautorizar el informe en su conjunto, López Ibor aduce algunos casos aislados de su experiencia clínica, en su mayor parte relativos a la precocidad sexual, atribuye el aumento de la actividad sexual de las clases bajas a las mejores condiciones de alimentación y asevera que las dos guerras mundiales no habían ejercido ninguna influencia en la vida sexual de la población (1968a, pp. 87-88).

En las
Lecciones de Psicología Médica,
López Ibor aborda el tema de la homosexualidad basándose en el informe Kinsey, del cual realiza una transcripción bastante poco fidedigna. Así, mientras que Kinsey concluía que, entre la adolescencia y la edad adulta, el 37% del total de la población masculina americana había tenido al menos alguna experiencia homosexual y que este porcentaje llegaba al 50% entre aquellos hombres que permanecían solteros hasta los treinta y cinco años (Kinsey, 1948, p. 650.), López Ibor hace la siguiente traducción:

Entre los varones solteros mayores de treinta años
las relaciones homosexuales alcanzan una gran importancia, el 39 por 100 de los casos, cifra naturalmente aumentada,
porque entre los casados quedan absorbidas todas las tendencias heterosexuales.
El grupo de solteros ya suponía una cierta selección, de manera que ésta es una cifra con error estadístico básico (1968a, p. 87. La negrita es nuestra).

Y añade al respecto que «el 37 por cien tiene relaciones homosexuales» (1968a, p. 88). Más adelante, López Ibor argumenta que «no debía deducirse de ello que tal conducta media del varón norteamericano» fuera la normalidad sexual, ni mucho menos la normalidad deseable, puesto que él considera que «en el hombre, precisamente por ser hombre, la normalidad significa un arquetipo, un modelo ideal hacia el cual tender» (1968a, p. 89).

Por otro lado, plantea las posibles consecuencias legales que se podrían derivar del citado informe, ya que «los jueces americanos no pueden castigar los delitos sexuales como hacían antes de Kinsey, dada esta evidente perversión sexual del varón americano»; y en esta línea se pregunta cómo, dentro de la Constitución Americana, se podría «castigar a un homosexual si esto no es vicio, sino una manera de actividad sexual, que realizan con una extraordinaria frecuencia los varones americanos» (1968a, p. 89). Acaba por calificar de «muy vidriosas» las consecuencias sociales y políticas que Kinsey había pretendido deducir de su trabajo. Ciertamente, Kinsey proponía que de los resultados de su estudio se tendrían que derivar, inevitablemente, cambios científicos y sociales en relación a la homosexualidad (1948, pp. 659-666). López Ibor interpreta a su modo y manera los cambios que había propuesto Kinsey y atribuye al autor americano la demanda de reformas legislativas que «deberían tener en cuenta los resultados de la actividad sexual». Y, a renglón seguido, agrega el catedrático español: «los argumentos contra esta tesis afluyen a borbotones. Bastaría pensar por un momento en cómo se modificaría la supuesta realidad sexual media (exhibicionismo, homosexualidad, etc.) por una leyes que los tuviesen en cuenta» (1968a, p. 89).

En esta lectura interesada del informe Kinsey, López Ibor omite una de las más trascendentes conclusiones del autor norteamericano, concretamente la que rebatía la condición patológica de la conducta homosexual:

es difícil [concluye Kinsey] mantener el argumento de que las relaciones psicosexuales entre individuos del mismo sexo sean raras y por tanto anómalas o antinaturales, o que constituyan en sí mismas evidencias de neurosis o incluso de psicosis (1948, p. 659).

En una de las últimas ediciones de las
Lecciones de Psicología Médica,
se observa una actitud ligeramente distinta por parte de López Ibor respecto a la homosexualidad, si bien se mantiene el mismo tono de confusión. Así, por un lado, este tema se traslada a una lección titulada «Normal y anormal, salud y enfermedad» y, por otro, los resultados de la encuesta Kinsey se utilizan para ilustrar el «concepto de término medio en la conducta y en la biología» (López Ibor, 1973, pp. 365 y 369). Ahora, aquella afirmación del «37% [de los varones americanos] tiene relaciones homosexuales», que aparecía en ediciones anteriores, se sustituye por «una gran parte de los varones americanos habían mostrado a lo largo de su vida algún rasgo homosexual» (1973, p. 371). En este sentido, López Ibor malinterpreta a Kinsey al confundir conducta sexual con orientación sexual, pues a lo largo del famoso informe, e incluso en el título del mismo, únicamente se estudia la conducta sexual del varón americano. A partir de dicha observación sobre el elevado número de varones con «rasgos homosexuales», López Ibor infiere que «si hay tal mayoría de tendencias homosexuales, la ley que reprime la homosexualidad es injusta». Tras esta sorprendente crítica a la ley, añade en sus
Lecciones:

el problema de la aplicación de la Ley [sic] en los casos de homosexualidad varía también según los países; en algunos es un delito penado por el Código, como en Inglaterra; en otros, como en el nuestro, no es delito penado por el Código, sino un delito por atentado a las costumbres, y sólo en tanto en cuanto sea un acto público y vaya acompañado de determinadas circunstancias entra dentro del orden gubernativo (1973, p. 371).

Este comentario resulta asombroso y, en buena medida, tergiversaba la situación legal existente, ya que en Inglaterra la homosexualidad se había despenalizado en 1967, como el propio López Ibor refiere en las sucesivas ediciones (desde 1968 a 1980) de
El libro de la vida sexual
(Adam Donat, Martínez Vidal, 2004); mientras que, en España, la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, vigente desde 1970, condenaba explícitamente los actos homosexuales consentidos entre adultos y realizados en el ámbito privado y, desde 1971, una orden del Ministerio de Educación prohibía a los homosexuales trabajar como maestros (Calvo Borobia, 2002). Perseverando en esta actitud equívoca, López Ibor asegura:

si nosotros aceptáramos el criterio estadístico para definir la conducta humana y lo que es normal y anormal, tendríamos que pedir se suprimieran todas las restricciones, tanto penales como gubernativas, en el problema de la homosexualidad, puesto que, según la citada encuesta, [informe Kinsey] son mayoría. Claro es que aumentaría mucho más, pues la conducta humana se influye por unos ciertos presupuestos (1973, p. 371).

Cabe añadir que en ningún capítulo de las
Lecciones
se explica la terapéutica de la homosexualidad. Esta omisión se podría atribuir a que es un libro de texto de psicología médica, disciplina preclínica que se impartía en los primeros cursos de la carrera de medicina, y no un tratado de psiquiatría, en el que las distintas enfermedades mentales, entre ellas las perversiones sexuales, se abordan desde el modelo médico vigente en el que sí se contemplaba su tratamiento.

En la trayectoria profesional de López Ibor nada parecía presagiar que, para el gran público, su nombre quedaría indisolublemente unido al título de una obra de divulgación sexológica:
El libro de la vida sexual
(López Ibor, 1968b). En su redacción intervino un grupo de ocho colaboradores —en la edición de 1980 pasaron a ser diez—, cuyos nombres aparecían únicamente en la portada
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, por lo que no se les puede atribuir la autoría de ninguno de los capítulos. Esta circunstancia se repite a lo largo de las diecinueve ocasiones en que se editó el libro entre 1968 y 1983. La primera edición de
El libro de la vida sexual
contiene un capítulo, bajo el epígrafe de «anomalías sexuales», que con el paso de los años pasaría a denominarse «trastornos de la conducta sexual». Es aquí donde se trata con mayor amplitud la homosexualidad, una anomalía o trastorno que se aborda con idénticos planteamientos en las sucesivas ediciones. En cuanto a su prevalencia aparece un comentario, que podríamos calificar de desconcertante, referido a algunos lugares o territorios en los que la frecuencia del trastorno sería mayor: «en ciertas regiones geográficas y especialmente climáticas, tales como las riberas del Mediterráneo [...], esta perversión es más frecuente» (1968b, p. 567, 1980, p. 434).

En todas las ediciones, López Ibor, siguiendo el esquema binario hegemónico, asimila y confunde los roles de género (masculino/ femenino) con la orientación sexual (homosexual/heterosexual) y con la identidad sexual (hombre/mujer), dentro de lo que él denomina «la interpretación antropológica de la homosexualidad» (1968
a
, p. 567; 1980, p. 434). En cuanto a las prácticas homosexuales, describe las más habituales —masturbación mutua, coito anal e
Ínter femora,
etc.—, pero señala que «la succión bucal del pene, unilateral o recíproca, según nos demuestran las historias clínicas de numerosos investigadores, es mucho más frecuente» (1968b, p. 568; 1980, p. 435). Hay que destacar que, a diferencia de las
Lecciones de Psicología Médica
, en
El libro de la vida sexual
se distingue entre homosexualidad masculina y femenina. En el caso de la masculina, el autor recurre a Freud para basar sus argumentos y, en una ocasión, cita a Marañón, mientras que en el caso de la femenina remite a Safo y a Colette como autoras de referencia; si bien acepta que, en el caso de las mujeres, los estudios de Kinsey «en cierta manera, son válidos, mismo, en nuestro medio» (1968, p. 573; 1980, p. 438).

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