Trilogía de la Flota Negra 3 La Prueba del Tirano (58 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 3 La Prueba del Tirano
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El general se detuvo ante ellas. Su fruncimiento de ceño se había vuelto un poco más pronunciado.

—Luke no responde. Nadie parece saber dónde está —dijo—. No lo entiendo... Él las trajo aquí, y pensé que querría verlas marchar. Hemos contraído una gran deuda con...

—No hay ninguna deuda —le interrumpió Wialu con firmeza—. Hice lo que hice porque así lo decidí, y no pido nada a cambio.

Ábaht dejó escapar un gruñido.

—Aun así, sigo pensando que debería pedirles disculpas por...

—Skywalker está aquí —dijo Wialu.

Los demás se volvieron hacia el acceso, pero Wialu dirigió la mirada hacia una esquina vacía del compartimento de carga. Un instante después Luke apareció en él, como si acabara de atravesar una puerta que nadie podía ver.

—Pero qué... —murmuró Ábaht y después meneó la cabeza mientras ponía cara de disgusto—. Ah, condenados Jedi.

Akanah fue corriendo hacia Luke, pero se detuvo a un paso del abrazo que tanto anhelaba y le miró a los ojos, tratando de encontrar alguna pista que le indicara cómo debía comportarse.

—He venido a despedirme —dijo Luke.

—Aún no estoy muy segura de que vaya a marcharme.

Luke meneó la cabeza.

—Tu lugar está con ellos. Wialu tiene razón. Incluso yo puedo leer eso en la Corriente.

—Hay algo que debo decirte antes de que me vaya —exclamó Akanah con un repentino apasionamiento—. No nos juzgues por mi ejemplo, Luke... No lo hagas, por favor. Te suplico que no rechaces la verdad debido a la mentira que la ha precedido. Hay algo hermoso, delicado y capaz de curar en el camino de los fallanassis..., y si no he conseguido hacértelo ver, entonces el error y la debilidad han sido míos, y no del camino de la Luz o del sendero de la Corriente Blanca. Hay una sabiduría muy profunda más allá de lo que he conseguido llegar a aprender y dominar, y hay un valor inmenso más allá de lo que has visto.

—He visto el engaño, la manipulación...

Akanah logró vencer su miedo y dio un paso adelante. La palma de su mano se posó sobre el pecho de Luke en una caricia casi imperceptible.

—No es un camino de poder, sino un camino de paz..., y lo que deseo por encima de todo es que puedas sentir esa paz dentro de ti. Deseo que añadas esa fuerza a la gran fuerza que ya posees. Es lo que siempre he querido para ti..., y nunca he querido nada de ti. —Un temblor se infiltró en su voz mientras seguía hablando con lo que casi era un murmullo—. Nunca quise agravar tu dolor.

Luke cubrió la mano de Akanah con la suya y bajó los ojos hacia ella.

—Bien, al parecer debo decidir qué quiero creer... —dijo por fin—. Intentaré empezar creyendo en lo que acabas de decirme, y tal vez eso me sirva de guía durante el resto del camino.

Akanah alzó la mirada hacia él, y Luke pudo ver la gratitud que había en sus ojos.

—Entonces ahora puedo irme —dijo, y le rozó la mejilla con los labios antes de retroceder.

Luke permaneció inmóvil y la siguió con la mirada mientras Akanah aceptaba una última expresión de gratitud del general y después subía por la rampa de abordaje y pasaba junto a Wialu, que se dio la vuelta y la siguió.

Akanah titubeó durante una fracción de segundo antes de desaparecer en la compuerta interior, y se volvió hacia Luke con una última disculpa en sus ojos. Sin saber muy bien cómo, Luke consiguió encontrar una sonrisa de perdón con la que responder a su mirada, y después la joven cruzó el umbral y se desvaneció por el pasillo.

Ábaht ya estaba yendo hacia Luke.

—El servicio de comunicaciones tiene un par de mensajes para usted, Luke, y esta mañana han llegado un par de transmisiones con sello de alta prioridad... —empezó a decir.

—Luke Skywalker.

La voz de Wialu hizo que Luke levantase la mirada, y vio que la fallanassi estaba inmóvil en la compuerta interior.

—¿Sí?

—Hay un pequeño servicio que quiero pedirte.

Luke ladeó la cabeza.

—¿De qué se trata?

—Dile a tu hermana que cuando esté preparada para seguir su propio camino, será bienvenida entre nosotros —dijo Wialu.

Después giró sobre sus talones, sin necesitar contestación y sin invitar a ninguna pregunta.

Cuando un perplejo Luke fue capaz de volver a hablar, el
Estrella de la Mañana
ya se estaba alejando de la zona de atraque y se disponía a continuar su viaje.

No había ningún mensaje de Leía.

La secretaría del jefe de bibliotecarios de Obroa-skai le informaba de que su solicitud de contratar los servicios de un investigador había ascendido hasta el número cinco de la lista de espera. Además, le pedía que tuviera preparados todos los datos secundarios para transmitirlos en cuanto se le pidiera que lo hiciese, y que se asegurara de haber definido con la máxima claridad posible el concepto fallanassis como tema a investigar.

El director del departamento de terapia rehabilitadora de la fragata médica Refugio le comunicaba que Han había vuelto a ser transferido, esta vez al hospital de la Flota en Coruscant.

—No es que corra ningún peligro, porque se está recuperando bastante bien..., mejor que muchos de los nuevos ingresos que nos han llegado, de hecho. Y además eso nos deja una plaza libre en nuestra sala médica, cosa que no nos vendrá nada mal —decía el terapeuta—. Dado que el comodoro se encargó de proporcionar el mejor medio de transporte disponible, nos pareció que era lo mejor que podíamos hacer. Y además el wookie insistió en ello —había añadido después de una pausa y un fruncimiento de ceño.

El tercer mensaje era de Streen, quien había compilado un informe abiertamente meticuloso sobre las actividades en la academia de Yavin 4.

En su estado de ánimo actual, Luke no lo encontró lo suficientemente interesante para leerlo con detenimiento.

El último mensaje procedía de Alfa Azul.

—Hola, Luke —dijo el almirante Drayson—. Ahora que las cosas están un poco más tranquilas por ahí, quería decirte que hemos localizado a tus androides. De hecho, puedes recuperarlos cuando quieras. Pero, como verás cuando hayas leído el resto del mensaje, me temo que tendrás que ir a recogerlos personalmente.

—¿Está realmente seguro de que quiere irse de esta manera? —preguntó el jefe de mecánicos, casi pisándole los talones a Luke mientras éste iba y venía alrededor del
Babosa del Fango
con toda su atención concentrada en las comprobaciones exteriores previas al despegue —. Incluso teniendo en cuenta las pérdidas que hemos sufrido, me atrevería a asegurar que al capitán Morano no le importaría prestarle prácticamente cualquiera de las naves de que disponemos para que...

—Estoy seguro —dijo Luke, agachándose para pasar por debajo de la cola del esquife.

—Quiero decir que... Bueno, después de todo usted hizo huir a un montón de esos Destructores Estelares gracias su flota fantasma y nos puso las cosas mucho más fáciles —insistió el jefe de mecánicos—. No me parece bien enviarle al espacio a bordo de esta especie de cubo de la basura, y además...

—Las cosas no ocurrieron exactamente así —dijo Luke mientras extendía los brazos hacia la escalerilla de abordaje—. Y dadas mis necesidades actuales, esta nave es justo lo que me hace falta.

El jefe de mecánicos se rascó la cabeza.

—Bueno, si usted lo dice... —murmuró mientras lanzaba una rápida mirada hacia atrás por encima del hombro—. Supongo que el general bajará para despedirse, ¿eh?

—El general Ábaht no sabe que me voy —dijo Luke, arrojando su bolsa de viaje por el hueco de la compuerta—, y le agradecería que no tuviera mucha prisa en ir a contárselo.

—Pues eso me crea un pequeño problema —dijo el jefe de mecánicos, frunciendo el ceño—. Se supone que nada debe despegar de la cubierta de vuelo sin contar con una autorización previa del centro de control.

—No veo que haya ningún problema —dijo Luke—. Una nave civil, un piloto civil... Ni siquiera deberíamos estar aquí. Pida a la pantalla de patrulleros que me abran un camino, ¿quiere? Este trasto no ha sido construido pensando en las acrobacias.

—Claro —dijo el jefe de mecánicos, que no parecía muy convencido—. Claro. Tratándose de usted... Sí, puedo hacerle ese favor. Pero... Oiga, por lo menos tendría que poder informarles de adonde va... Para los registros de vuelo, ya sabe.

—Le aseguro que nunca ha oído hablar de ese sitio —dijo Luke mientras alargaba la mano hacia el sistema de cierre de la escotilla—. Basta con que me deje salir de aquí, amigo..., y diga a los mecánicos que les agradezco que la hayan dejado a punto tan deprisa.

Poco después Luke y el
Babosa del Fango
se sumergieron en la reconfortante soledad del hiperespacio para dar el largo salto hasta Maltha Obex.

Hacia el final de aquel viaje Luke pudo percibir con toda claridad el cambio que estaba sufriendo. La nave era como una crisálida diminuta, y el proceso que estaba teniendo lugar dentro de ella era su metamorfosis.

Había querido pasar algún tiempo en el sitio donde él y Akanah habían pasado tanto tiempo juntos. Había querido oír los ecos de sus conversaciones y sentir el residuo de sus emociones. Luke pasó el viaje sumido en el silencio, alternando la reflexión y el jugar con sus reflexiones. Hizo un inventario de sus recuerdos de los últimos meses, y descartó algunos y rescribió otros. También seleccionó unos cuantos objetos para utilizarlos como equipo de entrenamiento, y dedicó bastantes horas a perfeccionar la única habilidad fallanassi que había conseguido llegar a comprender del todo.

El trabajo todavía no estaba terminado cuando la galaxia volvió a aparecer a su alrededor y Maltha Obex apareció ante él. Luke aún no tenía muy claro en qué se estaba convirtiendo, o qué podía presagiar aquella transformación. Sólo sabía que necesitaba aquel momento de reconexión y las posibilidades que le ofrecía.

El
Dama Afortunada
llevaba días huyendo ante el Vagabundo de Telkjon, manteniéndose por encima del horizonte del poderoso e impredecible artefacto qella. Dos labores habían mantenido ocupada a su tripulación durante aquel tiempo: seguir la trayectoria del Vagabundo mediante el equipo de los campamentos de superficie abandonados y sondear el espacio en busca de lo que esperaban fuese una entrada en el sistema de Maltha Obex cuyo tamaño indicara la llegada de una fuerza expedicionaria.

Pero la nave que por fin apareció en los sensores era tan pequeña que Joto Eckels sintió más desilusión que alivio.

—Quizá sea alguna clase de sonda —sugirió mientras contemplaba la pantalla por encima del hombro de Pakkpekatt—. Normalmente ustedes siempre envían una sonda por delante del contingente principal, ¿no?

—Es un esquife civil —dijo Taisden—. Esa nave no dispone de ningún sistema de comunicaciones militar.

—Pues entonces debemos advertirle inmediatamente de que ha de salir de aquí —dijo Eckels—. Coronel, en cuanto el Vagabundo detecte su presencia, y eso ocurrirá dentro de media órbita...

Una pantalla se iluminó sobre sus cabezas mientras estaba hablando.

—Aquí el
Babosa del Fango
. ¿Me recibes,
Dama Afortunada
? Infórmame sobre tu situación actual, Lando.

Reconocer el rostro de Luke hizo que Eckels empezara a concebir nuevas esperanzas.

—Lando no está aquí, Luke.

Pero Pakkpekatt se levantó de su asiento y se interpuso entre Eckels y el holocomunicador mientras se inclinaba hacia adelante para replicar.


Babosa del Fango
, está entrando en una zona de seguridad de la INR y corre un serio riesgo. Vire de inmediato y salga de este sistema ahora mismo.

—Supongo que usted debe de ser el coronel Pakkpekatt —dijo Luke—. Y el de antes era el doctor Eckels, ¿no? Eso quiere decir que Lando sigue a bordo del Vagabundo, ¿verdad? ¿No han podido llegar hasta él? Necesito que me informen de todo lo que ha ocurrido durante los últimos cinco días.

—Usted no cuenta con el nivel de autorización oficial necesario para poder acceder a esa información —dijo Pakkpekatt—, y tampoco tiene permiso para entrar en esta zona de seguridad.

—Coronel, dadas las múltiples demandas que ha de satisfacer la Flota en estos momentos, me temo que soy toda la ayuda que puede esperar conseguir durante algún tiempo. Y de todas maneras, sé que el doctor Eckels no quiere que esta expedición termine con un tiroteo espacial, así que...

—Tiene toda la razón —dijo Eckels, abriéndose paso a codazos hasta entrar en el campo holográfico.

—...vamos a ver si podemos trabajar en colaboración y conseguir que todo termine lo mejor posible.

—¿Tiene alguna idea sobre cuál podría ser ese final feliz, Luke? —preguntó Eckels—. Hasta el momento el artefacto se ha mostrado muy poco dispuesto a cooperar... En realidad, se ha mostrado todavía menos dispuesto a cooperar que el coronel.

—Lo sé. He repasado sus informes..., y los del coronel —dijo Luke.

Esa noticia hizo que Pakkpekatt, que estaba sentado delante de la consola de vuelo, alzara las manos hacia el techo y se volviera hacia ellos.

—Exigiré que se lleve a cabo una investigación de toda esta operación —masculló—. Las infracciones de las normas de seguridad, el desdén absoluto con el que se ha prescindido de la cadena de mando...

—Creo que podemos sacar al equipo de Lando del Vagabundo —siguió diciendo Luke—. Pero en realidad espero conseguir algo más que eso. ¿Por qué no me cuenta qué es lo que cree que ha ocurrido aquí, doctor?

—¿Me permite preguntarle antes si planea entrar en el Vagabundo?

—Sí, doctor Eckels. Es justamente lo que pienso hacer.

—En ese caso ¿podría venir a recogerme antes de que lo haga? Probablemente tendré mejores respuestas que darle en cuanto lo haya visto con mis propios ojos.

—Tenía la esperanza de que me haría esa oferta, doctor —dijo Luke—. Si usted y el coronel tienen la amabilidad de coger unas cuantas células de energía para los androides y un equipo de primeros auxilios y raciones de emergencia para los humanos, me reuniré con ustedes en la próxima órbita.

—Muy bien —dijo Eckels—. Estaremos preparados.

Mientras el Vagabundo iba aumentando de tamaño al otro lado de los ventanales de la cabina de control del
Babosa del Fango
, los ojos llenos de nerviosismo de Eckels iban y venían continuamente del navío qella al rostro de Luke.

—¿Como sabrá si está dando resultado?

—Si no da resultado enseguida lo sabremos —dijo Luke, y cerró los ojos.

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