Trilogía de la Flota Negra 3 La Prueba del Tirano (2 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 3 La Prueba del Tirano
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Chewbacca le había enseñado y explicado todo eso y muchas cosas más a su hijo mientras iban descendiendo desde los terrenos de caza de los Jardines del Crepúsculo, que se encontraban un nivel más arriba. Los recuerdos no habían dejado de revolotear a su alrededor ni un solo instante en aquella atmósfera estancada. Algunos eran recuerdos de su viaje de ascendencia en compañía de su padre, Attitchitcuk, de las pruebas que le habían ganado el derecho a lucir su faltriquera, de llevar un arma en la ciudad y de elegir y confirmar su nombre.

«Doscientos años, y el bosque sigue igual... Sólo que ahora soy el padre en vez del hijo...»

Chewbacca también recordaba vívidamente la alocada y temeraria expedición que él y Salporin habían hecho al Bosque de las Sombras cuando ya faltaba muy poco para su mayoría de edad. Desarmados salvo por un cuchillo ryyyk que Salporin le había robado a su hermano mayor, Chewbacca y su amigo habían salido del anillo del jardín de infancia y habían descendido a reinos cuyo acceso estaba prohibido a los niños que aún no habían dejado de ser.

Los dos jóvenes wookies habían creído estar preparándose para lo desconocido, pero sólo habían conseguido que lo desconocido acabara aterrorizándoles. Su valor se había ido esfumando junto con el progresivo desvanecimiento de la luz, y cuando llegaron al Bosque de las Sombras un encuentro con un tejedor de trampas un poco más nervioso de lo habitual bastó para hacer que salieran huyendo y volvieran a la seguridad de lo familiar.

«Y lo que creímos ver llenó nuestras pesadillas hasta que por fin nuestras pruebas de ascensión llegaron... ¡Pobre Salporin! Yo sólo tuve que esperar seis días.»

Si Attitchitcuk llegó a saber —entonces o más tarde— lo que habían hecho, nunca habló de ello.

Chewbacca contempló a su hijo. Dudaba de que hubiera algún viaje secreto oculto detrás de aquellos ojos llenos de nerviosismo. Años antes, un Lumpawarump muy joven había ido al bosque que se extendía alrededor de Rwookrrorro en busca de moras de wasaka y se había perdido. La pequeña catástrofe había ido creciendo poco a poco con cada repetición oral, hasta que acabó convirtiéndose en una fábula familiar poblada por todos los monstruos ocultos en las oscuras profundidades de la jungla y la imaginación. Pero el miedo había sido muy real aunque el peligro no lo fuese, y desde aquel entonces su hijo no había hecho ningún nuevo intento de alejarse del anillo del jardín de infancia y del árbol donde vivían.

Y Mallatobuck y Attitchitcuk se habían limitado a permitirlo, y habían dejado que Lumpawarump fuese distinto de los demás jóvenes. Al parecer ninguno de los dos había intentado animar a Lumpawarump a que tomara parte en el proceso de endurecimiento, aquellos enérgicos juegos improvisados y anárquicos del jardín de infancia en el que los jóvenes wookies aprendían a dominar el estilo de lucha incontenible y temerario típico de su raza. Cuando Chewbacca saludó a su hijo con un feroz gruñido, Lumpawarump le dio la espalda y se rindió ante aquel temible sonido como si ya estuviera herido.

Había sido un momento difícil para todos. Pero al final Chewbacca había acabado comprendiendo que estaba viendo una parte del precio que su hijo había tenido que pagar por su ausencia.

Chewbacca tenía que pagar la deuda de vida que había contraído con Han Solo, por lo que había dejado a su hijo en su mundo natal para que fuera criado por su madre y su abuelo. No tenía ningún reproche que hacer a su amor o a sus cuidados, pero aun así a su hijo le había faltado algo:

Lumpawarump había echado en falta esa chispa misteriosa que hubiese debido crear el rrakktorr, el fuego desafiante, la impaciente fortaleza que constituía el corazón de un wookie. Lumpawarump ni siquiera tenía un amigo como Salporin para ponerse a prueba a sí mismo mediante las presas y los intercambios de palmadas de las peleas cotidianas.

El calendario decía que ya iba siendo hora de que así fuese. Lumpawarump había crecido de golpe hasta alcanzar la talla de un adulto. Pero sólo había empezado a llenar aquel cuerpo tan alto, y estaba claro que aún no percibía el poder de su corpulencia. Tampoco resultaba difícil ver que Lumpawarump se sentía muy impresionado por su famoso padre, y que anhelaba obtener su aprobación con una intensidad casi paralizante. Aparte de eso, Chewbacca todavía estaba intentando hacerse una idea de cómo era realmente Lumpawarump.

Las manos de su hijo encerraban un gran talento. Aunque había tardado nueve días en completar la tarea, Lumpawarump había dado muestras de gran habilidad a la hora de construir su arco de energía —los errores que había cometido eran justamente el tipo de errores que sólo la experiencia le enseñaría a corregir—, y además había demostrado que sabía empuñarlo con mano firme cuando derribó a un kroyies con él en la primera de las pruebas de caza. Pero la segunda prueba, que consistía en capturar y matar a uno de los herbívoros de grandes ojos del nivel tres, había requerido todavía más tiempo y no había ido tan bien. Y la prueba que le aguardaba dentro del Pozo de los Muertos prometía someter a Lumpi a desafíos mucho mayores que aquellos para los que estaba preparado. Chewbacca se volvió hacia su hijo.

[Explícame qué es lo que estamos viendo.]

[Es una herida en el bosque que indica el sitio en el que algo cayó del cielo hace mucho tiempo. Es el fondo del gran abismo de Anarrad, que vemos desde los miradores más elevados de Rwookrrorro.]

[¿Y por qué Kashyyyk no curó la herida?]

[No lo sé, padre.]

[Porque Kashyyyk necesitaba un hogar para los katarns. La luz se precipita sobre las profundidades y llama a la joven vitalidad de los árboles wroshyr. Las hojas verdes dan cobijo a los colorios alados y proporcionan sustento a los duendes y a los mallakins. Los colorios invitan a los lanzadores de redes, y los mallakins llaman a los merodeadores del bosque.

Y el katarn, el viejo príncipe de la selva, acude al banquete.]

[Si Kashyyyk le ha dado este sitio al katarn, ¿por qué debemos cazarlos?]

[Porque ése es el pacto que hicimos con ellos hace ya mucho tiempo.]

[No lo entiendo.]

[Hubo un tiempo en el que ellos nos cazaban a nosotros, y las riquezas de los niveles más elevados del bosque fueron suyas durante un millar de generaciones. Pero sus cacerías no nos destruyeron. Nada de este mundo ha de ser desperdiciado, hijo mío. El katarn dio al wookie su fuerza y su coraje, y permitió que el wookie encontrara el rrakktorr. Ahora nosotros cazamos a los katarns para devolverles el gran don que nos hicieron. Algún día volverá a ser su turno de cazarnos.]

El transporte
Audacia
se extendía delante de Plat Mallar como una escarpada isla gris perdida en un interminable mar vacío. Los cazas de morro achatado de la pantalla interceptora trazaban veloces órbitas a su alrededor, yendo y viniendo por el vacío como una bandada de aves de presa.

—Pues a mí me parece que todo tiene muy buen aspecto —dijo Pájaro Cuatro.

—Es un espejismo —replicó Pájaro Seis—. Nos cortarán la cabeza por haber perdido al comodoro.

—Dejaos de charlas y agrupad la formación —dijo el teniente Bos, el líder de vuelo—. Operaciones de vuelo del
Audacia
, aquí líder del Escuadrón Bravo. Solicito vectores de descenso en la parrilla circular. Tengo a diez pájaros listos para posarse en el nido.

En circunstancias normales, el jefe de vuelo habría transferido el mando del escuadrón al oficial de superficie del hangar de atraque, quien a su vez habría activado los cuatro haces láser de guía del sistema de alineación de descenso para que dirigieran a los cazas en su trayectoria de aproximación. Pero todas las compuertas de los hangares del
Audacia
parecían estar herméticamente cerradas.

—Manténganse a dos mil metros y permanezcan a la espera, líder de vuelo.

—¿Qué está pasando,
Audacia
?

—Por el momento no dispongo de más información que comunicarles. Manténganse a dos mil metros y permanezcan a la espera.

—Entendido. Escuadrón Bravo, parece que todavía no están preparados para recibirnos. Seguiremos un vector paralelo a la trayectoria del transporte a dos mil metros de distancia, manteniendo una formación de hilera con la distancia de descenso habitual entre caza y caza hasta que nos indiquen que podemos entrar.

—¿Son imaginaciones mías, o esos cañones nos están apuntando? —susurró el Pájaro Nueve por la banda de combate dos, la frecuencia de comunicación de nave a nave—. Cada vez que miro hacia abajo me encuentro con los agujeros de los cuatro cañones de una batería.

Plat Mallar levantó los ojos de los controles y examinó el flanco del transporte a través del sistema óptico de reconocimiento, y enseguida tuvo que admitir que realmente parecía como si un considerable número de baterías estuvieran siguiendo a la hilera de cazas.

—Quizá no tenga nada que ver con nosotros —murmuró por el canal de comunicaciones—. No sabemos qué ha estado ocurriendo ahí fuera.

—Operaciones de vuelo del
Audacia
a líder del Escuadrón Bravo, que todos los cazas desconecten sus motores y apaguen sus toberas. El proceso de recuperación se llevará a cabo mediante los haces de tracción.

—Recibido —dijo el teniente Bos—. Escuadrón Bravo, ya habéis oído al jefe... Convertios en rocas, chicos.

—Teniente, aquí Pájaro Cinco... ¿Esa orden incluye a los impulsores de mantenimiento de posición?

—Van a introducirnos en el hangar tirando de nosotros uno por uno, Pájaro Cinco. ¿Es que no sabes qué ocurrirá si continúas con las toberas abiertas cuando el haz de tracción empiece a tirar?

—Sí, señor. Lo siento, señor. Es sólo que... Bueno, no lo entiendo. ¿Por qué están haciendo todo esto, teniente? ¿Por qué no permiten que pilotemos nuestras naves durante la maniobra de abordaje y entremos por nuestros propios medios?

—No nos pagan para discutir o hacer preguntas, chico —dijo Bos—. Limítate a hacer lo que han dicho.

—Yo sé por qué lo hacen —dijo secamente Pájaro Ocho—. No están muy seguros de quién pilota nuestros cazas. Por lo que a ellos respecta, los yevethanos podrían habernos arrojado al espacio durante la emboscada y haber metido a un grupo de incursión en las carlingas. Eso podría crearles muchos problemas.

—Vamos a iniciar la operación de recuperación, líder del Escuadrón Bravo —transmitió el
Audacia
—. Les pedimos que mantengan un silencio total de comunicaciones hasta nuevo aviso.

—Afirmativo,
Audacia
. Escuadrón Bravo, mantened un silencio total de comunicaciones con efectividad inmediata.

El ala-X de reconocimiento del teniente Bos fue el primero en ser sacado de la formación y remolcado hasta el hangar de atraque situado más cerca de la popa del
Audacia
por el hilo invisible de un haz de tracción. Plat Mallar no pudo ver qué ocurrió después: no disponía de un buen ángulo de observación del hangar, y las puertas exteriores volvieron a cerrarse rápidamente después de que la nave de Bos hubiera desaparecido dentro del hangar. Cinco minutos más tarde el proceso fue repetido con el teniente Grannell y Pájaro Dos, que fueron introducidos en un hangar de la sección central.

Después transcurrió casi una hora antes de que le tocara el turno a Plat Mallar..., una larga y solitaria hora de nervioso silencio lleno de preocupación. «Nunca nos perdonarán que nos quedáramos cruzados de brazos y permitiéramos que hicieran algo semejante —pensó Plat mientras su nave empezaba a moverse—. Nunca volverán a confiar en nosotros.»

Las luces del hangar de atraque, ajustadas a los niveles empleados para los trabajos de mantenimiento y los exámenes de objetos extraños, parecían arder. Después de haber pasado casi dos días bajo la iluminación de combate de la carlinga, Plat Mallar quedó cegado. Antes de que sus ojos pudieran adaptarse a la nueva claridad, Plat oyó el bocinazo de la alarma de rescate y el siseo del mecanismo hidráulico mientras la carlinga empezaba a elevarse a su alrededor.

—¡Salga de ahí! —ladró secamente la voz de alguien acostumbrado a mandar mientras una escalerilla de abordaje emitía un tintineo metálico al chocar con el flanco del ala-X de reconocimiento.

Plat entrecerró los ojos en un intento de ver algo a través del resplandor y empezó a levantarse, pero los umbilicales que no podía ver tiraron de su cuerpo. Luchó durante unos momentos con los seguros y después fue a tientas hasta la escalerilla, ayudado por una mano que guió su bota hasta el primer peldaño.

Cuando llegó al final de la escalerilla, Plat ya podía ver lo suficientemente bien para identificar a los seis soldados con casco y armadura de combate que rodeaban el ala-X de reconocimiento. Sus rifles desintegradores siguieron apuntándole mientras ponía los pies en el suelo y se apartaba de la nave.

Pero los dos oficiales de seguridad que se encontraban lo suficientemente cerca de él para tocarle no parecían ir armados.

—Subteniente Plat Mallar presente y a sus órdenes. ¿Qué está pasando? —preguntó Mallar, parpadeando en un frenético intento de eliminar los últimos puntitos de luz que flotaban en su campo visual.

—Quédese donde está mientras echamos un vistazo a su disco de identificación —dijo el más cercano de los dos oficiales.

Mallar sacó el círculo plateado del bolsillo especial de su hombro y se lo alargó al hombre que había hablado.

El mayor introdujo el disco en un lector portátil y examinó la pantalla.

—¿A qué raza pertenece?

—Soy grannano.

—No la conocía —dijo el mayor, devolviéndole el disco—. Granna es un mundo imperial, ¿verdad?

—No sé cuál es su situación actual, señor —dijo Mallar—. Nací en Polneye..., y la política nunca me ha interesado demasiado.

—¿De veras? —El mayor despidió a cuatro de los soldados con un chasquido de los dedos. Al mismo tiempo, los otros dos se echaron las armas al hombro y se colocaron detrás de Mallar, flanqueándole en una silenciosa vigilancia—. ¿Tiene algo que informar acerca de su nave?

Fue entonces cuando Mallar se dio cuenta de que había otro piloto esperando cerca de ellos, con un casco de vuelo sujeto debajo de un brazo.

Un técnico con un trineo de instrumental aguardaba junto a él.

—El motor tres se acerca a la línea roja que indica deficiencias en la potencia de impulsión. Aparte de eso, no he notado nada raro.

—¿Algún daño sufrido en combate?

—Eh... Usaron un campo de interdicción y después fuimos alcanzados por una andanada iónica bastante potente. Quizá fueran dos, la verdad es que no lo sé... Todo dejó de funcionar durante casi cuatro minutos.

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