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Authors: Kim Stanley Robinson

Tiempos de Arroz y Sal (61 page)

BOOK: Tiempos de Arroz y Sal
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Cuando la noticia de aquel hecho violento llegó a Lanzhou con el regreso de los jinetes manchúes que se las habían arreglado para escapar, Ibrahim se quejó amargamente.

—Ahora es una verdadera insurrección —dijo—. Bajo la ley Qing, les irá muy mal a todos los involucrados. ¿Cómo han podido ser tan estúpidos?

Poco después llegó una gran fuerza, que fue atacada por la banda Cuarenta y tres de Su; después de eso, llegaron más tropas imperiales.

En respuesta, Su Cuarenta y tres y un ejército de dos mil hombres atacaron Hezhou, luego cruzaron el río en pifad
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y acamparon justo a las afueras de la mismísima Lanzhou. De repente estaban realmente en guerra.

Las autoridades Qing que habían sobrevivido a la emboscada jahriya tenían a Ma Mingxin expuesto en la muralla de la ciudad, y sus seguidores gritaron al ver sus cadenas, y se postraron ellos mismos, aullando:

—¡Sheik! ¡Sheik!

—Estos alaridos se podían oír incluso del otro lado del río y en las cimas de las colinas desde donde podía verse toda la ciudad. Habiendo entonces identificado definitivamente al líder de los rebeldes, las autoridades hicieron que lo bajaran de la muralla y lo decapitaran.

Cuando los jahriyas se enteraron de lo que había ocurrido, se pusieron frenéticos y clamaron venganza. No estaban preparados para realizar un ataque en toda regla contra Lanzhou, así que construyeron una fortaleza en una colina cercana, y comenzaron sistemáticamente a hostigar cualquier movimiento que se hiciera dentro o fuera de los muros de la ciudad. Los oficiales Qing en Pekín fueron informados del sitio y reaccionaron con furia ante aquel ataque a una capital provincial; enviaron entonces al comisario imperial Agui, uno de los gobernadores militares de más alto rango de Qianlong, para que pacificara la región.

Por supuesto que aquel hombre fracasó, y la vida en Lanzhou se volvió muy difícil. Finalmente, Agui envió a Hushen, su jefe militar más importante, de regreso a Pekín; cuando éste regresó con nuevas órdenes imperiales, creó una numerosa milicia armada de tibetanos gansu, mongoles alashan y todos los hombres del resto de las guarniciones de Bandera Verde de la región. Hombres feroces y enormes caminaban ahora por las calles de la ciudad, y todo parecía ser un gran cuartel.

—Es una vieja técnica han —decía Ibrahim con cierto resentimiento —. Enfrenta a los que no son han unos contra otros afuera en la frontera y espera que se maten entre ellos.

Sintiéndose reforzado por todo aquel movimiento, Agui pudo cortar el suministro de agua del fuerte de los jahriyas que estaba en la cima de la colina al otro lado del río y se volvieron las tornas; el asediado comenzó a asediar, como en un juego de turnos. Después de tres meses, llegaron rumores a la ciudad de que se había producido la última batalla y que Su Cuarenta y tres y cada uno de sus miles de hombres habían sido asesinados.

Ibrahim se puso triste con semejantes noticias.

—Éste no es el final. Ellos querrán vengarse por Ma Mingxin y por esos hombres. Cuanto más reprimidos sean los jahriyas tantos más hombres musulmanes se unirán a ellos. ¡La opresión fomenta la rebelión! —Es como la locura del robo de almas —señaló Kang.

Ibrahim asentía con la cabeza, y redoblaba esfuerzos con sus libros. Era como si sólo pudiera reconciliar las dos civilizaciones sobre el papel: las batallas sangrientas que se sucedían alrededor de ellos llegarían a su fin. Así que escribía muchas horas cada día, ignorando los platos de comida que los sirvientes ponían sobre la mesa. Sus conversaciones con Kang eran la extensión de sus pensamientos diarios; y a la inversa, lo que su esposa le decía en aquellas conversaciones era por lo general rápidamente volcado a sus libros. Ninguna opinión que no fuera la de ella era importante para él. Kang solía maldecir a los jóvenes luchadores musulmanes, y decir:

—¡Vosotros, los musulmanes, sois demasiado religiosos para matar y morir como lo estáis haciendo, y todo por unas diferencias de dogma sin importancia, es una locura! Y poco tiempo después, los escritos de Ibrahim para el extenso estudio al que Kang había apodado
Mahoma y Confucio
incluían el siguiente pasaje:
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Al observar la tendencia hacia el extremismo físico en el islamismo, que oscila entre el ayuno, el pensamiento profundo y la autoflagelación, hasta llegar a la mismísima jihad, es posible pensar en sus causas, que pueden ser varias, incluyendo las palabras de Mahoma que sancionan la jihad, la temprana historia de la expansión islámica, los arduos paisajes desérticos propios de otro mundo que han sido el hogar de tantas sociedades musulmanas y, tal vez más importante aún, el hecho de que para los pueblos islámicos la lengua religiosa es por definición el árabe, por lo tanto una segunda lengua para la gran mayoría de ellos. Esto tiene consecuencias fatídicas, porque la lengua materna de cualquiera está siempre basada en una realidad física de vocabulario, gramática, lógica y metáforas, imágenes y símbolos de toda clase, muchos de ellos enterrados y olvidados en los mismos nombres; pero en el caso del islamismo, en lugar de tener una realidad física atada lingüísticamente a él, su lengua sagrada está separada de todo eso, para muchos creyentes, por su cualidad secundaria y traducida, su naturaleza conocida sólo en parte, de modo que expresa únicamente conceptos abstractos, que están fuera del mundo, transportando al devoto a un mundo de ideas abstractas y separadas de la vida de los sentidos y de las realidades físicas, creando la posibilidad e incluso probabilidad de que el extremismo resulte de una falta de perspectiva, una falta de conocimientos básicos. Para dar un buen ejemplo de la clase de proceso lingüístico al que me refiero: los musulmanes que tienen al árabe como segunda lengua no tienen «los pies sobre la tierra»; su comportamiento está con bastante frecuencia dirigido por el pensamiento abstracto, un pensamiento que flota solo en el espacio vacío del lenguaje. Necesitamos al mundo. Cada situación tiene que ser colocada en su escenario, en su entorno, para ser entendida. Por lo tanto, probablemente nuestra religión debería ser enseñada principalmente en las lenguas vernáculas, el Corán traducido a todas las lenguas de la Tierra; de lo contrario, debería darse a todos una mejor instrucción en árabe; aunque seguir este camino podría conllevar la necesidad de que el árabe se convirtiera en la primera lengua del mundo entero, lo cual no sería un proyecto práctico y sin duda sería considerado como otro aspecto de la jihad.

Otra vez, cuando Ibrahim estaba escribiendo acerca de la teoría de los ciclos dinásticos, una teoría que era sostenida tanto por los historiadores y filósofos chinos como por los islámicos, su esposa lo había rechazado todo como si hubiera sido un bordado que ya no sirve:

—Eso es pensar en la historia como si se tratase de las estaciones del año. Es una metáfora demasiado tonta. ¿Y qué pasaría si no se parecieran en nada, qué pasaría si la historia serpenteara como un río para siempre, qué pasaría entonces?

Y poco tiempo después Ibrahim escribió en su
Comentario sobre la doctrina del gran ciclo de la historia
:

Ibn Khaldum, el más influyente de los historiadores musulmanes, habla del gran ciclo de dinastías en su El Muqaddimah, y la gran mayoría de los historiadores chinos identifica también un desarrollo cíclico en la historia, comenzando con el historiador Han Dong Zhongshu, en su Abundante rocío en los Anales de Primavera y Otoño, un sistema que, de hecho, era una elaboración del propio Confucio, y que fue ampliado en su momento por Kang Yuwei, que en su Comentario de la evolución de los ritos habla de las Tres Edades, cada una de las cuales —Desorden, Pequeña Paz y Gran Paz— atraviesa rotaciones internas de desorden, paz pequeña, y paz grande, de manera que las tres se convierten en nueve, y luego en ochenta y una cuando se vuelven a combinar y así sucesivamente. Y la cosmología religiosa hindú, que hasta ahora propone que la única declaración de la historia de la civilización como tai, también habla de grandes ciclos, primero el kalpa que es un día de Brahma, del que se dice dura 4 320 000 000 de años, divididos en catorce manvantaras, cada una de las cuales está dividida en setenta y un maha-yugas, con una duración de 3 320 000 años. Cada maha-yuga o Gran Edad está dividida en cuatro edades Satya-yuga, la edad de la paz, Treta-yuga, Dvapara-yuga, y Kali-yuga, de la que se dice es nuestra edad actual, una edad de decadencia y desesperación, una edad que está en espera de una renovación. Estos períodos, tanto más grandes que los de las otras civilizaciones, parecían excesivos a muchos comentaristas anteriores, pero también hay que decir que, cuanto más aprendemos acerca de la antigüedad de la Tierra, con las conchas marinas fosilizadas encontradas en las cimas de algunas montañas y capas de yacimientos de roca encabalgadas perpendicularmente unas con otras y cosas por el estilo, tanto más parecen las introspecciones de la India haber perforado profundamente el velo del pasado hasta llegar a la verdadera dimensión de las cosas.

Pero en todos ellos, de todas formas, los ciclos son observados únicamente ignorando gran parte de lo que ha sido registrado como acontecimientos reales del pasado y posiblemente sean teorías basadas en el cambio del año y el regreso de las estaciones, viendo a las civilizaciones como a las hojas de un árbol, que pasan a través de un ciclo de crecimiento y deterioro y nuevo crecimiento. Podría ser que la historia en sí no tenga un desarrollo tan determinado y que cada civilización cree un destino único que no puede ser leído dentro de una evolución cíclica sin dañar lo que realmente sucedió en el mundo. Por consiguiente, la extremadamente rápida expansión del islamismo parece no sostener ninguna evolución cíclica en particular, mientras que su éxito resultara tal vez del hecho de presentar no un ciclo sino un avance hacia Dios, un mensaje muy sencillo; un mensaje que resiste el gran impulso de elaboración que llena muchas de las filosofías del mundo, en favor de la comprensión de parte de la masas.

Kang Tongbi también estaba escribiendo mucho en esa época, compilando su antología de poesía femenina, organizándola en grupos y escribiendo comentarios sobre el significado que cada uno tenía en el conjunto. También comenzó, con la ayuda de su esposo, un
Tratado sobre la historia de las mujeres de la humanidad
, en el cual muy a menudo sus propios pensamientos comentaban o reflexionaban sobre los de su esposo, tal como los de él hacían con los de ella; de manera que más tarde los eruditos pudieron cotejar los escritos de ambos durante sus años en Lanzhou, y construir a partir de ellos una especie de diálogo o duo permanente.

Sin embargo, los pensamientos de Kang eran propios; muchas veces Ibrahim no habría estado de acuerdo con ellos. Más tarde ese mismo año, por ejemplo, frustrada por la naturaleza irracional del conflicto que entonces estaba despedazando la región y temerosa de que un conflicto más serio empeorara aún más las cosas, sintiendo como si estuvieran viviendo debajo de una inmensa nube de tormenta a punto de estallar sobre ellos, Kang escribió en su Tratado:

Entonces se ven sistemas de pensamiento y de religión que surgen del tipo de sociedad que los inventó. Los medios que utiliza la gente para alimentarse determinan cómo piensan y en qué creen. Las sociedades agrícolas creen en dioses de la lluvia y en dioses de la germinación y en dioses para todo aquello que pueda afectar la cosecha (China). La gente que pastorea animales cree en un único dios pastor (islam). En estos dos tipos de cultura se ve una noción primitiva de dioses como ayudantes, como gente mayor que mira todo desde arriba, como padres que sin embargo actúan como niños malos, decidiendo caprichosamente a quién recompensarán y a quién castigarán, de acuerdo con los cobardes sacrificios que les ofrecen los humanos que están a merced de sus caprichos. Las religiones que dicen que uno debe hacer sacrificios y hasta rezar a un dios de esa manera, para pedirles que hagan algo material por ti, son las religiones de la gente desesperada e ignorante. Es sólo cuando se llega a las sociedades más avanzadas y seguras que se consigue una religión capaz de enfrentar honestamente al universo, para anunciar que no hay ninguna señal clara de divinidad, excepto la existencia del cosmos dentro y fuera de sí mismo, lo cual significa que todo es sagrado, ya sea que haya o no un dios mirando desde allí arriba.

Ibrahim leyó esto y meneó la cabeza, suspirando.

—Me he casado con alguien más sabio que yo —le dijo a su habitación vacía—. Soy un hombre afortunado. Pero a veces desearía no haber elegido el estudio de las ideas, sino el de las cosas. De alguna manera me he deslizado fuera del alcance de mi talento.

Todos los días les llegaban noticias de más represión contra los musulmanes realizada por los Qing. Según cabía suponer, la Antigua Enseñanza gozaba de ciertos privilegios frente a la Nueva Enseñanza, pero los oficiales ignorantes y ambiciosos llegaban desde el interior, y más de una vez se cometían errores. Ma Wuyi, por ejemplo, el sucesor de Ma Laichi, no de Ma Mingxin, recibió una orden que le obligaba a trasladarse al Tíbet con sus seguidores. La Antigua Enseñanza a los nuevos territorios, decía la gente, meneando la cabeza con desaprobación por el error burocrático, que seguramente terminaría con la vida de varias personas. Éste se convirtió en el tercero de los Cinco Grandes Errores de la campaña de represión. Y los disturbios aumentaron.

Finalmente un musulmán chino llamado Tian Wu reunió a los jahriyas abiertamente, para rebelarse y liberarse de Pekín. Esto sucedió justo al norte de Gansu, por lo tanto toda la gente de Lanzhou se preparó otra vez para la guerra.

Los soldados no tardaron en llegar, y como todo lo demás la guerra tuvo que moverse por el corredor Gansu para ir del este al oeste. Así que a pesar de que muchas de las luchas tuvieron lugar lejos en la Gansu oriental, las noticias que llegaban a Lanzhou eran constantes, al igual que el movimiento de tropas en la ciudad.

A Kang Tongbi le resultaba desconcertante que las batallas más importantes de aquella sublevación estuvieran sucediendo al este de donde ellos se encontraban, entre ellos y el interior. El ejército Qing tardó varias semanas en reducir a la gente de Tian Wu, a pesar de que Tian Wu había sido asesinado en los primeros encuentros. Poco después de eso, llegaron noticias de que el general Qing Li Shiyao había ordenado la matanza de más de mil mujeres y niños jahriyas en Gansu oriental.

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