Su nombre es Sin-Forma.
¡Escúchalo, pero no puedes oírlo!
Su nombre es Inaudible.
¡Agárralo, pero no puedes atraparlo!
Su nombre es Incorpóreo.
Estos tres atributos son insondables; por ello, se funden en uno.
Su parte superior no es luminosa: su parte inferior no es oscura.
Continuamente fluye lo Innombrable, hasta que retorna al más allá del reino de las cosas.
La llamamos la Forma sin forma, la Imagen sin imágenes.
Lo llamamos lo indefinible y lo inimaginable.
¡Dale la cara y no verás su rostro!
¡Síguelo y no verás su espalda!
Pero, provisto del Tao inmemorial, puedes manejar las realidades del presente.
Conocer los orígenes es iniciarse en el Tao.
Los antiguos adeptos del Tao eran sutiles y flexibles, profundos y globales.
Sus mentes eran demasiado profundas para ser penetradas.
Siendo impenetrables, sólo podemos describirlos vagamente por su apariencia.
Vacilantes como alguien que atraviesa una corriente en invierno; tímidos como los que temen a los vecinos que les rodean; Prudentes y corteses como un invitado; transitorios como el hielo a punto de fundirse; simples como un tronco no esculpido; profundos como una cueva; confusos como una ciénaga.
Y sin embargo, ¿qué otras personas podrían pasar tranquila y gradualmente de lo turbio a la claridad?
¿Quién, si no, podría pasar, con lentitud pero con constancia, de lo inerte a lo vivo?
Quien observa el Tao no desea estar lleno.
Mas, precisamente porque nunca está lleno, puede mantenerse siempre como un germen oculto, sin precipitarse por una prematura madurez.
Alcanza el supremo Vacío.
Abraza la paz interior con corazón decidido.
Cuando todas las cosas se agitan a la vez, sólo contemplo el Retorno.
Para florecer como lo hacen, cada una de ellas retornará a su raíz.
Retornar a su raíz es encontrar paz.
Encontrar paz es realizar el propio destino.
Realizar el propio destino es ser eterno.
A conocer lo Eterno se le llama Visión.
Si no se conoce lo Eterno, se sume uno ciegamente en la desgracia.
Si se conoce lo Eterno, todo se puede comprender y abarcar.
Si se puede comprender y abarcar todo, se es capaz de hacer justicia.
Ser justo es ser como un rey; ser como un rey es ser como el cielo.
Ser como el cielo es ser uno con el Tao; ser uno con el Tao es permanecer para siempre.
Alguien así estará a salvo y entero, incluso tras la desintegración de su cuerpo.
El mejor gobernante es aquel de cuya existencia la gente apenas se entera.
Después viene aquel al que se le ama y alaba.
A continuación, aquel al que se teme.
Por último, aquel al que se desprecia y desafía.
Si eres desconfiado, otros desconfiarán de ti.
El Sabio pasa desapercibido y ahorra las palabras.
Cuando su tarea ha sido cumplida y las cosas han sido acabadas, todo el mundo dice: "¡Somos nosotros los que las hemos hecho!"
Cuando se abandonó el Gran Tao, apareció la benevolencia y la justicia.
Cuando surgió la inteligencia y la astucia, aparecieron los grandes hipócritas.
Cuando los seis parentescos perdieron su armonía, aparecieron la piedad filial y el amor paterno.
Cuando la oscuridad y el desorden empezaron a reinar en un país, aparecieron los funcionarios leales.
Renuncia a la sabiduría, abandona el ingenio, y la gente saldrá ganando con creces.
Renuncia a la benevolencia, abandona la justicia, y la gente volverá a sus sentimientos naturales.
Renuncia a la astucia, abandona la agudeza, y los ladrones y malhechores dejarán de existir.
Estos son los tres surcos del Tao, y no son suficientes en sí mismos.
Por ello, han de subordinarse a un Principio superior: ¡Ve lo Simple y abraza lo Primordial!
¡Disminuye el yo y modera los deseos!
Cuando se abandona lo aprendido, desaparecen las contrariedades.
¿Qué diferencia hay entre "¡eh!" y "¡oh!"
¿Qué distinción puede hacerse entre "bueno" y "malo"?
¿He de temer lo que los demás temen?
¡Vaya tremendo sinsentido!
Todo el mundo está alegre y sonriente, como si festejaran el sacrificio de un buey, como si subieran al Pabellón de Primavera; tan sólo yo permanezco tranquilo e impasible, como un recién nacido que todavía no ha sonreído.
Sólo yo estoy desamparado, como quien no tiene hogar al que volver.
Todo el mundo vive en la abundancia: Sólo yo parezco no poseer nada.
¡Qué loco soy!
¡Qué mente más confusa tengo!
Todos son brillantes, ¡tan brillantes!
Sólo yo estoy oscuro, ¡tan oscuro!
Todos son agudos, ¡tan agudos!
Sólo yo estoy callado, ¡tan callado!
Suave como el océano, sin propósitos como las ráfagas del vendaval.
Todo el mundo está encauzado en lo suyo, sólo yo permanezco obstinado y marginal.
Pero en lo que soy más diferente a los demás ¡es en saber sustentarme de mi Madre!
En la naturaleza de la Gran Virtud se haya seguir al Tao y sólo al Tao.
Pero, ¿qué es el Tao?
Es Algo esquivo e impreciso.
¡Esquivo e impreciso!, pero contiene en Su interior una Forma.
¡Esquivo e impreciso!, pero contiene en Su interior una Sustancia.
¡Sombrío y oscuro!, pero contiene en Su interior una Semilla de Vitalidad.
La Semilla de Vitalidad es muy real; contiene en Su interior una Sinceridad inagotable.
A través de los tiempos, Su Nombre ha sido preservado para recordar el Origen de todas las cosas.
¿Cómo conozco la naturaleza de todas las cosas en su Origen?
Por lo que está en mi interior.
Inclínate, y estarás completo; cúrvate, y serás enderezado.
Mantente vacío, y serás llenado.
Envejece, y serás renovado.
Si tienes poco, ganarás.
Si tienes mucho, estarás confuso.
Por ello, el Sabio abraza la Unidad, y se convierte en Modelo de todo cuanto se halla bajo el Cielo.
No se vanagloria, y por eso brilla; no se justifica, y por eso es conocido; no proclama sus capacidades, y por ello merece confianza; no exhibe sus logros, y por eso permanece.
No rivaliza con nadie, y por ello nadie compite con él.
Ciertamente, no son palabras vanas el antiguo dicho: "Inclínate, y estarás completo."
Más aún: si has alcanzado realmente la plenitud, todas las cosas acudirán en tropel a ti
Sólo las palabras simples y tranquilas maduran por sí mismas.
Un torbellino no dura toda la mañana, ni un chaparrón el día entero.
¿Quién los origina? ¡Cielo-y-Tierra!
Ni siquiera Cielo-y-Tierra puede hacer que fenómenos tan violentos duren mucho tiempo; ¿con cuánta más razón ocurre igual con los precipitados esfuerzos humanos?
Por ello, quien cultiva el Tao es uno con el Tao; quien practica la Virtud es uno con la Virtud; y quien corteja la Pérdida es uno con la Pérdida.
Ser uno con el Tao es un bienvenido acceso al Tao.
Ser uno con la Virtud es un bienvenido acceso a la Virtud.
Ser uno con la Pérdida es un bienvenido acceso a la Pérdida.
La falta de confianza por tu parte conlleva la falta de confianza por parte de los demás
Quien se mantiene de puntillas no puede sostenerse.
Quien se sostiene a horcajadas no puede caminar.
Quien se exhibe a sí mismo no brilla.
Quien se justifica a sí mismo no obtiene honores.
Quien ensalza sus propias capacidades no tiene mérito.
Quien alaba sus propios logros no permanece.
En el Tao, estas cosas se llaman "alimento no deseado y tumores molestos", que son abominados por todos los seres.
Por ello, el hombre del Tao no pone en ellos su corazón.
Había Algo indefinido pero completo en sí mismo, nacido antes de Cielo-y-Tierra.
Silencioso e ilimitado, único e inmutable, aunque impregnándolo todo sin excepción, puede considerarse como la Madre del mundo.
No conozco su nombre; lo denomino "Tao"; y, a falta de mejor palabra, lo llamo "Lo Grande".
Ser grande es proseguir, proseguir es ir lejos, ir lejos es retornar.
Por ello, "el Tao es grande, el Cielo es grande, la Tierra es grande, el rey es grande".
Así, el rey es uno de los cuatro grandes del Universo.
El hombre se guía por las leyes de la Tierra.
La Tierra se guía por las leyes del Cielo, el Cielo se guía por las leyes del Tao, el Tao se guía por sus propias leyes.
Lo pesado es la raíz de lo ligero.
La serenidad es la dueña de la inquietud.
Por ello, el Sabio que viaja todo el día; no se deshace de su caravana; aunque haya maravillosos paisajes para ver, permanece tranquilo en su propia casa.
¿Por qué un señor de diez mil carros expondría su ligereza al mundo?
Comportarse con ligereza es separarse de la propia raíz; agitarse es perder el dominio de sí
El buen andar no deja huella tras sí; el buen hablar no deja marca que pueda criticarse; el buen cálculo no necesita el ábaco; el buen cerrar no precisa cerrojo ni tranca, pero nadie puede abrir lo cerrado; el buen atar no utiliza cuerdas ni nudos, pero nadie puede desatar lo atado.
Por ello, el Sabio siempre sabe cómo salvar a la gente, y por tanto, nadie es abandonado; siempre sabe cómo salvar las cosas, y por tanto, nada es desechado.
A esto se llama "seguir la guía de la Luz Interna".
Por ello, las personas buenas son maestras de las menos buenas, y éstas están a cargo de aquéllas.
No alegrarse de la propia tarea es equivocarse de camino, por muy inteligente que se sea.
Este es un principio esencial del Tao.
Conoce lo masculino, mantente en lo femenino y sé el Arroyo del Mundo.
Ser el Arroyo del Mundo es caminar constantemente por el sendero de la Virtud sin desviarse del mismo, y retornar de nuevo a la infancia.
Conoce lo blanco, manténte en lo negro, y sé el Modelo del Mundo.
Ser el Modelo del Mundo es caminar constantemente por el sendero de la Virtud sin errar un solo paso, y retornar de nuevo a lo Infinito.
Conoce la gloria, mantente en la humildad, y sé la Fuente del Mundo.
Ser la Fuente del Mundo es vivir la vida fértil de la Virtud, y retornar de nuevo a la Simplicidad Primordial.
Cuando la Simplicidad Primordial se divide, se convierte en recipientes útiles, que, en manos del Sabio, se transforman en funcionarios.
Por ello, "un gran sastre da pocos cortes".
¿Pretende alguien conquistar el mundo y hacer lo que quiera con él?
No veo cómo podría tener éxito.
El mundo es un recipiente sagrado que no puede ser manipulado ni dominado.
Manipularlo es estropearlo, y dominarlo es perderlo.
De hecho, existe un tiempo para que todas las cosas vayan delante, y existe un tiempo para que vayan detrás; un tiempo para respirar despacio y otro para hacerlo deprisa; un tiempo para crecer en fortaleza y otro para declinar; un tiempo para subir y otro para bajar.
Por ello, el Sabio evita los extremos, los excesos y las extravagancias.
Quien sabe guiar al gobernante en el sendero del Tao no intenta dominar el mundo mediante la fuerza de las armas.
Está en la naturaleza de las armas militares volverse contra quienes las manejan.
Donde acampan ejércitos, crecen zarzas y espinos.
A una gran guerra, invariablemente suceden malos años.
Lo que quieres es proteger eficazmente tu propio estado, pero no pretender tu propia expansión.
Cuando has alcanzado tu propósito, no debes exhibir tu triunfo, ni jactarte de tu capacidad, ni sentirte orgullos; más bien debes lamentar no haber sido capaz de impedir la guerra.
No debes pensar nunca en conquistar a los demás por la fuerza
Pues expandirse excesivamente es precipitar el decaimiento, y esto es contrario al Tao, y lo que es contrario al Tao pronto dejará de existir
Sofisticadas armas de guerra presagian calamidad.
Incluso cosas y seres las odian.
Por ello, la persona que observa el Tao no pone su corazón en ellas.
En la vida diaria, un noble considera la izquierda como el lugar de honor:
En la guerra, es la derecha el lugar de honor.
Siendo las armas instrumentos de infortunio, no son los instrumentos adecuados del noble; Sólo por necesidad recurrirá a ellas, pues la paz y la calma es lo que más aprecia su corazón, y para él cada victoria no es motivo de regocijo.
Alegrarse de la victoria es ¡alegrarse de la matanza de seres humanos!
Por esto, un hombre que se alegra de la matanza de seres humanos no puede pretender prosperar en el mundo de los seres humanos.
En ocasiones festivas, se prefiere la izquierda, en ocasiones desdichadas, se prefiere la derecha.
Esto significa que la guerra se compara a un servicio funerario
Cuando ha sido matada mucha gente, sólo es justo que los supervivientes lloren por los muertos.
Por esto, incluso una victoria es un funeral.
El Tao carece eternamente de nombre.
Aunque pequeño en su Simplicidad Primordial, no es inferior a nada en el mundo.
Con que sólo un gobernante pudiera atenerse a él, todas las cosas le rendirían homenaje.
Cielo y Tierra se armonizarían y harían llover un suave rocío.
La paz y el orden reinaría entre los pueblos, sin necesidad de órdenes superiores.
Una vez dividida la Simplicidad Primordial, aparecieron los diferentes nombres.
¿Acaso no existen hoy día suficientes nombres?
¿No ha llegado ya el momento de parar?
Saber cuándo hay que hacerlo es preservarnos del peligro.
El Tao es al mundo lo que un gran río o un océano es a los ríos y a los arroyos.
Quien conoce a los demás es inteligente.
Quien se conoce a sí mismo tiene visión interna.
Quien conquista a los demás tiene fuerza; quien se conquista a sí mismo es realmente poderoso.