Shirley G.
Oakland, CA
Querida Betty Dodson:
Tengo veintitrés años, he estado casada y divorciada una vez, y estoy a punto de casarme otra vez. Me he masturbado desde que tenía once años y pretendo seguir haciéndolo basta que sea tan vieja que no me encuentre el clítoris. Has compartido tantas cosas conmigo que yo quiero compartir algunas contigo.
Siempre he sido muy aficionada a los libros, y por eso no es muy raro que cogiera la idea de masturbarme de un libro que se llamaba
Candy
. Tuve suerte porque mi madre me pilló una vez y me dio una charla muy suavemente sobre eso, y me dijo que no pasaba nada si lo hacia para relajarme. Pero me previno para que no lo hiciera muy a menudo, porque no era bueno. En aquella época me masturbaba dos o tres veces al día, así que le pregunté algo asustada qué consideraba ella que era muy a menudo. Fue una desilusión cuando me contestó «No más de una vez a la semana». Aun así, y a pesar de mi tierna edad, decidí que algo tan fantástico y que no causaba daño aparente no podía ser tan terrible. Después de un intento de reducir un poco, me dejé llevar por el placer e incluso descubrí nuevos métodos. Uno era usar el chorro de agua en el baño, y me disculpaba a mí misma diciendo que «me estaba lavando a fondo».
Me quedé encantada cuando vi que muchas de las sugerencias que haces en el libro eran cosas que yo había pensado también. Descubrí los vibradores a los quince años, porque encontré uno en mi casa y me aficioné a él. Hace un par de años yo también empecé a mirarme al espejo cuando me masturbaba. Se me ocurrió porque sentía curiosidad por verme mientras llegaba al orgasmo, y no tenía inhibiciones al respecto.
Me masturbo muy a menudo para tomar contacto conmigo misma. A veces, cuando estoy en la oficina y no puedo más de trabajar, me voy al cuarto de baño y me masturbo rápidamente. Tengo un orgasmo muy intenso en un minuto o dos. A mi sistema nervioso le sienta fenomenal. Me encuentro mucho mejor y rindo mas.
Masturbarme delante de otra persona me parece algo distinto. Pero el hombre con el que estoy viviendo ahora es cariñoso, sexy y dulce (aunque tiene poca experiencia), y está deseando aprender. Cuando él lea tu libro, se va a abrir una puerta en nuestra relación Sexual.
Pamela N.
Chicago, IL
Hola guapa:
Llevo seis años viviendo con Joe. Antes me decía que la masturbación estaba muy bien, que muchas mujeres lo hacían, etc. Pero supongo que mi educación pudo con todo. Me habían enseñado que era algo que no se debía hacer. No creo que me masturbara cuando era pequeña. Sólo exploré un poco mi coño y descubrí que me gusta el olor. A medida que me hice mayor, los hombres sólo querían follar, así que nunca juguetearon con mi clítoris. Entonces conocí a Joe, que es cariñoso y tiene mucha paciencia. Pero me pasaba algo con el clítoris. Me parecía que era demasiado sensible para tocarlo. Además, follábamos muy a gusto, ¿para qué queríamos un clítoris?
Después de cinco años y medio se fastidió el asunto y empezamos a destrozarnos el uno al otro. Hace varios meses hubo una reunión de feministas en la Universidad. Fueron tres mil mujeres (que es mucho para esta ciudad), incluida yo. Hubo conferencias sobre música, teatro, poesía, etc., y muchas terapias, pero la que más me gustó fue la de la masturbación, Había muchas mujeres hechas un lío, como yo, escuchando a unas señoras fantásticas que hablaban sobre sus experiencias con la masturbación, sus métodos y sus orgasmos. Me pareció fenomenal. Luego apareció la respuesta para todas las masturbadoras en potencia — un libro que se llamaba
La masturbación como liberación
, de Betty Dodson. Al principio me pregunté si merecía la pena gastarse los cinco dólares, y no le veía mucho sentido a estar en la cama jugando sola. Pero decidí intentarlo, por Joe y por nuestro precioso hijito. Me encerré en mi estudio, leí el libro, pelé un pepino, cogí un espejo, el aceite de oliva —todo. Pasé mucho tiempo dedicada a ello, pero no pasó nada. Sin embargo lo pasé bien, y lo tenía muy claro: «No esperes llegar al orgasmo la primera vez que te masturbas». A la semana siguiente me leí el libro de nuevo y esta vez lo intenté sin ningún artilugio. Diez minutos después, la cabeza me saltó en pedacitos al tener un ORGASMO. Sonreí y me dije a mí misma: «Betty Dodson, ¡has cambiado mi vida!» Me pasé una semana dándole al tema seis veces al día —no podía parar. La verdad es que llegó a un punto que era incomodo, porque estaba trabajando y de repente me tenía que ir a masturbar, aunque estuviera el trabajo a medias. No me podía creer que existiera algo tan fantástico. Supe que nunca había tenido un orgasmo hasta entonces. Lo primero que hice fue llamar a Joe y contarle que había pasado una cosa maravillosa. Nunca hemos estado tan bien juntos —¡nunca! Hay una parte de tu libro que se me puede aplicar a mí: «Cuando dejé de pensar que tenía que conseguir todos los orgasmos follando, empecé a disfrutar de verdad». No me lo puedo creer —imagínate descubrir lo que es un orgasmo a los treinta años.
Vicki T.
Auckland, New Zeland
Querida Betty:
Hace unos cuatro años mi matrimonio era como un témpano de hielo. Mi marido se pasaba el día diciéndome que era frígida y que debería hacer algo para evitarlo —o sea masturbarme. No recuerdo haberlo hecho cuando era pequeña. Lo había intentado una vez, ya de mayor, pero me dio tanto miedo tocarme que lo dejé mucho antes de llegar al orgasmo. Estaba tan desesperada que fui al Forum Nacional Del Sexo. Me dieron unos cuantos libros sobre sexo y un vibrador a pilas. Usé el vibrador unas cuantas veces, pero era agotador y no conseguía nada. Entonces una amiga me presté uno eléctrico y enorme, y después de varias semanas de dolor aprendí a tener un orgasmo. Me odiaba a mí misma y me avergonzaba de tener que usar un aparato. Estaba segura de que era la única mujer en el mundo que tenía que recurrir a semejante perversidad para pasarlo bien. Muchas veces me echaba a llorar cuando por fin tenía un orgasmo. Creí que nunca podría disfrutar del sexo con un hombre. Era mi destino.
Entonces fui al Museo de Arte Erótico y vi uno de tus dibujos de una mujer con un vibrador. Era inmenso y eléctrico, ¡como el mío! No me lo podía creer. Quería tocar el dibujo y observar cada detalle con cuidado, para asegurarme de que no era un espejismo. Se me quitó un enorme peso de encima, y nunca me he olvidado de ti desde entonces.
Después de ver tu dibujo no me sentía tan culpable, y empecé a tener orgasmos con más facilidad. Pero todavía tenía la sensación de que el aparato había acabado conmigo. Al poco tiempo me enamoré de un hombre y enseguida reuní el valor suficiente para hablar con él. Le conté todo sobre mi clítoris, encendí la luz, se lo enseñé, me masturbé delante suyo y le dije que me acompañara. Sin comerlo ni beberlo, empecé a tener orgasmos. Había veces que, después de que él se fuera, sacaba mi preciado aparato eléctrico y tenía otro orgasmo. Todavía no me atrevo a sacar el vibrador delante de mis novios, pero por fin siento algo que nunca creí que fuera para mí. Te doy las gracias, Betty, por hacer aquel dibujo y por escribirlo todo en un libro. Eres muy valiente, y te lo agradezco.
Anna L.
San Francisco, CA
Querida Betty:
Tengo treinta y siete años y me encanta la masturbación, siempre me ha encantado. He salido con un hombre catorce años más joven que yo durante dos años. Aunque es fantástico, sólo he tenido un orgasmo una vez, con él dentro de mí. Ocurrió cuando menos me lo esperaba. No estaba nada contenta conmigo misma, me sentía gorda, fea, etc. Se mostró muy comprensivo, hicimos el amor y tuve un orgasmo.
¿Por qué ocurrió sólo una vez? Normalmente, cuando tengo un hombre dentro de mí no siento casi nada. Además, ¿cómo puede su pene estimularme el clítoris, si está dentro?
Le he dado vueltas a esto durante varios meses, y a veces acepto que soy así y ya está, y otras me entra el síndrome de que «no lo hago bien». Me gustaría solucionar este problema para tranquilizarme un poco y tranquilizar mi ego.
Penelope K.
Montreal, Canadá
Querida Hermana:
En la Facultad de Medicina nos dieron una conferencia sobre sexualidad, con películas de mujeres masturbándose en un laboratorio donde los investigadores estaban estudiando las reacciones femeninas ante el sexo. Era la primera vez que oía que muchas mujeres tardan cuarenta minutos en llegar al orgasmo.
Eso fue hace unos cinco meses. Tengo veintidós años y he tenido muchas relaciones sexuales, pero nunca he tenido un orgasmo. Sabia que era frígida, hasta que vi esas películas y empecé a experimentar con mi cuerpo. Descubrí que podía llegar a tener unos orgasmos maravillosos aunque tardara mucho tiempo (a veces una hora). La primera noche que me masturbé no fue con ninguna fantasía —¿quién lo necesita? Sólo podía pensar en que SENTIA MUCHAS COSAS. Con eso me bastaba. Al ir adquiriendo práctica, añadí también fantasía y me di cuenta de que no sólo mejoraba la sensación, sino que aceleraba un poco el proceso. Es fantástico no tener que fingir nunca mas. Es una pena que sea tan fácil fingir. Los hombres no son capaces de distinguir, y por eso las mujeres siguen haciéndolo.
Tengo ganas de regalar tu libro a todas mis amigas por Navidad.
Ruth L.
Pasadena, CA
Querida Betty:
Me he masturbado de forma irregular desde los seis años, pero siempre me ha parecido algo pecaminoso, hasta que hace dos meses compré tu libro
La masturbación como liberación
y
Nosotros y nuestro Cuerpo
. Ahora sé que la masturbación es algo normal y que no está prohibido.
Tengo cuarenta y dos años y soy virgen. Nunca he estado casada. Estoy completamente de acuerdo contigo en que la masturbación hace que uno tenga mas confianza en sí mismo. Lo he empezado a notar en estos dos últimos meses, en los que he dejado de confesarle a Dios mis masturbaciones como un pecado.
Soy hija única. Mis padres me educaron de una forma muy rígida y puritana. Todavía me dicen lo que debo y no debo hacer, aunque vivimos a setecientos kilómetros de distancia. Soy muy religiosa y por eso me ha costado tanto aceptar cualquier iniciativa sexual por mi parte.
Dolores S.
Richmond, VA
Querida Betty:
Soy una mujer de treinta y tres años, casada y con cuatro hijos pequeños. Soy licenciada en Químicas y he estudiado tres años de Medicina. Me he masturbado desde que era muy joven. Recuerdo vagamente que mi madre me vio un día y me dio una charla muy larga. Como era una niña muy católica confesé mi pecado una y otra vez.
Tuve media docena de
affaires
antes de casarme, pero nunca he tenido un orgasmo durante la penetración —es más, sólo lo he conseguido una vez en doce años. Hace cuatro años, mi marido me compró un vibrador. Lo paso bien a pesar de que a veces me distraigo con el ruido. No tenemos electricidad, de modo que tengo que usar uno a pilas. Mi marido se estaba empezando a desesperar porque yo era incapaz de tener un orgasmo, a pesar de las acrobacias y las infinitas posturas. Por fin, llegamos a la conclusión de que la estimulación del pene no era suficiente. Después de investigar un poco, descubrimos varias posturas en las que me podía masturbar con la mano o con el vibrador mientras hacíamos el amor. Hemos logrado tener una relación sexual muy satisfactoria.
¿Has probado la masturbación como analgésico? Ha habido más de una vez en que me dolían las muelas y he descubierto, por casualidad, que la masturbación aliviaba el dolor temporalmente. Como puedo tener muchos orgasmos —no es raro que tenga entre cinco y diez seguidos me sigo masturbando hasta que la aspirina me haga efecto. No he logrado saber a qué se debe, pero a lo mejor es interesante profundizar mas en el tema.
No, no he tenido el valor de contárselo a mi dentista.
Gracias por desempolvar un tema tan Importante.
Lorna K.
New Brunswick, Canada
Querida Betty:
Me recomendaron tu libro en una clase sobre el comportamiento sexual del ser humano. Estoy en el último curso de Sociología. Nunca me he sentido tan contenta después de leer un libro. Ahora siento que mi cuerpo es precioso y no algo maloliente que a los hombres les gusta usar. En cuanto note que tengo una actitud negativa hacia el coño, volveré a leerlo.
Por favor, mándame otra copia para mi madre que tiene sesenta y tres años y sigue considerando su cuerpo como algo que huele mal. Tiene como una docena de desodorantes íntimos. Yo tengo veinte años y todavía vivo con ella. Seguro que se queda pasmada al principio, pero me voy a arriesgar porque quiero que se sienta tan bien como yo.
Marie A.
Boca Raton, FL
Querida Betty:
Ayer por la noche volví a leer tu libro y me gustó tanto como la primera vez. Después me miré en el espejo y me dije a mí mismo que me quería. Al principio me costó un poco. Luego me metí en el baño y me empecé a hacer caricias mientras decía: «Te quiero, Donald», una y otra vez. Me daba besos por todas partes, a la vez que me tocaba los pezones con una mano y los genitales con la otra. En poco tiempo, tuve un orgasmo como en mi vida. Terminé dándome un abrazo delante del espejo y sintiendo tanto cariño amor y comprensión hacia mi persona como nunca antes había sentido. Fue difícil admitir que me quería y que soy muy sensible.
Donald G.
Valley Stream, NY
Querida Betty:
De todas las personas que conozco, sé que tu eres la que mejor va a comprender mi pequeña historia. Yo tenía una compañera de fantasías, en Denver, a la que nunca llegué a conocer. Tiene treinta y cinco años y vive con un hombre. Mi sobrino la conoció en una discoteca de Denver y le debió hablar de mí y de que me sentía solo. Enseguida recibí una carta, la primera de cincuenta y nueve, junto con una foto suya masturbándose. Nos escribimos durante cinco años haciendo unas descripciones apasionadas de nuestras fantasías sexuales. El año pasado su novio se puso celoso, y dejó de escribir.
Tengo que confesar que fue una buena época. Tengo noventa y un años y mi cuerpo ya no tiene fuerzas, pero mi imaginación sí. La echo mucho de menos.
Charles P.
New York, NY
Querida Betty:
Después de leer tu libro me entraron ganas de contarte mi método para masturbarme. Lo llevo haciendo desde que era un adolescente y ahora tengo treinta y ocho años. Me masturbo con revistas de mujeres. Me pongo polvos de talco en la polla, abro la revista por la sección de moda o de belleza, meto la polla en la revista y la cierro. Luego, con las dos manos, me masturbo hasta tener un orgasmo. Espero que no pienses que soy raro o pervertido.