Read Saga Vanir - El libro de Jade Online
Authors: Lena Valenti
excitándola y atormentándola. Con las manos cubrió sus pechos y los acarició con reverencia.
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No podría amar a aquel hombre más de lo que lo amaba. Quería gritarlo y decirlo en voz alta.
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Caleb se quitó los pantalones de un tirón y su pene saltó en toda su gloria. Se colocó entre sus
rin
piernas y dejó caer todo su peso sobre ella.
Vae
—Aileen, me haces tanta falta... No me dejes nunca más —le suplicó con los ojos llorosos.
ireS
—No —contestó ella mirándolo fijamente a los ojos.
-ti
—¿Estás enfadada conmigo? —lamió su garganta como un gato.
nel
—¿Enfadada?
Vaa
—He vuelto a entrar en tu cabeza. La otra noche me fui sin avisarte, sin...
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—Chist —le puso un dedo en los labios. —Tú no has hecho nada mal, Caleb. La otra noche te engañaron. Yo y cualquiera podría haber caído ante esas artimañas. Sin embargo, nadie habla de eso ahora. Todos dicen que no hay guerrero más poderoso y más mortal que Caleb de Britannia. Eso está en boca de todos. Sean vanirios o berserkers. Y yo como tu cáraid me enorgullezco de ti. Luchaste por mí. Peleaste por mí. Y me salvaste. Y entraste en mi mente otra vez a la fuerza. Gracias a eso, yo estoy aquí contigo, de nuevo. ¿Cómo podría enfadarme? Quiero que recuperes el contacto mental conmigo. Fundámonos, Caleb— Aileen abrió un poco más las piernas para acomodar las caderas de Caleb. —No se me ocurre otro lugar mejor en el que estar que aquí, a salvo, contigo.
—Aileen, me gusta tanto lo que me dices.
Caleb inclinó la cabeza y lamió sus pechos. Temblaba por el deseo tan poderoso que sentía por ella. Divisó una ligera cicatriz sobre el montículo izquierdo.
—El te mordió aquí —gruñó como un perro herido. —Sí —Aileen tragó saliva.
—Yo te borraré ese recuerdo, mo leannán —abrió la boca y le succionó ese punto dolorido. Lamiéndola y besándola con cuidado y dedicación.
Aileen movía las caderas ante el placer de su boca. Quería que él entrara de una vez por todas. Deslizó su mano entre sus cuerpos y tomo el pene de Caleb. Éste brincó en su mano. Estaba ardiendo, suave y duro.
—Caleb...
—Cariño —le tomó de la muñeca apartándole la mano de su verga. —No me hagas esto o no duraré nada.
—No pasa nada —contestó ella.
—Sí que pasa —deslizó la boca por el valle de sus pechos y descendió dándole sensuales besos hasta el ombligo. —¿Qué más te hizo Samael?
—Na... nada más —estaba caliente y él la iba a enloquecer.
—No soporto que él te haya hecho daño —susurro él contra su estómago.
—Caleb, no me duele lo que él me hizo. Tú me has curado.
—¿Yo? —siguió deslizándose hasta el triángulo de rizos negros. —Dime cómo. Lo único que he hecho ha sido estropearlo todo contigo una y otra vez.
Aileen lo miró, expectante ante lo que él iba a hacerle.
—Pero ya se acabó —aseguró él mordiéndole suavemente en el interior del muslo.
—¿El qué?
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—Vivo para servirte, amor —separó más sus piernas y colocó los hombros entre ellas para que
Ja
no las pudiera cerrar. —No hay nada que yo no vaya a hacer por ti. Nada —sonrió e inclinó la
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cabeza para acariciar su entrepierna con la lengua.
orbi
Aileen movió la cabeza de un lado al otro, agarrándolo del pelo. Se le hacía difícil tomar aire.
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Gemía de placer emitiendo ruidos de desesperación con la garganta.
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Caleb internó la lengua en su cavidad y la moldeó por dentro.
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—Quiero oírte gemir, Aileen. —Caleb, ya... ya lo hago...
Vae
—No es suficiente —la devoró con la boca, los labios, los colmillos y la lengua. Aileen estaba tan
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húmeda que creía que se estaba deshaciendo. Ondeaba las caderas de arriba abajo, y cuando
S -
llegaba ya al clímax... Caleb alargó más los incisivos y la mordió, clavando profundamente los
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incisivos entre los labios.
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Va
Aileen lo agarró y tiró de su pelo, clavó los talones en el colchón arqueándose contra él y soltó
a
un grito de sorpresa y liberación.
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Caleb absorbía sediento todo lo que ella le daba, su miel y su sangre. Y Aileen sentía como él se fortalecía con cada sorbo y el saber que ella lo revitalizaba la excitó muchísimo más. Para Caleb, darle placer a su cáraid y ver cómo ella se desinhibía con él lo llenaba de dicha y de alegría.
La lamió hasta que los espasmos de su orgasmo cedieron. Luego pasó la lengua para limpiar un hilo de sangre que corría entre sus piernas y cerró así la incisión de sus colmillos. Se incorporó y se acomodó entre sus piernas.
—¿Te ha dolido, leannán?
Aileen todavía regresaba del cielo cuando él le preguntaba eso. —No... no. Sólo me ha impresionado —tragó saliva y lo observó detalladamente. —Caleb, tienes muy buen aspecto, ahora. Caleb sonrió entregado a ella por completo.
—Tú me das vida. Me das la luz del sol. Yo siento que nada que pueda darte o hacerte se podrá
comparar con el regalo que tú me has dado a mi —la besó y juntó la frente con la de ella. —Yo era un hombre entregado a una causa. A la guerra —empujó entre sus caderas y deslizó la punta de su miembro entre la humedad de Aileen. Ella tembló y él también. —No sabía lo que era amar.
—¿Y... ahora lo sabes? —acarició la nariz de él con la suya en un gesto cómplice y cariñoso. Caleb asintió como un hombre que estuviera sufriendo.
—Méteme dentro de ti, cariño —le ordenó tomando su cara entre sus manos. Las manos de un guerrero, llena de cicatrices, se veían mucho más poderosas ante un rostro tan bello y frágil como el de ella.
Aileen asintió con los ojos inundados en lágrimas. Lo tomó con una mano y lo guió hasta su entrada. Caleb gimió y ella siseó. El mordisco la había dejado muy sensible, pero la matarían antes que detenerlo a él y privarlo de estar en su interior.
—Tómame —le dijo él mientras se introducía hasta lo más hondo.
Aileen abrió más las piernas para acomodarlo mejor y facilitarle el acceso. La sensación de sentirlo rozando y frotando todo su interior la volvió loca. Le rodeó las nalgas con sus manos y le clavó las uñas ante la sensación de plenitud y fragilidad que sintió bajo su peso y sus estocadas potentes.
—¿Lo sabes, Caleb? ¿Sabes lo que es el amor? —le preguntó ella besando su barbilla entre temblores estremecidos.
Caleb le impedía que girara la cara o desviara la vista. Quería verla mientras la tomaba.
—Sí.
e
—¿Por qué? ¿Cómo lo sabes?
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Ja
—Porque... porque yo te amo, Aileen. Tú me has enseñado cómo hacerlo.
de
Aileen tuvo que cerrar los ojos para que las lágrimas pudieran deslizarse y dejar de empañarle
orbi
la vista. Caleb era hermoso. Su pelo negro caía sobre ella, así que se lo sujetó con una mano
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mientras con la otra le acariciaba la mejilla.
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—Dilo otra vez.
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—Te amo.
Va
—Otra.
eire
—Te amo, cariño. Te quiero. Te necesito. Te adoro —las embestidas eran más y más fuertes.
S -ti
—Te amo, Caleb —le dijo ella atrayendo su cara a la de él.
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—¿Cómo puede ser?
Vaa
—Tiene explicación. Estoy loca —sonrió mordiéndose el labio.
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—Dilo otra vez.
—Te amo. Te...
El beso que entonces se dieron fue casi criminal. No se podían dar más de lo que se daban en ese momento. Caleb le mantenía la cara cogida.
—Estoy a punto... —le dijo él riendo y recuperando el aire.
—Sí. Y yo... —ella también se rió.
—Aliméntate, cáraid —la embistió más duro, pues sabía que ya estaban al límite. A Aileen se le oscurecieron los ojos y dilataron las pupilas. Tiró de su pelo atrayéndolo hacia ella, frotó su nariz a su yugular para marcar el terreno. Caleb tembló de anticipación. Aileen clavó
los colmillos en su piel y bebió de él, y tanto él como ella se corrieron a la vez. Sus mentes se abrieron, compartieron pensamientos, necesidades, anhelos, sueños y deseos. Aquello era una verbena de orgasmos. Se sucedieron uno tras otro, y los elevaron hasta cuotas indecibles de placer.
Caleb seguía meciendo sus caderas dentro de ella, más suavemente, calmándose uno al otro con palabras cariñosas y besos dulces. Arrullándose con mimos.
—No te has cerrado a mí —le dijo Caleb asombrado.
—Ni tú tampoco.
—Estás loca por mi —alzó una ceja pirata y Aileen estalló a carcajadas. —No lo olvides.
—No seas presumido.
—Yo estoy loco por ti, pequeña, y no lo voy a olvidar. —Entonces... ¿se acabaron las peleas? —
preguntó ella acariciándole el mentón.
—No lo sé. Me gustan las reconciliaciones... —susurró mordiéndole el lóbulo de la oreja. Caleb deslizó un dedo desde su entrecejo, pasó por su nariz, acarició sus labios y se detuvo en el hoyuelo rebelde de su femenina barbilla.
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Is caomh lium thu, mo ghraidh
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—le dijo él dándole un beso en los labios.
—
Is caomh lium thu glé mhor, mo ghraidh
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—respondió ella aceptando el beso.
—¿Para siempre?
—Lo que dure la eternidad.
Al amanecer, Caleb la cogió en brazos, cubiertos sólo con las sábanas de la cama. Volaban juntos a través de un cielo claro, despejado y azul. El sol les bronceaba la piel cuanto más alto se impulsaban.
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Aileen se abrazó a él sin perder un solo detalle de su vuelo con él. Los ojos de Caleb parecían
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ahora mucho más claros con la luz diurna.
Ja
de
Caleb podía salir bajo la luz del sol, y eso se lo había dado ella.
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—Sí, cariño. Tú me los has dado, todo —le susurró al oído.
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Aileen sonrió con ternura.
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—¿A dónde vamos?
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—Quiero enseñarte cuál va a ser tu función en nuestra comunidad.
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—¿Me has buscado trabajo? —le dijo ella incrédula.
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—No. Simplemente he pensado en todas las cosas que me has dicho — descendieron en un
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cerro montañoso rodeado de vibrante flores silvestres.
nel
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Va
Is caomh lium thu, mo ghraidh: en gaélico significa 'te quiero, mi amor'.
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Is caomh lium thu glé mhor, mo ghraidh: en gaélico significa 'te quiero mucho, mi amor'.
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Aileen miró el lugar asombrada. Era precioso.
—¿Qué hacemos aquí?
—Aquí —le explicó él abrazándola por la espalda, —se va a construir tu escuela.
—¿Qué?
—Imagínate un edificio hermoso, de colores que vayan acorde con el ambiente y los alrededores. Y en el interior, un montón de niños que estén deseando escuchar a su nueva profesora.
—Pero Caleb —ella se giró y lo tomó de la barbilla. —Yo no puedo dar clases a niños normales. No... no puedo. Se necesitan permisos... los padres podrían sospechar de mí. Mis colmillos, el color de mis ojos... No...
—Chisss —le puso el dedo sobre sus labios. —No te hablo de niños humanos —Caleb se divirtió
al ver la cara de confusión de Aileen. —¿Te acuerdas cuando me comentaste que si pudieras realizar un trabajo de conducta con la sociedad empezarías por nosotros?
—Sí.
—Tenemos niños y niñas, Aileen. Y necesitan de nuevos valores. Te los confiaríamos a ciegas si tú les educaras. Quiero traer aquí a los niños de los berserkers y que se mezclen con los nuestros.
—Caleb...
—Tú puedes transmitirles nuevos principios. Tú eres el ejemplo perfecto para ellos. Eres la mezcla de ambos. No somos incompatibles, ni debimos ser nunca enemigos. Tú puedes resarcir todo el daño que nos hemos hecho entre clanes, si empiezas uniendo a nuestros hijos. Ellos crearán una nueva sociedad, si te siguen. Odín sabe que yo te seguiría a ciegas.
—Caleb, yo... no sé qué decir.
—Di que sí —acarició su mejilla. —Este es el proyecto que esperabas. Démosle una lección a los dioses y a nuestros verdaderos enemigos. Enseñémosles que de ahora en adelante somos uno. Sus niños son los nuestros, nuestra tierra también es de ellos. Sé el pilar de esta iniciativa, mo ghráidh.
—¿Ya has hablado con mi abuelo?
—Por supuesto. No me atrevería a proponer nada así sin su beneplácito. Él me ha dicho que estaba orgulloso de mí —asintió emocionado.
Aileen no se lo podía creer. Su proyecto. Su ilusión, seguía estando ahí. Y se la ofrecía un vanirio, bruto y rudo, pero con un inmenso corazón que la amaba más de lo que ella creyó posible. Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas.
—Espero que sean lágrimas de alegría —susurró Caleb.
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—Lo son —dijo ella limpiándoselas con la mano. —Lo son.
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—¿Entonces? ¿Sí aceptas?
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—Sí... Por Dios, claro que sí... —se cogió a sus hombros, saltó sobre él, y rodeó su cintura con
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sus piernas, sentándose a horcajadas sobre su pelvis. —Sí, Caleb —lo besó en los ojos, las mejillas,
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la barbilla, las cejas.
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Caleb cerró los ojos extasiado ante tanta dulzura.
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—Hay mucho trabajo por hacer —le dijo él arrancando la sábana de un tirón y colocándola en el
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suelo a modo de cama improvisada. La besó profundamente tomándola de las nalgas y
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acariciándola entre las piernas.
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—Mucho trabajo por hacer... —repitió ella en tono desenfadado.
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—Sí. Y debemos estar listos para cualquier cosa —aseguró él cayendo de rodillas sobre la sábana con ella en brazos. La dejó estirada y dócil y él se colocó encima. —Ha empezado una batalla. Y necesitamos del apoyo de todos para que llegue a un buen fin.