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Authors: Claudia Gray

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico

Renacer (8 page)

BOOK: Renacer
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Pese a su obsesión por el aspecto físico y el lujo, Patrice tenía una firmeza de carácter que me gustaba. Para mi asombro, había intentado ponerse en contacto conmigo durante el verano, después de mi huida, lo que demostraba que no era tan desconsiderada como podía parecer en ocasiones. Me reconfortó recordar que no todos los vampiros de la Academia Medianoche eran siniestros e intimidatorios. Por otra parte, aquella era la primera vez que la veía desde que había muerto. Me habría gustado decirle hola, pero eso, claro está, era imposible.

Justo antes de entrar en el edificio, Patrice se detuvo junto a la puerta y levantó la mirada, dirigiéndola exactamente hacia donde yo me encontraba suspendida. ¿Acaso podía verme? Rápidamente me di cuenta de que eso no era posible, pero la coincidencia fue asombrosa. Patrice se detuvo otro instante antes de volver a ponerse las gafas de sol y entrar.

Empezaron a aparecer más caras conocidas, tanto de vampiros como de humanos; a la mayoría no los conocía muy bien, pero había coincidido en algunas clases con ellos y habíamos charlado de vez en cuando. Entre los recién llegados había también un par de profesores, el señor Yee y el profesor Iwerebon, que saludaban a los padres. Algo asustada y a la vez esperanzada, busqué a mi madre y a mi padre, pero no habían hecho acto de presencia. Entre los estudiantes humanos no vi a ningún amigo, pero reconocí algunas caras, como Clementine Nichols, que entró en Medianoche gracias al salvoconducto del coche encantado de su familia, y Skye Tierney, que había sido la compañera de laboratorio de Raquel en el segundo año. Raquel decía que Skye era una «buena tía». Viniendo de Raquel, que por principio detestaba a todo el mundo hasta que hubiera un motivo para pensar otra cosa, aquel era un gran elogio.

Yo nunca había intentado mantener una conversación de verdad con ella, ni con mucha de esa gente. ¿Cómo preguntar a Clementine qué significaba para ella tener un coche encantado? Debería haberme acercado a la gente con más frecuencia. Nunca había sido una persona muy extravertida, pero de algún modo la muerte me había hecho sentir más sola.

Por fin apareció el coche de los Woodson y de su interior salieron Vic y Ranulf. Ambos iban vestidos con el uniforme reglamentario, aunque Vic llevaba además una gorra de los Filis de Filadelfia y, para mi regocijo, Ranulf llevaba otra.

—¡Qué desastre! —La señora Bethany salió a toda prisa del edificio de la escuela, como si pudiera captar de lejos las infracciones del código de vestimenta—. Señor Woodson, su influencia sobre el señor White en la indumentaria es grande y desafortunada a un tiempo.

—Nos las quitaremos antes de ir a clase —prometió Vic, pasando junto a ella—. Faltaría más.

—Será mejor que así sea.

La señora Bethany los vio pasar, siguiéndolos con su aguda mirada como un halcón a su presa. Su cabellera espesa recogida en la coronilla y sus largas uñas pintadas de color carmesí le daban un aspecto siniestramente hermoso. Pero lo único que me vino a la cabeza fue la última ocasión en la que la vi: la expedición que había organizado contra el cuartel general de la Cruz Negra en Nueva York. Había asesinado sin vacilar al padrastro de Lucas ante mis propios ojos. La directora de Medianoche hacía cumplir su idea de la ley de forma absoluta, tanto si se trataba de reclamar venganza ante un ataque de la Cruz Negra como de aplicar el código de vestimenta del colegio. Me pregunté si para ella esas cosas serían distintas, o si solo era una cuestión de normas.

Eso era lo que Balthazar parecía creer.

Sin embargo, yo no estaba tan segura. Lucas y yo nos habíamos conocido porque, dos años atrás, la señora Bethany había cambiado de pronto la normativa de la Academia Medianoche, para permitir el ingreso de alumnos humanos; sin informar, claro está, a esos humanos de que iban a estar rodeados de vampiros. Cada uno de los numerosos estudiantes humanos, de un modo u otro, estaba relacionado con fantasmas, y la señorita Bethany se dedicaba a cazar espectros, seres como yo, por motivos que todavía desconocíamos. Era una persona complicada en un grado que yo no alcanzaba ni a imaginar.

Con todo, a mí no me quedó más remedio que confiar en que se ceñiría a las normas por lo menos ese día, pues entonces reconocí el coche que Balthazar había alquilado acercándose por el largo acceso de grava.

Cuando Balthazar salió del vehículo, algunos estudiantes, tanto vampiros como humanos, le sonrieron; siempre había sido popular, y todo el mundo confiaba en él. Pero cuando Lucas se bajó del asiento del acompañante, las sonrisas de los vampiros se vieron sustituidas por expresiones de auténtico desprecio.

Los que habían estado allí dos años atrás sabían que Lucas había pertenecido a la Cruz Negra, que había acudido a la Academia Medianoche para hacer de espía y que había sido adiestrado para asesinar vampiros. Todos se habían enterado de lo cerca que había estado de ser atrapado por la señora Bethany cuando fue descubierto. El hecho de que Lucas hubiera pasado a ser vampiro, algo que tenían que percibir al instante, no disminuyó en lo más mínimo su odio hacia él.

El único vampiro que no se quedó pasmado de asombro e ira fue la señora Bethany. Se acercó lentamente a Lucas con su larga falda negra meciéndose en torno a ella. Lo miró fijamente a los ojos con expresión indescifrable.

Me pregunté si Lucas se vería capaz de hacerlo. Su rostro reflejaba confusión y duda. Pero ¿cómo reprochárselo? Solicitar la protección de los vampiros y, a fin de cuentas, declararse uno de ellos constituía para él una especie de segunda muerte. Con ello moría la persona que había sido durante toda su vida.

Pero no tenía elección.

Lucas tomó aire.

—Solicito asilo a Medianoche.

Y entonces estalló el caos. Algunos alumnos vampiros intentaron protestar, tanto a Balthazar, que rechazaba las provocaciones, como a la señora Bethany, que permanecía completamente impasible en medio del barullo. Los humanos, claro, no tenían ni idea de qué pasaba con aquel chico nuevo al que los demás despreciaban de ese modo; y, como no podía ser de otra forma, empezaron a desconfiar de él.

Lucas mantuvo la compostura, aunque me di cuenta de lo mucho que le habría gustado echarse atrás, y vi cómo sus ojos de color verde oscuro a veces seguían durante demasiado rato a algún estudiante humano. La señora Bethany lo escrutó detenidamente, luego le hizo un gesto para que la siguiera y se encaminó hacia el extremo del campus, hacia la cochera donde vivía.

Mientras Balthazar contemplaba cómo se marchaban y se abría un espacio a su alrededor a causa del rechazo de los demás vampiros, yo me deslicé a su lado y le susurré:

—¿Cómo crees que se lo ha tomado ella?

Él dio un respingo y luego susurró:

—¡Qué susto!

—A partir de ahora, puedes dar por hecho que estoy cerca.

—¿Incluso si estoy en la ducha?

—Qué más quisieras.

Tras echar un vistazo a ambos lados y asegurarse de que nadie se percataba de que hablaba «solo», musitó:

—Creo que si pensara rechazarlo lo habría hecho de inmediato. Pero no lo hará, Bianca. Confía en mí.

Pese a todo cuanto él había hecho por Lucas después de su transformación, yo aún no estaba preparada para confiar de nuevo en Balthazar. Era él quien había conducido a Lucas a la muerte, y quien, por lo tanto, lo había colocado en esa situación, ¿o no?

Yo no podía soportar la incertidumbre que había entre nosotros ni un segundo más, así que me apresuré en pos de la señora Bethany y de Lucas, ansiosa por oír lo que pudiera.

La señora Bethany vivía en una cochera situada en el extremo del terreno de la escuela, un lugar que yo conocía bien. Sin embargo, me olvidé de algo fundamental hasta que me precipité hacia el tejado dispuesta a colarme en el interior y me sentí violentamente repelida. «Oh, claro —caí en la cuenta—. El tejado».

Los metales y minerales contenidos en el interior del cuerpo humano, como el cobre y el hierro, repelían con fuerza a los espectros. Este era el motivo por el que la señora Bethany había optado por instalar un tejado de cobre: para mantenernos a distancia. El impacto me recordó las zonas «bloqueadas» de Medianoche, aunque en ese caso todo el lugar me estaba vedado.

Bueno, si no podía seguir a Lucas hasta el interior, solo me quedaba intentar hacer lo mismo que cuando estudiaba: escuchar a escondidas.

Me recogí en forma de nube esponjosa en el borde de una ventana, donde las ramas del olmo más próximo casi rozaban el cristal y me permitían camuflarme entre sus sombras. Desde allí pude ver bien el escritorio de la señora Bethany, tan pulcro y ordenado que todo se encontraba perfectamente alineado en ángulo recto, y cuyo único motivo decorativo era la silueta enmarcada de un caballero del siglo
XIX
. Mientras miraba, la directora entró en la estancia con el mismo porte autoritario de siempre. Lucas la seguía con los hombros tensos y la mirada cauta, la mirada que adoptaba cuando se preparaba para una lucha.

—Antes que nada, señor Ross, debemos resolver una cuestión —dijo la señora Bethany sentándose en su escritorio—. ¿Dónde está Bianca Olivier?

Sorprendida, di un respingo y las hojas crujieron a mi alrededor. Ella se volvió solo un segundo hacia la ventana; sin duda pensó que era cosa de la brisa.

Lucas se sentó apesadumbrado en el asiento de delante, asiendo con fuerza el reposabrazos.

—Bianca está muerta.

La señora Bethany guardó silencio. Posó sus ojos oscuros en él con un gesto que, sin decir nada, le exigía toda la verdad.

Lucas prosiguió:

—Hace unas seis semanas, su salud… bueno, falló. Dejó de comer. No quería beber sangre. Intenté llevarla al hospital, pero entonces ella empezó… bueno, a cambiar, y los médicos no supieron qué hacer…

—Pero tú sí sabías lo que se tenía que hacer…

Lucas asintió lentamente.

—Bianca necesitaba convertirse en vampiro para mantenerse con vida. Le pedí que me matara. Le permití que me convirtiera en vampiro para salvarse. Pero ella no quiso hacerlo.

Su voz se quebró con la última frase, y entonces apartó la mirada de la señora Bethany.

Sin duda mi resurrección como espectro había aplacado un poco el dolor de Lucas, pero, a pesar de ello, me di cuenta de que el daño que había sufrido al verme morir lo había marcado para siempre.

—Tú no podías hacer nada —dijo la señora Bethany. Su tono de voz no era exactamente comprensivo, pero se volvió ligeramente más suave—. Entonces, si la señorita Olivier no te convirtió en vampiro, ¿quién lo hizo?

—Charity. —Lucas tensó la mandíbula. Un estremecimiento de rabia pura me recorrió el cuerpo—. Justo después de que Bianca muriera tuvimos un encontronazo en Filadelfia. No sé por qué lo hizo.

—En el caso de Charity More, rara vez hay razón de por medio.

Aquello era lo más parecido a un chiste que le había oído a la señora Bethany.

—Al principio no supe qué hacer. Es… Bueno, me imagino que ya sabe lo que ocurre en el momento de la transformación. Balthazar estaba presente, intentando encargarse de su hermana, y me ayudó a salir adelante. Traté de hablar con mi madre, pero ella forma parte de la Cruz Negra…

La señora Bethany se irguió con los ojos brillantes.

—¿Me estás diciendo que te atacó?

—Sí.

—Tu propia madre. —Para mi asombro, la señora Bethany estaba claramente indignada—. Es algo indecente, espantoso, odioso. El tipo de conducta que cabría esperar de la mayoría de miembros de la Cruz Negra, pero se supone que al menos el amor de una madre debería ser más poderoso que cualquiera de sus dogmas en contra de los vampiros.

—Me imagino que no es así —musitó él.

La señora Bethany se levantó, rodeó el escritorio hasta colocarse junto a Lucas y le puso la mano en el hombro. Si los ojos como platos que este puso eran indicio de algo, se diría que estaba tan sorprendido como yo.

—Es una lástima que hayas tenido que aprender el error de vuestra conducta de un modo tan atroz. Sin embargo, has de saber que quienes han sufrido la persecución de la Cruz Negra tienen todo mi apoyo. Tu pasado como vivo y los errores que entonces cometiste ya no existen. El refugio de la Academia Medianoche te pertenece. Te protegeremos. Te enseñaremos. No tendrás que estar solo nunca más.

Aunque solo durase medio segundo, la señora Bethany me gustó.

A Lucas no le resultó tan fácil.

—Gracias, de verdad. Pero no va a ser tan sencillo. Esos chicos ya están dispuestos a clavarme una estaca.

—Acatarán las normas. —La sonrisa de la señora Bethany tenía un deje de tranquilidad—. Déjalo en mis manos.

—Los alumnos humanos… —Se le quebraba la voz—. Yo nunca he matado.

—Es un impulso muy fuerte. —Lo dijo como si fuera lo que cabía esperar—. En tu caso, me doy cuenta, tal vez es más fuerte que para la mayoría. Pero aquí vas a tener muchos guardianes que vigilarán tu conducta; incluso me atrevería a afirmar que aquí corres menos peligro de atacar a un humano que en el mundo exterior. Con el tiempo, aprenderás a formar parte del mundo de los vampiros. Te convertirás en uno de los nuestros.

Lucas cerró los ojos un instante, y me pregunté si aquel era un gesto de alivio o de desesperación.

Capítulo seis

L
ucas se encaminó hacia el cenador de hierro forjado mientras observaba cómo la señora Bethany entraba para pronunciar el discurso anual de bienvenida al alumnado. Cuando tuve la certeza de que nadie más miraba, me atreví a materializarme junto a él.

—¡Hola! —dijo él. Se volvió para mirarme y consiguió dibujar una sonrisa para mí—. De nuevo en el lugar donde nos besamos por primera vez.

—Nada cambia en este mundo.

Mientras la brisa alborotaba su cabello de color dorado oscuro, y también las hojas de hiedra que había a nuestro alrededor, me imaginé que volvíamos al principio. La luz del sol parecía atravesarme el cuerpo, calentándome por dentro. A pesar de la brisa, mi melena pelirroja colgaba inmóvil, irreal.

—¿Por qué no estás dentro?

—La señora Bethany me ha dado permiso. Me ha dicho que encontraría el modo de explicar a los estudiantes y profesores vampiros que me dejen en paz sin delatarme a los humanos. Sería una locura acercarme a un grupo de vampiros antes de que pronuncie el discurso de no agresión… No se me ocurriría hacerlo desarmado.

—Lo ha llevado mejor de lo que esperaba —dije—. Supongo que la señora Bethany se toma muy en serio la idea del refugio.

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