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Authors: Bruno Nievas

Tags: #Ciencia ficción, Fantástico

Realidad aumentada (18 page)

BOOK: Realidad aumentada
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—Puedes confiar en mí —dijo Jules, mirándole a los ojos—. Stephen no te ha dicho toda la verdad, y las personas con las que vas a hablar mañana te van a tender una nueva trampa. —Alex se quedó pasmado una vez más—. Y como prueba, te voy a dar una información muy valiosa. Investígala, y comprobarás que estoy en lo cierto.

—¿A qué te refieres con «una trampa»?

—No te fíes de ellos. Si puedes, evítalos. Te van a cargar «el muerto», solo que en este caso la expresión asume su definición literal.

¿Cómo demonios puede saber lo de mañana?
, se preguntó Alex, intentando pensar. Efectivamente, al día siguiente sería su turno en la auditoría. Le llevaría horas solo el repasar sus propuestas y los experimentos llevados a cabo a instancias suyas. Si el proyecto realmente era perjudicial para los técnicos, iba a tener que dar muchas explicaciones por haber propuesto dieciséis nuevos simulacros. Muchas más, si descubrían su prueba en la calle. Podían acusarle de alguna de las muertes, y de haber sustraído información. Si Jules estaba en lo cierto, todo se podía complicar mucho.
Demasiado…
, pensó, sintiendo una gota de sudor caer por su frente.

—De acuerdo —dijo resignado—. Dame esa maldita información, la investigaré.

Jules sonrió, visiblemente más relajado.

—No vas del todo desencaminado cuando piensas en el chip, pero no deberías obsesionarte en buscar código dentro de él. —Alex abrió los ojos, sorprendido—. Deberías centrarte en el
origen
del chip.

—¿Cómo puedes saber que estoy buscando…?

—Eso es irrelevante —le interrumpió Jules—. Tú busca a un tipo que se hace llamar Azabache. Él es la clave.

—¿Azabache? —exclamó Alex, alzando la voz—. ¿Pero de qué estás hablando? ¿¡Te crees que esto es una película de espionaje de los ochenta!?

—¡Baja la voz! —susurró Jules, recriminándole—. Hasta el mar puede oír, ¡y no exagero! —dijo, con gesto irritado y, echando un rápido vistazo alrededor, añadió—: Es el seudónimo de una persona íntimamente relacionada con el origen del chip. No te puedo decir más, salvo que si lo encuentras a él… —respiró hondo mientras se levantaba—, lo sabrás todo.

—¿Azabache? —preguntó Owl.

—Sí, solo eso, ojalá pudiera decirte algo más —dijo Alex.

—Pues no me suena de nada. ¿Quieres pizza?

Alex suspiró. Era la tercera vez que visitaba a su amigo en dos días. Podía sentirse orgulloso de haber sido recibido sin demasiados inconvenientes, dado su carácter voluble. De hecho, se había anticipado a su posible mal humor con una pizza recién comprada que Owl engullía, agradecido. Los gustos gastronómicos del pirata informático eran muy limitados.

—Necesito tu ayuda —dijo, aprovechando que su amigo masticaba—. Es fundamental saber quién es y a qué se dedica. Y sobre todo, dónde localizarle.

—¿Quieres encontrarle físicamente, dices? —preguntó el hacker, restregándose la boca con la manga de la camiseta—. ¿Para qué?

—No me basta una web o una dirección de correo electrónico —respondió, impaciente—, necesito una dirección real. Me da igual si es de su trabajo, de su casa o de su amante.

—¿Tiene amantes? ¡Ajá, esto por fin se pone bien!

—¡No sé si tiene amantes! —exclamó Alex—. ¡Ni siquiera sé su sexo! Y si tiene novio o novia me interesa saberlo, pero solo si eso me ayuda a hablar con él. ¿Es que no entiendes que me juego mucho en esto? ¡Mañana me pueden acusar de la muerte de varias personas!

Intentó tranquilizarse. Vio que Owl le miraba con los ojos abiertos de par en par y con un trozo de pizza en la mano. Le recordó a una auténtica lechuza.

—Vale, tío —dijo el pirata, con un hilo de voz—. Si es tan importante, haber empezado por ahí. ¿Cómo iba yo a pensar que estabas tan enmarronado?

Alex suspiró, sintiéndose cansado.

—¿Quizá porque he acudido, en solo dos días, nada menos que tres veces a tu casa, y porque no paro de pedirte favores relacionados con empresas, espionaje y hasta búsqueda de personas, y por supuesto todo de forma urgente y confidencial? ¿No te ha parecido todo eso un poco extraño?

—Pues llevas razón… —dijo, masticando de nuevo.

Alex resopló, pensando que no había elegido a la persona adecuada para ayudarle. En ese momento Owl abrió varias ventanas de
Firefox
, el navegador de Internet, y comenzó a teclear a toda velocidad en varias webs con buscadores.

—Eso también sé hacerlo yo —dijo Alex, definitivamente arrepentido de haberle pedido nada a su amigo.

—Ya, pero a diferencia de mí —le contestó su amigo sin dejar de mirar sus monitores—, esto es lo
único
que tú sabes hacer.

Alex se quedó petrificado. No se esperaba esa respuesta.
Quizá deba darle una oportunidad
, pensó.

—Owl, por favor, necesito que pongas empeño en esto.

Esta vez el pirata sí giró la cabeza:

—Tío, ¿quieres ayudarme?

—¡Por supuesto! ¿Me conecto a alguna base de datos, acaso? ¿Crees que en la
Wikipedia
…?

—No —le interrumpió Owl—. Algo aún mejor, ¿ves esa
Playstation
, al lado del plasma?

Alex miró la videoconsola, sin entender.

—Está pirateada, tiene cien juegos en el disco duro —añadió Owl—. Elige uno y deja de molestar, ¿vale?

—¿Pirateada? Pero si la
Playstation 3
aún no se ha podido…

—¡Alex! Sonrió, alzando las manos en señal de rendición. Lejos de dirigirse hacia donde estaba la consola, se sentó frente a un teclado, fuera del alcance de su amigo. Tras unos segundos consiguió desentrañar a qué monitor estaba conectado y con un doble clic del ratón arrancó Firefox e inició sus propias pesquisas.

Una hora después había leído un puñado de artículos en diversas webs firmados por personas que compartían el nick de Azabache. Su búsqueda le estaba resultando de lo más estéril. Durante ese tiempo Owl había masticado, gruñido, ingerido Coca-Cola y, cómo no, eructado varias veces. Resoplando, pensó en lo complicado que iba a ser encontrarle una novia a su amigo.
Claro que eso a él parece importarle un pimiento
, pensó. Súbitamente oyó la voz del hacker, que le sobresaltó:

—Tío, una cosa es que no me molestes. ¡Otra muy distinta, que no me hagas caso!

—Perdona, estaba pensando en el tal Azabache —mintió—. No encuentro nada.

—Sí, claro, por eso me prestabas tanta atención —dijo Owl con ironía, y soltando un sonoro eructo al final—. Yo

que he encontrado algo. Por supuesto no ha sido en la «red visible».

—«¿Red visible?» —preguntó Alex.

—Es la parte de Internet a la que se puede acceder navegando: webs, blogs, foros y otros. Normalmente es lo que buscadores como
Google
hacen. La mala noticia es que se estima que supone menos de un diez por ciento del total de la información que alberga la red.

—¿Y el resto qué es? —preguntó Alex.

—Bases de datos, sobre todo. La mayoría de ellas con acceso restringido: hemerotecas, enciclopedias, música, películas, contenidos de pago…, pero también catálogos, listados de productos o de clientes. Por eso los hackers hacen tantos ataques, casi todos a la denominada «red invisible». ¡Ahí es donde está la
chicha
! Por supuesto, todos esos datos están lejos de los rastreadores de Google, o de cualquier otro buscador. A menos que sepas de su existencia, es difícil encontrarlos.

—¿Y cómo se encuentra una base de datos que no se sabe si existe?

—A veces es más sencillo de lo que parece —sonrió Owl—. En este caso ha sido mediante una pequeña, digamos
visualización,
a la base de datos de un blog de prensa rosa.

—¿Un blog de prensa rosa? —preguntó Alex, frunciendo el ceño.

—Sí, de cotilleos. No ha resultado tan difícil —aclaró el pirata—: Antes de empezar a buscar me he metido en unos cuantos foros privados de ciertos amigos míos, les he preguntado, pero ese nick es muy común, y no sabes la de chicas que lo usan. Por suerte, uno de mis colegas, un friki de los cotilleos, me ha dicho que un tipo con ese seudónimo colabora en uno de los blogs que él lee. Al parecer, es un fiera encontrando trapos sucios de gente conocida. Mi amigo ha intentado seguirle la pista, pero sin éxito. Ese tipo está rodeado de un aura de misterio, y eso lo hace mucho más interesante que el resto.

—¿Entonces, has accedido al blog?

—Puede… —dijo Owl, guiñando un ojo—. Y he encontrado unas cuantas cosas interesantes. Por ejemplo, que Azabache es el seudónimo de un tipo que se dedica al periodismo de investigación y que parece cuidar mucho su verdadera identidad. No he encontrado nada en las bases de datos de los otros sitios en los que creo que colabora. No han cometido la imprudencia de asociar su seudónimo a su nombre.

—Esa información que dices que es «no visible».

—Exacto. Pero la gente se confía mucho y comete imprudencias. La información «no visible» a veces es fácilmente accesible. ¡Es justo lo que ocurre en el blog que te comento!

—¿Entonces, tienes un nombre? —preguntó Alex, ansioso.

—No tengo una seguridad al cien por cien, pero si hacemos caso a mi amigo creo que este es el que buscas. He extraído cientos de artículos, todos suyos.

A Alex lo que no terminaba de parecerle lógico era que un tipo que supuestamente estaba relacionado con un chip de última tecnología estuviera escribiendo en blogs de cotilleos.

—Creo que no es el que buscamos —dijo, con fastidio—. Deberíamos indagar por otro lado.

—¡No, espera, me ha costado mucho sacar esta información, tío! —insistió Owl—. Deja al menos que te la cuente.

Alex suspiró. Fue a contestar negativamente, pero algo le dijo que al menos debía tener esa deferencia con su amigo.

—Cuéntame, pero rápido. No tenemos tiempo.

—A ver… —dijo Owl, pegando el rostro a su monitor—. Es periodista de investigación, ha publicado en prensa escrita de todo tipo… —dijo, señalando una larga lista de artículos que iban apareciendo en pantalla—. El tío los tiene bien puestos, ha revelado escándalos que van desde la prostitución infantil hasta la corrupción urbanística.

Alex se acercó al gigantesco monitor y leyó el nombre que Owl había extraído de la base de datos del blog.

—Milas Skinner… —murmuró, extrañado—. No me suena de nada, y no parece tener nada que ver con lo que ando buscando. Sin embargo —dijo más para sí que para su amigo—, hay algo que me llama la atención en lo que me acabas de relatar. Pero no sé lo que es… —añadió, con fastidio.

—Tú verás… —dijo Owl—. No sé ni de qué estás hablando.

Alex se mordió los labios, pensativo. Aparentemente ese individuo no tenía relación con su búsqueda y, por contra, una de sus «luces de alarma» se acababa de encender, y la verdad es que últimamente estaba viendo que compensaba, y mucho, prestarles atención. Resignado, decidió jugársela, aunque sabía que si se equivocaba iba a tener problemas.

—¿Sabes dónde encontrarle?

—Eso va a ser algo más difícil, por lo que he visto por aquí.

—¿Qué significa eso de «más difícil»?

—Sí, es curioso —dijo el hacker, mordiendo una porción de pizza—. Una vez localizado su seudónimo ha sido fácil rastrear sus artículos, tanto en papel como digitales. El colega lleva diez años publicando.

—Sigue, por favor… —le apremió Alex.

—Pues que, como ves en pantalla, es fácil rastrear sus últimos diez años —dijo el pirata, con la boca llena—. El tío no ha parado, ha viajado por todo el planeta.

—Y ahora, ¿dónde está? —preguntó Alex, tamborileando con los dedos sobre su ratón.

—Ese es el problema, tío. Tu amigo Milas hace un tiempo que no publica nada.

—¿Qué? —preguntó el neurólogo, preocupado—. ¿Desde cuándo?

—Espera, aquí está: el último artículo que tengo constatado apareció el 7 de febrero en el blog donde hemos entrado. El archivo que remitió al director de la web estaba fechado tres días antes, el día 4. Lo he sacado de su disco duro —dijo, guiñando un ojo—. Así que en estas últimas seis semanas el tal Milas Skinner, o Azabache, si prefieres, no ha vuelto a publicar nada.

Alex sintió la luz de alarma parpadear más rápido:
Seis semanas…
, pensó, meditabundo. Entonces se dio cuenta de algo.

—¡No puede ser! —exclamó.

—¿Acaso sabes qué ha podido ocurrirle?

—¡No, qué va! No conocía ni su nombre hasta hace cinco minutos —dijo Alex, atropellándose al hablar—. Pero creo que es él.

—¿A qué se debe ese súbito cambio de opinión? —preguntó Owl.

—Pues que, si lo que afirmas es cierto, ese tal Milas Skinner, que es la persona que podría ayudarme a salir del embrollo en el que estoy metido… —hizo una pausa para coger aire—, ¡no da señales de vida desde el mismo día en que a mí me llamaron para ofrecerme este trabajo!

El pirata asintió con la cabeza, pensativo, como si estuviera asimilando lo que el médico acababa de contarle. Finalmente habló, tragando el bocado que había dejado de masticar:

—Oye, ¿cómo era esa teoría tuya que siempre me cuentas? Algo así sobre… —dijo, mesándose la barbilla—. ¡Ah, sí, ya me acuerdo! ¿Era que tú no creías en las casualidades?

9
Beso

El primer beso no se da con la boca, sino con los ojos.

O. K. BERNHARDT

Martes, 17 de marzo de 2009
08:12 horas

—¿Y cuál es el motivo de su súbito interés en reunirnos de nuevo?

La voz de Cobitz hizo que Alex dejara de remover su café. Estaban en un reservado de un lujoso hotel, desde donde contemplaban la playa, vacía a esas horas. Estaba ubicado en uno de los rincones más turísticos del sur español: Roquetas de Mar. Miles de europeos, durante casi todo el año, residían en esa pequeña localidad, años atrás abandonada de la mano de Dios, y ahora una de las más ricas del país. Sobre la ostentosa mesa había termos con café y leche, pasteles tiernos y una jarra de zumo recién exprimido. Un apetecible bufé de desayuno reposaba a un lado, aunque ninguno de los cuatro asistentes comía nada.

—Supongo que estarán muy preocupados por la paralización del proyecto —dijo Alex mirando a sus compañeros de mesa, los mismos de la anterior reunión—. Confiamos en reanudar el trabajo lo antes posible.

—No sabe lo que eso nos tranquiliza —dijo Cobitz.

Alex se dio cuenta de que Stokes, al igual que en la anterior reunión, se limitaba a observar y escuchar. Cada vez le parecía un tipo más inteligente, y desde luego más válido que el otro. Boggs, sin embargo, sí reflejaba una evidente tensión en el rostro.

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