—
¿Ahora?
—Si puedes despertarme de un sueño profundo por tus dolores —rió Nicole—, entonces lo menos que puedes hacer es apretar los dientes mientras trato de comprobar mi diagnóstico instantáneo.
Doctora Azul y Nicole estaban sentadas juntas en la casa de la octoaraña. En una de las paredes se proyectaban cuatro fotogramas cuadroides.
—La imagen del extremo izquierdo —dijo Doctora Azul— muestra el crecimiento, tal como se lo veía esa primera mañana hace diez días, cuando me pediste que confirmara tu diagnóstico. El segundo fotograma es una imagen muy aumentada de un par de células extraídas del tumor. Las anomalías celulares, lo que ustedes llaman cáncer, están señaladas con azul.
Nicole sonrió débilmente.
—Tengo un poco de dificultad para reorientar mis pensamientos —dijo—. Nunca usas los colores para el término “enfermedad”, cuando describes el problema de Richard, nada más que la palabra que en tu idioma yo defino como “anomalía”.
—Para nosotros —respondió Doctora Azul—, una enfermedad es un funcionamiento defectuoso ocasionado por un agente externo, tal como una bacteria o un virus hostil. Una irregularidad de la química celular, que lleve a la generación de células inadecuadas, es una clase completamente diferente de problema. En nuestra medicina, los regímenes de tratamiento son por completo diferentes para los dos casos. Este cáncer de tu marido está más íntimamente relacionado con el envejecimiento, desde el punto de vista genérico, que con una enfermedad como la neumonía o la gastroenteritis de ustedes.
Doctora Azul extendió un tentáculo hacia la tercera imagen.
—Esta imagen muestra el tumor hace tres días, después que las sustancias químicas especiales transportadas por nuestros agentes microbiológicos se hubieran dispersado cuidadosamente en el sitio de la anomalía. El crecimiento ya se empezó a contraer porque la generación de células malignas cesó. En la imagen final, tomada esta mañana, la próstata de Richard otra vez tiene aspecto normal. Para estos momentos, todas las células cancerosas originales murieron, y no se produjeron otras nuevas.
—¿Así que ahora va a estar bien? —preguntó Nicole.
—Probablemente. No podemos estar absolutamente seguros porque todavía no tenemos tantos datos como querríamos sobre el ciclo de vida de las células de ustedes. Existen algunas características singulares en cuanto a sus células, como las hay siempre en una especie que haya sufrido una evolución distinta de la de cualquiera de los seres que examinamos anteriormente, que podrían permitir una recidiva de la anomalía. Sin embargo, sobre la base de nuestra experiencia con muchos otros seres, yo tendría que decir que la formación de otro tumor prostático es improbable.
Nicole le agradeció a su colega octoaraña.
—Esto fue increíble —expresó—. ¡Qué maravilloso sería que, de algún modo, los conocimientos médicos de ustedes se pudieran llevar de regreso a la Tierra!
Las imágenes desaparecieron de la pared.
—Se crearían muchos problemas sociales también —señaló Doctora Azul—, suponiendo que yo haya entendido correctamente nuestras conversaciones sobre tu planeta natal. Si los miembros de tu especie no murieran por enfermedades o por anomalías celulares, la expectativa de vida aumentaría notablemente… Nuestra especie atravesó un cataclismo parecido después de nuestra Edad de Oro de la Biología, cuando la duración de la vida de las octoarañas se prolongó en nada más que unas pocas generaciones… No fue sino hasta el momento en que la Optimización se arraigó con firmeza como estructura de gobierno, que se alcanzó una especie de equilibrio en la sociedad. Tenemos abundantes pruebas de que sin políticas sensatas de exterminación y reabastecimiento, una colonia de seres casi inmortales padece el caos en un lapso relativamente corto.
El interés de Nicole aumentó.
—Puedo valorar lo que me estás diciendo, en el plano intelectual por lo menos. Si todo el mundo vive eternamente, o casi eternamente, y los recursos son limitados, la población pronto va a superar el alimento y el espacio vital disponibles. Pero tengo que admitir, especialmente en mi carácter de persona anciana, que incluso la idea de una —política de exterminación— me asusta.
—En los comienzos de nuestra historia —explicó Doctora Azul—, nuestra sociedad tenía una estructura muy parecida a la de ustedes, con casi todo el poder de decisión depositado en los miembros de más edad de la especie. En consecuencia, resultó más fácil restringir el reabastecimiento después que las expectativas de vida aumentaron en forma espectacular, de lo que fue habérselas con la difícil cuestión de las exterminaciones planeadas. Después de un tiempo relativamente corto, empero, la sociedad que envejecía empezó a estancarse. Tal como Archie, o cualquier buen optimizador, explicaría, el coeficiente de “osificación” de nuestras colonias se volvió tan grande que, con el tiempo,
todas
las ideas nuevas se rechazaban. Esas colonias geriátricas se desplomaron porque, básicamente, no pudieron enfrentarse con las cambiantes condiciones del universo que las rodeaba.
—¿Así que ahí es cuando hace su entrada la Optimización?
—Sí —dijo Doctora Azul—. Si cada individuo adopta el precepto de que al bienestar de toda la colonia se le debe conceder el peso mayor en la función objetiva maestra, entonces pronto resulta claro que las terminaciones planeadas son un elemento crítico de la solución óptima. Archie podría demostrarte, en forma cuantitativa, lo desastroso que es, desde el punto de vista de la colonia en su totalidad, gastar ingentes cantidades de los recursos colectivos en aquellos ciudadanos cuya contribución integrada remanente es comparativamente baja. La colonia se beneficia más invirtiendo en aquellos miembros que todavía disponen de un lapso de vida larga y saludable y que, por consiguiente, cuentan con mayor probabilidad de reintegrar la inversión.
Nicole le repitió a Doctora Azul algunas de las oraciones clave dichas por ella, nada más que para asegurarse de que las había entendido correctamente. Después quedó en silencio durante dos o tres nillets.
—Supongo —aventuró por fin— que aun cuando retarden su envejecimiento, tanto con el aplazamiento de la madurez sexual como con su asombrosa capacidad médica, en algún momento la conservación de la vida de una octoaraña anciana se vuelve prohibitivamente costosa, de acuerdo con alguna unidad de medida.
—Exactamente. Podemos extender la vida de un individuo casi para siempre. Sin embargo, existen tres factores principales que hacen que la extensión adicional de la vida decididamente no sea óptima para la colonia. Primero, tal como dijiste, el costo del esfuerzo por prolongar la vida aumenta de modo impresionante cuando cada subsistema biológico, u órgano, empieza a operar con una eficacia inferior a la máxima. Segundo, como el tiempo de una octoaraña individual se consume cada vez más con el proceso de tan sólo permanecer viva, la cantidad de energía con que ella podría contribuir al bienestar de la colonia disminuye en forma considerable. Tercero, los optimizadores sociológicos demostraron este controvertido punto hace mucho tiempo, si bien durante unos cuantos años posteriores al comienzo de la declinación de la rapidez mental y capacidad de aprendizaje, la sabiduría acumulada compensa en exceso, en cuanto al valor para la colonia, la disminución de potencia cerebral, en la vida de cada octoaraña llega un momento en que el peso mismo de su experiencia vuelve extremadamente difícil cualquier aprendizaje adicional. Aun en una octoaraña saludable, esta fase de la vida, denominada, por nuestros Optimizadores, “Comienzo de la Flexibilidad Limitada”, señala la reducción de la capacidad para contribuir en la colonia.
—¿Así que los Optimizadores determinan cuándo es el momento de la exterminación?
—Sí, pero no sé exactamente cómo lo hacen. Primero hay un período de prueba, plazo durante el cual a la octoaraña individual se la incluye en la lista de exterminación y se le da tiempo para que mejore su balance neto. Ese balance, si entendí la explicación de Archie, se calcula para cada octoaraña, comparando las contribuciones que hizo con los recursos necesarios para mantener a ese individuo en particular. Si el balance no mejora, entonces se fija la fecha de exterminación.
—¿Y cómo reaccionan los que son seleccionados para la exterminación? —preguntó Nicole, estremeciéndose involuntariamente cuando recordó haber enfrentado su propia ejecución.
—De diferentes maneras. Algunos, en especial aquellos que no han estado saludables, aceptan que no van a poder compensar el balance inadecuado, y hacen planes para su muerte en forma organizada. Otros te solicitan al optimizador asesoramiento, y piden nuevas asignaciones que les brinden mayor probabilidad de permitirles satisfacer sus cupos de contribución… Eso fue lo que hizo Hércules justo antes de la llegada de ustedes.
Nicole se quedó momentáneamente sin palabras. Un escalofrío le recorrió la espalda.
—¿Me vas a decir qué le pasó a Hércules? —preguntó, finalmente haciendo de tripas corazón.
—Se lo reprendió severamente por no haber brindado la protección adecuada para Nikki el Día de la Munificencia. Después, el Optimizador de Exterminación reasignó a Hércules y le informó que, para todos los fines prácticos, no había modo alguno en el que se pudiera recuperar de la alta evaluación negativa de su trabajo reciente… Hércules solicitó una exterminación pronta e inmediata.
Nicole dio un respingo. Con los ojos de la mente vio a la amigable octoaraña parada en el callejón, haciendo malabares con muchas bolas para deleite de los niños.
Y ahora Hércules está muerto
, pensó,
porque no hizo su trabajo. Eso es cruel e impío
.
Se puso de pie y volvió a agradecerle a Doctora Azul. Trató de decirse que debería regocijarse porque el cáncer de próstata de Richard estaba curado, y que no debía preocuparse por la muerte de una octoaraña relativamente insignificante… pero la imagen de Hércules seguía atormentándola.
Son una especie totalmente diferente
, se dijo.
No se los debe juzgar según las pautas de los seres humanos
.
Cuando estaba a punto de irse de la casa de Doctora Azul, súbitamente sintió el deseo avasallador de saber más sobre Katie. Recordaba que una noche cercana, después de una ensoñación especialmente intensa relativa a ésta, había despertado preguntándose si, a lo mejor, los registros de las octoarañas podrían permitirle ver más de su vida en Nuevo Edén.
—Doctora Azul —dijo, mientras estaba parada en el vano de la puerta—, querría pedirte un favor. No sé si pedírtelo a ti o a Archie… ni siquiera sé si lo que estoy pidiendo es posible.
La octoaraña le preguntó cuál era el favor.
—Como sabes, tengo otra hija que todavía vive en Nuevo Edén. La vi brevemente en una de las videocintas que la Optimizadora Principal nos mostró el mes pasado… Me gustaría mucho saber qué está pasando en la vida de esa hija mía.
Durante una conversación que mantuvieron al día siguiente, Archie le dijo a Nicole que su pedido para ver las videocintas de Katie no se podía conceder. De todos modos, Nicole insistió, aprovechando cada oportunidad en la que estuviera a solas con Archie o Doctora Azul, para reiterar su solicitud. Como ninguna de las octoarañas jamás indicó que en los archivos no existieran imágenes de la vida de Katie en Nuevo Edén, Nicole estaba segura de que se disponía de esos datos en cinta. Verlos se convirtió en una obsesión para ella.
—Doctora Azul y yo hablamos hoy sobre Jamie —dijo Nicole una noche, tarde, después que ella y Richard se acostaron—, estaba decidido a ingresar en la preparación de optimizadores.
—Eso es bueno —comentó Richard, soñoliento.
—Le dije a Doctora Azul que, en su calidad de tutora, tenía la suerte de tomar parte en los acontecimientos de la vida de su hijo… Entonces volví a expresar nuestra preocupación por saber tan poco sobre lo que le pasó a Katie… Richard —dijo Nicole en voz levemente más alta—, Doctora Azul
no
dijo hoy que no se me iba a permitir ver las videocintas de Katie. ¿Crees que eso indique un cambio en la actitud de las octoarañas? ¿Les estoy desgastando la resistencia?
Richard no respondió al principio. Después de darse algo de impulso, se sentó en la cama.
—¿No podemos irnos a dormir, aunque más no sea esta noche, sin tener otra charla sobre Katie y las remalditas videocintas de las octoarañas? Por Dios, Nicole, no has hablado sobre otra cosa desde hace más de dos semanas. Estás perdiendo tu equilibrio…
—
No
lo estoy perdiendo —lo interrumpió Nicole a la defensiva. Sencillamente estoy preocupada por lo que le haya ocurrido a nuestra hija. Estoy segura de que las octoarañas tienen muchos, muchos segmentos que podrían reunir para mostrárnoslos. ¿
Tú
no tienes interés en saber…?
—Claro que sí —dijo Richard, lanzando un pesado suspiro—, pero ya tuvimos esta conversación varias veces. ¿Qué se gana teniéndola otra vez a esta hora?
—Te lo
dije
. Hoy sentí un posible cambio en la actitud de ellos. Doctora Azul no…
—Te oí —la interrumpió Richard, malhumorado—, y no creo que eso signifique cosa alguna. Es probable que Doctora Azul esté tan cansada de discutir este asunto como yo. —Sacudió la cabeza—. Mira, Nicole, nuestro grupito se está deshaciendo por las costuras… Necesitamos con desesperación un poco de sabiduría y equilibrio mental de ti. Max farfulla todos los días sobre la invasión que las octoarañas hacen en su vida privada; Ellie directamente está melancólica, salvo durante los raros momentos en que Nikki hace que sonría y ahora, en medio de todo, Patrick anunció que él y Nai quieren casarse… Pero tú estás tan obsesa con Katie y las videocintas que ni siquiera estás en condiciones de brindarle consejo a alguno de los demás.
Nicole le lanzó a Richard una dura mirada y se volvió a acostar boca arriba. No contestó a ese último comentario de su marido.
—Por favor, no te enojes, Nicole —dijo él alrededor de un minuto después—. Sólo te estoy pidiendo que seas objetiva respecto de tu propia conducta, como lo eres, en general, con las actitudes de los demás.
—No me enojo, y no estoy dejando de lado a todos los demás. De todos modos, ¿por qué siempre debo ser yo la que sea responsable por la felicidad de nuestra pequeña familia? ¿Por qué, de vez en cuando, algún otro no puede desempeñar el papel de madre del grupo?