también está la idea de la muerte / viene y se va / a veces coincide con el miedo y otras no / en mí por lo común no coincidía / al final el dolor provoca más miedo que la muerte / incluso se puede avizorar la muerte como un definitivo analgésico pero siempre hay un pedacito de primavera que se resiste
tengo ganas de sentarme una semana a charlar con el viejo / tengo ganas de hablar con él todo lo que no hablé en los años anteriores / saber qué aprendió en este período y también que él sepa qué aprendí yo / pensamos distinto en muchas cosas pero enterarnos de las diferencias es también una forma de achicarlas
durante cinco años lo más estimulante fue el sol
qué lejos quedan la infancia el liceo las luchas estudiantiles el trabajo los sueldos / me parecen cosas de otro / a veces las recuerdo hasta en sus detalles pero como si alguien me las hubiera contado en una noche de neblina
fue en buenos aires cuando beatricita aún no había nacido fue en buenos aires cuando graciela me dijo para mí es inimaginable no tenerte / una tarde de lluvia caminando por lavalle muy juntitos para aprovechar el único paraguas cuando toda la porteñada salía de los cines
para mí la única prueba de la existencia de dios son las piernas de graciela
en la cana a muchos les dio por escribir versos / a mí no / a mí me daba por cantar tangos sin volumen calladito calladito en completo silencio y qué bien me salían jamás un gallo
para no delatar para nunca aflojar hay que levantar una empalizada y ser consciente de que aun sufriendo aun temiendo aun vomitando la empalizada debe ser defendida hasta la muerte / gracias john ford cuando uno está libre y es aprensivo siente de pronto dolores imaginarios y cree que son reales / en la cana es distinto / cuando se siente un dolor real hay que pensar que es imaginario / a veces ayuda
afuera para que la solidaridad se sienta hay que reunir un millar de personas y colectas y denuncias y derechos humanos / adentro en cambio la solidaridad puede tener el tamaño de media galletita
cuando son los cabos o los sargentos los que miran por el agujerito para vigilarnos nunca me despierto no les doy bolilla / sólo me despierto sobresaltado cuando después de las dos son los oficiales los que vichan
supongamos que llego al aeropuerto y no hay nadie esperándome / nada de eso / borrón y cuento nuevo / supongamos que allí están graciela y el viejo y beatricita
jugar un partido de vóleibol o de fútbol era tan importante como fundar una dinastía o descubrir la ley de gravedad
en total estuve incomunicado veinte días / de ahí o sea de la famosa isla se sale loco o se sale más fuerte / yo salí más fuerte pero lo malo es que no descubrí el método
la azafata pasa tan silenciosa entre los durmientes que casi todos se despiertan y piden disculpas y se miran disimuladamente la bragueta / en algunos países le dicen portañuela pero debe ser una deformación de portezuela la joven que está a la derecha del que está a mi derecha duerme literalmente despatarrada y de un bolsillo de su linda chaqueta le sale la mitad de un tenedor / una delincuente común
esto empieza a moverse / fasten seat belt / despertar unánime / la despatarrada procede a patarrarse y esconde prestamente el tenedor
también mi estómago se mueve pero igual estoy contento / no es hora ni ocasión de vomitar / mi estómago sube a mi garganta y se saludan qué tal qué tal / la despedida es también conmovedora
por razones obvias yo no tenía visitas / es malo y no tan malo / cuando uno tiene visitas se angustia toda la semana / trata infructuosamente de no arriesgar la menor sanción / espera ese vistazo familiar cual si fuera una maravilla y a veces es / en cambio cuando no se tienen visitas no hay sanción que valga / uno se siente asquerosamente solo pero también más suelto o menos preso cuando yo tenía nueve años más o menos la edad de beatricita había dos cosas por las que valían la pena las vacaciones / una era sentarse a la hora de la siesta en la escalera de mármol con el culo fresquito a leer y leer / así me tragué todo verne y salgari y hasta tarzán de los monos / hay que ver que en la escuela nuestra palabra clave era kagoda / y lo otro era ir a la chacrita de los tíos junto a la costa / desde los nueve a los catorce fui allí todos los veranos / no había otros botijas así que tenía que arreglármelas solo y me escabullía hasta el río / a graciela le conté en una carta o quizá en un proyecto de carta o en un pobre monólogo a solas cómo me subía al bote y remaba hasta el centro del río pero otras veces permanecía en la orilla o tirado al pie de unos árboles enormes o que así me lo parecían y todo era un descubrimiento las piedras los hongos los bichitos de humedad o una pareja de perros mugrientos que en cierta ocasión fornicaron cabalmente aunque yo ignorara el sentido de su gimnasia y quedaron unidos con caras de pobres resignados / yo me sentía en el centro mismo del universo y habría querido averiguar el secreto de cada corteza de cada ciempiés de cada benteveo y no me movía porque sabía que sólo quedándome inmóvil podía tener alguna posibilidad de descubrir la verdadera intimidad de aquella minijungla / y curiosamente jamás se me ocurrió gritar kagoda porque yo sabía que el ultimatum tarzanesco no tenía allí ninguna validez nadie lo habría entendido ni le habría afectado su sentido conminatorio / y en esa realidad apareció una mañana muy temprano un cierto ser extraño aunque después supe que él podía ser una parte legítima del paisaje con mucho más derecho que yo / era un niño pues pero descalzo y en andrajos / la cara y las piernas y los brazos tenían una mugre que me pareció mundial / me asusté un poco porque en medio de mis ensoñaciones no lo había escuchado acercarse o acaso había creído que el ruido entre las ramas era ocasionado por los perros vagabundos de siempre y como me asusté él rió un poquito no mucho rió como a pesar suyo y se sentó frente a mí sobre un tronco / dije hola y él emitió un soplidito / a veces movía la cabeza o las manos para espantar los moscones / le pregunté sos de aquí y él emitió otro soplido / yo no sabía qué hacer ni qué iniciativa tomar y entonces se me ocurrió recoger una piedrita y haciendo un enorme esfuerzo el máximo del que era capaz la tiré hacia el río y se hundió ahí nomás cerca del bote / entonces él sonrió de nuevo y emitió otro soplido y se levantó y recogió también una piedrita y casi sin esfuerzo colocando el brazo un poco de costado la arrojó también hacia el río y aquel guijarrito insignificante no sólo llegó a una distancia descomunal sino que además fue dando saltos sobre el agua casi quieta y entonces yo sentí que el pecho se me llenaba de admiración y le dije qué bárbaro y aplaudí y me reí y no sé cuántas cosas más hice para que él se diera cuenta de cómo me había deslumbrado y para culminar le dije sos un campeón / y entonces él me miró esta vez sin resoplar y por primera vez habló / no soy un campeón porque es lo único que sé hacer
con ese fondo de recuerdo silvestre e infancia remota creo que ahora sí me viene la modorra / voy a contar milicos a ver si me duermo
así que otra vez
fasten seat belt
/ está bien está bien / debo haber dormido un par de horas / lo malo es que soñé nuevamente con emilio
El aeropuerto es un lugar al que llegan muchos taxis y a veces está lleno de extranjeros y revistas. En los aeropuertos hace tanto frío que siempre instalan una farmacia para vender remedios a las personas propensas. Yo soy propensa desde chiquita. En los aeropuertos la gente bosteza casi tanto como en las escuelas. En los aeropuertos las valijas siempre pesan veinte kilos así que podrían ahorrarse las balanzas. En los aeropuertos no hay cucarachas. En mi casa sí hay porque no es aeropuerto. A los jugadores de fútbol y a los presidentes siempre los fotografían en los aeropuertos y salen muy peinados, pero a los toreros casi nunca y mucho menos a los toros. Será porque a los toros les gusta viajar en ferrocarril. A mí también me gusta muchísimo. Las personas que llegan a los aeropuertos son muy abrazadoras. Cuando una se lava las manos en los aeropuertos quedan bastante más limpias pero arrugaditas. Yo tengo una amiguita que roba papel higiénico en los aeropuertos porque dice que es más suave. Las aduanas y los carritos para equipaje son las cosas más bellas que tiene el aeropuerto. En la aduana hay que abrir la valija y cerrar la boca. Las azafatas caminan juntas para no perderse. Las azafatas son muchísimo más lindas que las maestras. Los esposos de las azafatas se llaman pilotos. Cuando un pasajero llega tarde al aeropuerto, hay un policía que agarra el pasaporte y le pone un sello que dice Este niño llegó tarde. Entre las cosas que a veces llegan al aeropuerto está por ejemplo mi papá. Los pasajeros que llegan siempre les traen regalos a sus hijitas queridas pero mi papá que llegará mañana no me traerá ningún regalo porque estuvo preso político cinco años y yo soy muy comprensiva. Nosotros frecuentamos los aeropuertos sobre todo cuando viene mi papá. Cuando el aeropuerto está de huelga, es mucho más fácil conseguir taxi para el aeropuerto. Hay algunos aeropuertos que además de taxis tienen aviones. Cuando los taxis hacen huelga los aviones no pueden aterrizar. Los taxis son la parte más importante del aeropuerto.
A esta altura Rolando Asuero ha dejado de preguntarse. Se ha fabricado a puñetazos una respuesta y además está sinceramente convencido. Ahora sólo resta ir al aeropuerto y enfrentar el pasado, el presente y el futuro todo junto. Probablemente Graciela tiene razón y lo mejor sea improvisar. Improvisar sobre un tema fijo, claro está. Pero qué hacer cuando llegue Santiago y se abrace de ella y de Beatricita como de sus razones y sinrazones de vida. Qué hacer. Dónde poner las manos. Hacia dónde mirar. Qué hacer cuando Santiago abrace a Rafael y éste le acaricie un poco la nuca porque es un gesto propio de esa generación en retirada. Y sobre todo qué hacer carajo cuando lo abrace a él y le diga qué suerte duque que estés aquí, en el avión venía pensando en vos, habrá que empezar a rejuntar el viejo clan, qué te parece. Y qué cara pondrá Graciela cuando él la mire, en mitad del abrazo, por sobre el hombro de Santiago. Sin embargo, cree que los peores momentos van a venir después, cuando Graciela por fin se lo diga y el recién llegado empiece a reconstruir la escenita del aeropuerto y se halle ridículo a más no poder y se desprecie y nos desprecie porque todos sabíamos el libreto menos él y empiece a rehacer los besos que le dio a Graciela frente a mí y el abrazo que me dio frente a Graciela y va a ser muy duro de remontar ese pasadito que queda ahí nomás a pocas horas. Cómo convencerlo de que todo se fue haciendo solo, de que nadie lo premeditó, de que aquel viejo compañerismo de los siete fue de alguna manera el caldo de cultivo de este acercamiento y en definitiva de este amor. Porque es amor, Santiago, y no aventurita, esto es lo bueno y lo jodido, piensa Rolando, es lo que después de todo nos justifica humanamente a Graciela y a mí pero también lo que convierte a Santiago en obligado perdedor. ¿Obligado? Una pregunta lógica es si se dará por vencido o luchará, si aceptará los hechos porfiadísimos o si, jugando la carta inteligente de la serenidad, le dirá a Graciela no resolvamos nada hoy, tené en cuenta que acabo de llegar, recién salidito de la cana, y debo acostumbrarme no sólo a esta nueva situación sino al mundo en general, mejor será que hablemos, yo diría que no los tres, sino nosotros dos que vivimos tanta historia a cuatro manos, por qué vamos a darlo por resuelto cuando tenemos todo el tiempo por delante, antes de resolver dejame disfrutar un poco de Beatricita, dejame hablar largamente con ella, no de este problema estate tranquila, lo que menos pretendo es que tu imagen se deteriore ante ella, y también hablaré con Rolando pero después, por ahora todo me parece increíble y a cada minuto me figuro que voy a despertar de otra cabeceada en el avión. Claro, ésta es una variante por cierto bastante verosímil, sobre todo conociendo a Santiago, que cuando se propone no perder la calma generalmente lo consigue, y hay que ver que aquí se trata de no perder la calma ni la mujer. También piensa Rolando que eso es lo que él haría si fuese Santiago. Por lo pronto, se agarra una patilla y levanta las cejas. Quisiera que todo llegara cuanto antes a su desenlace. En realidad, es Graciela la que posee la decisión última, ya que Santiago por un lado y él por otro, quieren estar con ella, dormir con ella, vivir con ella. Y quizá ahí radique la reducida ventaja que él, Rolando Asuero, le lleva a Santiago, porque le consta que en la semántica de los cuerpos Graciela y él se entienden de maravilla, y que además en los últimos tiempos ella le ha dado repetidas veces una tierna seguridad, casi una feroz seguridad, de que va a seguir con él y no con Santiago. Pero la ventaja de éste puede llamarse Beatricita, porque si, en vista de los acontecimientos y las decisiones, Santiago quiere llevársela con él, ya no está tan seguro de que Graciela, que como madre es toda una leona, se resigne así nomás a perder la gurisa, que además está lógicamente encandilada con un padre que ha pasado cinco años en la cárcel y que significa para ella toda una novedad. Pero bueno, se dice Rolando Asuero mientras avanza hacia el aeropuerto, ¿es ésa acaso una situación, no digamos ideal, pero al menos razonable? ¿Qué beneficio profundo puede sacar Santiago de una unión tan forzada, donde la gurisita sea meramente un motivo de chantaje? Por cierto que esta palabra no le gusta, reconoce que es una falta de respeto a Santiago, y decide mentalmente borrarla del planteo. Pero el ser humano es tan imprevisible. También puede ocurrir que Santiago prefiera tener a Graciela en una relación deteriorada antes que a Graciela en la cama de otro, aunque ese otro sea un amigo del alma, o precisamente por este detalle no tan nimio. Bueno, aquí está por fin el aeropuerto, y Rolando desciende del autobús en tal estado de ensimismamiento que por poco se come un escalón.
extraño me siento extraño pisando este suelo / menos mal que llueve / con la lluvia todo se empareja y el paraguas se convierte en el común denominador de la humanidad / al menos de la humanidad guarecida
extraño me siento pero ya se me pasará / nadie se muere de extrañeza aunque sí puede morirse de extrañar lo que ocurre es que se juntaron demasiadas cosas la noticia / la despedida de los míos allá / los jodidos trámites / la mueca jactanciosa del oficial penúltimo / carrasco / la partida sin nadie para mí / el viaje el largo viaje con sueños y cavilaciones y proyectos / bueno y las comidas / cómo no sentirme desconcertado después de cinco años de aquel guiso infame