En el mismo momento, la hermana-gata dice:
—O sea, cuando me desperté tenía los labios negros...
En medio de los jóvenes que canturrean la canción propagandística, numerosos machos sufren fracturas de brazos, llevan miembros en cabestrillo, envueltos en fundas de gruesa fibra de vidrio. Todos los estudiantes masculinos le han pedido a este agente que realice inscripciones de mensajes: «A mi mejor colega...». O bien: «Al miembro número uno de mi banda...». Jóvenes lisiados que corren de un lado a otro para suministrar los elementos del proyecto de la feria de las ciencias de este agente. Jóvenes prendados que me suministran contenedores para la bomba, ingredientes de la explosión y métodos de ignición. Cada uno aporta un elemento distinto, un mecanismo de relojería o un envoltorio marrón. No hay estudiante que sea capaz de adivinar el propósito total combinado de todos esos artículos inocuos: botes metálicos, radio-despertadores, nitrato de potasio, cinta adhesiva.
—Y otra cosa... —dice la hermana-gata—. Mi madre se encontró huellas negras de dedos en el chocho y me echa la culpa a mí.
En secreto, este agente recita dentro de su cabeza, sin voz alta: «... tantalio... titanio... tungsteno...».
La hermana-huésped dice:
—Si le has mangado las pilas a mi madre, tienes que confesarlo.
Los susurros de Magda dicen:
—Atención, camarada. —Dicen—: La directiva de la misión es comunicar el objetivo con el que se ha de probar la neurotoxina...
Todos los compañeros-estudiantes siguen evocando con sus orgullosos gorgoritos la grandeza del estado de Oklahoma. Durante sus cantos llenos de soberbia, los estudiantes teclean mensajes diminutos. Los distintos estudiantes juegan competiciones eléctricas consistentes en pulsar estratégicamente con los pulgares en las distintas lucecitas de colores de sus cajitas diminutas. Los distintos estudiantes descifran los textos recibidos en sus pantallas privadas. Cazan imágenes de muchos actores profesionales enzarzados en actos reproductivos, en múltiples variantes de apareamientos, en posiciones coitales, dando lecciones de reproducción. Y sin embargo, yerran: los instructores siempre depositan su semilla sobre las glándulas mamarias o las mejillas faciales o el ano de sus compañeras de reproducción, esos machos americanos idiotas jamás consiguen generar descendencia con éxito.
Siempre intentando fertilizar. Y nunca lo consiguen. Menudos modelos de conducta están hechos.
Siempre extrayendo el arma en el peor momento.
Los compañeros-agentes están todos presentes asistiendo al Coro juvenil de swing —Tibor, Mang, Chernok, Tanke, Otto y Vaky—, todos posando la vista en este agente. Casi toda la población de estudiantes masculinos va ataviada en el día de hoy con blusones negros que tienen impresas las palabras inglesas: «Propiedad de Jesús». Cuando sus miradas se encuentran con la del agente-yo, esos estudiantes colapsan la mitad de la cara para hacer un guiño ocular. Y continúan canturreando la canción propagandística.
La hermana-gata sigue susurrando, con su dulce aliento suspendido por encima del hombro del agente-yo y flotando hacia mi oído:
—Te propongo un trato, Pigmeo. —Dice—: Tú mantén las zarpas alejadas del coño de mi madre, y yo te enseñaré mi proyecto para la feria de las ciencias...
El susurro de la agente Magda vuelve a comunicar que no basta con que el compañero-agente se limite a ejecutar un proyecto de gran profundidad para la feria de las ciencias, un proyecto brillante e inspirado, sino que además tiene que sabotear los proyectos creados por los demás estudiantes-competidores. El agente debe asegurarse de la victoria de su proyecto en los preliminares locales y regionales, me recuerda Magda. Para garantizar la admisión de los proyectos letales en las finales nacionales celebradas en Washington D.C., en la capital de la nación diabólica. Para asegurarse de que la Operación Estrago tiene el peor impacto posible, zing-bum-patapum, y provoca un daño infinito en materia de muertes.
Venganza sobre las víboras americanas.
Dentro de su máquina de pensar, este agente se imagina a los progenitores propios, la narración mental última, y recita: «... xenón... yodo... zinc...».
Dentro de los pantalones del agente-yo, las caras dobladas de los progenitores Stonefield, derramando agua por los ojos. Sería posible que esa familia afligida fuera encarcelada, desterrada, rechazada del seno de la comunidad de la capilla del culto. Por el diablo Tony. El dedo de este agente está manchado de negro por culpa del contacto tan prolongado con la tinta. Pese a todo, no me es posible librarme del recorte de prensa.
Cita: «No es la verdad lo que importa, sino la victoria».
Al momento siguiente, los labios de la agente Magda se aproximan al canal auditivo de este agente y susurran quién es el objetivo de la prueba con la neurotoxina. Anuncian el nombre del humano que se ha determinado que va a sufrir como sujeto de la prueba.
El roedor blanco a aniquilar.
Durante todos los detalles de esta escena, los labios del agente-yo articulan en silencio las palabras de elogio al Estado. El himno a Oklahoma. Los dientes y el músculo lingual de este agente describen las palabras pero no emiten sonidos. Elaboran la forma de las palabras de la canción pero sin voz. Lo único que hacen es simular una implicación. Registrando la oportunidad de inspeccionar el proyecto de ciencias que ha ofrecido la hermana-gata. Y aceptan el nombre del sujeto del test que Magda ha determinado que debe morir. Sin embargo, la cara de este agente se limita a fingir una participación feliz.
Empieza aquí el informe vigesimoséptimo del agente-yo, número 67, sobre su asistencia a un nuevo ritual de apareamiento para estudiantes celebrado en el recinto deportivo a oscuras del centro educativo. En la noche de hoy, día XXXXX. Todos los asistentes son sometidos a una avalancha de letras de canciones altas en azúcar, sirope musical de maíz, sentimientos repetitivos, sincronizadas con un tempo que imita la interacción acelerada previa a que el pene gigantesco y erecto emita su semilla. Estas se van alternando con música más lenta, que permite unos contactos preliminares prolongados durante los cuales los machos pubescentes frotan a las hembras con sus falos erectos.
Para que conste en acta, está presente la señora Rellenos de Jersey, acompañada por la estimada señora Globos Aerostáticos. Desplegadas por el margen opuesto de la pista de madera de baloncesto, todas las hembras dejan ver los abdómenes, con su despliegue de musculatura interrumpido por el hoyo de la cicatriz umbilical. El hueco oscuro de cada cicatriz adornado con una joya decorativa. Y oculto allí, un bucle diminuto hecho de algún metal precioso. La dama delegada de Nepal y la dama delegada de Burundi, meciendo con descaro esos lomos cincelados en puro músculo, haciendo ostentación de unos flancos suaves compuestos de piel impoluta que recubre muchos músculos esqueléticos.
Todas las estudiantes femeninas han rechazado con anterioridad los avances reproductivos de este agente. A lo largo de otros rituales estudiantiles anteriores, todas se han negado a incubar la descendencia viable del agente-yo. Me rechazan y sin embargo apenas esconden su gran abundancia de clítoris y pezones fragantes.
En medio del estruendo de la clamorosa música ritual, en la penumbra lumínica del recinto de baloncesto, se acerca ahora la agente Sheena, número 7, y declara:
—Camarada. —Dice—: En aras del interés de la Operación Estrago, solicito que emprendamos una danza sexual ritual americana.
Sheena extiende la mano propia y aferra con una presa de frío hierro la muñeca del agente-yo. A continuación obliga a este agente a seguirla, adentrándose en los bailes frenéticos del ritual y diciendo:
—Limítate a montarme como lo harías con una típica hembra recipiente americana.
Posicionado en el epicentro de las parejas de apareamiento de estudiantes, el agente-yo da unos pasos vacilantes a fin de descubrir el ritmo de la música. El agente-yo proyecta la entrepierna en imitación de los machos coetáneos americanos, golpeando con ella la entrepierna vestida de Sheena, y mientras tanto sacude las manos en busca de espacio circundante al azar.
De tan ocupado que está, este agente no es consciente de que lo están rodeando sus compañeros-agentes: Mang, Tanek y Bokara. Que llevan enfurecidos con este agente desde la batalla de pelotas a esquivar. Todos se posicionan como horas de un reloj alrededor de este agente: Tibor a la una preparándose para ejecutar la maniobra del Babuino Batiente. Mang se posiciona a las siete en punto, listo para lanzar un cruel Manotazo Mutilador del Manatí. Ling a las once en punto. Chernok a las cuatro en punto. Tanek posicionado para iniciar el brutal Martirio del Mono. El codo y el puño de Otto preparando el muy letal Porrazo del Panda.
Alineados a las ocho en punto, a las dos en punto y a las diez en punto, asediando completamente y por todos los flancos al agente-yo.
Todos los compañeros-agentes comienzan a asestar violentos y muy dañinos intentos de golpes sobre este agente. Todos se ponen a intentar impactar salvajemente con los codos para despachar de inmediato la vida del agente-yo.
Todo el campo de visión de este agente queda lleno de golpes secos con los cantos de las manos. Lleno de los arcos letales de las patadas asesinas. Un revuelo borroso de infinitos asaltos letales. Dedos que intentan clavarse. Acometidas de cabezazos. Todos los miembros físicos de este agente se dedican a esquivar ataques de puños, a toda velocidad, a interceptar los pies que llegan lanzados. Girando en todas direcciones, con rapidez de centella eléctrica, los reflejos del agente-yo reclutan todo su historial de adiestramiento para detener los golpes que vienen de la una en punto, para interceptar los impactos procedentes de las ocho en punto y para esquivar el ataque del León Lacerante.
Durante el revuelo a oscuras, bajo el viento que generan tantos ataques asesinos, en medio de una tormenta de sudor, y de los jadeos que generan tan potentes esfuerzos, la agente Sheena dice:
—Camarada. —Dice—: Nadie traicionará la sagrada misión de la Operación Estrago.
Desde detrás de la bala de cañón de su puño cerrado, el agente Oleg dice:
—¡Prepara a ti mismo para morir, camarada!
Durante esos mismos instantes, los estudiantes americanos abandonan la pista del ritual. Los adolescentes-estudiantes retroceden hasta quedar meramente observando la melé de golpes de brazos y piernas. El destello de los momentos repetidos que casi obtienen el asesinato del agente-yo.
Al momento siguiente, una voz femenina dice:
—Qué baile tan
raro
... —La voz de la señora Zeppelines dice—: ¡Están haciendo una de esas danzas nativas de la lluvia!
La señora Mamellas dice:
—¡Mola!
Y comienza a intentar replicar el baile, con unos puños que no golpean nada y con unos pies que no impactan contra nada. Todas las mujeres se enrolan en la misma imitación frenética. Mimetizando todas las técnicas implacables de batalla. Y al momento siguiente, empiezan a inmiscuir sus cuerpos esbeltos entre la multitud de agentes asesinos. La invasión de estudiantes femeninas núbiles empieza a repartir codazos de señorita para desplazar a los agentes asesinos. Y mientras lo hacen, las hembras adolescentes fértiles se acercan al agente-yo y lo rodean hasta constituir una muralla entera de carne deseable, un baluarte que me separa de todos mis atacantes.
La barrera suculenta de multitud de glándulas mamarias escuda al agente-yo, las nalgas bamboleantes de señoritas entorpecen los ataques pendientes. Me aíslan y me excluyen de agresiones futuras de mis compañeros-agentes. Las damas azotan con sus largas melenas del cabello capilar propio, un cabello muy saludable, de peso denso, usado como brutal látigo. Sus glándulas infladas aporrean a los agentes letales hasta obligarlos a retirarse.
Albergado en las profundidades de su interior, en el cálido santuario resultante de carne femenina suave, de labios fugaces, de lenguas que lamen, del mejor despliegue posible de material genético robusto y seleccionado, este agente continúa bailando frenéticamente con una gran seguridad garantizada de momento.
Empieza aquí el informe vigesimoctavo del agente-yo, número 67, en plena misión encubierta, consistente en incursión en el centro de distribución de propaganda religiosa de la ciudad de XXXXX. Con el objeto de poner a prueba los efectos de la neurotoxina XXXXX. No es el día semanal de liturgia. El sujeto experimental destinado a ser víctima de la toxina letal es XXXXX.
Este agente llega en solitario y descubre que la puerta de la capilla del culto está afianzada con un robusto mecanismo de cerradura. Cerradura de seguridad tipo estándar. Los ojos del agente-yo se proyectan en sentido lateral hacia un lado, y luego se proyectan hacia el otro para asegurarse de que la calle está vacía de testigos posibles. Solo se perciben los movimientos helados de este agente. El viento de noviembre. Los estratos de las nubes, que sugieren un lúgubre vientre, un abdomen negro listo para depositar sus precipitaciones heladas. Todos los testigos creíbles se encuentran asistiendo a lecciones educativas, o tal vez trabajando en su ubicación de empleo, o bien atrapados por la programación televisiva diurna delante del aparato de visionado.
Para que conste en acta, los dientes del agente-yo van masticando los labios propios de manera que este agente se ve inundado del rubor de la sangre y sus labios inflados presentan un atractivo edema de poca importancia. El resultado son unos labios infantiles suculentos y seductores que ningún pedófilo podría resistir. Los dedos del agente-yo pellizcan la piel de las mejillas faciales propias para infundirles un rubor de sangre radiante. El efecto es la cara de un niño inocente ansioso por deshacerse de su virginidad.
En un solo instante veloz, las manos del agente-yo extraen una púa fina del pantalón e invaden el orificio de la llave a fin de violar la cerradura. Dan una violenta sacudida al agujero diminuto. Retuercen y aplican presión al interior de la estrecha ranura. Abusan de ella hasta que el cerrojo es engañado. La puerta ya no está encajada en la pared. Los ojos de este agente revisitan la ausencia de testigos posibles, y sus pies se aventuran en el interior de la capilla del culto. Cierro la puerta para sellar a este agente en el interior.