»Así que estudiaros el manual bien y enseñádselo tanto a vuestros directores como a vuestros subordinados.
»Mi objetivo hoy es ofreceros una breve descripción del tipo de equipo que os podéis encontrar: el nuestro, el enemigo, y el capturado, y proporcionaros unas nociones básicas sobre seguridad en las comunicaciones para que no os maten ni reveléis información valiosa al enemigo. El acrónimo clave que hay que recordar es BPI: es decir, Baja Probabilidad de Interceptación.
«Empezaremos con el tipo de equipamiento. La mayoría del tráfico a larga distancia está en alta frecuencia. A una distancia mayor de treinta kilómetros, la mayoría de las altas frecuencias audibles se propagan en múltiples saltos por las distintas capas de la ionosfera descritas en vuestro manual. La calidad de la propagación de la alta frecuencia depende del ciclo solar. Ahora mismo, estamos saliendo de un pico del ciclo de unos once años, así que la alta frecuencia llega excepcionalmente bien. Lo más importante que hay que saber sobre la alta frecuencia de las ondas celestes es que para todo propósito e intención es invulnerable para la mayoría de radiogoniómetros tácticos. Esto es así porque las ondas llegan en incidencia casi vertical; es decir, directas desde la ionosfera. Con todo el material actual de radiogoniometría táctica de campo no se pueden obtener las líneas de dirección. Pero recordad, las ondas terrestres de alta frecuencia sí que pueden ser rastreadas, eso sí, solo a una distancia relativamente corta.
«Probablemente hayáis oído emisoras piratas de onda corta como Radio América Libre y el Informe de Inteligencia, que están entre 6955 y 7415 KHz por la noche y en frecuencias más altas durante el día. Y os preguntaréis por qué los federales no las cierran. Pues simplemente porque no pueden rastrearlas y no tienen ni la más remota idea de dónde se encuentran. Las señales provienen del interior del territorio rebelde, y los federales las interceptan vía onda celeste. Debe de estar volviéndolos locos. Por eso intentan bloquearlas con tanto ahínco.
«Antes del colapso, la Agencia de Seguridad Nacional tenía equipos muy sofisticados de rastreo de alta frecuencia en Fort Meade, y el Ejército contaba con un sistema similar llamado TrackWolf. Estaba fabricado por una empresa de Fremont, California, llamada TCI. Utilizaban sondas de sonidos de pájaros para juzgar las condiciones de la ionosfera, y unos algoritmos bastante complicados para darle sentido a las ondas celestiales de incidencia casi vertical. El TrackWolf, por ejemplo, dependía de dos emisoras exteriores a lo largo de una línea de fondo de mil quinientos kilómetros para generar pistas útiles de rastreo. Cosas ya de mucha complejidad. Pero, hasta donde yo sé, esos sistemas ya no funcionan hoy en día. Si existieran, los federales ya habrían utilizado lo que les queda de su morralla de fuerza aérea para sobrevolar el territorio enemigo y bombardear sus lugares de emisión.
»La mayoría del equipo bidireccional que nos podemos encontrar ahí fuera es de muy alta frecuencia. Ese tipo de equipo opera casi estrictamente en ondas terrestres (o en línea de visión) y es muy vulnerable a los rastreadores.
El director ejecutivo anotaba en su bloc:
O. Cel. Alta Frec. — no se rastrea
O. Terr. de Alta Frec. — ¡se rastrea!
Muy Alta Frec (siempre Terr.) — ¡se rastrea!
—Hay muchísimos
walkie-talkies
civiles por ahí. Evidentemente, las redes de repetidores de dos metros desaparecieron hace ya mucho tiempo, pero esas radios funcionan fantásticamente en línea de visión. Algunos
walkie-talkies
y muchos de los viejos equipos integrados son muy ágiles en cuanto a frecuencia.
El director ejecutivo ladeó la cabeza y parpadeó, ante lo que Edgar añadió a continuación.
—Salidas de fábrica, las radios de dos metros podían recibir desde 118 hasta 170 MHz, pero debido a las regulaciones de la Comisión Federal de Comunicaciones, solo podían transmitir entre 144 y 148 MHz. Sin embargo, antes del colapso, muchos radioaficionados modificaron ¡legalmente sus
talkies
para transmitir en toda la banda desde 140 a 170. No era un trabajo especialmente complicado, se podía hacer recortando el diodo y reprogramando la memoria EPROM utilizando el teclado numérico de la radio.
»Lo de modificar la agilidad de la frecuencia se puede hacer con los modelos de ICOM, Yaesu, Kenwood, Alineo y Azden, por ejemplo, pero no con los últimos de Radio Shack. Esos malditos
talkies
de Rata-Shack fabricados a partir de los noventa no se pueden modificar recortando el diodo. Los diseñaron intencionadamente así para que las frecuencias no pudieran destriparse. Pero, bien, a fin de cuentas probablemente más de la mitad de los equipos antes del colapso sí que tenían esta libertad de frecuencias, y mucho más ahora que ya no hay Comisión Federal de la que preocuparse.
»Se pueden realizar ese tipo de ajustes también en algunas radios de banda ciudadana. Yo tengo una Cobra 148 que he modificado hasta 26,815 MHz y hasta 28,085 MHz. Muchos de los modelos posteriores tienen componentes de tecnología de montaje superficial y, por tanto, no pueden modificarse, pero con los más antiguos sí que se puede, y además es relativamente fácil. Cuando se opera fuera de banda, uno puede encontrarse problemas respecto a la longitud de la antena y a la sintonización.
»Las antenas, obviamente, están optimizadas para cierto tipo de longitud de onda. Cuando se sube o se baja demasiado en el arco de frecuencia, se puede tener una razón de onda estacionaria demasiado alta; a veces incluso de 1,3 a 1. Eso se acentúa cuando se utiliza en movimiento (desde un coche, por ejemplo), porque uno ya solo emplea de entrada un cuarto de onda o menos. Incluso con una razón baja de onda estacionaria, la cosa funcionaría, pero no con tanta eficacia. Una cosa hay que tener en cuenta: si se va a operar fuera de banda, nunca hay que usar un amplificador lineal. Con una razón oscilante, es fácil quemar el amplificador lineal. Eso es difícil que le suceda a nadie en la situación en la que estamos. La cuestión fundamental es mantener la firma electrónica lo más pequeña posible. Hay que operar con el mínimo de potencia efectiva; hoy en día, lo contrario sería un suicidio. Acordaos de mantener la potencia de radiación en lo más bajo.
»En cuanto a la banda ciudadana, deberíais intentar localizar una Uniden President HR 2510. Es una radio de radioaficionados que puede modificarse para transmitir y recibir en alcance de banda ciudadana. Se puede llegar con esto desde los 26 hasta los 30 MHz. Tiene un contador de frecuencia que se puede sintonizar bien hasta los 10 kHz. Como podéis comprobar, la banda ciudadana es un animal de costumbres propias. Habrá algunos pocos canales ya inutilizados de negocios, como el 27,195 MHz, entre el canal 19 y el 20, que vuestra banda ciudadana convencional no podrá alcanzar. Tampoco podréis recibir frecuencias fuera de banda justo por encima y por debajo de los cuarenta canales convencionales. Esto nos concede posibilidades muy interesantes si se cuenta con el equipo adecuado. Existe un inconveniente, sin embargo: Uniden dejó de fabricar la HR 250 allá por el año 1992. Si se buscaba un poco antes del colapso, se podían encontrar nuevas o relativamente nuevas en tiendas de banda ciudadana. En aquella época, el precio oscilaba entre doscientos cincuenta y cuatrocientos dólares, es decir, no eran precisamente baratas. Solo Dios sabe dónde podríais encontrar alguna en estos días, pero mantened los ojos bien abiertos porque nunca se sabe. Cuando sintoniza al máximo, una HR 2510 puede llegar hasta los 35 W AM y a los 42 W en banda lateral única. Pero, repito, lo más importante es mantener al mínimo la potencia de radiación. Scheimer tomaba notas frenéticamente.
—Por otra parte, los teléfonos móviles pueden modificarse para utilizarlos como
walkies
en frecuencias fijas dentro de su banda convencional de 800 MHz. Y se puede jugar un poco también con
walkie-talkies
sin modificar. Basta con operar con desviación de frecuencias. Por ejemplo, la radio número uno se ajusta para transmitir en 144,9725 y recibir en 148,025. La número dos, justo al revés. Así, el oyente medio solo captaría la mitad de la conversación. El inconveniente sería, claro está, que solo dos radios, o equipos, podrían utilizar la radio activamente de esta manera, y los miembros de los equipos no podrían comunicarse entre ellos, ya que sus radios estarían ajustadas solo para contactar con el otro equipo. La cosa sería aún más interesante si se contara con una doble banda modificada. Por ejemplo, una Kenwood TH-79A, una vez modificada, tiene un radio básicamente entre 135 y 174 MHz y entre 410 y 470. La original de fábrica tenía unos específicos de transmisión entre 144 y 148 y entre 438 y 450 MHz. Así que si se juega a cruzar de banda, las dos partes de la conversación pueden estar separadas por casi 300 MHz. Es decir, no existe riesgo de dar con las dos partes de esa conversación.
»Otro truco es operar con la AM en frecuencias donde la FM es la norma. Alguien que escuchara en el modo FM solo oiría ruido e interferencias. Sin embargo, las radios de AM pueden ser sintonizadas en la señal FM, permitiendo que el detector del AM se enganche, en curva ligeramente inferior o superior, a las transmisiones en FM, lo cual proporciona una señal más o menos audible.
»En cuanto a la maquinaria civil, lo mismo digo. La mayoría del equipo táctico enemigo que os podéis encontrar será de muy alta frecuencia (VHF), lo que significa que funciona a línea de visión y que está modulada por frecuencia. Hay muchos saltos de frecuencia, pero por lo que hemos observado, todos son operados en frecuencia fija. Podríais encontrar también mucho material encriptado, pero hoy día tampoco se utiliza demasiado. Parece que se han perdido muchos conocimientos, porque cuestiones como la sincronización precisa desde una emisora de control de redes o la inyección remota de claves encriptadas, son cosas que ya no se ven en la mayoría de unidades. Muchas de estas unidades han nacido de la nada, así que gran parte de la memoria colectiva en los temas más arcanos de la alta tecnología se ha perdido.
»Además, son muy lentos cuando se trata de reemplazar sus operadores de instrucciones de comunicación electrónica, y en algunos casos, utilizan simplemente cifrado de transposición letra a letra. Supongo que se sienten invulnerables al descifrado, dado que cuentan con decodificadores secretos tipo El Avispón Verde. Pero cualquier niño de primaria puede destripar un cifrado de transposición. Todas estas cuestiones sobre el amateurismo juegan a nuestro favor. Porque como ellos utilizan las radios mucho más que nosotros, nosotros podemos tener una mejor perspectiva en cuanto a Inteligencia de Comunicaciones que los federales.
«Permitidme ahora contaros cómo podéis encriptar vosotros de una manera muy sencilla pero prácticamente indescifrable. Lo llaman el código del libro. Hay que conseguir dos copias de un mismo libro. Con una novela de las gordas, mucho mejor. Tiene que ser el mismo libro, la misma editorial y la misma edición, cuidado con esto. No sirven ni la Biblia ni un diccionario porque sería demasiado evidente y porque en un diccionario cada palabra aparece solo una vez. Primero, hay que hojear el libro y elegir las palabras que se quieren cifrar. Se escriben los grupos de números, empezando por el número de página, luego el número del párrafo, luego el de línea, y el número de palabras que hay en la frase donde está la palabra a cifrar. Si no se puede encontrar la palabra exacta, habrá que deletrearla, letra a letra, utilizando las primeras letras de las palabras seleccionadas. Se escriben todas en grupos de tres números. Entre cada grupo, hay que decir «corto». Así que una transmisión sonaría como: «202, 003,015, 003, corto. 187, 015,006, 018, corto», y así sucesivamente. Cuando se usa una palabra, se tacha, para no utilizar dos veces el mismo grupo de códigos.
» El único riesgo con los códigos de libro existe cuando un operador de radio, o una copia del libro, o simplemente el título de ese libro se revelan. Por esa razón, hay que cambiar de libro frecuentemente. También hay que instituir una lista de procedimientos operacionales «de alarma» que un operador pueda utilizar prudencialmente para hacerle saber a todo el mundo que ha sido capturado y está siendo obligado a transmitir bajo coacción. Antes del colapso, existía también el riesgo de que un código-libro fuera descifrado. Cabía la posibilidad de que la Agencia Nacional de Seguridad contara con un superordenador Cray para desvelar el código, ya fuera por la fuerza bruta o empleando las bases de datos de libros existentes. En aquellas circunstancias, yo siempre recomendaba utilizar como código-libro novelas poco conocidas, ya fueran autoeditadas o que estuvieran descatalogadas desde hace mucho. Pero en las circunstancias presentes os diría que los código-libro son relativamente seguros, con tal de que en ningún caso se reutilicen los grupos de códigos. —Tras una pausa, Edgar añadió—: No hace falta decir que, sea cual sea el sistema de cifrado elegido, cuando el libro del código cae en manos enemigas, se acabó la fiesta: van a leer todo el tráfico de comunicaciones del presente, del pasado y del futuro.
»Si lo que se hace es deletrear letras, en vez de dar la posición de las palabras completas, el que transmite ha de decir «lima» antes del grupo al que se aplique. Después de cada cinco grupos, hay que cambiar la frecuencia, manejando una tabla grande de frecuencias predeterminadas. El cambio tiene que ser claro, preciso. Hay que decir algo como «zas 22», o cambiar a una frecuencia de la tabla, a 146,3 megas, por ejemplo. De esta manera les será difícil transcribir la totalidad del mensaje encriptado y les será también muy complicado coordinarse con otras emisoras que traten de localizar el lugar aproximado desde donde se emite. La persona que transmite debe contar hasta diez para permitir al que recibe que resintonice su equipo; luego se continúa con los siguientes cinco grupos. No hay necesidad de que la persona receptora ajuste el micro para transmitir, a menos que haya de repetir alguno de los grupos. Por ejemplo, diría: «Por favor, repite otra vez los últimos cinco, zas 14», y resintonizaría. Cuando hubiera apuntado el mensaje, diría «Corto y cierro», y se descifra con el libro ya fuera de línea. Facilísimo.
»Los código-libro son parecidos a lo que los militares y los secretas llaman «libretas de un solo uso». Este tipo de herramienta se genera por ordenador, y los ordenadores existentes y que funcionen hoy en día son un bien escaso, así que lo mejor es un código-libro. Me imagino que si aún tuviéramos nuestros Macs y nuestros PCs podríamos usar Nautilus o PGP Fone y dejar a esos federales boquiabiertos.