Papelucho (8 page)

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Authors: Marcela Paz

Tags: #Infantil

BOOK: Papelucho
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Era tanto el boche que ni oíamos cuando llamaban el ascensor y lo que resultó fue que unos cuatro señores, que estaban apretando el timbre en otros pisos, se picaron, abrieron la puerta de repente y nos dejaron entre piso y piso, completamente pegados. Al principio nos asustamos tremendamente y las mujeres gritaban y hasta Jacinto creía que nos íbamos a morir ahí, pero por fin llegó un señor de los que llamaban, acezando, y dijo que iba a reclamar al dueño del edificio y que si no nos metíamos en nuestro departamento nos iba a dar una pateadura. El señor parecía un búfalo por lo colorado y furibundo. De ahí le gritó al otro que cerrara la puerta y nos bajó a su piso, pero tuvo que volver a subir con nosotros al piso mío, porque con mi yeso yo no puedo ni subir escaleras.

Después de eso, jugamos a los colegios y lo pasamos estupendo. Y después bajamos en el ascensor a ver al señor hipnotizador y nos hipnotizó a todos y a los Soto les vino tanto sueño que tuvieron que irse. Y me da susto que se hayan quedado dormidos en el micro y no se hayan bajado en su casa. De todas maneras quedaron en venir a almorzar mañana.

Mayo 3

A la hora del almuerzo llegaron los Soto y me trajeron el cemento y los ratoncitos. Pero se nos escapó uno en la puerta y se metió al departamento del señor Azul, y se armó una gritería adentro y una de golpes tan grandes que nos dio miedo y no nos atrevimos a tocar para reclamarlo. Pero cuando soltamos al otro ratoncito, la Domi dio un grito y se trepó al lavaplatos y se le dobló un taco y se vino abajo con unas copas que se estaban lavando y se zafó la llave de agua y también se inundó la cocina y también con las copas se hizo un tajo y le salía un chorro de sangre como el de agua de la llave. Y el agua y la sangre corrían y el ratón también y los Soto también. Entonces Jacinto Soto le hizo un remedio a la Domi y le paró la sangre, y mientras tanto Urbano con Efrén pillaron al ratoncito y, para que no se volviera a escapar, lo guardamos en el frasco de mermelada. Mientras tanto, todo parecía una verdadera piscina y patinábamos por el agua y dos Soto se cayeron y se empaparon. La Domitila, cuando se le paró la sangre, le dio con que había que componer el lavaplatos y mandó a Jacinto a lo del maestro, que es sumamente amigo de ella y vino volando. Pero antes de arreglar la llave, le arregló la herida. Y justo que estaba componiendo la llave, cuando llegó mi mamá con el papá y la tía Lala, que venía a almorzar con su marido, y fue tanta la furia del papá y la risa de la tía Lala, que los Soto prefirieron irse y lo peor fue que se les quedó el ratón en el frasco de mermelada y ahora tengo que esconderlo, porque todavía no se calma la furia de la gente. Ahora dicen que mañana me vuelvo al internado, porque, si puedo hacer tanta maldad, bien puedo estudiar también. La cuestión es que no me den empujones, porque lo embromado de la pata de yeso es que, cuando uno se cae, no se puede parar más. Por lo demás, no me importa casi nada volver al colegio, porque ya me estoy aburriendo en mi casa. A uno lo castigan con la cama después que ha pasado una semana entera en la ídem. Y nunca piensan que las cosas pasan por accidente y creen que todo es maldad

Mayo 4

Cuando entré al colegio, me vinieron a saludar todos los chiquillos y yo creo que debe haber parecido un choque de autos, porque eran tantos y sobre todo los más chicos me miraban y me tocaban y uno de Primera soltó el grito.

Pero, al poco rato, me echaron al olvido y me cotizaron harto poco, porque no sirvo para la pelota ni soy ya campeón de salto, porque ahora es Urquieta, que salta hasta dormido.

Yo traía un paquete con los frascos de tónico y entre medio venía el frasco con mi ratoncito y, cuando estábamos acostados, lo saqué para darle de comer y entonces todos me volvieron a cotizar y tengo que prestárselo a uno por uno, porque si no, llevan el cuento. Jugamos con él corriendo por el dormitorio y después hicimos como goles, echándolo de un lado a otro. Y resultó estupendo, porque si nos sintieron. Hasta la risa era en secreto. Y yo aprendí a correr en una pata.

Después lo metimos al frasco y lo tapamos con el mismo trapo para que tenga aire y pueda respirar. Y lo guardé en la mesa de noche. Y mañana vamos a levantarnos a las seis de la mañana, para alcanzar a jugar lo mismo y en la noche también.

Mayo 5

El muy chancho de Urquieta me hizo una cochinada, y en cuanto me saquen el yeso voy a ser campeón de salto, aunque sea para que me la pague.

Me robó el ratoncito, se lo echó al bolsillo y lo bajó al comedor y lo soltó a la hora del almuerzo.

El pobrecito se le subió por la sotana al Padre Carlos y el Padre dio un salto y el ratoncito casi se aturdió con el golpe, pero siguió corriendo y empezó el Mocho a perseguirlo con la escoba, hasta que lo mató. Nosotros nos quedamos mudos, pero a mí me dio tanta pena que no pude ni almorzar y después tuve que revolver todo el tarro de la basura para poderlo encontrar. Y lo habría embalsamado si no hubiera tenido sangre. Pero, así como estaba, preferí enterrarlo y hacerle una sepultura en el jardín. Me da arrepentimiento que me lo hayan regalado para venir a morir asesinado cuando era tan feliz con los Soto. Yo le escribiría a Jacinto para contarle, pero no sé su dirección.

Mayo 5

Esta noche, cuando subimos a acostarnos, encontré debajo de mi almohada un papelito que decía: "Ven esta noche al gimnasio. Es un asunto que te interesa. No averigües y ven callado. Te espero a las 11". El papel no tenía firma y era de cualquier cuaderno y la letra era imitando imprenta. La cuestión es que yo pensé que si no iba me creerían cobarde, y también pensé que todos habían recibido el mismo papelito, pero como había que callarse nadie hablaba de él. Así es que, aunque me daba susto salir del dormitorio cuando todos parecían durmiendo, de todas maneras me levanté, me puse el pantalón y la chomba y fui al gimnasio. No había nadie y esperé un buen rato, tratando de bajar los pelos que se me paraban un poco. Por fin me convencí que era una broma y volví al dormitorio. Cuando llegué, vi que había tres chiquillos encima de mi cama, leyendo mi diario, pero fue tanta mi rabia, que no alcancé a darme mucha cuenta de quiénes eran.

En todo caso vi a Urquieta meterse en su cama, porque duerme en la cama de al lado.

Me fui donde él para pegarle, pero él se hizo el dormido y, aunque lo remecí y lo sacudí, no conseguí despertarlo para darle lo que se merecía. En todo caso, no era sueño mío lo de que estaban leyendo mi diario, porque el pobre estaba tirado en mi cama, abierto y con las hojas arrugadas. Esta es una canallada que me han hecho y mañana voy a desquitarme. Lo primero que tengo que hacer es saber quién me escribió ese papel, porque ése es el que inventó esto.

Mayo 6

Le conté a Gómez lo de anoche y a él se le ocurrió que para agarrar al malhechor inventáramos de hacer una revista con letra de imprenta y no decir ni una palabra de lo que pasó.

A la hora del recreo, dimos la idea y cayó estupendo. Todos quieren escribir en la revista y Gómez les dijo que cada uno trajera un chiste o un cuento y que los mejores iban a tener premio de veinte pesos, porque, aunque la revista va a ser una sola y no se va a vender, de todas maneras se va a arrendar por veinte pesos y así vamos a sacar mucha plata. Entonces mañana nos van a traer los cuentos y chistes y vamos a comparar las escrituras y vamos a saber quién fue.

Mayo 6

La revista es estupenda. Se llama "Chistelandia" y tiene sesenta chistes y dos cuentos. No se vende, pero se arrienda en dos pesos y se lee delante de la empresa, que somos Gómez y yo, para que nadie la preste. Hoy en la tarde, en puros arriendos, sacamos $120 y si no sacamos más fue por falta de tiempo, así es que mañana sacaremos el doble. No escribo más, porque con esto de la revista no tuve tiempo de hacer mis tareas.

Mayo 7

Ahora quieren que hagamos revista todos los días, de modo que no hay tiempo para nada. Gómez es el encargado de cobrar y de pagar y yo tengo que recibir los cuentos y ordenar la revista y ver quién la está leyendo. El N° 2 de "Chistelandia" tiene muchos más chistes porque ahora traen material los de 6° y todos los de 5°. Tengo tanto que hacer que no he tenido tiempo para comparar las letras y tampoco ya ni me importa quién fue el que me engañó.

Mayo 8

El Padre Carlos nos quitó el N° 3 de "Chistelandia" porque el idiota de Urquieta lo llevó al comedor, y se le quedó en el asiento. Entonces el Padre lo mandó llamar, y le preguntó, y el muy bocón soltó todo. Y lo peor es que en ese número casi todos los chistes eran sobre el Padre Carlos.

Gómez y yo tuvimos que ir donde el rector, que nos esperaba con la revista en el escritorio. Con cara muy grave nos preguntó si nosotros hacíamos esa revista.

—Sí, Padre —le contestamos en coro.

—¿Son ustedes los que escriben todo lo que sale en ella?

—No, Padre.

—¿Pueden decir, entonces, quién tiene el atrevimiento de burlarse del Padre Carlos?

—No, Padre.

—En ese caso, asumen ustedes la responsabilidad, y por lo tanto, sufrirán el castigo.

—Nosotros no lo escribimos —dijo Gómez.

—Ustedes lo aceptaron en su revista y responden por ella.

—Es que ésa no era la intención —dijo Gómez.

—¿Cuál era la intención? —preguntó el rector.

—Descubrir por la letra quién era el que le mandó un anónimo a éste —dijo Gómez, apuntándome.

—¿Y han descubierto quién fue?

—No, Padre. Se nos olvidó averiguarlo, porque hemos tenido tanto que hacer con la revista.

—De modo que ustedes hacen una revista para averiguar de un anónimo y publican ofensas gratuitas a sus profesores.

—Gratuitas no, Padre. Pagadas.

—¿Cómo pagadas?

—Pagamos veinte pesos por cada chiste.

—De manera que encima le pagan al que ofende.

—Sí, Padre.

—No, Padre.

—En fin, terminemos esto. Quedan los dos arrestados por toda la semana y sin salida el domingo. A la próxima revista con ofensas los expulsaré del colegio.

A la salida, Gómez me dijo:

—¿Por qué no dijiste que fue Urquieta el del chiste del rumiante? Nos habríamos librado del castigo. Además, yo tenía un paseo el domingo.

—¿Por qué no lo dijiste tú? —le contesté yo.

Quedamos un poco peleados, pero a la salida se nos juntaron unos cuantos para saber lo que había pasado con el rector. Algunos se rieron de sabernos castigados y otros dijeron que éramos unos grandes tipos. Pero Gómez y yo teníamos tanta rabia, que nos fuimos derecho a comparar los chistes del primer "Chistelandia" con el papelito mío y descubrimos que era de Urquieta. Más rabia nos dio de estar castigados por su culpa. Y yo me fui derecho donde él, me le puse al frente y, en pleno patio, le dije:

—¡En guardia! ¡Esta es por el anónimo! —y le mandé una cachetada. Cuando se enderezó, le dije: —¡Esta es por robarme el diario! —y le mandé otra, y, cuando me iba a pegar, le mandé la tercera con: —¡Esta va por el castigo de Gómez y yo!

Urquieta se cayó al suelo y se hizo el aturdido en el mismo momento en que aparecía el Padre Carlos. Entonces los chiquillos lo levantaron y armaron tal gritería de: —¡Ahora la llevas tú! —y corrían como jugando desaforados y se caían y todo, hasta que Urquieta quedó como uno de tantos del juego y no pudo acusarme.

Después, en el comedor, me dijo: —Tú te crees muy gallito, ¿no es cierto? Pero el que me la hace a mí, me la paga. Y te la tengo jurada. Tendrás que arrepentirte de tus tres cachetadas.

Pero yo no le tengo miedo.

Mayo 11

Resulta que Urquieta me volvió a robar mi diario y me lo tuvo escondido tres días enteros. Es decir, todavía estaría escondido si yo no lo encuentro. Estaba en la biblioteca entre los libros y, si no es por Cariola que me sopló dónde estaba, se pierde para siempre.

Según me dijo Cariola, lo que le da más rabia a Urquieta es no poderme pegar, por mi pata de yeso y también que Cariola, cada vez que él salta bien, le dice que si yo estuviera sano, se la ganaría. En todo caso, a mí ya no me interesa ser campeón, porque pienso que es mucho mejor tener un circo propio y viajar con él por todo el mundo. Gómez va a ser el que doma las fieras y yo el de los caballos, el de las botellas, el de los platos en el aire y el de los trapecios. Como ahora no puedo ensayarme en los trapecios, me ensayo en los platos y el mozo de la cocina me los presta y, como son de latón pintado, no importa que se caigan. Ya los tiro tan alto que topan el techo. Pero lo bueno es hacerlo con los de loza, así es que le escribí a mi mamá pidiéndole que mañana me trajera tres.

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