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Authors: Patricia Cornwell

Niebla roja (27 page)

BOOK: Niebla roja
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—¿Siempre es tan difícil? —dice Mandy, y me doy cuenta de que me habla de Marino.

—Solo si le gustas —contesto mientras pienso en la opinión pública.

Solo por ella, el fiscal de distrito no se va a interponer en el camino de alguien de mi rango y reputación, así que abrió la tienda y me invitó a servirme lo que quisiera. ¿Por qué? Debido a que ya no importa. En lo que a Tucker Ridley se refiere, Lola Daggette tiene una cita con la muerte el día de Halloween. No tiene ninguna razón para creer que no se presentará. O tal vez sea verdad todo lo contrario.

Tal vez los nuevos resultados de ADN se han filtrado y no importa lo que busco porque la sentencia de Lola será anulada pronto, y quizá también mi otro temor es legítimo. Dawn Kincaid sabe que está a punto de enfrentarse a nuevos cargos de asesinato en Georgia, donde, a diferencia de Massachusetts, podría ser condenada a la pena de muerte. Así que está tramando algo, lo más probable fugarse de un hospital de Boston que no puede ofrecer el nivel de seguridad de una instalación forense, como tiene Butler.

—Solo estoy tratando de averiguar quién estaba por aquí cuando trajeron su cuerpo. —Marino continúa dándole la lata a Mandy O’Toole—. Porque el caso me irrita. Me preguntas si hay algo que no encaja. Es un poco raro que una históloga esté trabajando a las nueve de la noche, y eso también me molesta.

—La noche que murió Barrie Lou Rivers, yo estaba trabajando hasta tarde en mi laboratorio, porque se me acababa el plazo de entrega de un artículo sobre tipos de fijadores.

—Creía que eso es lo que utilizan los ancianos para mantener pegadas las dentaduras postizas.

—Las ventajas del glutaraldehído en el microscopio electrónico y los problemas con los mercuriales.

—Tampoco me gustan las personas volátiles. Son un grano en el culo.

—La eliminación de los tejidos es problemática porque el mercurio es un metal pesado. —Ella le sigue el juego—. Verás, quizá lo mejor es utilizar la solución de Bouin, si lo que buscas es un detalle nuclear. Por supuesto, cuando trabajo con Bouin termino con los dedos amarillos por un tiempo, si se me olvida y toco algo sin guantes.

—Apuesto a que es difícil de explicar en una cita.

—Cuando Colin recibió la llamada de la prisión aún estaba aquí, justo en el pasillo. —Vuelve a lo anterior—. Le dije que me quedaría por aquí y le prepararía su mesa para ayudar en todo lo necesario. Pero yo no era una testigo.

—¿Qué hay de los rumores? —insiste Marino de nuevo—. ¿Qué se comentó sobre lo que le sucedió?

—En un principio se pensó que Barrie Lou Rivers se había ahogado con su última comida. Pero no había ninguna prueba.

Últimamente no he oído ningún rumor al respecto. Ya nadie hablaba del caso hasta que Jaime Berger comenzó a investigarlo. Le ofrecería agua, café, pero no puedo salir de la habitación. Si quiere algo, me lo dice y llamaré. —Esto me lo dice a mí—. Si quieres algo —le dice a Marino con una sonrisa mientras se pone de nuevo los auriculares—, sírvete tu mismo.

—Suze mencionó una cosa interesante sobre el nivel de monóxido de carbono de Barrie Lou Rivers —me dice Marino con su atención puesta en Mandy—. Algo así como un ocho por ciento.

Ella dice que lo normal como máximo es un seis.

—No sé si es interesante o no —contesto mientras repaso la transcripción de una audiencia para considerar la petición de clemencia de Lola Daggette en la que Colin Dengate prestó testimonio y también el investigador Billy Long del GBI—. Tendré que estudiar su caso. No es un nivel inusual para un fumador.

—Ya no puedes fumar en las cárceles. En ninguna que yo sepa. Desde hace años.

—Sí, y las drogas, el alcohol, el dinero, los teléfonos móviles y las armas tampoco están permitidos en las cárceles —respondo y comienzo a leer los hechos de lo que ocurrió en la madrugada del 6 de enero de 2002—. Los guardias pudieron haberle dado un cigarrillo. Se rompen las reglas en función de quién tiene el poder.

—Fumar podría explicar el monóxido de carbono y, si es así, ¿por qué le dieron un cigarrillo?

—Desde luego no podemos saber si alguien lo hizo. Pero es cierto que el monóxido de carbono y la nicotina de los cigarrillos aumentan la tensión arterial, que se agrava por el estrechamiento de las arterias en las enfermedades cardíacas, y por eso sigo recordándote que no fumes. —Deslizo las páginas en la dirección de Marino a medida que termino con ellas—. Su corazón ya trabajaba duro si estaba estresada, y entonces una exposición al humo hizo que trabajase todavía más.

—Así que quizá por eso tuvo el ataque al corazón —insiste.

—Podría haber sido un factor contribuyente, siempre que alguien le diera un cigarrillo, o cigarrillos, mientras esperaba la ejecución —comento mientras leo sobre la Liberty Halfway House, una insegura organización sin ánimo de lucro, que ofrece programas de tratamiento para jóvenes, que se encuentra en East Liberty Street, a pocas calles del Colonial Park Cemetery, muy cerca de la casa de los Jordan, calculo que quizás a un paseo de quince minutos.

Sobre las seis cuarenta y cinco de la mañana del 6 de enero, una voluntaria de la Liberty Halfway House había comenzado la ronda por las instalaciones residenciales para recoger muestras de orina para una prueba de drogas al azar. Cuando llegó a la habitación de Lola Daggette y llamó a la puerta, no obtuvo respuesta.

La voluntaria entró y oyó el sonido del agua corriendo. La puerta del baño estaba cerrada y después de golpear y gritar el nombre de Lola y de no obtener respuesta, la voluntaria comenzó a preocuparse y entró.

Encontró a Lola desnuda en el suelo de la ducha con el agua caliente abierta. La voluntaria declaró que Lola estaba asustada y excitada, y estaba usando el champú para lavar unas prendas que parecían estar muy ensangrentadas. La voluntaria le preguntó a Lola si se había lastimado y ella respondió que no y exigió que la dejaran sola. Afirmó que estaba haciendo la colada porque no tenía acceso a la lavadora y que «dejase el vaso de mierda en el lavabo y mearía en él en un minuto».

Entonces, según la transcripción, la voluntaria cerró el grifo de agua caliente y le ordenó a Lola salir de la ducha. En el suelo de baldosas había «un pantalón de pana marrón de mujer de talla cuatro, un jersey de cuello azul de mujer de talla cuatro, y una sudadera color rojo oscuro de los Atlanta Braves, de talla mediana, todas ellas muy ensangrentadas, y el agua en el suelo de la ducha era de color rosado rojizo de tanta sangre», declaró la voluntaria, y cuando le preguntó a Lola de quién era la ropa, respondió que era lo que vestía en el momento de «ingresar» cinco semanas antes, cuando le dieron los uniformes. «Eran las que llevaba puestas en la calle y desde entonces han estado en mi armario», le explicó Lola a la voluntaria.

Interrogada sobre cómo la sangre había llegado a las prendas, Lola dijo en un primer momento que no lo sabía. Luego añadió: «tengo el período», y afirmó que había tenido un accidente «mientras dormía», declaró la voluntaria. «Tengo la clara impresión de que inventaba las cosas mientras yo estaba allí, pero Lola era conocida por eso en la LHH. Siempre estaba hablando a lo grande y decía lo que fuese para impresionar o mantenerse alejada de problemas. Ella dirá y hará casi cualquier cosa para conseguir llamar la atención, protegerse a sí misma u obtener un favor, y no parece darse cuenta de cómo se percibe eso o de las posibles consecuencias.»

«Por desgracia, ella es por aquí como el chico que gritó “el lobo”, y no podría ser más evidente que la sangre no podía haber sido de su período», manifestó la voluntaria bajo juramento en la audiencia. «No tendría sentido que la sangre menstrual estuviese en los muslos, las rodillas y los dobladillos de un par de pantalones, y en la parte delantera y las mangas de un jersey y una sudadera. Una gran parte no se había lavado todavía, porque había mucha, y mi primer pensamiento fue que fuese cual fuese su procedencia, la persona debió de tener una hemorragia, en el caso, por supuesto, de que fuera sangre humana.»

«Yo tampoco sé por qué Lola iba a dormir con ropa de calle, que se supone que las internas no pueden vestir mientras están en la residencia», continuó la voluntaria en un testimonio que fue condenatorio. «Las usan cuando llegan aquí, y cuando están en libertad. El resto del tiempo llevan uniformes, y no tenía sentido que Lola estuviera usando la ropa en la cama. Nada de lo que decía tenía sentido para mí, y cuando se lo dije, ella continuó cambiando su historia.»

«Ella dijo que había encontrado la ropa ensangrentada en una bolsa de plástico en el baño. Le pedí que me mostrase la bolsa de plástico y cambió su historia otra vez y dijo que no había ninguna bolsa. Dijo que se había levantado para ir al baño y la ropa estaba en el suelo, allí, en el cuarto de baño, justo en el interior, a la izquierda de la puerta. Le pregunté si la sangre estaba húmeda o seca y me dijo que estaba pegajosa en unos lugares y en otros las manchas estaban secas. Afirmó que no sabía cómo la ropa manchada de sangre había llegado hasta allí, pero que se asustó y trató de lavarla porque no quería que la culpasen por algo.»

La voluntaria le recordó a Lola que lo que estaba sugiriendo significaba que alguien había buscado en su armario, sacado la ropa, la había ensangrentado de alguna manera, y luego había entrado de nuevo en su habitación, mientras dormía, para dejar la ropa en el baño. ¿Quién haría una cosa así? y ¿por qué Lola no se despertó? La persona que lo hizo «es silenciosa como un fantasma y es el diablo», le dijo Lola a la voluntaria. «Es una venganza por algo que hice antes de acabar aquí, tal vez alguien al que le compraba drogas, no sé», dijo ella, y se enojó y comenzó a gritar.

«¡No se lo puedes decir a nadie! ¡Puedes tirar toda esa mierda, pero no se lo digas a nadie! ¡No quiero ir a la cárcel! ¡Juro que no hice nada, lo juro por Dios!», declaró la voluntaria, y cuanto más leo, más comprendo por qué nadie de momento no pensó en cualquier otro sospechoso que no fuese Lola Daggette.

18

Marino apenas hace poco más que mirar las páginas que deslizo hacia él, y su actitud displicente y la falta de curiosidad me hace sospechar que las ha leído antes.

—¿Conocías esta transcripción? —pregunto.

—Jaime la tiene en los expedientes que ha estado recogiendo. Pero ella no lo recibió de él.

Lo que quiere decir es que ella no los recibió de Colin Dengate.

—Yo no hubiera esperado que me lo entregara porque no fue generado por él. Tuvo que conseguirlo de la Corte Superior del condado de Chatham.

—Jaime se figuró que Dengate te dejaría verlo todo.

—Al parecer, no se equivocó. Pero lo que estoy viendo hasta el momento no la ayuda exactamente en su caso.

—No —admite—. Hace que Lola Daggette parezca culpable como el mismísimo demonio. No es ninguna sorpresa que la condenaran. Puedes ver cómo sucedió.

—Me confunde todo esto de los uniformes —agrego—. Jaime mencionó que Lola entraba y salía de Liberty House para acudir a entrevistas de trabajo, visitar a su abuela en un hogar de ancianos, que Lola podía ir y venir casi tanto como quisiera, siempre y cuando tuviera permiso y estuviese presente cuando pasaban lista por la noche. ¿Qué llevaba puesto cuando salía?

—A mi modo de ver, los uniformes parecían ropa de calle normal, como pantalones tejanos y camisa. Es lo que las guardianas, y ellas las llaman guardianas, vestían todo el tiempo.

—Estás hablando en tiempo pasado.

Bebo un sorbo de agua de la botella que Colin me dio en su oficina, mi ropa de campo negra está empapada en sudor, y el aire acondicionado es demasiado frío.

—Lola Daggette no era buena para el negocio, sobre todo en un lugar que dependía de donaciones privadas —explica Marino—. La gente rica de Savannah no parecía muy dispuesta a extender talones para Liberty House después de que a Lola la declarasen culpable de asesinar a Clarence Jordan y su familia. Máxime porque una de las cosas por las que él era conocido era por ayudar en los albergues y clínicas, atender a las personas con problemas, personas que no tenían nada y no podían permitirse ir al médico.

—¿Alguna vez ayudó en Liberty House?

Me levanto para ajustar la temperatura del aire acondicionado.

—No, que yo sepa.

—Supongo que Liberty House ya no existe. Avísame cuando notes que tienes demasiado calor.

Me siento de nuevo, y advierto que Mandy O’Toole nos ignora o lo parece.

—En el lugar hay ahora un refugio para mujeres desamparadas a cargo del Ejército de Salvación. Ya no queda nadie de los viejos tiempos y tampoco se ve igual —dice Marino—. Lees estas cosas y lo que pasa por tu mente es que Lola Daggette no era lo bastante inteligente para matar a alguien y salirse con la suya.

—No se salió con la suya. Pero no sabemos si mató a alguien.

—El diablo vestía su ropa y luego la dejó en su cuarto de baño después de los hechos —comenta—. ¿Ella no quiere decir a nadie quién es el diablo excepto el nombre de Payback?

—Al parecer comenzó a pensar en Payback cuando fue sorprendida en el baño, con las manos en la masa, lavando la sangre en la ropa —contesto, y acomodo los documentos que tengo delante—. Alguien se estaba vengando, alguien de sus días de drogadicta en la calle. Parece como si hubiese estado pensando en que le habían tendido una trampa, y quizá Payback es la forma en que ella empezó a referirse a quien fuera el responsable.

—¿De verdad crees que no tenía nada que ver con aquello y que no sabe quién lo hizo?

—No sé qué pensar. Por lo menos, todavía no.

—Pues yo tengo muy claro cómo suena —afirma Marino—. Ahora suena de la misma manera que sonó en su momento. No tiene puto sentido. Además, lo verás cuando llegues a la parte del ADN, que es de todos. La ropa de Lola tiene la sangre de toda la familia Jordan, que es lo que llevo diciendo a Jaime desde el primer día. No sé cómo puede descartarlo.

—Jaime lo descarta de la misma manera que lo hizo el equipo de defensa original de Lola. No encontraron el ADN de Lola en casa de los Jordan, en sus cuerpos o la ropa que vestían cuando los mataron. —Llego a una parte de la transcripción que incluye fotografías—. Su ADN lo recuperaron de la ropa que lavaba en la ducha, y nada más. Solo a partir de los tejanos de pana, el jersey y la sudadera, pero también el ADN de las víctimas. Para un jurado, es muy comprometedor, aunque científicamente plantea interrogantes. —No digo cuáles.

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