Authors: Carmela Ribó
Te quiero! Tan melosa y bobalicona como conviene a una mujer enamorada.
(Me estoy riendo ahora de mis cosas de bobalicona! Es tan linda. Es algo bueno que le hacés a mi alma, solo por el hecho de estar, aunque estés lejos, allí donde todavía no puedo tocarte, pero sí abarcarte desde la inmensidad de un intangible amor). Concha es verdad lo que dijo Safo y tras ella todos los poetas que dejaron un mensaje perdurable y perfecto. Y de paso, llenan las patéticas lagunas idiomáticas que me inundan, cuando las palabras me resultan escasas, insuficientes para expresar lo que te siento. Y te siento mucho, caracola. Tanto, que vos te asustarías de esos abismos siderales, si de casualidad tuviera la inspiración o la capacidad de atinarle a un verbo, un adjetivo, ya ni siquiera aspiro a un verso entero, iluminado.
Pero, como habrás visto, yo apenas si transcurro por el bosque de Bambi. Que igual es una imagen apropiada… aunque paupérrima! Soy enteramente inocente de esos ridículos paisajes: estoy enamorada y habrá de perdonárseme tanta cursilería. Lo cursi del amor es el humilde reconocimiento de su grandeza: nunca podré abarcarte con palabras. Acaso un día, cuando pueda abrazarte en ese primer acto en el que nos has prohibido decir cosa alguna, quizá, entonces… Mientras tanto, tendrás que sufrir mis cartas adolescentes.
No son tus «tachas y limitaciones» lo que me desespera. Sos la mujer más formidable y extensa y magnífica que he conocido. No creas jamás que yo no veo tu grandeza. Te contemplo y te admiro. Y me siento íntima, públicamente orgullosa de mi dueña. Lo que me hace sufrir algunas veces es este océano, este error recurrente de coordenadas en el espacio-tiempo que me separa de todo cuanto más amo. De tu preciosa vida que tuvo el descaro, la imperdonable ligereza, de transcurrir hasta ahora lejos de mí. Pero te he perdonado, Conchita mía. Aunque ahora vendrán las facturas: voy a exigirte compensaciones usureras por tus dilapidaciones amorosas y mis distraimientos geográficos.
Siento algo extraño hoy. Me toco el cuello, los brazos, los senos. Es como si necesitara apretujarme. Necesito tus abrazos. Hoy me di besos en el hombro izquierdo (el que tiene una constelación que no voy a describirte por reservarte esa investigación astronómica). Para sentir tus besos. Ya lo sé: estoy bordeando un difícil equilibrio de mi cordura ya muy menguada de antes… Me querrás igual aunque no sea (nunca haya sido) una persona muy normal? Bueno, tampoco creas que por ser rara soy mala gente. Al contrario, soy buena y dulce, incapaz de un acto de maldad. No es vanagloria, es reconocimiento de mi naturaleza interna. Así que bien podés sentirte un poquito consternada por mis locuras, pero nunca te sientas amenazada. Soy todavía como una niña, en realidad. Y aún cuando ciertamente he crecido, creo que nunca he dejado de serlo.
Hoy me corté un mechón del pelo. (Sigo cursi insufrible, tendrás que soportarme porque así estoy hoy). Lo até con una cinta azul. Cuando vaya a tu encuentro, te lo llevaré en un medallón de plata.
Respecto a nuestro encuentro, yo no sé planificar nada, mi dueña. Por una parte, quedamos en que iría a Madrid en mis vacaciones, por otra, me insinúas, ya por dos veces (me tiembla el corazón al leerlo), tu venida aquí. Me vuelves loca. Apenas sé planificar. Soy como un bichito intuitivo. Compraré mis pasajes, dos o tres prendas (que apenas mirarás, pero serán de encaje) y ya. Lo demás es asunto de caracola. No te parece muy apropiada esta división del trabajo? No me dirás ahora que te recargo en los esfuerzos. Nada de eso. Es más bien un reconocimiento a una premisa muy sensata: a cada quien según sus capacidades. Suena como un postulado de Kropotkin. Bueno, algo así como mi interpretación de su teoría del apoyo mutuo… Siempre he admirado especialmente a un cierto Peter. Ahora muy más especialmente a una cierta Concha, a quien también adoro!
Gracias por aceptarme y quererme como soy. (Lo cual habla elocuentemente de tu amplitud!). Y no tenés que suplicar mi amor: soy yo la que suplica por el tuyo. Porque no me es posible continuar en esto de vivir si me faltara esa certeza. Te adoro, Concha. «Mi amor, mi buen amor, mi alero…».
Lauri.
Un día después:
Ay, qué ocupada mi dueña que no puede escribirme ni una triste línea… sniff!
Te amo, Concha. Ayer saqué para lavarlo un vestido que tengo muy de primavera. Con el largo Chanel y florcitas muy menudas en un fondo color crema. Casi siempre lo uso con unas sandalias clásicas, parecidas a los zapatitos del flamenco, aunque de taco aguja. Pensé en lo bien que se vería el vestido sobre unas medias terminadas de encaje y prendidas a un portaligas también de espumas color champán. Me estoy emputeciendo de un modo alarmante! Mis preciados principios cuasi feministas se remueven en su tumba! Pero me consuela pensar que quizá a caracola le gustaría ese inusitado atuendo de su sierva. Olvidé mencionar que va con una pamela de color azul pálido. Te gustará? Te adoro, Concha de mi alma! Y te beso con toda mi alegría y, al menos hoy, «vestida para la ocasión».
Lauri.
Dos horas después:
Concha:
Casi dan las doce, mediodía, y yo todavía sin noticias de mi dueña. Dónde estás, amor? Estarás preparando el desayuno? Seguirás en la cama? Dormilona! Bueno, cuando duermas conmigo, tendrás buenos motivos para demorarte entre las sábanas. Y no permitiré que madrugues. Me dormiré abrazándote, con una pierna trabada a tus rodillas. Lo siento mucho, amor, por la incomodidad, pero así dormiré: tengo que asegurarme de que estarás bien cerca cuando despierte. Y dónde estás ahora, que no estás escribiéndome? Hoy me duele mi regla. Por qué caracola no me consuela con la miseria que le pido? Ya regreso al trabajo, amor. Ingrata y desenamorada. Yo igual te amo. Ya no sé hacer otra cosa...
Laura.
Cinco horas después:
Mi princesa bonita:
Solo dos letritas para decirte que te quiero. Hoy viajo con las socias a Ávila, donde mañana tenemos reunión de Amigos del Románico. ¡Qué gusto escapar de las cominerías domésticas y pasar un día fuera de casa, sin las molestias continuas de Danilo! Esta noche dormiré en el hotel La Muralla, en una cama inmensa, doselada, y pensaré en ti.
Te quiero siempre.
C.
Un día después:
Así que mi Conchita ha dormido esta noche en una cama inmensa y sola… Quién pudiera estar ahí contigo abrazándote, mirándote dormir al fin de un largo día, cansada y desnuda entre mis brazos. Hoy, amor, te habría dejado en paz con mis requerimientos y quizá, antes del sueño, arrodillada a tu lado, te habría acariciado la espalda y los hombros con suavidad de aceites perfumados, con un amor hecho de manos sosegadas… Te habría gustado?
A mí me gusta solo de imaginarte! Cómo deseo oírte en ese lento suspirar de alivio, aprenderme la escala diferencial de tus quejidos cuando son por la urgencia del deseo y estos de ahora de pura paz…
Me he dado cuenta cómo todo en mi vida se mantiene expectante al ritmo de la tuya. Ese vértigo. Qué curioso, no? Porque si hay alguien en este mundo bien distinto, esa soy yo, que más bien permanezco en un remanso y que cualquier recodo pedregoso me fatiga y fastidia más de lo que estoy dispuesta a admitir. Tu amor de ensueño me ubicó sabiamente en la casa de adobe, lejos de las multitudes y del bullicio de los otros. Sola a veces en la placidez del jardín, o en la pálida playa donde distraigo (como hoy) mis esperas, mis anhelos de vos, mis recuerdos. Te pienso a todas horas, amor. No importa cuán arrollador o demandante pueda ser lo que sea que me esté sucediendo, en medio de tanto afán siempre estás vos como un respiro, una puerta secreta, un pasadizo que me lleva directo hasta esa alcoba donde dormís ahora, solo de mí y sin embargo…
Te extraño tanto! Cómo es posible siendo que ni siquiera te conozco?
Y será cierto que ni siquiera te conozco? Ya no puedo creerlo. No solamente te reconozco, te reconocería entre todas: yo sé quién sos, mi Concha Navarro, sos la mujer que amo.
Laura.
Seis horas después:
Atiende mi princesa:
Ya me he decidido. El viaje a Segovia y Ávila con el corro de cacatúas Amigas del Románico me ha servido para meditar sobre la vida vacía e insatisfactoria que arrastro. Sin prisa pero sin pausa haré las gestiones necesarias para arreglar mis asuntos en este mundo (el viejo mundo) y dejarlo todo listo para comenzar una nueva vida en el nuevo. Es decir, quemo mis naves.
Yo estoy del todo determinada (llevaba tiempo reflexionando sobre el asunto, aunque nunca me atreví a decírtelo por no comprometerme). Quiero decir que no es una decisión precipitada sino muy meditada. Ahora ha llegado el momento de hacértelo saber. Aguardaré tu respuesta los días que necesites. Que no sea precipitada, por favor. Medítalo y madúralo. Podría tomar un apartamento en algún lado cerca de ti o podría trasladarme a vivir contigo si quieres acogerme en tu santuario. Si no quieres, dímelo también. Lo aceptaré igualmente. Sé cuánto significa tu santuario en tus meditaciones y en tus ritos del ayurveda. No quiero perturbar tu vida. Solo estar cerca de ti y merecer tu amor. ¿De acuerdo?
Por el dinero no habrá problema. Tendré lo suficiente para mantenerme. No seré una carga.
Te quiero, te quiero, te quiero.
Concha.
Cuarenta minutos después:
Caracola de mi corazón:
Hoy es el día más feliz de mi vida. Hacía meses que lo aguardaba. Rompes las amarras y te vienes a ser libre y feliz a mi lado. Gracias, amor. Estoy llorando de felicidad. Luego sigo.
Caracola de mi alma:
Este ahogo dulce que no se me pasa, amor. Que dura ya más de una hora y no se calma. No sé qué decirte. Camino de un lado a otro de la casa, salgo al jardín, hablo con los gatos, les cuento lo feliz que me siento, lloro lágrimas agradecidas y sigo en esa dulce congoja que me has puesto en el corazón enamorado. Gracias, amor.
Déjame decirte una cosa: juntas seremos felices, muy felices, y haré lo posible por librarte de todas las inclemencias de la vida. Seré dulce contigo, seré obsequiosa, seré tu esclava, tu sierva, tu hermanita menor, tu ramera, tu cocinera, tu
coach
, tu todo.
Y, por supuesto, vendrás a mi casita azul. Será un lugar modesto para lo que tú acostumbras, pero un lugar de felicidad, sin obligaciones, apremios ni disimulos. Aquí serás enteramente libre. Sí?
Te amo con toda la fuerza del universo.
Tu Lauri.
Dos horas después:
Princesa que adoro:
Esto es una vergüenza. Ya es la segunda carta que te escribo. Me paso el día pensando en ti como una boba y no recibo nada a cambio.
Mi Lauri con ese vestido primaveral, florecitas envolviendo una flor, largo Chanel, ¡me gusta!
¿Por qué me tienes tan desbocada? ¿Es que no te apiadas de mí? Ay, mi vida, qué ardores de solo contemplarte. ¿Cómo puedes ser tan bonita? Te quiero por tu interior, por esos abismos que descubro en tu alma, para perderme en ellos (para encontrarme en ellos, para rescatarme en ellos, para salvarme en ellos). Y te quiero por las delicias que envuelven esos abismos. ¿Dónde estuviste tanto tiempo, desconocida, sin alumbrar mis cegueras…? Te quiero. Imagínate lo que quieras, tú y yo.
C.
Cuatro horas después:
Amor:
Recién me levanto! El corazón esponjado, abro los ojos y me quedo un momento pensando, esta felicidad por qué? Y de pronto caigo en la cuenta: mi reina, mi dueña viene a mí, debo preparar su venida debidamente, acondicionar la casa, acondicionarme yo, que todo esté listo, incluso una guirnalda de bienvenida. Llegas y de pronto esta humilde casa de Brooklyn se transforma en nuestra casa de Mitilene, ya veo transmutarse los muros, ya veo grecas y figuras de héroes y náyades en todas estas estampas de diosas indias de muchos brazos que adornan mis paredes junto con tambores de meditación y otros objetos cultuales de la India. Una varita de sándalo y otra de incienso con tonos de violeta. Ahhh, qué plenitud! Son las tres de la tarde. Ayer tuvimos reunión de Save the Whales en una iglesia metodista del Bronx (también aquí hacemos labores humanitarias) y luego hicimos fiesta en un
foyer
de NY, Susan me trajo un CD con música céltica con el que acompasa sus meditaciones ayurveda (también ella pertenece a nuestra filosofía ayurveda) y luego bebimos agua energetizada e hicimos meditación colectiva con la sílaba sagrada hindú. Fue una jornada de lo más completa, solo que me faltabas tú. Cuando vengas, te unirás a nosotras, sí? También hubo mate y té de hierbas y Martini con hielo y con limón. Demasiado del Martini para tu princesa india, me temo… Ah, compré muchas otras cosas grasosas, como maníes, papitas finititas con sal y sin sal, tarta de espinacas y de puerros… esas cosas. Pero los carnívoros de mis amigos pidieron milanesas de pollo con pan! Y se las hice, desde luego. Les tomé varias fotos devorando las milanesas, como si fuera la última comida posible en un mundo amenazado por la extinción de las gallinas… Y aunque también hubo frutas, nadie, excepto yo, las tomó. Susan trajo la guitarra y terminamos la velada cantándole un poco a la noche. Casi amanecía cuando me fui a dormir, esperando (inútilmente) tu mensaje en mi celu…
Pero ellos se quedaron no sé hasta qué hora.
Ahora estoy aquí en mi santuario, escribiéndote una nota para decirte que te amo, Concha de Madrid. Habitante de mis días (tan largos sin vos) y de estas noches muy calientes y llenas de deseos. Mi guachita linda y sexy…
Y todo porque quiero mandarte al menos unas líneas para decirte que leí tu anhelante y esperante desconsuelo de mí! Ahora mismo te deseo de un modo tan vehemente que a duras penas puedo contener, porque tengo visitas. Aunque no sé si estando en mis días te gustará jugar conmigo… Casi es una pregunta, amor. (Aunque no importará si no te gusta acercarte a tu princesa cuando esté con la costumbre de las mujeres). Estoy muy sola de vos, Conchita. Sola de tu presencia, que me falta como si faltara el oxígeno en el aire. Este ahogo, esta sed de monje que ya no soporta el voto de clausura, de silencio. Y que en sus oraciones y ejercicios piadosos solo sueña con romper el voto de castidad porque estalla en deseos y manoseos pecaminosos, cuando nadie lo ve…