Authors: Carmela Ribó
Desde luego, llevé la peor parte. Había aprendido de mi padre a ser magnífica a costa de mis propias pobrezas y miserias. Pero salimos. Estoy aquí, no me morí y superé aquello como un túnel desdichado que escinde mi vida en dos mitades, la infancia feliz y, después de otros episodios desventurados de mi vida, el abandono de mi marido y eso, la nueva felicidad de profesar el ayurveda y ahora de encontrarte. No es esto un premio más que suficiente? Bien. Ya te he contado lo que puedo decir sin darle vida a ese fantasma. No creerás lo que voy a decirte ahora, pero es cierto: estoy también agradecida por la experiencia. Crecí, me hice una mujer fuerte, independiente y poderosa.
Logré olvidarme y liberarme de ese lastre. No voy a darle vida de nuevo. Te suplico que no menciones nada, que no comentes nada, que olvides que te lo he dicho para siempre jamás.
Sí, mi niña mimosa?
Laura.
Dos horas después:
Mi dueña y amiga:
Siempre tengo la impresión de que me quedan tantas cosas «en el tintero». Son tantas las cosas que llevo sin contestarte y vos sin responderme.
Qué noche tan hermosa esta, caracola. La tormenta pasó y ahora todo quedó rezumante de frescura. Las plantas, la tierra y los árboles del jardín respiran agradecidos y ahora más verdes. Ha salido una luna medio partida (vaya a saber si menguante o creciente), pero muy blanca. Solo faltaría una serenata de grillos y un batir de aves que volaran muy alto sobre mi paraíso cruzando el cielo nocturno en bandadas para evocar ese momento colombino en que el almirante cuenta su llegada a América, «toda la noche oyeron pasar pájaros».
He prendido un incienso de duraznos. Hoy también me acompaña mi recio mate y un cigarrillo descansa en el plato de cristal, mientras te escribo. Te molestará el humo, amor? Varias veces he intentado dejarlo, el tabaco digo, pero sigo fumando un tabacazo negro, de camionero, Benson cigarettes, al que me enganché en mis años de estudiante progre. Sabrás perdonarlo?
Todo te trae a mi presencia. Todo me lleva al deseo de recrear este instante contigo. Me gustaría que estuviéramos abrazadas ahora y apoltronadas en mi sillón para dos. Ya sin deseos ardientes pero siempre deseosas de un contacto: tu brazo sobre mi hombro, mi mano en tu pecho. Hasta es posible que nos apetezca hablar de algo sin demasiada trascendencia. Un recuerdo que viene, una añoranza del pasado, un proyecto futuro… Algo leve y bien sensato para acunar entre las dos. Un paseo por un parque antiguo, una visita a una casa abandonada en la que husmear vidas pasadas, a una
jungle sale
en la que se rematan los contenidos de la buhardilla de una casa en venta, una mañana (no muy temprano!) en la costa, para ver el mar y las gaviotas hacer sus vuelos circulares sobre el agua. Esas cosas.
Te quiero, Conchita mía. Y te extraño tanto que por ahora no encuentro otro modo de tenerte más cerca que atiborrándote de mis palabras. Pero ellas no están vacías, ni son solo palabras. Te van impresas con mi vida, mis emociones y mis sueños de amor correspondido. (Correspondido, sí?).
Besos, miles, de
Tu Pocahontas.
PD: He pensado que hay algo que podría ser peor que esta distancia. Si viviéramos en el siglo XVII, por ejemplo, mis cartas y las tuyas tardarían semanas en llegarnos. Me pasaría junto al portón de entrada (que daría a un pequeño parque familiar, desde luego), esperando ver llegar a un cartero montado en un jadeante caballo de postas. Y qué largas serían las esperas! La de pañuelos que bordaría en esas ansias, junto al portal de piedra (seguramente bajo una glorieta de glicinas).
Un día después:
Princesa criolla que adoro:
Tengo tantas cosas que decirte que no sé por dónde empezar.
Ya sé que no te he dicho palabritas de amor. Tendrás que aguardar unas horas, que ahora debo salir a una reunión de las antiguas alumnas de Colegialas Carmelitas. Miraré tu última foto –estás deliciosa–, que eso no me cansa. Un beso, tan largo y profundo como tú lo soportes.
C.
Siete horas después:
Pocahontas bonita:
Un encuentro de antiguas escolares en el colegio que no ha cambiado casi nada, apenas las pizarras del encerado que ahora son como de cristal, y los pupitres. Éramos cincuenta y tres en el curso y han acudido treinta y dos, las otras están ilocalizables, y cinco han muerto (tuvimos un recuerdo y una oración por ellas en la capilla, convenientemente adornada con flores y cintitas). Y allí estaban algunas de nuestras monjas, ya muy, muy viejitas, pero aun vistiendo sus tocas. Ahora abundan las monjas extranjeras, indias, peruanas, incluso alguna africana. ¡Cuántos cambios! Almorzamos en el comedor del internado, claro, pero esta vez servido por un restaurante caro para que no tuvieran que molestarse las hermanas. Todo quedó muy lucido y al final hubo profusión de licores tras el café y cantamos el himno del colegio, con una monja galesa al piano. Y luego, de sobremesa, en corrillos por afinidades, muchas conversaciones tontas, muchos recuerdos antiguos, mucho muestrario de móviles con fotos de nietos, de hijos casados, de recuerdos. Nos reímos mucho rememorando aquella monja gaditana, sor Rita, que en su pronunciación (los gaditanos cecean) llevaba implícito un chiste (zor-rita), y alguna graciosa apuntó que hubiera sido peor de llamarse Raimunda (zor-rainmunda).
No, no estaba sor Jacqueline. Pregunté si alguien la recordaba. Me hablaron de sus últimos años en una residencia que tienen las monjas en Oviedo. Dejó un recuerdo luminoso en la monja que me lo contaba (y sentí celos).
Por la noche, un poco fría, después de releer tus cartas y de contemplar tus fotos. ¡Qué deseos de ti! Y no creas que solo de sexo, también de ternura de reposar tendida a tu lado en la penumbra, en silencio, quizá con leves caricias, adormilada, durmiendo a ratos, cuando nos hayamos dicho un poquito de lo mucho que tenemos que decirnos… tanta vida atrasada, perdida. Ahora debería descansar un poco o pronto tendré que desintoxicarme de ti. Este es un amor de lo más adictivo, una locura, tanta luz… Te quiero y te envío un millón de besos y casi tanto o más de caricias tiernas,
C.
Nueve horas después:
Mi amor:
Yo quería que hoy descansaras de mí. (Me gustó tanto aquello de que estabas «entreverada y fundida», queriéndome y otras cositas!). Hoy me decías también que estabas cansada de tanto ajetreo social. Yo quiero darte alivio. Hoy te escribí como dos cartas que no enviaré. Lo haré mañana, para que puedas descansar debidamente de otras emociones. Desintoxicarte, una idea muy lúcida (yo también estoy sintiendo que vivo en una especie de sueño de opio con caracola!).
Pero no puedo aislarme solo en ti, porque a mi lado sigue la vida incordiosa. Mi amiga Anita me mandó un correo divino acerca de una exposición en el Museo Thyssen y la Fundación Caja Madrid. Se llama «Jardines Impresionistas». Por lo que leí, la exposición fue en 2010. Quizá hasta hayas ido, mi dueña. Igual te la mando, porque quiero compartir esto contigo (y de paso aliviarte de mis letras).
Ah, caracola, no me canso de admirar las pinturas! Un parque de un castillo en Saint Cloud, un huerto con muchas coles, una partida de criquet (adoro el criquet), una mujer en el jardín… La que más me gustó es una
Primavera
de 1870 en París
, de Sisley. Y hay una fotografía del propio Monet que me hizo morir de amores! Con razón te gustaba tanto el París de aquel entonces. Podríamos comprarnos una casa en la campiña francesa. Una del siglo XIX. No te parece bien? Qué delicia! Ya te mando el adjunto.
Te amo, Concha. Quiero que descanses mucho, que te acuestes temprano y que sueñes conmigo, mi dueña.
Laura.
Un día después:
Princesa cruel:
¿Así que eres capaz de escribirme dos cartitas y te resistes a enviármelas porque yo debo estar cansada? Eso es una gran crueldad, propia de mujer poco enamorada o directamente desenamorada. Yo te escribiré dentro de un rato una bien larga, pero cuando entre en este espacio me gustaría encontrar las tuyas esperándome compungidas y un poco llorosas porque deseaban estar conmigo y tú no se lo permitías.
Con tanto amor. Un beso salino en esos labios cálidos, dormidos.
C.
Una hora después:
Conchita:
Son casi las cinco de la madrugada. Me he quedado como siempre despierta y esperando el día entero un cierto
mail
.
Porque hoy te extrañé mucho, caracola. Y hasta llegué a pensar que ya estarías fatigada de mis amores. Decepcionada de tanta intensidad sin desahogo y bien cansada de mis locuras y despistes.
Y dónde estabas hoy? No estabas en mi buzón, casi nunca en mi celu. Ni siquiera habías llegado a la casa de adobe. Yo ya no puedo sentirme sola de vos. Podría, sí, pero no quiero. La verdad es que tuve sueño o cansancio todo el día. Estuve haciendo cosas para distraerme, cosas laboriosas y hacendosas. Aburridísimas! Y comí tantas frutillas para compensar el ansia de caracola, que me parece hoy tengo más pecas o estoy alérgica! Quiero más mimos. Podrías abrazarme esta noche (en un ratito me iré a la cama) y consolarme de tantas saudades?
Para colmo, estoy de cierre trimestral en la biblioteca, lo que significa presentar un inventario exhaustivo y un informe para dirección. También un proyecto de funcionamiento de biblios ambulantes. No sé por qué nunca te cuento estas cosas. Bueno, no son interesantes, y aunque forman parte de mi vida, yo no tengo (nunca tuve) mis intereses centrados en todo ese papelerío. Tampoco quiero agobiarte con mis cosas pequeñas.
Caracola! Si llego a amarte un poco más, no podré resistirlo. No sin tenerte cerca. (Sí, estoy emocional, sensible y melancólica. De majadera, nada. Si no recibo pronto besos y abrazos de mi dueña, no sé qué pasará conmigo. Estás informada).
Te adoro, Concha! Me gustó mucho ese beso salino. Habrá más de esos?
Dulcinea.
Un día después:
Princesa bonita:
¡Ay, cómo me hiere tu carta, y con tanta dulzura, directa al corazón! ¿Saudades y tristezas de amor, mi bien? ¿Cómo puedes sentirte sola si siempre estoy a tu lado en pensamiento? Esa intensidad nuestra, ¿quién quiere aminorarla? Yo quiero llevarla hasta el límite de mis fuerzas, quiero deshacerme en ti, transformarme en ti, que te alimentes de mí como el árbol de la tierra y sentir que mi sustancia te recorre las venas y se hace carne tuya.
Las inquietudes cotidianas: tu biblio, los papeleos, los compromisos míos… son calamidades inevitables y necesarias. Así son las cosas cuando se vive y se tienen obligaciones. Sobrellevémoslo con paciencia y con amor. Que el día en que haya menos correo no pienses que te olvido o que decae mi amor, porque entonces sufriré doblemente tu ausencia y tu tristeza. Vendrán días en que no te pueda escribir, pero en cambio te enviaré algún sms para hacerte saber en quién pienso en medio del tráfago y las obligaciones.
¿Tus pecas? Las contaré una a una (¿dónde tienes más?), nombraré las principales como se nombra a las estrellas, me las comeré una a una, lentejitas que me acercan al amor.
Tan distante y tan próxima. ¡Te necesito tanto, amor!
Y necesito esas cartas que no me has enviado ¿Por qué, princesa distante, ingrata y cruel? ¿Puedes hacerme eso, en este día de radiante primavera en que llueve mansamente en el jardín y yo, melancolía, escucho a Sinatra en una tristísima canción de amor que me gustaría escuchar, incluso bailar, teniéndote abrazada, sin casi mover los pies de la misma baldosa, solo oscilando un poquito y sintiéndote habitar este triste corazón tan melancólico hoy?
Te quiero. Dulces sueños, amor. Escríbeme cuando despiertes, apenas abras los ojos. Me encontrarás junto a tu almohada tibia.
Un beso más salino que el anterior.
C.
Seis horas después:
Conchita mía:
Acabo de leer tu correo. No podés ser así de adorable! No ves del modo en que estrujás mi corazón hasta sentirte tanto que me duele? Y yo que hoy te escribía una reprochándote distancias…
L.
Un día después:
Bruja mala, me has hechizado tanto que en lugar de trabajar pienso en ti y releo tus cartas. Me gustaría restañarte la tristeza con besos dulces, dulces, de hombro a hombro rodeándote y demorándome especialmente en la nuca, ahí te lamería también un poquito y te haría sentir mi aliento cálido en el nacimiento del pelo. No sé dónde pondría las manos cuando te hago eso, quizá en esas gacelas gemelas que crías para mi amor, en las que un día saciaré la sed de ti.
Mil besos.
C.
Tres horas después:
Solo unas letritas para decirte que te quiero, como un ramito de humildes flores que dejo a tu puerta. Es domingo y pienso en ti mientras no deja de llover y mi amor ha salido a disfrutar de Brooklyn, callejera y ventanera. Otro beso.
C.
Dos horas después:
Mi bien:
Sos la mujer que vive en mí y habita mis sueños y mis pensamientos desde que te encontré. Aún no me he mirado en tus ojos, pero yo te conozco, caracola. Conozco tu ternura y tu pasión que ignora las distancias y me enamora, me llena de deseos. Todo mi mundo ha girado en un vértigo y se transforma por tu causa. Estos son tiempos de alegre sinrazón que se suceden en mi vida desde que vos estás aquí. Ves cómo es especial este día?