Authors: Carmela Ribó
Un beso prolongado sentada junto a ti en el rincón más apartado de tu jardín.
C.
Dos horas después:
Me voy al cine con Julia y las otras. A la última de Woody Allen. Dos fotos más. Ya ves que cumplo mis promesas, amor.
L.
Un día después:
Hola, Pocahontas. Es la tarde del domingo, plomiza y algo lluviosa, otoñal, y como de costumbre te añoro.
Estoy algo fatigada y ahora hago un descanso con la cabeza turbia y el corazón cálido (he contemplado, una vez más, tus fotos). ¡Mira que eres bonita! Pa comerte, pa mojar pan...
Releo en la carta del otro día tu recuento de tus imperfecciones. ¿Qué pasa? ¿Temes que te quiera menos cuando te conozca mejor? Amiga mía, nos hemos conocido siempre, antes de que me las contaras conocía esas imperfecciones que dices, casi todas producto de la sinceridad (una virtud a veces incómoda que ya no se estila). Te quiero como eres, con tus vellos en las piernas, con tus arañitas en la barriga, con tus pecas y con tus tetas respingonas. Tu eres la Laura princesa que me espera con una alcarraza de agua fresca en aquella casa de adobe bermellón, cabe el mar azul, bajo el verde emparrado, cuando regreso de atender a los mil requerimientos de mi atareada vida.
Daría cualquier cosa por reclinar ahora mi cabeza en tu regazo y dejar que me acariciaras el pelo.
Te confesaré una cosa: me encanta que me acaricien el cuero cabelludo. Bueno, pongo la cabeza en tu regazo y me dejo hacer. Te quiero. Hoy no tengo fuerzas para hurgarte con mis dedos impacientes. Todavía no conozco el calor de tus entrañas. ¿No será que el amor udrí nos está pervirtiendo? ¿A qué espero?
C.
Tres horas después:
Conchita mía:
Miro en Google que en Madrid ha subido algo la temperatura pero el cielo está encapotado y llueve. Como en Madrid, también aquí es un día gris, pesado de aguas que ya no habrán de demorarse mucho. No te parece una extraña coincidencia? Tendremos que empezar a aceptar las verdades de los cabalistas: solo un gran distraído dejaría de notar que, cada vez más, nuestros días se acercan de modos aún sutiles, pero inevitables.
Y, si no, aquí tenemos ya la segunda coincidencia galáctica: un abismo de aguas como en los tiempos de los primeros viajes. Pero está el mismo gris de lluvia. Seguramente el mismo bochorno en la temperatura y alguna brisa inesperadamente fría. El mismo amor correspondido que está cambiando el ritmo de las estaciones. Y hasta podría afirmar que a esto (únicamente) apuntarían las profecías mayas, cuando advierten del tan mentado cambio planetario.
Caracola, mujer de poca fe, guardate de las sincronicidades… A veces abren una ventana de oportunidad que es del todo mágica. Y, ciertamente, un poco más de respeto con los místicos cabalistas, mi noble dama de la sociedad madrileña!
Me gustan tus defectos, caracola, incluso ese de ser murmuradora. Debe ser inevitable en esa sociedad de cotorras falsas, holgazanas y presuntuosas que te rodean.
Así que te gustan las tetas (digo, senos) respingonas. No te han de gustar las mías (mis senos) entonces, porque son bien redondas y van siempre muy delante de mí… las engreídas! En fin… Ahora recuerdo algo: habrás leído el cuento de Maupassant, bueno, en realidad es una versión que él hace de una historia entre un caballero y…? No te contaré más, por si no lo has leído. Y te merecerías leerlo, por cruel y desatenta.
Tu amor presente y del futuro (yo), amores del pasado… es todo un único amor. El mismo verbo amar declinado, cambiando las personas (también gramaticales), pero siendo una sola cosa. Los griegos tenían razón: no es solo un sentimiento, es una entidad, un Dios. El único. Los demás nacieron de sus aventuras! (Yo tengo informes muy desconocidos y fidedignos de la verdadera generación de los señores del Olimpo. Son datos muy confidenciales. Por favor, no divulgues, caracola, estas cosas tan santas). Me guardarás el sigilo?
Ah, caracola, me besaste en Mitilene para darme tu agua, pero no escribiste qué más nos pasó allí, cuando estabas reclinada en la alfombra, ya saciada de mí y los higos de mi boca. Seguiré, sigo esperando esa historia… Lo prometiste. Qué, no te hablé ya largamente del karma por no cumplir nuestros compromisos? Será que nunca podré convertirte a mi fe? Lo haré, estoy segura. Mis paraísos son mejores que los de las huríes. Mmm… mal argumento para caracola… que de buena gana se embarcaría en una trifulca para irse derechita con esas pervertidas!
Cuando nos encontremos, quiero que no lleves perfume, mi dueña. Quiero sentir tu olor más verdadero. Voy a olfatearte una primera vez profundamente. Después, ya te podrás perder entre las multitudes: yo te voy a encontrar solo buscando, oteando el aire por donde anduviste.
Y no es poética ni broma: tengo un olfato poderoso. Tanto que puedo distinguir el olor original de las personas bajo las capas de perfumes y otros cosméticos. Esta habilidad habría sido del todo provechosa, si me hubiera dado por estudiar Química. Ahora sería una afamada perfumista del mundo. Pero, quién le podría entrar a aquellas cosas imposibles, esas aberraciones de ácidos en cadenas y enlaces covalentes? (He dicho encadenamientos, he dicho enlaces? Ah…).
Huelo, viene una especie de emoción, y si el olor me gusta (no tiene por qué ser un aroma, ya te dije que por ejemplo me gusta el olor de los animales, de las algas podridas en la arena…). Te decía, si no me agradan (y bien podrían ser aromas afamados y muy franceses), me siento como herida. Me tengo que ir. Y me voy. Ya muchos saben que no estoy bien del coco… Y me perdonan. Voy a aprenderme el tuyo, tu olor de bestia hermosa y desconocida. Yo ya sé que me gusta, como me gusta todo lo de caracola. Te gustará el mío?
Y Conchita, yo ya estoy en tus abismos. Lo único que quiero es que me guíes. Soy una exploradora. Yo también hago viajes, aunque sean medio raros. Este es quizá el más enamorado de mi vida.
Quiero ese beso que te da remordimientos darme. Quiero todos tus besos. Los reclamo ahora formalmente, para que quede memoria por escrito, y porque son de mi entera propiedad desde un lejano, lejano, siglo de Safo en Mitilene, cuando era Lesbos.
Algo más y te libero: señora de mis días y noches en Mitilene, no me hables de la muerte. Eso es otra mentira! Será posible que tenga que pasar los próximos meses hasta que pueda verte al fin, contrarrestando la sarta de mentiras con las que te han educado los más ignorantes de esta Tierra? Solo es posible la Vida. No hay otra cosa en el Universo más que este Ser constante, inmutable, enamorado de su infinitud, conociéndose a sí mismo, experimentándose en sus muchas criaturas. Eso es Dios, eso es Vida, eso es Eternidad. Eso somos nosotras. Lo demás han sido cuentos para mejor dominar a los ingenuos…
No he dicho todavía lo mucho que te siento, ni cuánto pienso en vos, amiga. Dónde nos encontraremos por fin, acá o en Madrid, o quizá en Sevilla? Me llevarás a monumentos para que tome apuntes que justifiquen mis vacaciones eruditas? Caracola, pienso en ese momento y pienso en tu piel con olor a agua limpia y jabón (y ahora en tus axilas hospitalarias) y me empiezo a mojar en mis deseos. Mua.
Laura.
Un día después:
Amiguita:
Sabés qué estoy haciendo ahora? Comiendo un huevo hervido y esperando a que se enfríe mi té, dulcísimo y con jugo de limón. La merienda de huevos ha sido porque mi amiga Susan quiso tomar unos. Ahora quiere un bizcochuelo con dulce de leche y también una pizza casera! Y me convence fácil para sacarme del estudio (mi lugar predilecto de la casa): dijo que nadie en este mundo cocina tan delicioso como yo! Y me lo creo todo, faltaba más!
Me decías en otra que estás un poco cansada. Tendré que confesar que yo vivo, desde que te conozco, cansada, cansadísima. No duermo como antes, me olvido de hacer mis recetas con vegetales y si las hago me olvido de comerlas… Y también trabajo el día entero. Y después los desvelos de atender a mi amiga, la casa, mis cinco gatos…
Si en algo se parece lo que te pasa (o mejor dicho, si en algo se parecen las razones de amor), no habría de qué extrañarse!
Te recomiendo algo. Es más que una recomendación, es un pedido que te hago: quiero que busques a alguien que haga ayurveda. Y que vayas al menos dos veces por semana a que te toquen. (Nada de sexo!). Ya sabrás que es una imposición de manos que transmiten energía sanadora y revitalizante proveniente de Dios, el Universo, o como quiera que se llame. Y el masaje
abhiangam
, con aceites naturales, te devolverá la juventud más que todas esas cremas y potingues carísimos que usáis las encopetadas. Yo también hago ayurveda, pero aún no me inicié en el Grado de Maestría y, por lo tanto, podría, pero no sé si surtirá efecto, enviarte energías a distancia. Por cierto, mi maestra de ayurveda vive allí, en Madrid, en el barrio de Chamberi. Bueno, yo no sé bien si será a la vuelta de la esquina. También sé que a veces reside en Bilbao. Ella tiene una página en Internet (allí me la encontré) en donde usa un pseudónimo. No sé si darte el nombre del blog. Conociendo tus descreimientos y ateísmos (del todo imperdonables!), quizá te asustaría encontrarte de lleno y sin avisos frente a la mística de tantos ayurvedas, mudras, rondas de mujeres preneolíticas y búsquedas de los griales…
Ay, veo que otra vez esgrimo mal mis argumentos! No puedo con mis simplezas que no se atreven a emplear seducciones más inteligentes. Vos te vas a reír (ya te estarás riendo) de mis despistes espirituales. No importa, sigo en mis trece. Buscarás a una maestra de ayurveda? Ya todo el mundo va a sesiones de ayurveda y de yoga. Otros andan buscando experiencias como la recuperación de las memorias akáshicas, viajes astrales y todo eso. Nadie dirá que estás perdiendo el seso. Te hará bien, caracola. Tan solo hay que probarlo. (Lo del ayurveda, no las otras gansadas. Bueno, de seguro el yoga también sería acertado). Qué habrías de perder?
Solo hay que tener presente un par de cosas, no te hará nada malo, jamás. La energía divina es inteligente y amorosa. No puede hacer daño. Pero, desde luego, si vas pensando que no hay forma de que puedas recibir beneficios solo con estar ahí sentadita mientras te imponen las manos… bueno, es aquello del libre albedrío. Si caracola dice: «No pasará nada», entonces será: «Sí, amo, como digas».
Yo tendría que vivir a dos manzanas de tu calle. Sería, desde luego, tu amante secreta. Vendrías a mi casa cuando quisieras. También porque así yo dejaría de llamarte al celu y de estorbar a cada rato tus meditaciones. Te daría algo de cenar (unas semillas de girasol y pasas de ciruela, naturalmente), y después, apoyarías la cabeza en mi falda, todavía hambrienta de tus mimos de niña triste. No es una gran idea? Claro que sí, es una grandiosa idea! (Notarás que no espero tu respuesta… por las dudas…).
Bueno, definitivamente se ha instalado la primavera. Aquí estoy, con una ramita de laurel para espantar dos o tres moscas bobas que me atormentan mientras te escribo (ya te conté que no uso insecticidas).
Estaba de pantuflas escribiéndote (eso sí: bordadas con mis iniciales) y he tenido que ir a por mis viejas sandalias que no por viejas han de ser despreciables siendo que todavía me sirven bien. No estás de acuerdo, caracola? No tenés vos alguna prenda así medio deslucidita que sin embargo no querés desechar? A mí me vienen a veces esos amores inexplicables y ando como una desprolija, pero con el corazón tibio y satisfecho por el mundo. A fin de cuentas, quién habría de fijarse en un suéter raído de una todavía más humilde bibliotecaria? Sobre todo si el mismo suéter tiene la gentileza de ser escotado. Hoy quizá me lo ponga, mis compañeros (Anita, la del Club La araña tejedora, y el profesor de inglés de quienes hablé en alguna carta) me han invitado al cine. La película ha de ser un mamarracho
(Inmortal),
pero quizá la charla con café compense el viaje y el estruendo de la sala. Han elegido un sitio que está muy de moda en ciertos círculos. No me entusiasma mucho frecuentar la bohemia intelectual argentina de Brooklyn. Pero necesito distraerme un poco. Como te dije, hoy estamos también de paro y por eso te escribo a estas horas, aunque te pienso en todas.
Conchita, mi secreta amiga, hay que salir a mirar la luz del día, o de la noche. Y hay que hacerlo muy seguido. Hay que andar por un parque, con un libro (de esos que nunca vamos a leer). Hay que bajar a la costa a ver las olas. No importa si vas sola. Nunca estarás (nunca estamos) solas, en realidad. Hay que prepararse tu jugo de naranjas o un mix de frutas y bajar a la vereda a tomarlo, viendo pasar las chicas con culos frondosos y charlando con algún vecino. Si no hay vecinos a la vista, habrá algún transeúnte conocido o desconocido del todo. También hay que sacar a pasear al can. En realidad, el que pasea es uno, él siempre está en la suya! Después, cuando regreses, te tumbás dulcemente en un sillón bien grande. Mirás el techo con inexplicable ternura. Es el momento en que pensás en mí. En todo lo que pasa en ese mismo instante paralelo, allá en nuestro Mitilene. Si después de estos consejos terapéuticos, te sentís aún cansada… tendré que ir y comprarme una casa a la vuelta de la tuya! (Y te digo estas cosas, porque ya me aseguraste que no me veías como a la pirada de
Obsesión fatal).
Bueno, aquí viene la lista:
1) Se reitera aquí el pedido de acudir a las sesiones de ayurveda cuanto antes. (Te acordarás, propuse que además de preguntas irían igualmente los pedidos).
2) Sabías que los colores de tu vello me hicieron acordar del personaje de
El amante de lady Chaterley
?
Hasta aquí las preguntas.
Ahora vendrá la parte para nada «caótica» que «derrama los sentimientos»: te estoy queriendo mucho, caracola. Y te deseo también. Y no te creas que estás tan rara. A veces no quiero que me penetres con tus dedos ansiosos o con el Frank, tan solo quiero demorarme en besos, en caricias suaves y osadas. Esas que hacen las manos solas, cuando se sienten dueñas de los territorios y están cada vez más cerca del sueño de una siesta. Estaré yo también pervirtiendo los sanos principios del udrí?