Mujer sobre mujer (25 page)

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Authors: Carmela Ribó

BOOK: Mujer sobre mujer
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Hoy he pensado en algo (porque yo pienso, sí). Nos hemos contado cosas, hemos abierto las puertas como vos decías, también hemos reído o sonreído juntas (separadas). Nos requebramos de tiernas palabras y también nos calentamos alma y cuerpo cuando el deseo se vuelve intolerable. Yo me siento más cercana a tu vida y a tus misterios de lo que podría imaginarse, ya que sólo nos unen estas cartas y algunas fotos. Te siento más y mejor, estás más dentro de mi vida de lo que ha estado nunca cualquier otra persona con la que pudiera construir un vínculo más concreto. No tengo dudas: nos hemos conocido en existencias pasadas. No creo que el nuestro sea un encuentro fortuito en un fortuito mar virtual. Más parece un reencuentro. Una cita que hicimos quién sabe hace ya cuánto, siglos, milenios?, y recordamos hace poco. Siempre he buscado a una amiga como vos. Y te he buscado mucho! Sin embargo, hay cosas que todavía no nos contamos. Intuyo que me guardas muchos secretos, quizá secretos afectos heredados de los que todavía no te desprendes. Ya sabes que soy un poco bruja. Te disculpo por ello, amor, pero no me lo guardes más. Naturalmente, en estas primeras citas (cartas) habremos elegido lo mejor y más apropiado para compartir con la otra. Esta carta será muy profunda… reclínese en su butaca, caracola.

Seguramente, si estuvieras aquí, ya habría gastado una fortuna en sandalias, cremas rejuvenecedoras con pizcas de inusitados ingredientes (partículas de tierra traídas desde el Nilo, aguas de Islandia, babas de caracol y esas cosas). Otro tanto se habría ido en perfumes -porque los usaría sin medida, aunque no tanto como la dama negra que te correspondió el otro día- y lo mismo en esos calzones que los modistos llaman tan sugestivamente
lingerie
. Yo no sé qué derroches te habrían supuesto tus amores conmigo. Aunque imagino que tendríamos muchos jaboncitos de hoteles con nombres como La isla del amor, El encuentro, o La mazmorra de Sade!

En medio de todo ese despliegue de cortejantes, habríamos tenido tiempo de vernos reaccionar con genuina espontaneidad. Me refiero a que, ya lo sabemos, este texto escrito permite una distancia y una planificación y corrección que no tendríamos si estuviéramos sincrónicas y coterráneas. Entonces sabríamos de verdad cómo es la otra frente a las circunstancias. Que no es lo mismo que intentar definirse contándonos cómo somos, o creemos que somos, o cómo queremos que la otra nos conozca.

Bien. Ha sido un largo prólogo para una petición bien corta: qué te parece, caracola, si nos contamos algo de nuestros consabidos y humanos defectillos? Me temo que vos ya conocés alguno de los míos. Ni por correspondencia puedo dejar de ser caprichosa e impulsiva. Me cuesta mucho contener mis emociones, pensar mis palabras (excepto cuando estudio, claro!). Casi nunca cuestiono mis intuiciones: sé que son incuestionablemente sabias. Aunque, a veces, me llevan por caminos escabrosos… Pero todo es aprendizaje. Mi padre solía decirme, cuando nos daba por filosofar y sacar moralejas acerca de esto de vivir: «Nunca reprimas un buen impulso. Si vas a reprimir algo, que sean esas cosas que todavía tenemos que enmendarnos. Y no te arrepientas de hacer lo que consideres bueno y altruista. Si vamos a arrepentirnos de las buenas acciones… estamos todos locos!». Era un gordo insoportable, a veces adorable, con cara y alma de manzana!

En fin, el recuerdo vino porque quería decir que seguir puntualmente esos consejos me atrajo personas y experiencias valiosas y ennoblecedoras. Y también profundas decepciones y momentos ingratos. No es nada fácil practicar la religión más sencilla de este mundo: ser simplemente bueno.

Pero me fui del tema. Yo quería hablarte de mis defectos. Los que me veo, los que me atrevo a confesar en este momento de nuestra amistad. Siempre me he reído del discurso de una vecina mía acerca de las bondades de su propio hijo: la pobre madre, no encontrándole virtudes mayores, solía enumerar por la negativa los muchos defectos que el niño no tenía! «Que mi Jack no es ladrón, ni adicto, ni le da por andar con malas juntas…».

Me parece que yo podría ir por el mismo lado. Me conviene.

Aquí voy: no soy calculadora, es un impedimento de orden genético-intelectual. Así es como los números me rechazan siempre… Tampoco soy adicta a psicofármacos, no como carne de los pobrecitos animales y no soy falsa o mentirosa, porque lo que pienso y siento se me salta solo, sin que yo logre contener (o saber de antemano) lo que voy a decir… Tampoco robo nada, nunca he sentido envidia (excepto de tus amantes), jamás he abrigado pensamientos interesados o de ajedrecista, como digo a veces. Hasta aquí mis «virtudes» o abstinencias.

Voy a explicar un poco lo de la impecabilidad relativa a las pertenencias de los otros. Lo haré porque me parece que el punto es del todo interesante. «No robarás. No codiciarás». Yo no pienso que tomar lo que es de otros se refiera únicamente a las posesiones. En la misma categoría incluyo el robo de autoestima: las críticas y juicios negativos, el abuso en el tiempo y la escucha del otro. Todos son robos, energéticamente hablando. Y hay que tener cuidado con estos hurtos. Sucede que, como ya te he contado, lo que das, vuelve. O sea, si una persona se trae un alfiler de la tienda donde trabaja, perderá después su propia agenda. Si se guarda un
sachet
de mayonesa en un supermercado, después alguien le sustraerá su celular. Del mismo modo, si alguien se ensaña en las críticas hacia otro, sucederá que todas sus cosas se verán entorpecidas, y los demás también se volcarán en su contra y no verán sus virtudes, porque, lo que das, vuelve.

El punto es que vuelve por triplicado. Te acordás de aquella maldición de las brujas? Es cierto. Lo que damos, vuelve por multiplicado por tres. Y, si no, fíjate en tus propias experiencias. Lo que sea que hayas dado a otros, seguro regresó con creces. Y no me refiero a cosas, me refiero a tiempo, paciencia, indulgencias, ternura, sinceridad… esas cosas.

Yo profeso esta creencia: «Hay abundancia para todos y hay abundancia para mí». Eso les enseño a mis amigas y discípulas. Para que nunca lleguen a codiciar lo que no les pertenece, para que nunca se sientan tristes por lo que desean y todavía no han logrado alcanzar. (En todos los planos). Lo hago porque es mi verdad, lo que tengo para enseñar (más que lecciones de lingüística) y lo que seguramente recordarán un día más lejano.

Ay, me fui por las ramas otra vez! Hablábamos de mis defectos. Vamos por lo derecho: soy literal, tanto como puede serlo un niño. No siempre entiendo los dobles sentidos. Conozco los recursos discursivos, pero no siempre los identifico en mis propias interacciones. Casi siempre hay que explicarme los chistes y las sutilezas. Y por eso mismo, por usar acepciones siempre rectas del lenguaje, alguna vez parecería que digo cosas muy inteligentes, cargadas de sutiles connotaciones, sutilísimas… cuando en realidad he dicho seguramente una burrada, o una cosa muy simple. Recuerdas
Bienvenido Mr. Chance
? Pues algo parecido. Compensaciones de la vida, supongo.

A ver, otro defecto. Soy bastante rencorosa. Si me hieren injustamente o con intención expresa de hacerme mal, puedo hacer borrón y cuenta nueva, no me detengo en ese desprecio, no estoy a cada rato recordando el mal que me hicieron, ni quejándome, pobre de mí! Pero tampoco me olvido. Es como un registro indeleble. No olvido las ofensas, como no olvido las bondades, ni nada que haya vivido antes. Mi memoria es perfecta. (A veces me hago la desmemoriada, pero eso es una astucia…). Recordaré siempre que me lastimaron y que lo hicieron de pura maldad. Será de un modo desapasionado, pero será igualmente un recuerdo permanente. Seguiré amando, dando, respetando, si es que eso siente mi corazón. Pero no habrá confianza ciega, que es la que más me gusta. «Ya una vez, allá por 1645, recuerdo que este señor o esta señora…». Así somos, amiga.

Bueno, cierto que hay mucho más! Pero creo ya es hora de dejar por aquí la relación de mis imperfecciones, porque, si no, esta carta se haría muy extensa! Me retribuirás también con tus horribles defectos, caracola? Me dirás de paso algo de tus filosofías? A esto le llamo: jugar a conocer el lado oscuro de la luna. Me mostrarás tus sombras, aunque sea dosificadamente y solo las aptas para todo público?

Ya me despido, amiguita. Te he querido mucho el día de hoy. Aunque vos apenas si me querés alguna vez. (No puedo dejar de decir pavadas! Es mi estilo natural y espontáneo. Otro defectillo, aunque este del todo tolerable. No?).

Hoy te abrazo. Sin beso, sin manos en tu montecito. Sin susurros.

Te abrazo con un amor de amigas. Entrañable.

Laura.

PD: Ahora veo que, para ser un abrazo casi angelical, me he detenido mucho en las cosas que no haría… Sigo razonando por la negativa. O sigo con ganas de mantenerte deseosa para mí…

PD 2: Me decís que nos hemos conocido demasiado tarde? No estoy de acuerdo. Nos conocimos cuando estuvimos listas para entendernos. Acaso imaginaste que siempre he sido la misma? Soy como soy ahora porque viví siendo otra bien distinta y crecí para ser lo mejor que hoy puedo. Quizá cuando yo tenía treinta y dos (y vos tenías cuarenta y uno) y tanto te necesitaba, amiga, no me habrías siquiera mirado si alguien nos hubiera presentado. No por el afuera. Me refiero a que probablemente estarías ocupada en otras experiencias, criar hijos quizá sin sospechar el vacío de tu vida tan aparentemente llena de tantas cosas. Te encontré en el momento perfecto, caracola. En el momento en que no necesitamos que la otra nos sostenga. En un momento de madurez y de sabiduría. Somos bien poderosas las dos, cada una a su modo. Ahora recuerdo unos versos de Rafael Alberti, él te dirá mejor lo que yo digo:

Vino el que yo quería.

El que yo llamaba.

(…)

Para, sin lastimarme,

Cavar una ribera de luz dulce en mi pecho

Y hacerme el alma navegable.

Sí, caracola, apuremos la copa. Pero no por falta de tiempo, ni porque venimos rezagadas. Solo porque a las dos nos pueden las pasiones, los libros, las historias y algo de amor udrí! Mua.

 

Dos días después:

 

Pocahontas querida:

Llevo dos días de locura. Ayer leí tu carta, pero no pude responderla porque tuvimos diversos compromisos de museos, de bridge, de bastimentos en esta casa y para colmo la visita de un socio de Emilio a cuya mujer, una baquiburra de cuidado, colombiana, hube de acompañar a diversos plateros para que comprara un baúl de cachivaches…. ¡Ufff! Y a mi regreso de todo eso se había hecho demasiado tarde y tenía la cabeza demasiado confusa. ¡Qué esclavitud la de los compromisos que te arrebatan de casa cuando solo querrías estar con tu amor, leer sus cartas y escribirle!

¿Un recuento de imperfecciones? ¿Qué clase de amistad es esta? ¿Mis defectos? ¿Piensas acaso que tengo alguno?

Es broma. Debo tener muchos, como cada cual, y supongo que los irás conociendo con el tiempo. Enumeremos hoy algunos: vanidosa, rencorosa y murmuradora.

A menudo uso un traje de baño de una pieza, pero cuando estoy con Lola Santuola o con Cuqui Ysasmendi, con las que suelo coincidir en Ibiza o en Marbella, no pierdo ocasión de lucir bikini solo para exhibirme ante sus maridos (que me desean), y cuando alaban mi figura, les digo que es muy fácil tenerla solo con un poco de
gym
. Y ellas, que serían incapaces de la más mínima molestia y tienen las carnes flojas, me asesinan con la mirada. Con Montse tengo mayor confianza. A veces nos bañamos desnudas en la piscina de casa (lo que da que pensar al servicio, seguramente creerán que andamos liadas).

También, como a ti, me cuesta olvidar las ofensas. Como se dice por aquí, perdono pero no olvido. Y prefiero no relacionarme con gentes que me hayan ofendido, porque no sé disimular (este es otro de mis defectos, o quizá sea una virtud).

Solo tengo una norma de vida muy simple: libertad absoluta y hacer el bien a los demás desinteresadamente, al tiempo que te guardas de ellos. Sé que vivimos en una jungla, y en esta que tú llamas alta sociedad mucho más que en la baja, puedo asegurártelo. Soy consciente y procuro no ser cándida (aunque a veces lo soy). Creo que me tienen conceptuada como buena persona. Si puedo hacer un favor, lo hago. Trabajo desinteresadamente en una docena de organizaciones de ayuda a personas, animales o cosas que necesitan auxilio, y no miento más que cuando es estrictamente necesario. En el fondo, pesa sobre mi conciencia mi educación católica, con la única salvedad de que el sexo nunca me pareció pecado sino actividad placentera y recreativa.

Te abro mi corazón hasta extremos que me sorprenden. ¿De veras quieres penetrar en mis abismos?

Quiero hablarte de mi amor, no de mis amores, de mi amor presente, no de amores marchitos, amarillos. Mi amor presente es darme a ti, soñar contigo, aguardar tus cartas, anhelar tus besos. Siento a veces, en mis imaginaciones, tus labios resecos cuando me besas para que yo los humedezca. Puede que sea el aire de Mitilene, donde sopla siempre la brisa del mar cargada de sal, de yodo y de olores de algas corruptas que tú ahuyentas con tus perfumes.

No sé si vas a rechazar ahora este beso, después de confesar que soy rencorosa y murmuradora. Que conste que tú me forzaste a hacerlo. Yo solo sé que te quiero, Lauri lejana, y que te siento más próxima de lo que jamás he sentido a nadie.

Era demasiado tiempo sin molestias. Tengo que despedirme; Fidelia me requiere para preparar el menú de mañana. Me despido ya: te quiero.

Ah, tenemos nueva doncella. Esta se llama Lola y tiene diecinueve años. Nos la han buscado las monjas de la Inmaculada, que recogen muchachas de dudoso porvenir en los pueblos, las educan y les buscan empleo en casas solventes. Es muy callada y todavía no se toma confianzas. Ya veremos.

No creas que he desesperado de tener tus fotos. Sé que un día me sorprenderás con nuevas visiones de esas geografías que añoro y deseo.

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