Read Muerto Para El Mundo Online
Authors: Charlaine Harris
El cuerpo de Calvin se tensó. No esperaba que Crystal supiese algo sobre la desaparición de Jason. Sólo había querido ser educado conmigo. Leía eso, pero poco más. No lograba descifrar su relación. Él tenía poder sobre la chica. Eso se adivinaba enseguida, pero ¿de qué tipo? Era algo más que la autoridad de un tío; era más bien como si él gobernara sobre ella. Tal vez fuera vestido con ropa vieja de trabajo y botas de seguridad, tal vez tuviera el aspecto de cualquier obrero de la zona, pero Calvin Norris era mucho más.
"El jefe la manada", pensé. ¿Y quién integraría una manada en un lugar tan remoto como aquél? ¿Sólo Crystal? Entonces recordé la velada advertencia de Sam sobre la naturaleza excepcional de Hotshot y tuve una revelación. Todos los habitantes de Hotshot tenían dos naturalezas.
¿Sería posible? No estaba del todo segura de que Calvin Norris fuera un hombre lobo..., pero estaba segura de que no se transformaba precisamente en un conejito. Tuve que combatir un impulso casi irresistible de inclinarme y posarle la mano en el antebrazo, tocar piel contra piel para leerle la mente con la mayor claridad posible.
De una cosa estaba totalmente segura: no me gustaría estar por las cercanías de Hotshot durante las tres noches de luna llena.
—Eres la camarera del Merlotte's —dijo, mirándome a los ojos con la misma intensidad que había mirado a los de Crystal.
—Soy una de las camareras del Merlotte's.
—Eres amiga de Sam.
—Sí —dije con cautela—. Lo soy. Y también soy amiga de Alcide Herveaux. Y conozco al coronel Flood.
Eran nombres que significaban alguna cosa para Calvin Norris. No me sorprendió que Norris conociera los nombres de algunos de los hombres lobo más destacados de Shreveport y que conociera a Sam, naturalmente. Mi jefe había tardado un tiempo en conectar con la comunidad local de gente con dos naturalezas, pero, desde entonces, intentaba mantener cierto contacto con ellos.
Crystal había seguido escuchando con sus ojos oscuros abiertos de par en par, y su humor no había mejorado en absoluto. Por la puerta trasera de la casa apareció entonces una chica vestida con un peto que levantó en brazos al pequeño y lo separó de sus construcciones. Aunque su cara era más redonda y menos llamativa, y su figura más robusta, era evidente que se trataba de la hermana menor de Crystal. Y, al parecer, estaba embarazada de nuevo.
—¿Necesitas alguna cosa, tío Calvin? —preguntó, mirándome por encima de la cabeza de su hijo.
—No, Dawn. Encárgate de Matthew. —Desapareció con el niño por la puerta trasera de la casa. Había acertado con el sexo del pequeño.
—Crystal —dijo Calvin Norris, con una voz a la vez tranquila y aterradora—. Cuéntanos ahora lo que hiciste.
Crystal creía haber salido ilesa del asunto y la orden de confesar su fechoría la sorprendió.
Pero tenía que obedecer. Inquieta, acabó haciéndolo.
—En Nochevieja salí con Jason —dijo—. Lo conocí en el Wal-Mart de Bon Temps, cuando fui a comprarme un bolso.
Suspiré. Jason encontraba compañeras de cama en cualquier sitio. Al final acabaría contrayendo alguna enfermedad desagradable (si es que no la había contraído ya) o viéndose inmerso en una demanda de paternidad, y yo no podía hacer nada al respecto excepto observar lo que ocurría.
—Me preguntó si quería pasar la Nochevieja con él. Me dio la impresión de que la chica con quien había quedado le había dado plantón, porque no es precisamente el tipo de chico que se queda sin nadie con quien salir en una fecha tan destacada como ésa.
Me encogí de hombros. Por lo que yo sabía, Jason era capaz de haber quedado y dado plantón a cinco mujeres distintas para la fiesta de Nochevieja. Y tampoco era infrecuente que las mujeres se exasperaran hasta tal punto debido a su constante persecución de cualquier cosa que tuviera vagina que acabaran rompiendo sus planes con él.
—Es un chico muy guapo y me gusta poder salir de vez en cuando de Hotshot, de modo que le dije que sí. Me preguntó si podía venir a recogerme, pero sabía que a mis vecinos no les gustaría y por eso le pedí que quedáramos en la gasolinera Fina y, desde allí, fuéramos en su camioneta. Y eso fue lo que hicimos. Me lo pasé muy bien con él, fuimos a su casa, pasamos una buena noche. —Me lanzó una mirada—. ¿Quieres saber cómo es en la cama?
Hubo un movimiento indefinido y vi sangre en la comisura de su boca. La mano de Calvin volvió a colgar entre sus piernas antes incluso de que me diera cuenta de que se había movido.
—Sé educada. No le muestres tu peor cara a esta chica —dijo, y lo hizo en un tono tan serio que decidí también yo ser de lo más educada, por si acaso.
—De acuerdo. Supongo que esto no ha estado bien —admitió en un tono de voz más suave y disciplinado—. Quería verlo la noche siguiente, y él también quería volver a verme. De modo que salí de aquí furtivamente y me fui a su casa. Él tenia que salir para ir a ver a su hermana... ¿A ti? ¿Eres la única hermana que tiene?
Asentí.
—Y me dijo que lo esperara allí, que regresaría enseguida. Yo quería acompañarlo, y me dijo que podría haberlo hecho si su hermana no tuviera compañía, que estaba con vampiros y que no quería verme mezclada con ellos.
Creo que Jason sabía cuál sería mi opinión sobre Crystal y que no le apetecía oírla. Por eso la dejó esperando en su casa.
—¿Regresó a casa? —preguntó Calvin, despertándola de su ensueño.
—Sí —respondió, y me puse tensa.
—¿Qué sucedió entonces? —preguntó Calvin, cuando ella dejó de hablar.
—No estoy del todo segura —dijo—. Yo estaba en su casa, esperándolo, y oí llegar su camioneta. Y pensé: "Estupendo, ya está aquí, podemos empezar de nuevo la fiesta". Pero no lo oí subir por los peldaños que dan acceso a la puerta, por lo que me pregunté qué sucedería. Naturalmente, todas las luces de fuera estaban encendidas, pero no me acerqué a la ventana porque sabía que era él. —Naturalmente, una mujer lobo conocería de sobra sus pasos, tal vez identificaría su olor—. Tengo muy buen oído, y lo escuché rodeando la casa, de modo que pensé que entraría por la puerta trasera por alguna razón, tal vez porque llevaba las botas sucias o algo por el estilo.
Respiré hondo. Llegaría al momento crucial enseguida. Lo sabía.
—Y entonces, en la parte trasera de la casa, y también más lejos, a varios metros del porche, oí mucho ruido, y alguien gritando, y después nada.
No habría notado tantas cosas de no haber sido una cambiante. Sabía que le encontraría un lado bueno si insistía en buscarlo.
—¿Saliste a mirar? —le preguntó Calvin a Crystal. Le acarició con la mano sus rizos negros, como si lo estuviera haciendo con su perro favorito.
—No, señor, no salí a mirar.
—¿Oliste alguna cosa?
—No me acerqué lo suficiente —admitió resentida—. Soplaba viento en contra. Capté un poco de Jason, y sangre. Tal vez un par de cosas más.
—¿Como qué?
Crystal bajó la vista.
—Un cambiante, quizá. Hay algunos de nosotros que pueden transformarse sin que sea necesariamente luna llena, pero yo no. De haber podido, habría captado mejor el olor —me dijo, casi disculpándose.
—¿Un vampiro? —preguntó Calvin.
—Nunca he olido a vampiro —respondió simplemente—. No lo sé.
—¿Una bruja? —pregunté yo.
—¿Huelen distinto a la gente normal y corriente? —preguntó dubitativa.
Me encogí de hombros. No lo sabía.
—¿Qué hiciste después? —le preguntó Calvin.
—Sabía que algo se había llevado a Jason al bosque. Y... lo perdí. No soy valiente. —Se encogió de hombros—. Después regresé a casa. No podía hacer otra cosa.
Intenté no llorar, pero no pude evitar que las lágrimas empezaran a rodar por mis mejillas. Por vez primera me veía obligada a admitir que no estaba segura de volver a ver a mi hermano con vida. Pero, de todos modos, si la intención del atacante era matar a Jason, ¿por qué no había abandonado su cuerpo en el jardín trasero? Tal y como Crystal había dicho, la noche de Año Nuevo no había habido luna llena. Había cosas que no podían esperar a la luna llena...
Lo malo de conocer todas las criaturas que existen en el mundo además de nosotros es que me imaginaba que había cosas capaces de acabar con Jason de un solo bocado. O con unos cuantos mordiscos.
No podía permitirme pensar aquello. Aun sin parar de llorar, hice un esfuerzo e intenté sonreír.
—Muchas gracias —dije educadamente—. Les agradezco mucho que me hayan dedicado este tiempo. Sé que tienen cosas que hacer.
Crystal me miró recelosa, pero su tío Calvin alargó el brazo y me dio unos golpecitos de consuelo en la mano, una acción que dejó sorprendido a todo el mundo, incluso a sí mismo.
Me acompañó hasta el coche. El cielo volvía a encapotarse, hacía más frío y el viento empezaba a agitar las ramas desnudas de los arbustos plantados en el jardín. Reconocí la retama y la espirea, incluso un magnolio. A su alrededor había plantados narcisos e iris: las mismas flores que había en el jardín de mi abuela, los mismos arbustos que crecían en los jardines del sur desde hacía muchas generaciones. En aquel momento todo parecía triste y sórdido. En primavera, en cambio, el entorno cobraría un aspecto encantador y pintoresco; la decadencia de la pobreza enriquecida por la Madre Naturaleza.
Dos o tres casas más abajo, un hombre salió de un cobertizo, nos vio pasar y se quedó mirándonos casi sin creerse lo que veía. Después de un buen rato, entró en su casa. Estaba demasiado alejado como para poder discernir bien sus facciones, excepto su cabello claro y grueso, pero demostró mucha elegancia. A la gente de aquel lugar no les gustaban en absoluto los desconocidos, incluso parecían tenerles alergia.
—Mi casa es aquella de allá arriba —dijo Calvin, señalando una casa mucho más distinguida, pequeña pero cuadrada, recién pintada de blanco. En la casa de Calvin Norris todo se veía en buen estado. El camino de acceso y la zona de aparcamiento estaban claramente definidos; el cobertizo de las herramientas, pintado de blanco también y sin rastro de óxido, se erigía limpiamente sobre una parcela de suelo de hormigón.
Moví afirmativamente la cabeza.
—Se ve muy bonita —dije, sin que me temblara la voz.
—Quiero hacerte una propuesta —dijo Calvin Norris.
Intenté parecer interesada. Me volví hacia él.
—Ahora eres una mujer sin protección —dijo—. Tu hermano se ha ido. Espero que regrese, pero no tienes a nadie en quien apoyarte mientras no está.
Su discurso se equivocaba en muchos sentidos, pero en aquel momento no me encontraba con ánimos de llevarle la contraria a un cambiante. Me había hecho un gran favor consiguiendo que Crystal hablara. Así que me quedé quieta, soportando el frío viento e intentando mostrarme educadamente receptiva.
—Si necesitas un lugar donde esconderte, si necesitas que alguien te cubra la espalda o te defienda, yo soy tu hombre —dijo. Me clavó en los ojos su mirada verde y dorada.
Os diré por qué no lo rechacé con una sonrisa burlona: porque no me lo decía con aires de superioridad. Según sus costumbres, estaba mostrándose de lo más cortés ofreciéndome un lugar donde protegerme. Naturalmente, esperaba "ser mi hombre" en todos los sentidos, además del de la protección. Pero no se mostraba lascivo, ni ofensivamente explícito. Calvin Norris estaba ofreciéndose a correr peligro por mí. Hablaba en serio. No podía enojarme por ello.
—Gracias —dije—. Recordaré sus palabras.
—He oído hablar de ti —dijo—. Los cambiantes y los hombres lobo hablamos entre nosotros. He oído decir que eres distinta.
—Lo soy. —Tal vez los hombres normales y corrientes encontraran atractivo mi aspecto exterior, pero mi interior les repelía. Si algún día, debido a la atención que me habían prestado Eric, Bill, o incluso Alcide, empezaba a volverme vanidosa, me bastaría con escuchar los pensamientos de algunos clientes del bar para que se me deshinchase el ego. Abracé con fuerza mi viejo abrigo azul. Como prácticamente todos los seres con dos naturalezas, Calvin tenía un organismo que no sentía el frío con la misma intensidad que un metabolismo completamente humano—. Pero mi diferencia no estriba en tener dos naturalezas, aunque aprecio su..., su amabilidad. —Aquello era lo más cerca que podía estar de preguntarle a qué venía tanto interés.
—Lo sé. —Asintió reconociendo mi delicadeza—. De hecho, esto te hace más... La cuestión es que aquí en Hotshot somos una comunidad muy endogámica. Ya has oído a Crystal. Sólo puede transformarse cuando es luna llena y, francamente, ni siquiera entonces tiene plenos poderes. —Señaló su rostro—. Mis ojos no son humanos. Necesitamos sangre nueva, nuevos genes. Tú no tienes dos naturalezas, pero tampoco eres una mujer normal y corriente. Las mujeres normales y corrientes no duran mucho tiempo aquí.
Era una forma siniestra y ambigua de decirlo. Pero intenté mostrarme comprensiva. En realidad lo comprendía, y entendía su preocupación. Calvin Norris era evidentemente el líder de aquel poblado excepcional y su futuro era responsabilidad suya.
Miró con el ceño fruncido en dirección a la casa donde habíamos visto antes a aquel hombre. Pero se volvió hacia mí para acabar de contarme lo que quería.
—Creo que la gente de aquí te gustaría y que serías una buena criadora. Lo adivino por tu aspecto.
Era un cumplido de lo más insólito. No se me ocurría como agradecerlo de la manera adecuada.
—Me siento adulada de que piense así y aprecio su ofrecimiento. Recordaré lo que me ha dicho. —Hice una pausa para pensar qué decir—. La policía acabará descubriendo que Crystal estuvo con Jason, si no lo ha descubierto ya. También vendrán por aquí.
—No encontrarán nada —dijo Calvin Norris. Sus ojos verde dorado se cruzaron con los míos—. Ya han estado por aquí otras veces, y volverán a irse. Nunca descubren nada. Espero que encuentres a tu hermano. Si necesitas ayuda, házmelo saber. Trabajo en Norcross. Soy un hombre serio.
—Gracias —dije, y subí al coche con una sensación de alivio. Me despedí de Calvin con un movimiento de cabeza mientras retrocedía con el coche por el camino de acceso a la casa de Crystal. De modo que trabajaba en Norcross, la fábrica maderera. Norcross era una empresa que generaba beneficios y donde había muchas promociones internas. Estaba claro que me habían hecho ofertas peores.
Mientras me dirigía al trabajo, me pregunté si Crystal habría intentado quedarse embarazada durante sus noches con Jason. A Calvin no parecía importarle en absoluto enterarse de que su sobrina se había acostado con un desconocido. Alcide me había explicado que los licántropos tenían que cruzarse con licántropos para tener hijos con sus mismas características, de modo que, al parecer, los habitantes de aquella comunidad estaban tratando de diversificarse. A lo mejor los licántropos inferiores intentaban perder su especialidad, es decir, tener hijos con humanos normales y corrientes. Siempre sería mejor eso que tener una generación de licántropos cuyos poderes fueran tan débiles que apenas pudieran actuar eficazmente en su segunda naturaleza, y tampoco se sintieran satisfechos como humanos normales.