Muerte de la luz (8 page)

Read Muerte de la luz Online

Authors: George R.R. Martin

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: Muerte de la luz
12.09Mb size Format: txt, pdf, ePub

Dirk meneó la cabeza.

—Los vínculos kavalares se rigen por el hábito y la obligación —dijo Ruark, inclinándose hacia adelante teatralmente—, y el amor es apenas un accidente. Gente violenta, se lo advertí. He leído historia, leyendas… Gwen conoció a Jaan en Avalon, sabe usted, y ella no leyó. No lo suficiente. Él era Jaan Vikary de Alto Kavalaan, ¿y qué era eso?, ¿algún planeta? Gwen nunca se enteró. De veras. De modo que la atracción que les unía, llámela amor, si lo prefiere, creció, y durmieron juntos, y él le ofreció el jade-y-plata forjado con su emblema. De pronto ella fue la
betheyn
de Jaan Vikary, la esposa
betheyn.
Es su cónyuge, sí. Su amante, y más. Su propiedad y su esclava, también. Y un presente. Es el presente que él tributó a la congregación de Jadehierro, pues con ella compró sus altonombres. Si él lo ordena, ella tiene que ser madre, quiéralo o no. Si Jaan muere en un duelo con un hombre de otro clan que no sea Jadehierro, un Braith o un Acerorrojo por ejemplo, Gwen pasa a manos de ese hombre como un botín, una propiedad… Y se convierte en su
betheyn o
bien, en caso de que el vencedor ya use jade-y-plata, en una simple
eyn-kethy.
Si Jaan muere de muerte natural o en un duelo con otro Jadehierro, Gwen pasa a manos de Garse. La voluntad de ella no cuenta para nada. ¿A quién le importa si ella le detesta? No a los kavalares. ¿Y cuando muera Garse? Bueno, cuando llegue ese momento, será una
eyn-kethy
, una nodriza del clan, degradada para siempre, a disposición de cualquiera de los
kethi. Kethi
significa aproximadamente 'hermanos de clan', los hombres de la familia. La congregación de Jadehierro es una vasta familia integrada por miles y miles, y cualquiera puede poseer a una
eyn-kethy.
¿Cómo llamó a Jaan? ¿Esposo? No. Carcelero. Tanto él como Garse son eso, carceleros. Carceleros que la aman, tal vez, si a usted le parece que semejante concepción puede conciliarse con nuestra idea de amor. Jaantony honra a nuestra Gwen, y le corresponde, pues ahora es alto-Jadehierro y ella es su
betheyn
, y en caso de que ella muera o le abandone, él será un fre-Jadehierro, un viejo ridículo y solitario, sin voz en el consejo. Pero él la esclaviza, no la ama. Y han pasado años desde Avalon, y Gwen tiene más años y experiencia y ahora sabe cómo son las cosas —pronunció estas últimas palabras con una furia entrecortada, apretando los labios.

Dirk titubeó.

—¿Entonces no la ama?

—Un altoseñor ama a su
betheyn
como usted ama lo que le pertenece. El jade-y-plata es un vínculo estrecho que nunca debe quebrarse, pero es un vínculo de posesión y obligación. No de amor. En todo caso, el amor de los kavalares se vuelca hacia el hermano elegido, el gemelo que es escudo y amigo y amante y compañero de armas, eternamente leal, el que trae el placer y recibe los golpes y ahuyenta el dolor, el vínculo de por vida.


Teyn
—dijo Dirk, algo aturdido, tratando de ordenar las ideas.


¡Teyn!
—convino Ruark—. Los kavalares, violentos como son, han escrito grandes poemas. Y en general celebran al
teyn
, el lazo de hierro-y-piedraviva. Nunca al de jade-y-plata.

Todo encajaba a la perfección.

—Usted dice que ella y Jaan no se aman, que Gwen es sólo una esclava —empezó Dirk—. Pero ella no se marcha…

—¿Marcharse? ¡Qué disparate! —la cara de Ruark se sonrojó—. La obligarían a volver. Un altoseñor debe conservar y proteger a su
betheyn.
Y matar a quien intentara robársela.

—Y me envió la joya…

—Gwen habla conmigo, y yo conozco el asunto. ¿Qué otra esperanza le queda? ¿Los kavalares? Jaantony ha matado dos veces en duelo. Ningún kavalar se atrevería a tocarla, y en todo caso, ¿de qué le serviría? ¿Yo? ¿Yo puedo ser una esperanza? —se recorrió el cuerpo con las manos afeminadas, desechándose con desprecio—. Usted t'Larien, usted es la esperanza de Gwen. Usted es su dueño. Usted, que la amó…

—Y todavía la amo… —se oyó decir Dirk con una voz que le sonaba remota.

—Bien, ¿sabe? Me parece que Gwen, aunque nunca se atrevería a decirlo… bueno, me da la impresión de que siente todavía lo mismo que antes. Lo que jamás llegó a sentir por Jaantony Riv Lobo alto-Jadehierro Vikary.

La bebida, aquel extraño vino verde, había afectado a Dirk más de lo que imaginara. Sólo una copa, apenas una de esas largas copas, y la habitación parecía girar a su alrededor y Dirk t'Larien se irguió con esfuerzo y oyó cosas imposibles, y empezó a maravillarse. Lo que decía Ruark no tenía sentido, pensó. Aunque en verdad tenía demasiado sentido. Realmente lo explicaba todo, y con absoluta claridad. Y también era absolutamente claro lo que Dirk tenía que hacer. ¿O no? La habitación oscilaba, se oscurecía e iluminaba en un parpadeo continuo, y Dirk en un momento estaba muy seguro y al siguiente no. ¿Qué tenía que hacer?

Algo, algo por Gwen. Tenía que descubrir la verdad del asunto, y después…

Se llevó la mano a la frente. Bajo los rizos de pelo castaño y entrecano tenía la cara perlada de sudor. Ruark se levantó de golpe, con una expresión de alarma.

—Oh, el vino le ha sentado mal —dijo el kimdissi—. ¡Si seré tonto! Es culpa mía. Vino de Kimdiss y estómago de Avalon, eso es. La comida le ayudará, ¿sabe? Comida —se escabulló rozando la planta al pasar, de manera que cuando salió, las lanzas negras se agitaron y bailotearon a sus espaldas.

Dirk permaneció sentado, muy tieso. A lo lejos oyó el retintín de fuentes y tazones, pero no les prestó atención. Sin dejar de sudar, arrugaba la frente para pensar, y pensar le resultaba extrañamente difícil. La lógica parecía escapársele, y las cosas más nítidas se desvanecían en cuanto las aferraba. Tiritó mientras sueños yertos despertaban a una nueva vida, mientras los bosques de estranguladores se marchitaban en su mente y la Rueda ardía inclemente sobre los recién florecidos bosques del mediodía de Worlorn. El podía lograr que se produjera, forzarlo, despertarlo, poner fin al prolongado atardecer y tener a Jenny, su Ginebra, para siempre a su lado. Sí.
¡Sí!

Cuando Ruark regresó con tenedores y cuencos de queso suave y tubérculos rojos y carne caliente, Dirk ya había recobrado la serenidad. Tomó los cuencos y comió en una especie de trance mientras su anfitrión seguía parloteando. Mañana, se prometió. Les vería durante el desayuno y les hablaría. Aprendería las verdades que pudiera. Luego podría actuar. Mañana.

—…no pretendo insultarte —estaba diciendo Vikary—. No eres nada tonto, Lorimaar, pero creo que en esto actúas tontamente.

Dirk se detuvo en el umbral, y la pesada puerta de madera que acababa de abrir espontáneamente osciló delante de él. Todos se volvieron para contemplarle, cuatro pares de ojos, Vikary en último término. Pero no antes de haber completado la frase. La noche anterior, cuando se despedían, Gwen le había dicho que subiera a desayunar (sólo él, pues Ruark y los kavalares preferían verse lo menos posible), y ésta era la hora apropiada: poco después del alba. Pero Dirk se topó con una escena imprevista.

Había cuatro personas en el cavernoso salón. Gwen, con el cabello desgreñado y los ojos somnolientos, estaba sentada en el borde del diván de cuero y madera que había frente al hogar y a las gárgolas que lo custodiaban. Garse estaba de pie detrás de ella, los brazos cruzados y el ceño fruncido, en tanto que Vikary y un visitante estaban frente a frente junto a la repisa. Los tres hombres iban vestidos formalmente y armados. Janacek calzaba botas altas y vestía un blusón gris de cuello alto con la pechera adornada por una doble fila de botones de hierro negro. La manga derecha del blusón estaba cortada para exhibir el pesado brazalete de hierro con el fulgor pálido de las piedravivas. Vikary también vestía de gris, pero sin los botones; el frente de la camisa era una V cuyo vértice casi tocaba el cinturón, y sobre el vello del pecho pendía un medallón de jade sujeto a una cadena de hierro.

El visitante fue el primero en interpelar a Dirk. Estaba de espaldas a la puerta, pero se volvió en cuanto los demás alzaron la vista, y frunció el entrecejo. A Vikary y Janacek les llevaba una cabeza, de modo que la diferencia de altura con Dirk era notoria, pese a la distancia de varios metros que les separaba. La tez era castaño oscura y contrastaba con el traje blanco que usaba bajo los pliegues de una capa corta y violeta. La melena gris, veteada de blanco, le cubría los anchos hombros, y los ojos, piedras de obsidiana incrustadas en un rostro pardo y entrecruzado de arrugas, no eran amigables. Tampoco la voz. Le echó una rápida mirada a Dirk y luego dijo, con toda naturalidad:

—Fuera de aquí.

—¿Qué? —era la réplica más estúpida que pudo ocurrírsele, pensó Dirk en el momento de pronunciarla. Pero fue lo único que le vino a la mente.

—He dicho fuera de aquí —repitió el gigante de blanco. Como Vikary, tenía los antebrazos desnudos para lucir los brazaletes; el jade-y-plata en el izquierdo y el hierro-y-fuego en el derecho. Pero los diseños e incrustaciones de los brazaletes del desconocido eran muy diferentes. Lo único exactamente igual era el arma que llevaba en la cadera.

Vikary se cruzó de brazos, imitando a Janacek.

—Esta es mi casa, Lorimaar alto-Braith. No tienes derecho a tratar con rudeza a mis invitados.

—Y sobre todo cuando nadie te ha invitado a ti, Braith —añadió Janacek con una sonrisa tenue e insidiosa.

Vikary miró a su
teyn
por encima del hombro y sacudió enérgicamente la cabeza.

No.
Pero, ¿a qué no? se preguntó Dirk.

—Vengo a ti en altopleito, Jaantony alto-Jadehierro, dispuesto a una conversación muy seria —gruñó el kavalar de traje blanco—. ¿Tenemos que hablar delante de un forastero? —le echó otra ojeada a Dirk, sin dejar de fruncir el ceño, altivo pero herido—. Un Cuasi-hombre, por lo que parece…

Vikary respondió con voz serena pero firme:

—Nuestra conversación ha concluido, amigo. Ya te he dado mi respuesta. Mi
betheyn
cuenta con mi protección, y el kimdissi, y también este hombre —señaló a Dirk con un ademán, luego volvió a cruzarse de brazos—. Si te llevas a cualquiera de ellos, prepárate para llevarme también a mí.

—Además no es un Cuasi-hombre —terció el sonriente Janacek—. Es Dirk t'Larien,
korariel
de Jadehierro, te guste o no —Janacek se volvió ligeramente hacia Dirk y señaló al forastero de blanco—. Te presento a Lorimaar Rein Zorro-Invernal alto-Braith Arkellor, t'Larien.

—Un vecino nuestro —dijo Gwen desde el diván, hablando por primera vez—. También vive en Larteyn.

—Lejos de vosotros, Jadehierro —dijo el otro kavalar, nada feliz con la respuesta; profundas arrugas le surcaban el rostro, sus ojos negros se detuvieron en cada uno de ellos con un fulgor glacial antes de volverse hacia Vikary.

—Eres más joven que yo, Jaantony Jadehierro, y tu
teyn
es aún más joven, por lo que no es mi voluntad enfrentarme a ti y a los tuyos en duelo. Pero el honor tiene sus exigencias, como ambos sabemos, y es mejor no forzar las cosas. Los jóvenes altoseñores tienen por costumbre rozar peligrosamente el límite, me temo. Y sobre todo los altoseñores de Jadehierro, y…

—…sobre todo yo, entre los altoseñores de Jadehierro —dijo Vikary, completando la frase.

Arkellor meneó la cabeza.

—Cuando yo era apenas un niño de pecho en el clan de Braith, bastaba una interrupción como esta para provocar un duelo. Sin duda los tiempos han cambiado. Los hombres de Alto Kavalaan se vuelven blandos, a mi juicio.

—¿Crees que soy blando? —preguntó Vikary sin alterarse.

—Sí y no, alto-Jadehierro. Eres extraño. Tienes cierta reciedumbre que nadie puede negar, y te aplaudo. Pero Avalon te ha contaminado un poco, acercándote a los débiles y los necios. No me gusta tu
perra-betheyn
, y no me gustan tus 'amigos'. Ojalá yo fuera más joven. Vendría a ti furibundo para enseñarte de nuevo la vieja sabiduría del clan, las cosas que olvidas tan fácilmente.

—¿Nos estás retando a duelo? —preguntó Janacek—. Tus palabras son fuertes.

Vikary separó los brazos y trazó un ademán conciliatorio.

—No, Garse. Lorimaar alto-Braith no nos está retando a duelo, ¿verdad, amigo altoseñor? ¿O me estaré equivocando?

La respuesta de Arkellor tardó en llegar.

—No —dijo—. No, Jaantony alto-Jadehierro, no es un insulto.

—Ni lo tomo como tal —dijo Vikary con una sonrisa.

El altoseñor Braith no sonrió.

—Buena suerte —dijo a regañadientes, y caminó hacia la puerta a grandes trancos, deteniéndose sólo mientras Dirk se apresuraba a cederle el paso; luego salió y subió a las escaleras de la azotea, la puerta se cerró a sus espaldas.

Dirk avanzó hacia los demás, pero la escena ya se disolvía. Janacek, sacudiendo la cabeza como con resignación, giró sobre los talones y se metió en otro cuarto. Gwen se levantó, pálida y estremecida, y Vikary se dirigió a Dirk.

—Lamento que haya presenciado esto —dijo el kavalar—. Pero tal vez le aclare ciertas cosas. Así y todo, no dejo de lamentarlo. No me gustaría que se forme de Alto Kavalaan la misma opinión que los kimdissi.

—No he entendido nada —dijo Dirk—. ¿De qué estaba hablando?

—Ah, de muchas cosas. Le explicaré —Vikary le apoyó el brazo en el hombro y le guió hacia el comedor, seguido por Gwen—. Pero le anuncio que hay algo más que debo lamentar: el desayuno que le hemos prometido aún no está preparado —sonrió.

Entraron en el comedor y se sentaron. Gwen seguía preocupada y en silencio.

—Puedo esperar… ¿Cómo me llamó Garse?
Kora-algo…
¿Qué quiere decir? —preguntó Dirk.

Vikary pareció titubear.

—La palabra es
korariel.
Es un vocablo del kavalar antiguo. Sus significados han variado con los siglos. Hoy, y en este lugar, cuando lo empleamos Garse o yo, significa protegido. Protegido por nosotros, por Jadehierro.

—Eso es lo que te gustaría que significara, Jaan —dijo Gwen con voz crispada y furiosa—. ¡Dile qué significa en realidad!

Dirk esperó. Vikary se cruzó de brazos y estudió a ambos con la mirada.

—De acuerdo, Gwen, si es tu deseo —se volvió a Dirk—. El significado más propio, el más antiguo, es propiedad bajo protección. Sólo espero que usted no lo tome como una ofensa. No es esa la intención.
Korariel
es un término que designa a las personas que no forman parte de un clan pero sin embargo gozan de protección y respeto.

Other books

The Vanishing Witch by Karen Maitland
The Vanishing Violin by Michael D. Beil
Six Crises by Richard Nixon
Seven Stories Up by Laurel Snyder
The Tree of Water by Elizabeth Haydon