Read Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea Online
Authors: Annabel Pitcher
Me volvió aquel presentimiento, más fuerte que nunca, y por primera vez entendí exactamente qué era. Duda. Si la envidia es roja la duda tiene que ser negra y la sala se me puso toda oscura y era lo contrario del coche de yema de huevo. Todo me pareció horrible y no había esperanza por ningún lado. Pensé en mi cumpleaños y en la posdata y en la Velada de los Padres pero asentí y le dije
«Mamá está seguro»
.
«No vino en Navidad»
dijo Jas con la voz más finita que le he visto poner nunca. Una lágrima empezó a correr por su mejilla mientras en el escenario empezaba la música de
Thriller
de Michael Jackson.
«No»
dije con un nudo en las tripas. Pero igual fue porque pensó que no estaba invitada. Jas me miró con los ojos húmedos.
«Yo la invité»
murmuró y el nudo se me apretó aún más. Me acordé de que el día de Navidad Jas no paraba de mirar a cada poco a la ventana.
«Le mandé una tarjeta y le pedí que viniera y nos hiciera el pavo»
. Ahora estaba llorando fuerte y resultaba difícil oír lo que decía y me costaba concentrarme de lo mucho que me dolía la tripa.
«Y también le escribí antes. Le conté todo lo de papá y le dije que necesitamos ayuda porque bebe demasiado y no se ocupa de nosotros como debería. Pero ella no vino, Jamie. Nos ha abandonado»
.
En la tele, el anuncio que menos me gusta es uno que se llama Apadrina Un Perro. Se ven varios perros distintos que han sido abandonados por sus amos en contenedores o en cajas o en la cuneta de alguna carretera solitaria. Siempre se oye una música triste y los perros están con la cola caída y se les ve en los ojos la pena. Y el tipo ese con acento de Londres se pone a contar que los han abandonado y que a nadie en el mundo le importan lo bastante como para ocuparse de ellos. Y eso es lo que significa abandonado.
«Mamá nos quiere»
dije, pero por dentro lo único que oía era aquel acento de Londres diciendo
«Jamie necesita un nuevo dueño»
, y tuve que hacer un esfuerzo para quitármelo de la cabeza.
«Mamá nos quiere Mamá nos quiere Mamá nos…»
. Jas sacudió la cabeza y las coletas se balancearon junto a sus orejas.
«No nos quiere, Jamie»
respondió con la voz toda sofocada.
«Cómo nos va a querer. Se largó sin nosotros. El día de mi CUMPLEAÑOS»
. Esto último Jas lo dijo gritando porque yo me había tapado las orejas con las manos para no oírla. Me puse a cantar la canción de Michael Jackson. No quería seguir escuchando.
«El día de mi cumpleaños»
volvió a decir, tirándome de las manos para separármelas de las orejas y tapándome la boca.
«Y desde entonces no hemos vuelto a saber de ella»
. Intenté que me soltara.
«Eso es mentira»
chillé, dando una patada en el suelo, muy enfadado de pronto. El lanzador de cuchillos nos miró y sacudió la cabeza pero a mí me daba igual. La sangre me hervía y me ardía el cuerpo entero y me daban ganas de patalear y dar puñetazos y chillar y aullar y echarlo todo fuera en un volcán gigantesco.
«Eso no es verdad. A mí me mandó un regalo y es el mejor regalo que me han hecho en toda mi vida y me encanta y TÚ HAS DICHO UNA MENTIRA»
.
La música de
Thriller
se detuvo.
«El número ciento trece»
.
Jas abrió la boca para decir algo. Yo esperé, jadeando, pero entonces sacudió la cabeza como si cambiara de opinión.
«Muy bien. Mamá te mandó un regalo de cumpleaños. Pues vaya cosa»
.
«El número ciento trece»
volvió a decir la chica del portapapeles, con tono de estar harta. Paseó la vista desde la señora mayor con zapatos de claqué, pasando por un niñito con un papagayo, hasta nosotros.
«Dónde está. El número ciento trece, que salga ya»
.
Jas se secó los ojos y se miró la ropa.
«Mírame»
dijo en voz baja, alisándose hacia abajo el vestido de flores.
«Mírate a ti»
. Yo me toqué los imperdibles de la manga de la camiseta.
«Mira lo que hemos hecho por ellos. Y para qué, Jamie. Mamá no es capaz de separarse de Nigel ni para venir hasta aquí»
dijo Jas y me puso la mano en la cabeza y me sentí seguro y paré de jadear y traté de tranquilizarme.
«Y papá estará demasiado borracho para levantarse de la cama. Estamos perdiendo el tiempo»
.
Apoyé mi mano en la suya.
«Pero a lo mejor no»
dije y me tragué toda la duda y toda la desilusión y todo el enfado, y por poco se me atascan en la garganta, como esas pastillas de vitaminas que cuesta pasarlas hasta con agua.
«Por favor, Jas. Por favor. No vaya a ser que lo estén viendo. No los quiero dar por perdidos»
. Jas cerró los ojos como si estuviera pensando.
«El número ciento trece»
gritó la chica, dando golpecitos con el bolígrafo en el portapapeles.
«Se le está acabando el tiempo. El jurado está esperando y como no venga lo que es AHORA mismo habrá perdido su oportunidad»
.
Le toqué el brazo a Jas.
«Por favor»
. Abrió los ojos y se quedó mirándome y sacudió la cabeza.
«Es una pérdida de tiempo, Jamie. No han venido. No puedo soportar que te lleves una decepción… otra más»
.
«El número ciento trece»
. La chica echó una última mirada por la sala y luego hizo una gran cruz en el portapapeles.
«Muy bien. Pues entonces que pase el número ciento catorce»
.
Las piernas se me doblaron y me caí al suelo. Me tapé la cabeza con las manos. La señora mayor se dirigió al escenario y sus zapatos de claqué retumbaron por toda la sala de espera.
«Espere»
chilló Jas y mi corazón paró de latir.
«Espere. El ciento trece somos nosotros. Estamos aquí»
.
Levanté la vista y Jas me ofreció la mano. Me agarré a ella y me ayudó a levantarme.
«Lo voy a hacer por ti»
me susurró y los lados de la boca por poco me tocan las orejas porque se me puso la sonrisa más grande de toda mi vida.
«Ni por mamá. Ni por papá. Ni por Rose. Por ti. Por nosotros»
. Yo asentí y corrimos hacia delante y el corazón se me puso en marcha con un BUMBA que me sacudió las costillas. La chica del portapapeles suspiró impaciente.
«No debería dejaros pasar»
nos soltó, pero abrió la puerta del escenario y subimos a toda velocidad la escalera y de golpe había focos y cámaras y cientos de ojos que brillaban en la oscuridad del teatro.
Salimos al escenario. El público se quedó callado. Reconocí de la tele a uno de los miembros del jurado. Al ver mi camiseta puso cara de desprecio.
«Así que os llamáis»
dijo. Yo no sabía si debía responder Spiderman, o James Aaron Matthews, o simplemente Jamie, así que dije las tres cosas. El público se rió con disimulo y yo me pregunté si mamá y papá y Sunya habrían venido. Jas me estrujó la mano. La tenía toda pegajosa de sudor.
«Y tú quién eres»
dijo el hombre y mi hermana respondió
«Jasmine Rebecca Matthews»
, y él dijo
«Así que no eres Supergirl ni Catwoman»
con aquel sarcasmo mortal suyo. A Jas le empezó a temblar el brazo. Me habría gustado darle de patadas al miembro aquel del jurado por asustarla.
«Qué número vais a hacer»
preguntó la señora del jurado. Murmuré
«Vamos a cantar y a bailar»
. El hombre bostezó.
«Qué original»
dijo y cientos de personas se rieron y la señora le dio un golpecito en la mano y le dijo
«No te pases»
pero luego se rió ella también. Yo traté de sonreír como si hubiera pillado la broma pero tenía los dientes demasiado secos y el labio de arriba se me quedó pegado.
«Qué vais a cantar»
dijo la señora cuando se volvió a hacer el silencio. Jas susurró
«El Valor para Volar»
. Los dos miembros del jurado refunfuñaron y el hombre hizo como si se diera de cabezazos contra su mesa y el público volvió a soltar la carcajada una vez más. Levanté la vista hacia Jas. Ella estaba intentando ser valiente pero vi que tenía lágrimas en los ojos y me sentí fatal porque había corrido aquel riesgo por mí y no estaba valiendo la pena. Yo esperaba a medias que papá saliera a defendernos o que mamá saltara al escenario y dijera
«Cómo os atrevéis a hacerles esto a mis hijos»
. Pero no pasó nada.
El hombre dijo
«Pues venga, id empezando»
como si le estuviéramos aburriendo y de golpe se me quitaron las ganas de hacer la coreografía y de cantar la canción.
Me pareció que eran demasiado valiosas para interpretarlas ante gente que no comprendía. Bajo los focos hacía calor y la camiseta de Spiderman se me pegaba al cuerpo. Era como si me estuviera más grande que nunca, o como si yo fuera más pequeño que nunca, y me di cuenta de que no me quedaba bien. Mamá se iba a llevar una decepción y me sentí culpable, como si le estuviera fallando.
Como no habíamos llevado un disco y nadie nos hacía caso, no sabíamos cuándo empezar. Nos quedamos ahí parados. Todo el mundo estaba esperando. Se oyeron unos cuantos abucheos. Yo no quería que mamá y papá los oyeran pero tampoco me atrevía a cantar. El público empezó a corear
«Fuera fuera fuera fuera»
y a Jas ahora le temblaba todo el cuerpo, no sólo el brazo. No era eso lo que se suponía que iba a ocurrir. Todo se estaba torciendo y yo no sabía cómo arreglarlo.
«Fuera fuera fuera fuera».
El pánico me subió por el pecho como una de esas olas de playa que de pronto lo arrasan y lo inundan todo.
«Fuera con estos dos»
gritó de pronto el tipo del jurado, agitando la mano como si estuviese espantando una mosca.
«Esto es una pérdida de tiempo»
.
«NO»
. Lo dijo Jas muy alto, fue más un grito que otra cosa, y el público se quedó en silencio.
«NO»
. Los miembros del jurado miraron con sorpresa a Jas. Ella les sostuvo la mirada toda valiente y estupenda ya sin una sola lágrima ni un rastro de temblor y de pronto allí estaba mi hermana cogiendo impulso, sonriendo al cielo como si nada en el mundo pudiera achantarla. Y al ver que ella no tenía miedo, yo tampoco lo tenía. Y entonces empezamos a cantar.
«Tu sonrisa hace que mi alma toque el cielo.
Tu fuerza me da valor para volar.
Subo como una cometa, atado y libre.
Tu amor hace brotar lo me…»
Duramos más que el viejo. Puede que lográramos meter quince o dieciséis notas. Yo no oí al jurado decir
«Basta»
porque estaba corriendo por el fondo del escenario, batiendo las alas como un hada, o un pájaro, o lo que sea lo que vuela en la canción. Cuando me di cuenta de que Jas había parado de cantar dejé caer los brazos y el trozo que me separaba de la parte de delante del escenario se me hizo más largo que un maratón, que según la señora Farmer son veintiséis con dos millas y no es demasiado bueno para las articulaciones de las rodillas.
«Nunca me había sentido tan impresionado y tan horrorizado al mismo tiempo»
dijo el hombre.
«Ha sido maravilloso y espantoso. Fantástico y horrible»
. Yo no tenía ni idea de lo que estaba pasando a mi alrededor y tampoco estaba escuchando de verdad porque estaba mirando al público para ver si lograba encontrar a mamá.
«Tú has sido la parte horrible»
dijo el tipo, señalándome a mí.
«O sea, a ti te parece que eso que acabas de hacer es bailar»
. Era una pregunta pero al parecer no necesitaba respuesta así que me limité a encogerme de hombros. El tipo puso una de sus sonrisitas sarcásticas y levantó las cejas y el público se rió.
«Pero tú»
, continuó, señalando a Jas.
«Tú has sido la parte maravillosa. Ha sido absolutamente magnífico. Dónde has aprendido a cantar así»
. Jas parecía sorprendida y dijo
«Me enseñó mi madre cuando era pequeña pero llevaba cinco años sin cantar»
. El hombre le susurró algo a la señora tapándose la boca con la mano. Las cámaras se acercaron a ellos y luego a nosotros. El público contuvo la respiración.
«Sí, sí, estoy de acuerdo»
dijo la señora y el hombre se volvió hacia nosotros con una sonrisa.
«Nos gustaría volver a verlo»
dijo, y Jas asintió y yo me preparé para batir las alas y cantar la primera nota.
«Sin la coreografía. Sin tu hermano»
.
Jas me miró como sin saber qué hacer, pero yo le enseñé el dedo pulgar. Me llevé una desilusión, pero era mejor que siguiera ella sola que que nos descalificaran a los dos. Y yo sé que a ella se le da mejor que a mí así que tampoco era para tanto. Yo no canto mal pero la que tiene voz de ángel es ella. Pensé que ojalá papá estuviera prestando atención.
El hombre me señaló unos escalones que había en un lado del escenario que llevaban al público. Me fui para allá y me senté mientras Jas cogía aire con fuerza. Las luces del escenario desaparecieron, todas menos una. Jas estaba deslumbrada y guiñaba los ojos. Cogió aire con fuerza y el hombre se cruzó de brazos y se echó hacia atrás en su silla. La señora apoyó la barbilla en una mano. Jas se acercó al borde del escenario y el foco la siguió.
«Cuando tú quieras»
dijo el hombre y Jas empezó. Primero bajito. Temblando. Pero a los tres segundos los hombros se le relajaron y la boca se le abrió más y sonaba fenomenal. Subió por el aire como aquella cometa de Saint Bees.
Jas cantó con todo su ser. Cantó con los ojos y con las manos y con el corazón, y cuando llegó a la nota más alta el público se puso de pie y los miembros del jurado aplaudían y todo el mundo daba gritos de entusiasmo pero nadie tan fuertes como yo. Me olvidé de dónde estaba. Me olvidé de que estaba en un escenario delante de cientos de personas y puede que de mamá y puede que de papá y de un montón de cámaras de televisión. Me olvidé de todo menos de mi hermana y de la letra de la canción. Por primera vez entendí lo que decía y me entró un sentimiento de valor que parecía que tenía al león del cielo en algún lugar dentro del pecho.
La canción se terminó. Jas hizo una pequeña inclinación mientras el teatro se venía abajo de los aplausos. Los miembros del jurado me señalaron a mí y luego al centro del escenario. Me puse de pie sintiéndome un niño diferente y tenía la esperanza de que mamá notara que echaba hacia atrás los hombros y que inflaba el pecho como una gaita hinchada a orgullosos soplidos por un escocés.
«Bueno, la canción era una porquería»
empezó el hombre. Se oyeron abucheos pero esta vez estaban de nuestra parte.
«Una elección muy desacertada de verdad»
. Yo tenía la sonrisa puesta y Jas también. No nos importaba lo que pensara el jurado. Ya no.
«La coreografía era espantosa. Y tú, joven Spiderman, bueno, puede que seas un superhéroe pero lo que está claro es que no sabes cantar»
. Jas me puso la mano en el hombro.
«Pero tú, jovencita. Sólo te voy a decir…»
hizo una pausa teatral y miró a Jas directamente a los ojos
«…que ésta ha sido la mejor actuación que he visto hoy en todo el día»
. El público aplaudió.
«Te veremos en la próxima ronda»
. El público gritó y aplaudió.
«Sin tu hermano, por supuesto»
. El público se rió.
«Siguiente»
gritó el hombre y llegó el momento de marcharse. Me dirigí hacia la salida del escenario.