Marea estelar (37 page)

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Authors: David Brin

BOOK: Marea estelar
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—Roger, aquí Haoke. En este momento Moki está indispuesto. ¿Qué passsa?

Oyó cómo Moki ahogaba una protesta. Pero estaba claro que el fin trataba de adaptar su mente al ánglico.

—Hay una sombra sónica en dirección essste, Haoke... parece un trineo. Si es hostil, destruidlo. Si es alguien de la isla, debéis hacerle regresar a ella. Y si se niega, ¡disparad hasta inutilizar el trineo!

—Comprendido. Haoke y Moki en marcha.

»Muy bien, charlatán —añadió, dirigiéndole al estupefacto Moki una mueca—.

Vamosss a ver qué passsa, ¡Y vigila ese gatillo! Sólo debemos hacer respetar una cuarentena. ¡No vamos a disparar sobre compañeros de tripulación si no es absolutamente necesario!

Con un impulso neural puso en marcha el motor de su trineo. Sin mirar atrás, despegó de la lodosa elevación y poco a poco fue acelerando en dirección este.

Moki contempló cómo Haoke tomaba la delantera antes de poner en marcha su trineo y seguirle.

Tentado, tentado... tentado, Moki, está, está,

¡La tentación, deliciosa es... es... es!

Los trineos se sumergieron uno tras otro en las tinieblas. En una pantalla de sonar pasivo sólo eran pequeños puntos imprecisos que rebasaban lentamente la sombra de la colina sumergida y desaparecían tras ella.

Keepiru abrió la pinza derecha de su arnés y la unidad portátil de escucha cayó dando tumbos en el blando limo. Se giró hacia Gillian.

Está hecho y ha marchado,

Ellos persiguen nuestras sombras.

No les gustará

¡Cazar la falsa presa!

Gillian ya suponía que habría centinelas. Unos kilómetros antes, habían dejado el trineo con el retardador automático y nadaron hacia el norte y el oeste. Cuando el trineo se puso de nuevo en marcha, giraron a unos cuantos cientos de metros al oeste de la esclusa.

Gillian tocó el flanco de Keepiru. La sensible piel tembló bajo su mano.

—¿Recuerdas el plan, Keepiru?

¿Necesitas preguntarlo?

Gillian arqueó las cejas sorprendida. ¿Un triple trino y un ondulante chasquido interrogativo? Era una respuesta desacostumbradamente breve y directa para ser expresada en ternario. Keepiru era capaz de más sutilezas de las que ella había pensado.

—Claro que no, querido jinete de las olas. Lo siento. Haré lo mío y no me preocuparé ni un solo momento de si tú haces lo tuyo.

Keepiru la miró como si desease no tener que llevar el respirador. Como si quisiera hablar con Gillian en la lengua materna de ella. Gillian sintió algo de esto a través de un suave contacto telempático.

—Cuídate, Keepiru —le dijo, acariciando su suave torso gris—. Recuerda que eres admirado y querido. Y mucho.

El piloto inclinó la cabeza.

Para nadar o

Luchar,

Para prevenir o

Rescatar,

Para ganar tu

Confianza.

Se lanzaron desde el borde del acantilado y nadaron a toda prisa hacia la esclusa exterior de la nave.

48
TAKKATA-JIM

Era imposible descansar.

Takkata-Jim envidió la inconsciencia total de los humanos, llamada sueño. Cuando un hombre se acostaba durante la noche, desaparecía su conciencia del mundo, y los nervios de sus músculos se desactivaban. Si soñaba, por lo general no tenía que participar físicamente.

Ni siquiera un neodelfín podía desconectarse de ese modo. Uno u otro hemisferio del cerebro estaba siempre de guardia para controlar la respiración. Para un fin, dormir era una cosa más anodina y seria.

Vagó por el camarote del comandante, deseando poder regresar a su cabina, más pequeña. Pero el simbolismo era importante para la tripulación que había heredado. Sus seguidores necesitaban algo más que la lógica de la legalidad para confirmar su mandato.

Necesitaban verle como el Nuevo Toro. Y eso significaba seguir el estilo de vida del antiguo jefe de la manada.

Inspiró profundamente en la superficie y emitió chasquidos para iluminar la habitación con imágenes sonoras.

Creideiki tenía en verdad unos gustos muy eclécticos. Ifni sabría qué clase de cosas había poseído el anterior comandante que no eran impermeables, y que fueron almacenadas, por lo tanto, antes de que el Streaker llegase a Kithrup. La colección que quedaba era sorprendente.

Las obras realizadas por artistas de una docena de razas sensitivas estaban aisladas en el interior de cajas de cristal. Fotos en relieve sonoro de extraños mundos y de fantásticas y aberrantes estrellas adornaban las paredes.

El equipo de música de Creideiki era impresionante.

Tenía grabadas alrededor de un millar de canciones y misteriosas... cosas que producían escalofríos en la columna vertebral de Takkata-Jim cuando las escuchaba. La colección de baladas cetáceas era muy valiosa y, al parecer, la mayor parte de ellas había sido recopilada por él personalmente.

En la mesa de transmisiones se encontraba una foto de Creideiki junto a los oficiales del James Cook. Estaba firmada por la capitán Helene Álvarez. La famosa exploradora tenía el brazo alrededor de su jovial ayudante delfiniano mientras ambos hacían muecas ante la cámara.

Takkata-Jim había servido en naves importantes, buques de carga que aprovisionaban a las colonias de Atlast y Calaña, pero nunca había estado en misiones como las del legendario Cook. Nunca vio tales cosas ni escuchó tales sonidos.

Hasta que llegaron a las Syrtes... hasta que encontraron naves abandonadas tan grandes como lunas.

Frustrado, agitó la cola. Sus aletas golpearon dolorosamente el techo. Su respiración se hizo más pesada.

No importaba. ¡Nada de lo que había hecho tendría importancia si conseguía triunfar!

¡Si lograba sacar al Streaker de Kithrup sin perder una sola vida de la tripulación! Si podía hacerlo, tendría su propia foto. Y el brazo sobre su espalda sería el del presidente de la Confederación de la Tierra.

Un brillante grupo de pequeñas motas empezó a agruparse a su derecha. Las chispas se fundieron en una imagen holográfica, a pocos centímetros de su ojo.

—Sssí. ¿Qué pasa? —preguntó con brusquedad.

Un nervioso delfín, que encogía y estiraba los brazos del arnés, movió la cabeza con agitación. Era Suppeh, el sobrecargo de la nave.

—¡Ssseñor! Ha ocurrido algo extraño. No estábamos segurosss de si debíamos despertarle, p-pero...

A Takkata-Jim, el ánglico subacuático del fin le resultaba casi incomprensible. La aguda voz de Suppeh trinaba de forma descontrolada.

—¡Tranquilícese y hable despacio! —le ordenó con dureza. El fin se asustó, pero procuró obedecerle.

—Yo estaba en la esssclusa. Oí decir a alguien que había una alertta. Heurka-pete envió a Haoke y Moki tras unos sonidos de trineo.

—¿Por qué no he sido informado? —Suppeh retrocedió con miedo. Durante unos instantes, pareció demasiado aterrorizado para poder hablar. Takkata-Jim suspiró y mantuvo la voz serena—. No importa. No es culpa suya. Continúe.

—Unosss minutos más tarde —prosiguió Suppeh, visiblemente aliviado—, se encendió la luz en la esclusa de p-personal. Wattaceti fue hacia allí, yo no p-presté mucha atención.

Pero cuando entraron la Asistenta de la Vida y el Piloto de Embocadura... —Takkata-Jim espumeaba. Sólo la urgente necesidad de oír la historia de Suppeh evitó que destrozara el camarote en un ataque de frustración— ...intenté detenerles, como usted ordenó, p-pero Wattaceti e Hiss-Ka agitaban las aletasss alborozados, y se precipitaron a su encuentro.

—¿Dónde están ahora? —preguntó Takkata-Jim.

—Bassskin entró con Wattaceti en la crujía principal. Hiss-Kaa está por ahí, esparciendo rumoresss en la nave. ¡Keepiru cogió un trineo y respirador y se marchó!

—¿A dónde?

—F-fuera de n-n-nuevo —gimió Suppeh. Su dominio del ánglico se disolvía a toda velocidad. Takkata-Jim intentó sacar partido de la poca serenidad que le quedaba al sobrecargo.

—Que Heurka-pete vaya a despertar al doctor Metz. Que Metz se reúna conmigo en la enfermería acompañado de tres guardias. Tú deberás ir con Sawtoot al vestuario de la rueda seca, y no permitáis entrar a nadie. ¿Comprendido?

Suppeh asintió con firmeza y su imagen desapareció.

Takkata-Jim rezó para que Heurka-pete tuviera el buen sentido de llamar a Moki y Haoke y enviarles a la caza de Keepiru. Juntos, con el cerebro de Haoke y la fiera implacabilidad de Moki, quizá serían capaces de interceptar al piloto antes de que llegase al acorazado thenanio.

¿Por qué no ha regresado aún K'tha-Jon? Le designé para que fuese a buscar al guardiamarina con la intención de mantenerle alejado de la nave durante cierto tiempo.

Temía que llegara a ser peligroso incluso para mí. Quise tener tiempo suficiente para organizar las cosas sin tenerlo rondando a mi alrededor. Pero ahora la mujer Baskin ha regresado antes de lo que yo esperaba. Quizás hubiese sido mejor tener a K'tha-Jon cerca. El talento del gigante podría ahora serme útil.

Silbó para abrir la puerta y nadó por el pasillo. Se encaraba a una confrontación que hubiese deseado retrasar cuarenta horas más, o indefinidamente.

¿Tendría que haberme ocupado antes de Creideiki? Hubiera sido muy fácil... un corte de suministro en el tanque de gravedad, un catéter fuera de su sitio. Metz no lo aprobaría, pero había ya tantas cosas que Metz no sabía. Tantas cosas que Takkata-Jim deseaba que no supiera.

Nadó a toda prisa hacia el ascensor intramuros del casco.

Tal vez no necesite a K'tha-Jon para vérmelas con Gillian Baskin, pensó. Después de todo, ¿qué puede hacer una hembra humana?

49
LA BOMBA PSI

El montículo de hierbas medio secas formaba una cúpula sobre el mar de cepas. Tom había construido un bajo techo con los fragmentos recuperados de su trineo, formando una tosca choza. Sentado en la entrada, esperaba la llegada de la penumbra del amanecer, masticando una de sus escasas nutribarras.

Había limpiado sus heridas lo mejor posible y las cubrió con gotas cicatrizantes de espuma quirúrgica. Con el estómago lleno, y el dolor calmado en parte, se sentía humano de nuevo.

Examinó su pequeño alambique osmótico. La parte superior, una bolsa transparente con un conducto filtrado en un extremo, tenía una gruesa capa de agua salada y lodo.

Bajo el filtro, una de las cantimploras estaba casi llena.

Tom consultó su reloj. Quedaban sólo cinco minutos. No había tiempo para bajar a recoger más agua lodosa para llenar el alambique. No podría limpiar los filtros antes de que estallara la bomba.

Recogió la cantimplora, enroscó bien el tapón, y la metió en un saquito. Sacó el filtro de su soporte, quitando la mayor parte del lodo antes de doblarlo y colocárselo bajo el cinturón. Con toda probabilidad, el filtro no retenía todas las sales metálicas disueltas en el agua. No fue diseñado pensando en Kithrup. Sin embargo, era su más valiosa posesión.

Tres minutos, indicaron los números luminosos de su reloj.

Tom miró al cielo. Había un vago resplandor en el este, y las estrellas empezaban a desvanecerse. Iba a ser una mañana muy clara y, por lo tanto, terriblemente fría.

Comenzó a temblar, y cerró del todo la cremallera del traje de inmersión. Luego se agazapó.

Un minuto.

Cuando ocurriera, aquello sería como el sonido más fuerte que jamás hubiera oído.

Como la luz más brillante. No habría modo de protegerse.

Deseó taparse los ojos y los oídos, como si se tratara de una explosión real. Pero en lugar de hacerlo, miró hacia un punto del horizonte y se puso a contar, siguiendo el ritmo de su respiración. Se dejó llevar deliberadamente a un estado de trance.

—...siete... ocho... nueve... diez... —El pecho se le llenó de luminosidad. La sensación se extendió hacia afuera, calmándolo y entumeciéndolo.

En el oeste, la luz de las estrellas difractaba rayos como telas de araña a través de sus pestañas espesas, mientras él esperaba una explosión sin sonido.

—Sah'ot, ¡he dicho que estoy listo para empezar mi turno!

Sah'ot se revolvió y miró a Toshio.

—Espera unosss minutos, ¿quieres? ¡Essstoy escuchando algo!

Toshio frunció el ceño. ¡No era eso lo que esperaba de Sah'ot! ¡Había llegado pronto a relevar al delfín lingüista porque Sah'ot odiaba trabajar con el robot sonda!

—¿Qué pasa, Tosh? —preguntó Dennie, sentándose en su saco de dormir y frotándose los ojos ante la penumbra que precede al alba.

—No lo sé, Dennie. Me he ofrecido para relevar a Sah'ot en el control del robot, para que no tenga que vérselas con Charlie cuando llame, pero se niega.

—Es cosa suya —contestó Dennie, encogiéndose de hombros—. ¿Por qué te preocupa?

A Toshio le vino a los labios una incisiva respuesta, pero los mantuvo cerrados y se alejó. Ignoraría a Dennie hasta que despertase del todo y se comportara de una forma civilizada.

Dennie le sorprendió, tras la marcha de Gillian y Keepiru, aceptando su nueva autoridad sin protestar. Durante los dos últimos días, no pareció interesarse más que por sus microscopios y sus muestras, ignorando incluso las esporádicas insinuaciones sexuales de Sah'ot, y contestando cualquier pregunta con monosílabos.

Toshio se arrodilló junto al equipo de transmisiones conectado por cable con el trineo de Sah'ot. Tecleó en el monitor una petición y el resultado le hizo fruncir el ceño.

—¡Sah'ot! —dijo con severidad—. ¡Ven aquí!

—Ensssegui... —el delfín parecía distraído. Toshio apretó los labios.

AHORA, vendrás AQUÍ A reunirte

O en breve cesará TODA Escucha adicional.

Oyó cómo Dennie ahogaba un grito a sus espaldas. Seguramente, ella no comprendió el estallido ternario con todo detalle, aunque tenía una idea básica. Toshio se sintió justificado. Había sido una prueba. Era incapaz de ser tan sutil como Gillian Baskin, pero tenía que ser obedecido, si no, como oficial, sería un inútil.

Sah'ot miró hacia él, parpadeando asombrado. Luego, el fin suspiró y nadó hacia el borde de la charca.

—¡Sah'ot, no has efectuado ninguna lectura geológica en cuatro horas! Y sin embargo, durante ese tiempo has hecho bajar la sonda doscientos metros. ¿Qué te pasa?

El sienas se tambaleó indeciso de un lado a otro. Pasados unos instantes, contestó en voz baja:

—Essstoy captando una canción...

La última palabra se desvaneció antes de que Toshio estuviera seguro de que la había pronunciado. Miró al neofín civil sin dar crédito a sus oídos.

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