Mala ciencia (2 page)

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Authors: Ben Goldacre

Tags: #Ciencia, Ensayo

BOOK: Mala ciencia
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B
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G
OLDACRE

Julio de 2008

CAPÍTULO
1

La base de la cuestión

Paso mucho tiempo hablando con gente que no está de acuerdo conmigo (me atrevería incluso a afirmar que es mi actividad favorita en mis momentos de ocio) y continuamente me encuentro con individuos ansiosos por compartir sus opiniones sobre la ciencia pese a
no haber realizado jamás un experimento
. Nunca han puesto a prueba una idea con sus propias manos, ni han observado los resultados de esa prueba con sus propios ojos, ni han reflexionado detenidamente sobre lo que tales resultados implican para las ideas que están sometiendo a examen. Para estas personas, la «ciencia» es un monolito, un misterio y una autoridad, antes que un método.

Desmontar nuestras ideas y concepciones iniciales más escandalosamente anticientíficas es un modo excelente de aprender el funcionamiento básico de la ciencia, en parte, porque ésta consiste sobre todo en refutar teorías, pero también en parte porque la ignorancia científica de los profetas de las curas milagrosas (así como la de quienes las venden y la de quienes informan de ellas) nos suministra ciertas ideas muy sencillas que someter a examen y contraste. Esas personas tienen unos conocimientos bastante rudimentarios sobre ciencia y cometen errores básicos de razonamiento; cuentan, además, con nociones sobre magnetismo, oxígeno, agua, «energía» y toxinas: ideas tomadas de los manuales de ciencia de secundaria, y enmarcables todas ellas dentro del apartado de la química de juguete.

L
A ELIMINACIÓN DE TOXINAS Y EL CUENTO DE LA PORQUERÍA

Como seguramente querrán que su primer experimento sea de esos en los que uno se ensucia de verdad, empezaremos con la eliminación de toxinas. Aqua Detox es un baño de pies desintoxicante, uno más de un elevado número de productos similares. Ha sido objeto de una profusa y acrítica promoción en ciertos artículos bastante vergonzantes publicados en diarios como el
The Daily Telegraph
, el
Daily Mirror
y el
The Sunday Times
, en revistas como
GQ
, y en varios programas de televisión. Les incluyo a continuación una pequeña muestra extraída del
Mirror
para abrir boca.

Pedimos a Alex que fuera a buscar un nuevo tratamiento denominado Aqua Detox, que libera toxinas ante nuestros propios ojos. Alex cuenta así la experiencia: «Coloco los pies en un barreño con agua, mientras Mirka, la terapeuta, introduce unas gotas de sal en una unidad ionizante, que ajustará el campo bioenergético del agua y estimulará mi cuerpo para que despida toxinas. El agua va cambiando de color a medida que éstas se liberan. Después de media hora, el agua se ha enrojecido. […] Mirka consigue que Karen, nuestra fotógrafa, también lo pruebe. Lo que ella deja tras pasar por el mismo proceso que yo es un barreño de burbujas marrones. Mirka le hace un diagnóstico: hígado y sistema linfático sobrecargados. Karen tiene que beber menos alcohol y más agua. ¡Ha conseguido que me sienta como un dechado de virtud!».
[1]

La hipótesis con la que trabajan estas empresas es muy clara: tu cuerpo está repleto de «toxinas», sean lo que sean; tus pies están llenos de unos «poros» especiales (descubiertos nada menos que por los científicos de la antigua China); si uno pone los pies en el baño, éste extrae las toxinas y el agua se vuelve marrón. Pero ¿se debe ese color amarronado del agua a las toxinas o todo esto no es más que un cuento?

Un modo de verificarlo es contratando un tratamiento de Aqua Detox para probarlo personalmente en un balneario, un salón de belleza o cualquiera de los miles de sitios que están disponibles en la red, y sacando los pies fuera del baño en cuestión cuando la persona encargada de administrarle la terapia abandone la estancia. Si el agua se vuelve marrón sin que tenga los pies dentro, estará claro que ni sus pies ni sus toxinas la colorearon de esa forma. Ése es un experimento controlado: todo se mantiene constante en ambos contextos salvo la presencia/ausencia de sus pies.

Este método experimental no está exento de desventajas (y de ello podemos extraer una importante lección: a menudo debemos sopesar los beneficios y los aspectos prácticos que nos pueden reportar las diferentes formas de investigación, algo de cuya importancia adquiriremos conciencia en posteriores capítulos). Desde una perspectiva práctica, el experimento de los «pies fuera» implica recurrir a un subterfugio, lo que tal vez les resulte incómodo. Pero es que, además, es bastante caro: una sesión de Aqua Detox cuesta más que la suma de los componentes necesarios para fabricarse su propio mecanismo desintoxicador (una imitación perfecta del auténtico).

Para esto último sólo necesitará:

  • Un cargador de batería de coche.
  • Dos clavos grandes.
  • Sal de mesa.
  • Agua templada.
  • Una muñeca Barbie.
  • Un laboratorio analítico completo (opcional).

Este experimento combina electricidad y agua. En un mundo donde existen los cazadores de huracanes y los vulcanólogos, debemos aceptar que cada persona fije su propio nivel de tolerancia al riesgo, pero es muy posible que si realizan un experimento así en casa, acaben recibiendo una desagradable descarga eléctrica o, incluso, que quemen parte de la instalación de su hogar. Este procedimiento no es seguro, pero sí relevante hasta cierto punto para entender buena parte de la parafernalia que rodea a temas como el bulo sobre la vacuna triple vírica, la homeopatía, las críticas posmodernas contra la ciencia y las maldades de las grandes farmacéuticas. En resumen, no lo prueben en casa.

En cualquier caso, cuando enciendan su aparato Barbie Detox, verán que el agua se vuelve marrón debido a un proceso muy sencillo denominado electrólisis: en esencia, los electrodos de hierro se oxidan y ese óxido marrón pasa al agua. En ésta, además, se produce otro fenómeno añadido, algo que tal vez recuerden de sus clases de química en el instituto. En el agua hay sal. El nombre científico de la sal común es «cloruro de sodio»: eso significa que, cuando se halla en solución, el líquido en el que se disuelve pasa a contener múltiples iones de cloro con carga negativa (así como iones de sodio, con carga positiva). El conector rojo de su cargador de baterías de coche es un «electrodo positivo», por lo que arrebata los electrones con carga negativa de los iones de cloro (también con carga negativa), que se liberan así en forma de gas de cloro.

Así pues, del baño en Barbie Detox, como del baño de pies en Aqua Detox, acaba emanando cloro en estado gaseoso. Las personas que utilizan ese aparato han incorporado el característico olor a cloro a su versión de los hechos y le han proporcionado una bonita explicación causal. Son los productos químicos, explican ellos. Es el cloro que emana de nuestro cuerpo, de los muchos envases plásticos que envolvían los alimentos que hemos ido comiendo a lo largo de nuestras vidas, de tantos y tantos años bañándonos en piscinas con agentes químicos. «Ha sido interesante ver el cambio de color del agua y el olor del cloro que iba abandonando mi cuerpo», dice un testigo de Emerald Detox, otro aparato similar. Y en otro sitio web de venta de estos artículos, se puede leer: «La primera vez que ella usó [el «balneario de energía»] Q2, su compañero de trabajo le dijo que le escocían los ojos de tanto cloro como emanaba de ella, residuo de los tiempos de su infancia y su juventud». Todo ese gas de cloro acumulado en nuestro cuerpo a lo largo de los años: ¡qué idea más aterradora!

Pero aún queda otra cosa que también debemos comprobar. ¿Hay toxinas en el agua? Entonces aquí nos encontramos con un nuevo problema: ¿qué entienden esas personas por «toxinas»? He hecho esta pregunta una y otra vez a los fabricantes de muchos productos desintoxicantes, pero siempre ponen reparos. Agitan las manos, hablan del estrés de los estilos de vida modernos, hablan de la contaminación, hablan de la comida basura, pero nunca mencionan el nombre de una sola sustancia química que yo pueda medir. «¿Qué toxinas se extraen del cuerpo con su tratamiento?», les pregunto. «Díganme que hay en el agua y yo lo buscaré en un laboratorio». Jamás he recibido respuesta alguna a estas preguntas.

Tras muchas largas y evasivas, opté por elegir dos sustancias químicas más o menos al azar: la creatinina y la urea. Se trata de productos de desecho habituales de nuestro metabolismo que los riñones aíslan y expulsan a través de la orina. Por medio de un amigo, logré hacerme con un aparato de Aqua Detox, tomé una muestra de agua marrón y utilicé las ultramodernas instalaciones de análisis del Hospital St. Mary de Londres para buscar restos de esas dos «toxinas» químicas. Pero ni rastro de toxinas en el agua: sólo grandes dosis de hierro marrón y oxidado.

Pues bien, lo que se espera de los científicos es que, cuando den con un hallazgo como éste, vuelvan sobre sus pasos y revisen sus ideas sobre cómo creían que funcionaban esa clase de baños de pies. De quien, en el fondo, no esperamos algo así, es de los fabricantes, pero lo que dicen en respuesta a tales hallazgos es muy interesante (o, al menos, a mí me lo parece), porque responde a un patrón que veremos repetirse a lo largo y ancho del mundo de la pseudociencia: en lugar de abordar las críticas, o de aceptar los nuevos hallazgos para incorporarlos a un nuevo modelo, parecen más bien modificar los límites del terreno de juego a su antojo retirándose (y esto es muy importante) hacia
posturas incontrastables
.

Los hay, por ejemplo, que pasan entonces a negar que las toxinas se disuelvan en ese baño de pies (lo que me impediría medirlas): nuestro cuerpo recibe de algún modo (no sabemos cómo) la señal de que ha llegado el momento de liberarlas de forma normal (una forma que desconocemos tanto como las toxinas que supuestamente se liberan) aunque a mayor ritmo. Algunos de ellos admiten ahora que el agua se vuelve un poco marrón antes incluso de que metamos los pies en ella, sí, pero «no tanto» como después. Muchos cuentan largas historias sobre el llamado «campo bioenergético», que, según dicen, no se puede medir más que por lo bien que uno o una se siente al seguir el tratamiento. Todos ellos, eso sí, hablan de lo estresante que resulta la vida moderna.

Esto último es seguramente cierto, pero no tiene nada que ver con su baño de pies, que es puro cuento: y el cuento es el denominador común de todos los productos desintoxicantes, como veremos. Junto con la porquería marrón, claro está.

Velas para los oídos

Puede que piensen que las velas óticas son un blanco fácil para mis críticas. Pero, aun así, su eficacia ha sido promocionada con gran entusiasmo en medios tan respetables como el
The Independent
, el
The Observer
y la BBC, entre otros muchos. Dado que estos profesionales del periodismo actúan como proveedores autorizados de la información científica, dejaré que sea la propia BBC la que explique cómo esos tubos huecos de cera desintoxican nuestro cuerpo:

Las velas funcionan vaporizando sus ingredientes al ser encendidas, lo que provoca una corriente convectiva de aire hacia la cámara anterior del oído. La vela genera una succión suave que permite que los vapores masajeen suavemente el tímpano y el canal auditivo. Cuando se coloca la vela en la oreja, forma una especie de sello que facilita la extracción de la cera y de otras impurezas del interior del oído.
[2]

La supuesta demostración llega cuando abrimos una de esas velas y descubrimos que está llena de una sustancia cerosa anaranjada que nos resulta bastante familiar y que no puede ser otra cosa que cerumen del oído, pensamos nosotros. Si quieren probar esto ustedes mismos por su cuenta, van a necesitar: un oído, unas pinzas de tender la ropa, algo de masilla adhesiva, un suelo polvoriento, unas tijeras y dos de estas velas óticas. Yo recomiendo la marca OTOSAN por su eslogan publicitario: «El oído es la puerta de entrada al alma».

Si ustedes encienden una vela ótica y la sostienen por encima de un poco de polvo, no notarán indicio alguno de su supuesto poder succionador. Pero antes de que se lancen apresuradamente a publicar su hallazgo en alguna prestigiosa revista académica, sepan que ya hay quien se les ha adelantado: un artículo publicado en la revista médica
Laryngoscope
relató un experimento para el que se había empleado un caro equipo de timpanometría y que había concluido —como ustedes— que las velas óticas no ejercen ningún tipo de succión.
[3]
Como ven, no es cierto eso que se dice de que los médicos desestiman cualquier terapia alternativa de entrada y sin más.

Pero ¿y si la cera y las toxinas pasan del oído a la vela a través de alguna otra ruta —más esotérica— como se suele afirmar? Para examinar esto último, necesitarán realizar lo que se llama un experimento controlado, en el que se comparen los resultados de dos situaciones diferentes: una será la de las condiciones experimentales y la otra, la de las condiciones «de control». La única diferencia entre ambas será el factor que ustedes estén interesados en someter a prueba. Por eso les decía antes que se aprovisionaran de dos velas.

Coloquen una vela ótica en la oreja de alguien, siguiendo las instrucciones del fabricante, y déjenla ahí hasta que se consuma del todo.
[*]
Pongan la otra vela en el suelo y manténganla en posición vertical con un poco de masilla adhesiva mientras se consume: éste será el «grupo de control» de su experimento. El objetivo de un control es simple: necesitamos minimizar las diferencias entre los dos escenarios para que la única diferencia real entre ellos sea el factor único que estamos estudiando (que, en este caso, debe ser el siguiente: «¿Es mi oreja la que produce la porquería naranja?»).

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