Read Los refugios de piedra Online
Authors: Jean M. Auel
Ése era uno de los momentos más delicados de la reunión previa al emparejamiento, y por eso la Zelandoni dejaba tiempo a las jóvenes para asimilar la dura revelación. Sin embargo, era necesario que lo comprendieran y aceptaran.
Nadie dijo nada. Las muchachas habían oído hablar y habían comentado entre ellas el angustioso deber que podían exigírseles que cumplieran algún día, pero era la primera vez que se les planteaba de manera directa. Todas desearon fervientemente no verse obligadas a dejar morir a un hijo propio exponiéndolo al frío de la Gran Madre Tierra. Era una posibilidad tétrica.
Algunas de las mujeres de mayor edad permanecían inmóviles con los labios apretados y una expresión afligida en la mirada porque ellas habían tenido que cumplir con el penoso deber de conservar la vida de un hijo a costa de desprenderse de otro. Nunca era una decisión fácil, y en general las mujeres preferían interrumpir un embarazo a perder un hijo que ya habían traído al mundo o, peor aún, deshacerse del niño ellas mismas.
Las recomendaciones de la Zelandoni dejaron desolada a Ayla. «Nunca sería capaz», pensó. Los recuerdos de Durc se agolparon en su mente. A él habría tenido que abandonarlo a la intemperie, y por entonces no poseía el menor poder de decisión. Recordaba los angustiosos días que había pasado en la pequeña cueva, escondida, para salvarle la vida. Le habían dicho que era deforme. Pero no lo era. Sencillamente era una mezcla, de ella y de Broud, por más que fuera éste el primero en condenarlo. «Si Broud hubiera sabido cada vez que me forzaba que Durc sería la consecuencia, nunca lo habría hecho», pensó Ayla. Estuvo tentada de preguntar por qué no se impedía de antemano que se formara una nueva vida, pero no estaba lo bastante serena para hablar.
Marthona observó perpleja la manifiesta consternación de Ayla. Aquélla era sin duda una idea perturbadora, pero resultaba más que improbable que el hijo que esperaba Ayla tuviera que ser devuelto a la Madre. «Debe de ser porque, con el embarazo, está más sensible», se dijo.
No había mucha más información que dar: la prohibición de compartir el don del placer cuando se acercaba el parto y durante un breve período posteriormente, así como antes, durante o después de ciertas ceremonias; otros deberes de la mujer emparejada, los períodos en que era conveniente el ayuno, y otros momentos en que debían evitarse ciertos alimentos.
Existían también prohibiciones respecto al emparejamiento entre ciertas personas, como por ejemplo los primos cercanos. Cuando se mencionó esa cuestión, Ayla observó a Joplaya a la discreta manera de las mujeres del clan. Ella conocía el motivo de aquel aire alicaído que envolvía a la hermosa muchacha. Pero además había oído hablar de las señales de linaje desde su llegada a la Reunión de Verano, y no lo había entendido. ¿Qué significaba tener señales de linaje incompatibles? Las otras mujeres conocían las prohibiciones, y Ayla no quería preguntar nada delante de ellas. Decidió esperar a que saliera todo el mundo para plantear su duda.
–Una última cosa –dijo la Primera para concluir–. Algunas habréis oído que se había presentado una petición para aplazar unos días la ceremonia matrimonial. –Se oyeron algunas quejas–. Dalanar y su caverna de los lanzadonii decidieron venir a la Reunión de Verano de los zelandonii para que la hija de su compañera se emparejase en nuestra primera ceremonia matrimonial. –Se produjo un murmullo de voces entre las presentes–. Os complacerá saber que no será necesario el aplazamiento. Joplaya ya está aquí con su madre, Jerika. Joplaya y Echozar se emparejarán con los demás.
»Recordad todo lo que se ha dicho aquí. Es importante. La cacería inicial de la Reunión de Verano empezará mañana por la mañana, y si todo va bien, la ceremonia matrimonial se celebrará poco después. Entonces volveremos a reunirnos –dijo la Primera.
Mientras se disolvía la reunión, Ayla oyó varias veces el término «cabeza chata» y una vez como mínimo la palabra «abominación». No le gustó en absoluto, pero era evidente que muchas mujeres querían marcharse a comentar con las otras que Joplaya se había prometido con Echozar, el hombre que era medio cabeza chata.
Muchas lo recordaban. Ya había estado en la Reunión de Verano la última vez que asistieron los lanzadonii. Marthona recordaba que en aquella ocasión tuvieron lugar algunos incidentes desagradables en relación con Echozar y sus espíritus mixtos, y deseaba que no se repitieran. Le recordaba a otra Reunión de Verano que había sido dolorosa para ella: la primera a la que Jondalar había faltado al iniciar el viaje con su hermano y había dejado plantada a Marona, que lo esperaba para unirse a él en la ceremonia matrimonial. La joven se emparejó de todos modos ese verano, en la segunda ceremonia matrimonial, poco antes de volver a casa, pero su unión no había durado. Marona volvía a estar disponible, pero Jondalar había llevado una mujer a casa, una mujer que convenía mucho más a su hijo por distinta que fuera, sobre todo porque lo quería de verdad.
La Zelandoni contempló momentáneamente la posibilidad de prohibir a las mujeres comentar con otros lo que se había dicho en la reunión, pero era consciente de que carecía de autoridad para hacer cumplir ese edicto. Era una noticia demasiado sabrosa para pretender que la mantuvieran en secreto. La Primera advirtió que Ayla y sus acompañantes no se iban con el resto de las asistentes, sino que aparentemente la esperaban para hablar con ella. Al fin y al cabo, seguía siendo la Zelandoni de la Novena Caverna. Cuando ya no quedaba prácticamente más que los zelandonia, Ayla se le acercó.
–Quería preguntarte una cosa, Zelandoni –dijo.
–Adelante –instó la donier.
–Has hablado de prohibiciones, de personas que podían emparejarse y personas que no. Ya sé que nadie puede unirse a un «primo cercano». Jondalar me contó que Joplaya era su prima cercana (a veces la llamaba «prima de su hogar»), porque los dos habían nacido en el hogar del mismo hombre –dijo Ayla. Eludió la mirada de Joplaya, pero Marthona y Jerika sí se miraron.
–Exactamente –confirmó la Zelandoni de la Novena.
–Desde que llegamos a la Reunión de Verano he oído hablar de otra cosa, incluso a ti. Has dicho que una persona no debería unirse a alguien que tuviera una señal de linaje incompatible con la suya. ¿Qué es una señal de linaje?
Los otros zelandonia habían prestado atención al principio, pero viendo que Ayla sólo pedía información, empezaron a hablar entre ellos o se retiraron a su espacio personal del alojamiento.
–Eso es un poco más difícil de explicar –dijo la Zelandoni–. Una persona nace con determinada señal de linaje. En cierto modo forma parte de su elán, su fuerza vital. Las personas conocen su señal de linaje prácticamente desde que nacen, del mismo modo que conocen su elandon. Recuerda que todos los animales son hijos de la Madre. También ella los trajo al mundo, como cuenta el Canto a la Madre:
»Partió en dos las rocas con un atronador rugido
,
y en sus profundidades, en el lugar más escondido
,
nuevamente se abrió la honda y gran cicatriz
,
y los Hijos de la Tierra surgieron de su matriz
.
La Madre sufría, pero más hijos nacían
.
»Todos los hijos eran distintos, unos terrestres y otros voladores
,
unos grandes y otros pequeños, unos reptantes y otros nadadores
.
Pero cada forma era perfecta, cada espíritu acabado
,
cada uno era un modelo digno de ser copiado
.
La Madre era afanosa. La Tierra cada vez más populosa
.
»La señal de linaje está simbolizada por un animal, por el espíritu del animal –concluyó la Zelandoni.
–¿Es decir, como un tótem? –preguntó Ayla–. Mi tótem es el del León Cavernario. En el clan todos tienen un tótem.
–Puede ser –dijo la Primera, pensativa–. Pero me da la impresión de que los tótems son otra cosa. Para empezar, aquí no todo el mundo tiene un tótem. Son importantes, pero no tanto como un elán, por ejemplo, si bien es verdad que para conseguir un tótem es preciso haber superado una especie de prueba. Normalmente el tótem te elige a ti; en cambio, todo el mundo tiene una señal de linaje, y muchas personas tienen la misma. Un tótem puede ser cualquier espíritu de animal, un león cavernario, un águila dorada, un saltamontes; pero hay animales que poseen una especie de poder. Sus espíritus tienen una fuerza concreta, como una fuerza vital, pero distinta. La zelandonia los llama animales vitales, pero tienen más fuerza en el otro mundo que en éste. A veces podemos utilizar esta fuerza para protegernos cuando viajamos al mundo de los espíritus, o para hacer que ocurran ciertas cosas.
Ayla reflexionó un instante intentando recordar algo.
–¡Eso hacía Mamut! –exclamó de pronto–. Recuerdo que en una ceremonia hizo que ocurrieran cosas muy extrañas. Me parece que cogió un trozo del mundo de los espíritus y lo trajo a éste, pero tuvo que luchar mucho para controlarlo.
La expresión de la Zelandoni delató su sorpresa y admiración.
–Me hubiera gustado conocer a Mamut –dijo. Después continuó–: Por lo general, no se piensa demasiado en las señales de linaje, excepto de cara al emparejamiento. No han de unirse personas con señales de linaje opuestas, y por eso se habla más de ello en las Reuniones de Verano, cuando se deciden uniones y se celebran las ceremonias matrimoniales. El nombre común del animal vital de cada persona es una señal de linaje, y aunque ese nombre puede crear confusiones, casi todos lo usan porque no están acostumbrados a tratar con el mundo de los espíritus; sólo se preocupan de ello cuando van a emparejarse.
–A mí nadie me ha preguntado por mis señales de linaje –dijo Ayla.
–Sólo tiene sentido hacerlo entre los zelandonii de nacimiento. Las personas nacidas en otros lugares también pueden tener señales de linaje de animales vitales, pero normalmente no pueden compararse con los de los zelandonii. Cuando una persona se convierte en zelandonii, puede manifestarse una señal de linaje, pero nunca será opuesta a la del compañero o compañera que ya tiene. El animal vital de su pareja no lo permitiría.
Marthona, Jerika y Joplaya estaban escuchando atentamente. Jerika no era zelandonii de nacimiento, y sentía curiosidad por las costumbres y creencias de su compañero.
–Nosotros somos lanzadonii, no zelandonii. ¿Significa eso que si un lanzadonii quiere unirse a un zelandonii la señal de linaje no cuenta?
–Con el tiempo dejará de tener importancia –respondió la Primera–, pero muchos de vosotros, como Dalanar, nacisteis zelandonii. Los lazos son muy estrechos, y han de tenerse en cuenta.
–Yo nunca he sido zelandonii, y ahora soy lanzadonii, como Joplaya –dijo Jerika–. Como Echozar no es por nacimiento de ninguno de los dos pueblos, su señal de linaje no cuenta, pero como una hija recibe la señal de linaje de su madre me gustaría saber cuál es la de Joplaya.
–Es cierto que una hija suele tener la misma señal de linaje que su madre, pero esto no siempre es así. Según tengo entendido, habéis pedido que un Zelandoni se trasladase a vuestra caverna para que se convierta en vuestro primer Lanzadoni. Creo que será una gran oportunidad para el elegido. Será una persona con buena formación, de eso me encargaré yo, y descubrirá las señales de linaje de todo vuestro pueblo.
–¿Cuál es la señal de linaje de Jondalar? ¿Y cómo puedo yo tener una para transmitírsela a mi hija, si es que tengo una hija? –preguntó Ayla.
–Si quieres, podemos descubrirlo –respondió la Zelandoni–. El animal vital de Jondalar es un caballo, como el de Marthona, y el de Joharran, pese a que Marthona también es su madre, es distinto, es un bisonte. Los bisontes y los caballos son opuestos.
–Pero Jondalar y Joharran no son personas opuestas –observó Ayla frunciendo el entrecejo–. Se llevan muy bien.
La corpulenta donier sonrió.
–Opuestos para emparejarse, Ayla. Tienen señales de linaje opuestas.
–Ah, bueno, no creo que lleguen a formar pareja nunca –bromeó ella–. Has dicho que hay animales vitales. Puesto que mi tótem es el León Cavernario, ¿crees que podría ser también mi animal vital? Es poderoso y su espíritu me ha protegido en algunas ocasiones.
–Las cosas son distintas en el mundo de los espíritus –contestó la Primera–. La palabra «fuerza» tiene distintos significados. Los carnívoros son fuertes, pero tienden a actuar por su cuenta, ya sea solos o en pequeñas manadas, y los demás animales los rehuyen. Cuando entras en el mundo de los espíritus, normalmente es porque necesitas saber algo, descubrir algo. El animal que llega más lejos, que tiene acceso a otros muchos animales (o quizá debería decir que puede comunicarse con ellos), es más fuerte o, mejor dicho, posee una fuerza más útil. Depende de para qué vas a ese mundo. A veces buscas animales carnívoros por sus cualidades especiales.
–¿Por qué un bisonte y un caballo son señales de linaje opuestas? –quiso saber Ayla.
–Seguramente porque en este mundo tienden a pisar el mismo terreno en momentos distintos, y eso quiere decir que se superponen, compiten por el alimento. Los uros, por su parte, se comen la vegetación nueva y tierna, o sólo las puntas de la hierba, y dejan los tallos y partes más duras, que, en cambio, les gustan a los caballos. Por tanto, uros y caballos son compatibles. Los dos animales más opuestos son el bisonte y el uro, y tiene su lógica si lo pensamos detenidamente. Los herbívoros suelen tolerarse entre sí, pero los bisontes y los uros no pueden estar en el mismo prado. Se eluden, y hay gente que los ha visto luchar, sobre todo cuando las hembras entran en la estación de los placeres. Unos y otros se parecen demasiado. Los sementales de uro se alteran cuando huelen a una hembra de bisonte en celo, y los bisontes machos pueden llegar a perseguir a las hembras de uro. Una persona que tenga al uro como señal de linaje no ha de emparejarse nunca con otra que tenga la señal del bisonte.
–¿Cuál es tu animal vital, Zelandoni? –preguntó Ayla.
–Si quisieras, podrías adivinarlo –contestó la donier sonriente–. Cuando entro en el mundo de los espíritus, soy un mamut. Cuanto tú vayas, Ayla, no serás como eres ahora. Irás con la forma de tu animal vital. Entonces averiguarás cuál es.
A Ayla no le entusiasmó demasiado oír a la Zelandoni hablar de su futuro viaje al mundo de los espíritus, y Marthona no entendía por qué la donier estaba tan comunicativa. Normalmente no se explayaba de esa manera ni entraba en tantos detalles. La madre de Jondalar sospechó que la Zelandoni trataba de tentar a Ayla, de cautivarla mediante retazos de los fascinantes conocimientos asequibles sólo a la zelandonia.