Read Los momentos y sus hombres Online

Authors: Erving Goffman

Tags: #Sociología

Los momentos y sus hombres (14 page)

BOOK: Los momentos y sus hombres
6.98Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Spiegel
—¿Los distingue usted de las autoridades que viven también en el lugar?

Goffman:
—Ocurre a veces que las autoridades viven en el lugar, pero creo que lo contrario sucede más a menudo. En un manicomio típico, las autoridades superiores suelen trabajar durante la jornada normal de ocho horas diarias. Las autoridades medias siguen un régimen de tres turnos, porque están de servicio por períodos de ocho horas. Pero los pacientes viven todo el día y toda la noche en el mismo sitio. El manicomio funciona, por tanto, en dos ritmos: el ritmo de los internos, que están permanentemente, y el ritmo de los que sólo están a ciertas horas. Es como en el cuartel: habitualmente, los oficiales pueden escaparse con más facilidad que los soldados rasos.

Spiegel:
—Lo que no ocurre en un barco, desde luego.

Goffman:
—Quiero decir que así ocurre en muchos casos, pero no en todos. Es un hecho importante el que los grados superiores suelen tener la libertad de dejar la institución y que, por tanto, para ellos no se trate de una institución total.

(...)

Goffman:
—La cuarta característica de las instituciones totales es que son
finales,
es decir, que tienen fines reconocidos y que se han creado como empresas de riesgos calculados racionalmente. Al menos verbalmente, deben admitir que no les incumbe alcanzar un objetivo general. Esto también es importante.

Quinto —y esto establece una distinción entre una casa particular y tales lugares—, estas instituciones poseen lo que podríamos llamar una
cultura de imposición,
en el sentido de que las personas que entran en ellas pertenecen ya a culturas que les son propias. Los internos están formados ya por completo, social y culturalmente. Por tanto) todo lo que se haga dentro de la institución habrá de ser impuesto, en cierto sentido, sobre lo que ya existe.

Sexto, estas instituciones parecen originar a menudo una especie de
contravisión del mundo
, una ideología o perspectiva del mundo que coloca al interno fuera de éste. Lo cual varía según la categoría dentro de la institución y depende en gran parte del tipo de reclutamiento, que puede ser voluntario (por ejemplo, en el caso del convento, las monjas han ido de buen grado, por haber recibido una llamada divina); puede ser involuntario (como en el caso de la cárcel, donde el grupo inferior, el de los presos, suele crearse una visión del mundo opuesta a la que tienen las autoridades de la institución); y puede ser una mezcla de elementos voluntarios y de elementos coactivos (como en el ejército).

Tales son los rasgos característicos de las instituciones totales. Ciertamente, podrían exponerse otros rasgos generales.

Mead:
—Entonces, ¿excluye usted las instituciones que acogen niños, como los orfanatos?

Goffman:
—Me parece que sí. Pero si los niños entran en ellos a la edad de 6, 7 u 8 años, habría que revisar la cuestión.

Mead:
—¿Descarta los hogares de niños abandonados, lo mismo que los museos, porque los internos son muestras?

Goffman:
—Creo que sí. Pero hay una cosa que debe quedar clara desde el principio. Yo no insisto demasiado en estas características, porque no he dedicado mucho tiempo a elaborarlas. Lo que hay que retener es que cada una de ellas representa un aspecto importante de la vida social que se desenvuelve fuera de estas instituciones. Sólo dentro de éstas las encontramos reunidas, y su combinación parece producir un sistema dinámico que puede llevar a muchos problemas interesantes. Este sistema es una especie de monstruo, un híbrido sociológico, semicomunidad, semiorganización final; combinación que, en cierto modo, es casi intolerable en nuestra sociedad, porque sus cualidades pueden ser demasiado dinámicas.

Las instituciones totales pueden estudiarse desde varios puntos de vista. Yo acabo de pasar un año investigando sobre el terreno en un gran manicomio público, que he tratado de ver con los ojos de los internos. Ahora estoy ordenando mis datos en diferentes aspectos. Sin embargo, sólo les hablaré de una dimensión sobre la que creo no conocer gran cosa y no tener ideas muy claras. Me han dicho que eso formaba parte de la tradición de estas reuniones.

El aspecto de las instituciones totales del que quisiera hablar consiste en lo que yo llamo el «ciclo metabólico», a saber, el de introducir o reclutar, triturar y devolver personas.

En cierto sentido, se puede pensar que la función de un manicomio es recoger gente que, fuera, se ha comportado de manera inaceptable. Probablemente, instancias externas trataron, sin éxito, de convencer a estos transgresores para que obrasen correctamente. Entonces, entra en las funciones de la institución el convencer a los internos que la gente de fuera no pudo convencer. Así, pues, la persuasión está vinculada a la función racional general de la institución.

La expresión «ciclo metabólico» nos servirá para hacer comparaciones con otros tipos de instituciones. Aunque, desde luego, podemos emplearla simplemente por analogía. Yo creo que, en biología (aunque no sé gran cosa), un organismo traga algo, lo utiliza y, después, lo expele bajo la forma de un desecho, menos complejo que el producto total. Sin embargo, en la vida social, la materia humana de ciertas instituciones se reinyecta a menudo estratégicamente en la sociedad, donde van a representar un papel importante. En resumen, la organización encuentra su finalidad global en el papel que después representarán fuera los desechos.

El caso típico es el de la escuela de formación, cuyo objeto es formar personas que, un día, irán a ejercer en otro sitio. Pero, si bien se opera una especie de ciclo metabólico, puesto que estas personas pasan por la institución y son modificadas por ella, no se trata exactamente del mismo proceso que en la situación biológica.

Fremont-Smith:
—¿Puedo hacer yo una analogía en su lugar? Si en vez de órganos excretores, hablase usted de glándulas de secreción interna, su producto no sería un desecho.

Goffman:
—Sí, pero entonces cambiamos de sistema de referencia.

Spiegel:
—En realidad, él habla de exteriorización o de procesos de salida.

Fremont-Smith:
—Eso depende de dónde se coloque uno: la exteriorización de las glándulas renocorticales podría ser una interiorización en el organismo considerado como un todo.

Mead:
—¿Incluye en este concepto las escuelas, los internados, las universidades...?

Goffman:
—Tendré que incluir las escuelas cuando en ellas vivan individuos.

Mead:
—Yo creo que es muy enojoso emplear la analogía de los desechos. Lo mejor sería olvidarla desde ahora. El efecto de halo es tan grande que complicará toda la discusión.

Fremont-Smith:
—¿Un producto, pero no un desecho?

Goffman:
—Hablo de esto en un sentido en que no es acertado emplear la analogía metabólica.

Mead:
—En ningún caso es acertada esa analogía.

Goffman:
—El contingente está compuesto por las personas que pasan por el sistema, sufren ciertos cambios en él y salen.

Las instituciones pueden dividirse en tres clases generales, que podrían resultar útiles en la discusión. Hay, en primer lugar, instituciones basadas más o menos en el hecho de que las personas que entran en ellas están constituidas ya como criaturas correctamente autorreguladas. Lo que el patrono quiere, dirá, es un «buen» obrero, o sea, uno a quien no tenga más que dar instrucciones sobre sus métodos y reglas para que, entonces, pueda seguirlos inmediatamente y por mucho tiempo. Con otras palabras, no hace falta cambiar el sistema de autorregulación del obrero: basta con servirse del que ya tiene. Hemos de volver a repetir que ésta es sólo una clasificación provisional.

Dentro de tales instituciones, el problema de cambiar y de reajustar el mecanismo de autorregulación del individuo es probable que no surja sino en ciertos casos: cuando haya en el sistema una tensión psicosomática considerable, hasta el punto de que los directivos se azacanen hasta el agotamiento; o en las instituciones de trabajo como los campos de concentración, donde los individuos pueden hacer un trabajo físico tan duro que se maten. En estos casos, y en uno o dos más, como el momento de la jubilación, la persona que fue introducida en la institución deja de autorregularse, porque la han obligado a reajustar su centro de equilibrio dinámico, en cierto modo.

Liddell:
—Naturalmente, el condenado que vuelve a la cárcel está preformado, ¿verdad?

Goffman:
—Demasiado.

En segundo lugar, hay instituciones, como las funerarias, que toman personas muertas, las visten, las adornan y las entierran en los adecuados lugares rituales. Estas instituciones se basan en no estar ya autorregulados, en el sentido en que lo entendemos ahora, los organismos que ellas introducen: no se mueven por nada; pueden hacer con ellos lo que quieran.

El tercer tipo de instituciones es el que discutiremos aquí: el que procura reajustar radicalmente los mecanismos de autorregulación del individuo. (No quiero decir que se trate de un fin consciente: pienso en el efecto, o en la consecuencia, de la acción de la institución, sea o no conocido y pretendido.) Es el caso de los manicomios.

Así, pues, ciertas instituciones totales tienen la misión de almacenar gran cantidad de individuos y cambiarlos radicalmente. Así, resulta que el mismo proceso de reajustar estos individuos tiene un efecto determinante sobre toda la estructura del lugar: el almacenamiento llega a ser más que el simple reclutamiento del número necesario de personas. Volveré a emplear la expresión: el proceso metabólico llega a ser un elemento muy esencial del plan general de actuación, y la estructura de la institución debe explicarse parcialmente a partir de este proceso.

Todo esto es especulación teórica. Yo quisiera llegar a la especulación empírica, describiendo el ciclo metabólico de los manicomios. ¿Sigue molestándole esta expresión?

Mead
: —Sí, sigue molestándome.

Goffman:
—Deme otra, y la emplearé enseguida. ¿Entrada? ¿Descarga?

Fremont-Smith:
—Entrada, salida.

Barroru
—El proceso no es cíclico.

Mead:
—Tampoco me gusta un proceso mecánico. ¿Por qué no describe usted el proceso tal como se desenvuelve en una institución total?

Goffman:
—Lo intentaré. Pero quiero subrayar que se trata de procesos dirigidos a almacenar y devolver individuos. Necesito una palabra para designar esto, y emplearé «metabolismo» entre comillas a partir de ahora, si usted quiere.

Mead:
—Devolver significa vomitar. ¿Es eso lo que usted quiere decir?

Bateson:
—¿Qué diría de «preparar individuos»?
[202]
*

Goffman:
—¿Es aceptable para todos «preparar individuos»? En esta discusión surgen unos sentimientos morales que espero no se repitan con demasiada frecuencia.

Fremont-Smith:
—El empleo de ciertas palabras los hace surgir automáticamente.

Bateson:
—Me parece que lo que el doctor Goffman quiere decir es esto: una característica de lo que él llama una institución total es que el personal no considera a los internos —las personas que almacenan, preparan y despachan— como elemento de su organización. Al decir preparación, quiero enunciar la premisa, por parte del personal y por parte de los internos, de que se trata de una organización social completa en la cual los pacientes no son una fuerza que obre
sobre
el personal: al contrario, los pacientes son preparados
por
el personal; lo que, en realidad, es falsear totalmente la dinámica de la institución, pero tanto el personal como los internos la tienen siempre presente. Es la manera que tienen de entenderse a sí mismos.

Fremont-Smith:
—Quisiera hacer una observación que podría ser particularmente útil en este punto de la discusión. Hace años, Manley Hudson, brillante abogado y después magistrado, dio un largo ciclo de conferencias muy bien acogidas en la Asociación de Política Exterior. Una vez le preguntaron: «¿Cómo puede hablar de tantos temas, despertando tanto interés y sentimiento, sin provocar nunca la menor hostilidad entre el público?» El contestó que, según había aprendido pronto en su carrera, los sentimientos no están tan ligados a las
ideas
como a las
palabras
corrientemente asociadas a las ideas. En consecuencia, cuando quería discutir con un grupo de personas una cuestión a la que estaban muy unidas sentimentalmente, ponía mucho cuidado en no emplear ninguna palabra ni vocabulario que hubiesen podido asociar anteriormente a las ideas que él deseaba exponer.

Cuento ahora esta anécdota porque me parece muy aplicable en este caso. Usted acaba de recibir una serie de reacciones a las palabras que emplea, no obstante su deseo de que no se produjesen. Pero las palabras que ha utilizado las ha escogido, aun inconsciente, de tal manera que no podían sino provocar estas reacciones, como ha visto que ha pasado con la palabra «devolver». Eso significa vomitar, lo que origina una reacción de disgusto. Los desechos sugieren habitualmente excrementos. Creo que se trata de un punto secundario, pero importante. Convendría que pudiésemos encontrar las palabras justas.

Goffman:
—Sí, doctor Fremont-Smith, claro que he intentado encontrar esas palabras. Yo estoy acostumbrado a hablar con personas que están de acuerdo en las cuestiones fundamentales, y yo supongo que ellas suponen que yo estoy de acuerdo con ellas en estas cuestiones. Yo me sirvo de palabras gruesas para conmoverlas un poco y hacerles ver que las cosas van, verdaderamente, muy mal. En este sentido, yo estoy tratando de buscarles las cosquillas a ustedes. ¿Y usted me dice que eso no está bien? (...)

Ahora, quisiera continuar y tratar de trivializar hasta cierto punto las fases de este ciclo de preparación.

Ante todo, quisiera, señor Bateson, añadir algo a su comentario, que me ha gustado mucho. Aunque yo no esté muy al corriente del asunto, creo que, si una familia también está rodeada de una barrera, y es también, en cierto modo, un lugar en que las personas pasan toda la vida, otra característica de estos lugares es que los hijos y los padres se hallan en relación íntima durante toda su vida en común. Estoy de acuerdo con usted en que, formalmente, y de hecho hasta cierto punto, es característica de las instituciones totales que los internos vivan una vida muy desconocida para la gente de arriba. Los vigilantes, que están en el nivel inferior de la administración de un manicomio, conocen un extremo de la vida cotidiana de los pacientes, pero no lo saben todo. Esta discontinuidad, o diferencia, tiene una función muy importante. El personal la necesita, porque los de abajo del todo viven hechos emocionalmente desgarradores. Manteniéndose a distancia, el personal se ahorra muchas preocupaciones.

BOOK: Los momentos y sus hombres
6.98Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Look After Us by Elena Matthews
2 Multiple Exposures by Audrey Claire
Kiss Me First by Lottie Moggach
Bought (His) by Ahmed, DelVita
Caribbee by Julian Stockwin
The Indestructible Man by Jablonsky, William
Etiquette & Espionage by Gail Carriger