Llévame a casa (17 page)

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Authors: Libertad Morán

Tags: #Romantico, Drama

BOOK: Llévame a casa
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despedida. de forma procedente. no podías hacer nada. tenían razón. no acudías al puesto de trabajo. no rendías. te extendieron un cheque con tu último sueldo y tu finiquito. dejaron de pagarte el alquiler del piso. ingresaste el cheque y lo primero que hiciste fue irte de juerga para celebrar que al día siguiente no tenías que ir a trabajar. daba igual el motivo de la celebración, cualquier excusa es buena para irse de juerga.

duraste dos meses así. el dinero desaparecía y tú no sabías muy bien cómo. de repente te viste vendiendo tus cosas, la televisión grande que te cagas, el dvd, el equipo de música, tu carísimo móvil de última generación. necesitabas más dinero. siempre más y más dinero. el alquiler del apartamento era caro, tus vicios eran caros. y eso que ya habías dejado de ir a cenar a restaurantes de cuatro tenedores. apenas comías. a veces una lata de atún, otras un whopper. te alimentabas de tabaco y vodka. y sobrevivías. no pasaba nada. tu cuerpo es fuerte. lo aguanta todo. eres joven y prometes.

te quedaste en la calle. literalmente en la calle. tus únicas posesiones eran una maleta con tu ropa. decidiste que había llegado el momento de volver. buscaste ayuda y te costó encontrarla. tus nuevos amigos barceloneses te respondían con una sola frase «estoy muy ocupado». al final conseguiste reunir el dinero suficiente para un billete de autobús a madrid.

te fuiste en el primero que salía. cuando viste desaparecer barcelona a tu espalda no supiste si la pesadilla había acabado o no había hecho más que comenzar.

y a ver cómo iban a reaccionar tus padres. porque estaba claro que no les podías contar nada de lo que había ocurrido de verdad. ¿tus cosas? en un guardamuebles. ¿tu dinero? lo tengo todo en un fondo de inversión que no quiero tocar. sabías que papá abriría la cartera tarde o temprano. como hizo al poco de llegar tú. eres su niña. quizá esa sea tú única arma. aún eres la niña de alguien. porque el resto te ha dado la espalda.

apuras la cerveza. piensas en darte una ducha. pero la última vez que te duchaste en este estado no te gustó demasiado. no sentías las gotas sobre tu piel. no tenías ninguna sensibilidad en la piel. pero tienes que reponerte. estar en forma para esta noche. para volver a la juerga. ¿qué más podrías hacer? ya tendrás tiempo de ser vieja y responsable. quieres vivir ahora. no dentro de cincuenta años, cuando tu cuerpo esté lleno de arrugas y tu dentadura sea postiza.

empiezas a hacer llamadas. lo primero, conseguir material fiado. una vez conseguido esto ya te puedes dedicar a llamar a la gente con la que vas a quedar.

tus padres empiezan a sospechar. normal. no buscas curro. pasas el día durmiendo. amaneces al atardecer poniendo house a todo volumen. pides demasiado dinero. te lo dan arrugando el morro. ¿qué haces con él? ni siquiera se te ocurre una excusa creíble. lo coges ávidamente y mientras le das un beso a papi en la mejilla, te lo guardas en el bolsillo, calculando mentalmente los gramos, las pirulas, las copas que podrás pagar. «me marcho ya, no volveré tarde», aseguras al mentir otra vez.

no siempre sales con tus amigos. muchas veces te incomoda su presencia porque sientes que la tuya les incomoda a ellos. y es que ellos se creen mejores que tú, con sus trabajos, sus parejas, sus vidas impecables que parecen gritarte todo el tiempo que estás fuera del círculo. sus miradas compasivas, censuradoras, llenas de reproches que te recuerdan tu fracaso, tu mala cabeza, tu disidencia. «no eres como nosotros», parecen decirte, «no sabes comportarte». qué más les dará a ellos. que se metan en sus putas vidas, que te dejen en paz. sabes que no son mejores que tú. aunque a veces te cuesta tanto creerlo…

y sabes que deberías buscar trabajo. aunque tan sólo sea para que tus padres dejen de fruncir el ceño cada vez que abren la cartera. aunque tan sólo sea para volver a tener un sueldo propio con el que poder comprar mejor farlopa que la que ahora hace que te sangre la nariz. sí, comprar farla es una buena razón para volver a trabajar. el lunes comprarás el periódico.

la chica que está frente a ti te mira con cara rara. como si te conociera de algo sin acabar de ubicarte en sus recuerdos. tú también la miras a ella. tiene cara de cansada, los ojos entornados, un débil reguero de sangre deslizándose por el surco de su labio superior. te inclinas hacia ella apoyándote en el lavabo. a ti también te suena su cara. tú también crees conocerla de algo pero no recuerdas de qué. y ella sigue mirándote tan fijamente como tú a ella. quizá quiera ligar contigo. o quizá sólo te mire por curiosidad. quizá no sea nadie que merezca la pena.

sales de los servicios trastabillando los pasos. llegas hasta la barra. tu copa sigue ahí, intacta, fiel, los hielos quizá un poco derretidos pero no importa. das un largo trago. miras a tu alrededor. no hay mucha gente. no conoces a nadie. jurarías que no has llegado sola hasta allí. aunque no pondrías la mano en el fuego por afirmarlo.

la música inunda tus oídos. el volumen es salvaje. crees que estás bailando. un brazo te rodea la cintura desde atrás. no sabes quién es. tampoco lo rechazas. sientes un aliento cálido en tu nuca. una mejilla que se acerca a la tuya. una barba de demasiados días que agrede tu piel como una lija. el aliento cálido es aliento alcohólico. unos labios húmedos y torpes exploran tu cuello. unas manos toscas, zafias, se pierden por debajo de tu ropa. te dejas hacer. qué más da.

os besáis en el asiento trasero del taxi. cruzas miradas desafiantes con el conductor a través del espejo retrovisor. de repente se para. alguien paga. camináis por las aceras mal iluminadas. entráis en un portal. subís en ascensor. pierdes la cuenta de los pisos. susurros al entrar en la casa, algo de unos compañeros de piso. a ti te da la risa floja. te tapa la boca sin fuerza, también hay risas que no son tuyas. entráis en una habitación. te dejas caer en una cama deshecha. sigues riendo mientras te desnuda.

te folla sin que te enteres. sólo es un tipo más haciendo flexiones encima de ti con la cara desencajada. tu risa se mezcla con sus gruñidos, su sudor con tus lágrimas. ¿qué hora será? ¿dónde estarás? marilyn manson te mira desde un póster colgado en la pared. vuelves a reír. el tipo se sigue moviendo encima de ti, ni siquiera sabes si se ha puesto condón. ni siquiera te importa.

te despiertas agitada. ya es de día. un bulto ronca a tu lado. el aire huele a sudor, a alcohol, a tabaco, al acre olor del sexo. te levantas de la cama, recoges tu ropa que yace desperdigada por el suelo. te vistes con prisa, temiendo a cada momento que el bulto se despierte. sales de la habitación. en el pasillo te cruzas con alguien que te mira con una expresión entre extrañada y divertida. no dices nada. por instinto llegas hasta la puerta. bajas las escaleras a trompicones, de dos en dos, de tres en tres, la ansiedad alojada en tu pecho, la desesperación royendo tus venas. buscas la coca en tus bolsillos. aún queda algo. la esnifas con cuidado en el portal. te pones las gafas de sol y sales a la calle. a salvo.

entras en casa sin quitarte las gafas de sol. te cruzas con tu madre de camino a tu habitación. está moviendo los labios. te dice algo. no sabes el qué. la esquivas y te metes en tu refugio echando la llave. crees oír golpes en la puerta mientras caes a plomo sobre el pulcro edredón de ositos paracaidistas que cubre tu cama. qué más da. hoy ya es otro día.

saben lo que pasa. te gritan. tu madre llora. tu padre se lamenta. tú les miras con indiferencia, tirada en el sofá, fumando un cigarrillo. ya que están así podrías aprovechar para decirles que eres lesbiana. pero no dices nada. porque no sabes qué decir. porque no sabes qué eres. porque no sabes quién eres. porque sólo quieres que pase todo, que todo acabe. aunque no sepas qué hay después.

silvia te llama. te pregunta si quieres salir con ella y los demás. y tú nunca rechazas una proposición. aunque sea con ellos. los que con sus miradas te recuerdan constantemente tus malos pasos. allí estarás, como un clavo, siempre lista, siempre dispuesta para otra noche de juerga. siempre hasta el límite y más allá.

y el tiempo pasa. y la coca se acaba. y la paciencia de tus padres se acaba. y tu aguante se acaba. pero enciendes el piloto automático. aún puedes seguir un poco más. siempre podrás seguir un poco más.

tus padres hablan con calma. tienes que cambiar. por ti. por tu bien. por tu vida, que aún te queda mucha. asientes mecánicamente mientras dicen que te ayudarán. dices que lo intentarás. sólo lo intentarás. no prometes nada. aunque no importa lo que les digas. sabes dónde guardan el dinero.

una ducha rápida, una cerveza y un poco de coca. tus padres no están, tus padres han salido. y tú sola en casa no te puedes quedar. aún debe haber algo en la ciudad que no hayas quemado. así que salgamos en su busca, quizá sólo te calmes cuando hayas quemado todas tus naves. quizá todo sería más fácil si alguien supiera hacerte feliz. pero ni tú misma sabes qué podría hacerte feliz. y seguirás buscando hasta sentar cabeza. o te partirás el cuello en el intento. quién sabe. tú no. no sabes nada. nunca lo has sabido. ¿de qué serviría?

bajas y subes. no sabes hasta cuándo. la montaña rusa no parece tener fin. deberías cambiar. deberías seguir así. no lo sabes. no te importa. sigamos la juerga. vamos a pedir una copa para pasar la pasti. y luego me llevas a ver las luces de madrid.

Epílogo

—¿Cómo va? —pregunta Ángela desde el asiento del conductor.

El coche avanza a gran velocidad en dirección al hospital. Son casi las cinco y la madrugada se ha teñido de urgencia.

—Bien, creo… —responde una voz atrás.

—Pellízcale en los hombros y en el cuello. Bien fuerte, no te cortes —ordena Silvia desde el otro asiento, el del copiloto—. No dejes que pierda la poca consciencia que tiene.

También ha sido coña que se trajeran el coche. Por lo general lo suelen dejar en el garaje. Total, para ir al centro, si estamos aquí al lado, podemos ir andando. Pero hoy han estado de compras en unos grandes almacenes de las afueras, así que llegaron pronto a Chueca y lograron aparcar muy cerca de la plaza. Lo que luego ha resultado providencial para salir corriendo. Ninguna de las dos se fía de las ambulancias. Tardan demasiado en llegar.

Chus y Jose les siguen detrás con la moto. Silvia vigila que no se pierdan de vista a través de los espejos retrovisores y girando la cabeza de vez en cuando. Toda una comitiva para llevar a urgencias un caso más de abuso de drogas y alcohol que engrose la estadística que luego esgrimirán gobierno y psicólogos para implantar su propia ley seca.

Llegan a la entrada de urgencias del hospital. Ángela para el coche y deja que salgan todas.

—Yo voy a aparcar el coche, ahora entro —les comunica cuando ya están todas fuera arrastrando el cuerpo semiconsciente hasta la puerta.

Silvia toma el mando de la situación, la engancha por el costado y junto con las otras dos chicas que han venido con ellas consiguen meterla dentro. La sientan en una silla y se acercan al mostrador.

—Buenas noches —dice apurada pero con médicos y enfermeras la educación ante todo, que ya son bastante puñeteros por sí solos, sin necesidad de alentarles a ello—. Es nuestra amiga, no está bien.

—¿Ha bebido? —pregunta con gesto indiferente la enfermera sentada tras el mostrador.

—Sí. Pero no sé cuánto.

—¿Otras drogas?

—No lo sé. Es posible.

—Está bien. Voy a pedir una camilla —dice al ver que el cuerpo inerme acaba de caerse al suelo y Chus y Jose corren a levantarlo—. ¿Cómo se llama la paciente?

—Carolina Montero —responden a la vez Silvia y la otra chica. La enfermera toma nota mirando a Carolina y a Marta, luego a Silvia y a la otra chica con cara de querer preguntarles si no prefieren ingresar a las dos.

—¿Edad?

—Veintiuno —vuelven a decir a coro.

—¿Sufre algún tipo de alergia?

El rostro de la otra chica adopta expresión de no saber nada. Silvia abre la boca para hablar.

—Creo que es alérgica a la aspirina.

—¿Lleva documentación?

Silvia deja que la otra chica se haga cargo del interrogatorio al ver que Ángela entra en ese momento en la sala de espera.

—¿Qué ha pasado? —le pregunta.

—De momento nada. Le están tomando los datos.

Ángela mira a Carolina, sostenida entre Chus y Jose.

Marta está a su lado con la cabeza gacha mirando al suelo. Hablando con la enfermera está la novia de Carolina, pero no recuerda cómo se llama.

—Bueno, vamos a sentarnos. Estas cosas siempre se hacen eternas.

Ya la han pasado a una sala de observación. Su estado es estable. Le han hecho algunas pruebas y aún esperan los resultados. Fuera ya es de día. Jose apoya la cabeza en el hombro de Chus como si quisiera dormir sabiendo que allí no podrá hacerlo. De repente ve que Silvia se pone en pie de un salto.

—O me tomo un café o me quedo sopa aquí mismo —dice estirándose—. ¿Por qué no vamos a la cafetería a desayunar algo? Si salen y no nos encuentran, ya esperarán. Cuando volvamos, preguntamos. Además, no creo que Carolina esté en condiciones de salir por su propio pie de aquí.

—Yo me quedo —anuncia la novia de Carolina. ¿Cómo demonios se llamaba?

—¿Te quedas sola? —le pregunta Jose—. Vente con nosotros, no creo que vayan a salir ahora mismo.

—No, no, prefiero quedarme aquí —asegura.

Jose se encoge de hombros. Los demás se levantan de las sillas.

—¿Estará abierta la cafetería? —pregunta Chus.

—Espero que sí —le respondió Silvia con un gran suspiro.

—Y a ver si está la vecina… Trabaja aquí pero no sé si le tocará hoy —añade Ángela.

Jose observa cómo Silvia mira a Ángela y señala con la cabeza a Marta. Ángela parece caer en la cuenta de algo en ese momento. Silvia se acerca a Marta para hablar con ella. Se pregunta que le irá a decir su amiga. Pero la única reacción de Marta es encogerse de hombros.

Mi turno ya ha acabado. Estoy en el vestuario, ya vestida de calle, haciendo acopio de fuerzas para lo que quiero llevar a cabo. Sé que ha pasado mucho tiempo y una parte de mí misma me dice que lo deje como está, que ya no voy a solucionar nada. Pero siento que le debo una explicación a Laura. Sólo una explicación. Contarle lo que de verdad ha pasado entre nosotras. Contarle lo que ha ocurrido desde que dejé de verla. Iré a la cafetería y le pediré verla cuando acabe de trabajar. Entonces nos podremos ir a tomar algo y se lo contaré.

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