Authors: Christopher Paolini
—¡Ese lo maté yo mismo! —dijo Orik, orgulloso, señalando al más grande de los jabalíes.
Además de la comida preparada para la ocasión, Orik había traído tres carros de la mejor hidromiel de los enanos especialmente para Saphira. La dragona soltó un murmullo de placer cuando vio los barriles.
Tienes que probarla
—le dijo a Fírnen, que rebufó y alargó el cuello, olisqueando los barriles con curiosidad.
Cuando llegó la noche y la comida estaba lista, se sentaron en las toscas mesas construidas por los enanos aquel mismo día. Orik golpeó el martillo contra el escudo, haciendo callar a la multitud.
Entonces cogió un trozo de carne, se lo llevó a la boca, lo masticó y tragó.
—
¡Ilf gauhnith!
—proclamó.
Los enanos gritaron, satisfechos, y empezó el banquete.
Al final de la velada, cuando todos estaban ya llenos —incluso los dragones—, Orik dio una palmada y llamó a un criado, que le trajo un cofre lleno de oro y joyas.
—Una pequeña muestra de nuestra amistad —dijo Orik, dándoselo a Eragon.
Eragon agachó la cabeza y le dio las gracias.
Entonces Orik se dirigió a Saphira y, con los ojos brillantes, le ofreció un anillo de oro y plata que podía ponerse en cualquiera de las garras de sus patas delanteras.
—Es un anillo especial, porque no se manchará ni se rayará; además, mientras lo lleves, tus presas no te oirán acercarte.
A Saphira le encantó su regalo. Dejó que Orik le colocara el anillo en el espolón de la pata derecha y, el resto de la noche, Eragon la sorprendió varias veces admirando la joya de reluciente metal.
Orik insistió tanto que tuvieron que pasar la noche en Hedarth.
Eragon esperaba partir a primera hora de la mañana siguiente, pero, cuando el cielo empezó a iluminarse, Orik los invitó a él, a Arya y a Roran a desayunar. Tras el desayuno dejaron la charla y se fueron a ver las balsas que habían usado los enanos para transportar los nagran desde las montañas Beor hasta Hedarth, y enseguida se les hizo de nuevo la hora de la cena, y Orik consiguió convencerlos de nuevo para que se quedaran a comer con él por última vez.
Con la cena, al igual que en el banquete del día anterior, los enanos cantaron y tocaron, y la interpretación de un bardo enano de gran talento retrasó la partida de la comitiva aún más.
—Quedaos otra noche —insistió Orik—. Está oscuro; no es hora de viajar.
Eragon levantó la mirada a la luna llena y sonrió.
—Te olvidas de que para mí no está tan oscuro como para ti. No, tenemos que irnos. Si esperamos más, me temo que no nos iremos nunca.
—Entonces ve con mis bendiciones, hermano de mi corazón.
Se abrazaron, y Orik hizo que les trajeran caballos, que los enanos tenían en Hedarth para los elfos que venían a comerciar.
Eragon levantó la mano en señal de despedida hacia Orik. Luego espoleó a su caballo y galopó con Roran, Arya y el resto de los elfos, saliendo de Hedarth y siguiendo la pista de caza que recorría la orilla sur del Edda, donde el aire olía a dulce con el aroma de los sauces llorones y los álamos. Los dragones les seguían volando, jugueteando y entrecruzándose en divertidas maniobras.
Una vez que estuvieron fuera de Hedarth, Eragon y sus compañeros tiraron de las riendas y siguieron a un paso más lento y cómodo, charlando tranquilamente entre ellos. Eragon no habló de nada importante con Arya y Roran, porque no eran las palabras lo que importaba, sino la sensación de proximidad que compartían en aquella noche remota. La sensación que flotaba en el ambiente era preciosa y frágil, y cuando hablaban era con una suavidad mayor de lo habitual, porque sabían que se les estaba acabando el tiempo de estar juntos, y ninguno quería estropear el momento con una frase fuera de lugar.
Muy pronto llegaron a lo alto de una loma y miraron hacia el otro lado, donde les esperaba el
Talíta
.
Allí estaba el barco, tal como Eragon esperaba. Tal como debía ser.
Bajo la pálida luz de la luna, la embarcación tenía el aspecto de un cisne preparado para salir volando y dejar atrás las lentas aguas del ancho río en dirección a lo desconocido. Los elfos habían arriado las velas, que, recogidas, aún emitían un leve resplandor. Distinguieron una única silueta al timón, pero, por lo demás, la cubierta estaba vacía.
Más allá del
Talíta
, la oscura llanura se extendía hasta el lejano horizonte: era una imponente extensión de terreno interrumpida únicamente por el curso del río, que atravesaba la tierra como una tira de metal alisado a martillazos.
Eragon sintió un nudo en la garganta. Se cubrió la cabeza con la capucha, como si quisiera ocultarse de aquella imagen.
Poco a poco descendieron por la loma cubierta de hierba hasta llegar a la playa de guijarros. Los cascos de los caballos resonaban con fuerza contra las piedras.
Eragon desmontó allí, y los demás hicieron lo mismo.
Espontáneamente, los elfos formaron dos filas en dirección al barco, una frente a la otra, y plantaron el extremo de sus lanzas en el suelo, junto a los pies, poniéndose firmes, como estatuas.
Eragon los miró. El nudo de su garganta se tensó aún más, haciéndole aún más difícil la respiración.
Es el momento
—anunció Saphira.
El chico asintió, consciente de que tenía razón.
—Toma —dijo, entregándole el cofre a Roran—. Esto deberías quedártelo tú. Te puede ser más útil que a mí… Úsalo para construir tu castillo.
—Lo haré —dijo Roran, con voz profunda. Se puso el cofre bajo el brazo izquierdo y luego abrazó a Eragon con el derecho. Ambos permanecieron así un buen rato. Luego, se despidió—. Cuídate, hermano.
—Tú también, hermano… Cuida mucho a Katrina y a Ismira.
—Lo haré.
Eragon no podía pensar en nada más que decir, así que tocó a Roran en el hombro y se dirigió a Arya, que le esperaba junto a las dos filas de elfos.
Se quedaron mirando unos segundos, hasta que la elfa dijo por fin:
—Eragon.
También ella se había echado la capucha sobre la cabeza; pese a la luz de la luna Eragon veía poco de su rostro.
—Arya.
Eragon paseó la mirada por las plateadas aguas del río y luego volvió a mirar a Arya, con la mano en la empuñadura de
Brisingr
.
Temblaba de la emoción. No quería marcharse, pero sabía que tenía que hacerlo.
—Quédate conmigo…
Ella levantó la mirada de pronto.
—No puedo.
—Quédate conmigo hasta la primera curva del río.
Ella dudó, pero luego asintió. Él le ofreció el brazo, y ella pasó el suyo por debajo, y juntos subieron al barco y se dirigieron a la proa.
Los elfos los siguieron y, una vez que estuvieron todos a bordo, recogieron la pasarela. Sin viento ni remos, el barco se alejó de la pedregosa orilla y emprendió su camino por el río, largo y tranquilo.
En la playa, Roran se quedó solo, viéndolos partir. Luego echó la cabeza atrás y soltó un grito, largo y lleno de dolor, y su lamento resonó en la noche.
Pasaron varios minutos, y Eragon seguía allí de pie, junto a Arya, sin que ninguno de los dos hablara, mientras observaban la llegada de la primera curva del río. Por fin, el chico se volvió hacia ella y le retiró la capucha del rostro, para poder verle los ojos.
—Arya —dijo. Y susurró su nombre verdadero. Un temblor familiar atravesó el cuerpo de la elfa.
A su vez, Arya susurró el nombre verdadero de Eragon, y él también se estremeció al oír la definición más profunda de su ser.
Abrió la boca para hablar de nuevo, pero Arya le hizo callar apoyando tres dedos sobre sus labios. Dio un paso atrás y levantó una mano por encima de la cabeza.
—Adiós, Eragon
Asesino de Sombra
.
Y entonces Fírnen descendió sobre ella y se la llevó de la cubierta del barco, zarandeando a Eragon con las ráfagas de viento levantadas con su aleteo.
—Adiós —susurró Eragon, viendo cómo Arya y Fírnen volvían hacia el lugar donde los esperaba Roran, en la orilla.
Eragon dio por fin rienda suelta a las lágrimas y se agarró con fuerza a la baranda del barco. Y lloró, mientras dejaba atrás todo lo que había conocido en su vida. En el cielo se oyó el aullido de dolor de Saphira, y su dolor se mezcló con el de Eragon, pues ambos lamentaban lo que nunca podría ser.
Al cabo de un rato, no obstante, el corazón de Eragon volvió a la calma, sus lágrimas se secaron y recuperó cierta paz al contemplar la llanura vacía que se extendía ante él. Se preguntó qué extrañas cosas encontrarían entre sus confines, y pensó en la vida que iban a vivir él y Saphira: una vida con los dragones y con los Jinetes.
No estamos solos, pequeño
—dijo Saphira.
En el rostro de Eragon apareció una sonrisa.
Y el barco siguió su camino, deslizándose suavemente por el río bajo la luz de la luna, en dirección a las oscuras tierras que se abrían más allá.
FIN
Para el observador casual, los diversos nombres que el intrépido viajero encontrará en toda Alagaësia pueden parecer una aleatoria colección de etiquetas sin ninguna coherencia cultural ni histórica.
Pero, al igual que sucede en cualquier territorio que las distintas culturas —y, en este caso, diversas razas— han colonizado de manera continuada, Alagaësia adquirió sus nombres de un amplio espectro de fuentes únicas, entre las cuales se cuentan el lenguaje de los enanos, el de los elfos, el de los humanos e, incluso, el de los úrgalos. Así podemos encontrarnos con el valle de Palancar (un nombre humano), con el río Anora y Ristvak’baen (nombres élficos) y con la montaña Utgard (un nombre enano), todos ellos separados entre sí solamente por unos cuantos kilómetros.
Por otra parte, está la cuestión de cuál es la pronunciación correcta de estos nombres. Por desgracia, no existen reglas establecidas para el principiante. El asunto se hace todavía más complejo cuando uno se da cuenta de que, en muchos lugares, la población ha modificado la pronunciación de las palabras extranjeras para adaptarlas a su propio idioma. El río Anora es un excelente ejemplo. En su origen, «anora» se pronunciaba «äenora», que significa «ancho» en el idioma antiguo. En sus escritos, los humanos simplificaron la palabra convirtiéndola en «anora» y, así, modificando las vocales «äe» (ay-eh) en la más fácil «a» (ah), crearon el nombre tal y como era en tiempos de Eragon.
Para ahorrar a los lectores tantas dificultades como sea posible, he elaborado las siguientes listas, a modo de guía. Desde aquí animo al entusiasta a estudiar las fuentes de los idiomas para aprender su verdadera complejidad.
PRONUNCIACIÓN
Aiedail: EI-ah-deil.
Ajihad: AH-si-jod.
Alagaësia: Al-ah-GUEI-si-ah.
Albitr: OL-bait-er.
Arya: AR-i-ah.
Blödhgarm: BLOD-garm.
Brisingr: BRIS-in-gur.
Carvahall: CAR-vah-jal.
Cuaroc: Cu-AR-oc.
Dras-Leona: DRAHS-li-OH-nah.
Du Weldenvarden: Du WEL-den-VAR-den.
Ellesméra: El-ahs-MIR-ah.
Eragon: EHR-ah-gahn.
Farthen Dûr: FAR-den DOR.
Fírnen: FIR-nen.
Galbatorix: Gal-bah-TOR-ics.
Gil’ead: GIL-i-ad.
Glaedr: GLEY-dar.
Hrothgar: JROZ-gar.
Islanzadí: Is-lan-SAH-di.
Jeod: JOUD.
Murtagh: MER-tag.
Nasuada: Nah-su-AH-dah.
Niernen: Ni-ER-nen.
Nolfavrell: NOL-fah-vrel.
Oromis: OR-ah-mis.
Ra’zac: RAA-sac.
Saphira: Sah-FIR-ah.
Shruikan: SHRU-kin.
Silthrim: SIL-zrim (sil es un sonido difícil de transcribir; se produce al chasquear la punta de la lengua con el paladar).
Teirm: TIRM.
Thardsvergûndnzmal: ZARD-sver-GUN-dins-maal.
Trianna: TRI-ah-nah.
Tronjheim: TROÑS-jim.
Umaroth: U-MAR-oz
Urû’ baen: U-ru-bein.
Vrael: VREIL.
Yazuac: YAA-zu-ac.
Zar’roc: ZAR-roc.
Agaetí Blödhren:
celebración del Juramento de Sangre (llevada a cabo una vez cada cien años en honor al pacto originario entre elfos y dragones).
Älfa:
elfo (el plural es älfya).
Älfakyn:
la raza de los elfos.
Atra du evarínya ono varda, Däthedr-vodhr:
«Que las estrellas te protejan, honorable Däthedr».
Atra esterní ono thelduin, Eragon Shur’tugal:
«Que la fortuna gobierne tus días, Jinete de Dragón Eragon».
Audr:
arriba.
Böllr:
un objeto redondo; una esfera.
Brisingr:
fuego.
Dauthdaert:
Lanza de la Muerte; nombre de las lanzas creadas por los elfos para matar dragones.
Deloi sharjalví!:
¡Muévete, Tierra!
Domia abr Wyrda:
Dominio del destino (libro).
Draumr kópa:
ojos de sueño.
Dröttning:
reina.
Dröttningu:
princesa (aproximadamente; no es una traducción exacta).
Du:
el/la.
Du Fells Nángoröth:
las montañas Malditas.
Du Vrangr Gata:
el Camino Errante.
Du Weldenvarden:
el bosque Guardián.
Ebrithil(ar):
maestro/s.
Eka aí fricai un Shur’tugal:
«Soy un Jinete y un amigo».
Eka elrun ono, älfya, wiol förn thornessa:
«Os doy las gracias, elfos, por este regalo».
Elda:
sufijo honorífico de género neutro que expresa una gran alabanza (se une a la palabra con guion).
Elrun ono:
gracias.
Erisdar:
farol sin llama usado por los elfos y los enanos (recibe el nombre del elfo que lo inventó).
Fairth:
retrato que se obtiene por medios mágicos sobre una placa de pizarra.
Fell:
montaña.
Finiarel:
sufijo honorífico que designa a un joven muy prometedor (se une a la palabra con guion).
Flauga:
volar.
Frethya:
esconder.
Gánga:
ve.
Gánga aptr:
retrocede.
Gánga fram:
avanza.
Gánga raehta:
ve a la derecha.