Las poseídas de Stepford (13 page)

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Authors: Ira Levin

Tags: #Terror

BOOK: Las poseídas de Stepford
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Joanna esbozó una sonrisa.

La doctora Fancher se inclinó hacia delante y, juntando las manos, se acodó sobre el escritorio.

—Comprendo que no sea usted feliz en un pueblo donde las mujeres están eminentemente orientadas hacia la domesticidad. Yo tampoco lo sería; ninguna mujer con intereses extrovertidos podría serlo. Pero me pregunto, y presumo que también se lo pregunta su esposo, si podría usted ser feliz en Eastbridge, o en cualquier otro lado, en este momento particular.

—Yo pienso que sí —dijo Joanna.

La doctora Fancher se miró las manos, apretando y flexionando la que llevaba el anillo de casada, con la otra. Miró a Joanna.

—Los pueblos desarrollan su carácter paulatinamente —dijo—, a medida que sus habitantes van discriminándose y seleccionándose entre sí. Unos cuantos artistas y escritores vinieron a radicarse en Sheffield tiempo atrás. Los siguieron otros, y las personas que los encontraban demasiado bohemios, se marcharon. Ahora somos un pueblo de artistas y escritores, no exclusivamente, por supuesto, pero sí en la medida suficiente para distinguirnos de Norwood o de Kimball. Estoy segura de que Stepford desarrolló su carácter en la misma forma. Me parece mucho más verosímil esto, que la sospecha de que los hombres de Stepford se hayan confabulado para someter a las mujeres a un lavado químico de cerebro. ¿Podrían, acaso? A lo sumo podrían narcotizarlas; pero esas mujeres, por lo que usted cuenta, no me dan la impresión de estar narcotizadas: son empeñosas y diligentes dentro del radio limitado de sus intereses. Sería toda una hazaña, hasta para los químicos más actualizados.

—Ya sé que parece... —dijo Joanna, frotándose la sien.

—Parece la idea de una mujer que, como muchas en nuestros días, y por buenas razones, mira a los hombres con profundo resentimiento y desconfianza —dijo la doctora Fancher—. Una mujer arrastrada en dos direcciones por exigencias conflictivas, más de lo que advierte, quizá; las viejas convenciones, por un lado; por el otro, las nuevas convenciones de la mujer emancipada.

Joanna meneó la cabeza:

—¡Si usted pudiera representarse cómo son las mujeres de Stepford! Son actrices de comerciales televisados, todas. No, ni eso siquiera. Son... Son como... —Se adelantó hasta el borde del sillón—. Hubo un programa hace unas cuatro o cinco semanas. Mis chicos lo estaban viendo. Figuras de todos los presidentes, que se movían de un lado a otro, y adoptaban diferentes expresiones faciales. Abraham Lincoln estaba de pie, pronunciaba la Oración de Gettysburg: tenía tal apariencia de vida, que uno... —Se quedó sentada, tiesa.

La doctora Fancher aguardó un momento y movió la cabeza afirmativamente.

—En vez de imponer una mudanza inmediata a su familia —dijo—, creo que debería ensa...

—¡Disneylandia! —dijo Joanna—. Era un programa de
Disneylandia...

—Lo sé —sonrió la doctora Fancher—. Mis nietos estuvieron allí el verano pasado, y me contaron que habían «conocido» a Lincoln.

Joanna volvió la cara, con los ojos muy abiertos.

—Creo que debería considerar un ensayo de terapia —aconsejó la doctora Fancher—, para identificar y aclarar sus sentimientos. Después podrá decidir la mudanza conveniente, a Eastbridge o de regreso a la ciudad; hasta podría ocurrir que Stepford le resultara menos opresivo.

Joanna la miró.

—¿Quiere pensarlo un día o dos, y luego llamarme? Estoy segura de que puedo ayudarla. El caso merece unas pocas horas de exploración, ¿no es cierto?

Joanna se quedó inmóvil un momento y movió la cabeza afirmativamente.

La doctora Fancher tomó del soporte un bolígrafo y escribió en un recetario.

Joanna la miró, se levantó y recogió su bolso del escritorio.

—Esto la ayudará, mientras tanto —dijo la doctora, escribiendo—. Es un tranquilizante suave. Puede tomar tres al día —arrancó la receta y se la ofreció, sonriente—. No harán que se sienta fascinada por el trabajo doméstico.

Joanna tomó la receta.

La psiquiatra se puso de pie:

—Estaré ausente la semana de Navidad, pero podemos empezar a partir del tres de enero. ¿Quiere llamarme el lunes o el martes y contestarme lo que haya decidido?

Asintió.

La doctora Fancher dijo, sonriendo:

—No es nada catastrófico. Estoy plenamente segura de que puedo ayudarla.

Le tendió la mano, y Joanna la estrechó y se fue.

Había mucho movimiento en la biblioteca. Miss Austrian dijo que estaban en el sótano. La puerta de la izquierda, el anaquel de más abajo. Volver a ponerlos en el mismo orden. No fumar. Apagar las luces al salir.

Bajó la estrecha escalera empinada, tocando con una mano la pared. No había pasamanos.

La puerta de la izquierda. Encontró el conmutador de la luz adentro. Una punzada de fluorescencia en los ojos; el olor del papel viejo; la trepidación de un motor, a saltos regulares.

La habitación era pequeña y de techo bajo. Paredes de revistas encasilladas rodeaban una mesa de biblioteca y cuatro sillas de cocina: metal cromado y plástico rojo.

Grandes volúmenes de encuadernación oscura sobresalían del último anaquel, apilados de a seis horizontalmente, y daban toda la vuelta a la habitación.

Joanna dejó su bolso sobre la mesa, se quitó el abrigo y lo extendió encima de una silla.

Partió de cinco años antes, y empezó a recorrer hacia atrás las páginas del volumen semestral.

FUSIÓN DE DOS ASOCIACIONES.
La unión de la «Asociación Cívica de Stepford» y la «Asociación de Hombres» de Stepford, propuesta en su oportunidad, ha sido aceptada por los miembros de ambas organizaciones y tendrá efecto en unas semanas. Thomas C. Miller
III
y Dale Coba, sus respectivos presidentes...

Pasó hacia atrás las páginas, a través de partidos de fútbol de la Pequeña Liga, nevadas copiosas, robos, colisiones, riñas banderizas entre estudiantes de diferentes escuelas.

EL «CLUB DE MUJERES» SUSPENDE SUS REUNIONES»

El «Club de Mujeres» de Stepford suspenderá sus reuniones bisemanales debido al declinante número de socias, según declaración de Mrs. Richard Okrey, que ejerce la presidencia del Club desde hace dos meses, por renuncia de la presidenta anterior, Mrs. Alan Hollingswort. «Se trata sólo de una suspensión temporaria», nos dijo Mrs. Okrey, en su casa de Fox Hallow Lane. «Estamos planeando una conscripción de socias en gran escala, para reanudar las reuniones a principios de la primavera.»

A otro con ese cuento, Mrs. Okrey.

Pasó hacia atrás las páginas, a través de anuncios de películas viejas y de comestibles a precios rebajados, a través del incendio en la iglesia metodista y la inauguración de la planta incineradora.

LA «ASOCIACIÓN DE HOMBRES» ADQUIERE LA PROPIEDAD TERHUNE.
Dale Coba, presidente de la...

Una modificación en la ley de parcelación territorial, un asalto en la «CompuTech».

Dejó caer el volumen inmediato anterior sobre el que había recorrido, y lo abrió por el final.

LA «LIGA DE MUJERES SUFRAGISTAS» PODRÍA CERRARSE.

¿Y eso qué tiene de sorprendente?

A menos que se invierta el actual proceso de disminución en el número de miembros, la «Liga de Mujeres Sufragistas» de Stepford podría encontrarse obligada a cerrar sus puertas.

Así lo advierte la nueva presidenta de la Liga, Mrs. Theodore van Sant, de Fairview Lane.

¿Carol?

Más atrás, más atrás.

Una inundación había bajado, una inundación crecía.

LA «ASOCIACIÓN DE HOMBRES» REELIGE A COBA.

Dale Coba, de Anvil Road, fue elegido por aclamación para ejercer, durante un nuevo período de dos años, la presidencia de la próspera...

Hay que retroceder dos años, entonces.

Salteó tres volúmenes.

Un robo, un incendio, una feria de beneficencia, una novedad.

Con una mano separaba las hojas chasqueantes, con la otra las pasaba, de prisa, de prisa.

SE CONSTITUYE LA «ASOCIACIÓN DE HOMBRES».

Un pequeño grupo de residentes de Stepford (doce hombres), que reparó hace un año el granero abandonado de Switzer Lane para efectuar sus reuniones, ha fundado la «Asociación de Hombres», y anuncia que está abierta la inscripción para los que deseen formar parte de ella. Dale Coba, de Anvil Road, fue elegido presidente, y será secundado por Duane T. Anderson, de Switzer Lane, en el cargo de vicepresidente, y por Robert Summer Jr., de Gwendolyn Lane, en el de secretario-tesorero. Los fines que persigue la asociación son «estrictamente sociales, dice Dale Coba: póquer, conversación entre hombres, y una bolsa de información sobre hobbies y actividades manuales». La familia Coba parece singularmente dotada para iniciar empresas: Mrs. Coba fue una de las fundadoras del «Club de Mujeres», del cual, no obstante, se ha retirado últimamente, como Mrs. Anderson y Mrs. Summer. Otros miembros de la «Asociación de Hombres» de Stepford son: Claude Axhelm, Peter J. Duwicki, Frank Ferretti, Steven Margolies, Ike Mazzard, Frank Roddenberry, James J. Scofield, Herbert Sundersen y Martin I. Weiner. Los hombres interesados en ulterior información, deben...

Salteó dos volúmenes más, y empezó a volver juntas las hojas de cada número, para buscar sólo las «Notas sobre nuevos residentes» en su correspondiente recuadro de la página dos.

...Mr.
Ferretti es ingeniero industrial, y trabaja en el laboratorio de desarrollo de sistemas de la «Compañía CompuTech».

...Mr. Summer, que detenta numerosas patentes de tinturas y plásticos, se ha incorporado recientemente a la compañía americana de productos químicos «Willis», donde realiza investigaciones sobre polímeros vinílicos.

«Notas sobre Nuevos Residentes», «Notas sobre Nuevos Residentes»: a toda prisa, deteniéndose sólo cuando encontraba alguno de los nombres, saltando al final del artículo, diciéndose una y otra vez que tenía razón, que tenía razón.

...Mr. Duwicki, a quien sus amigos llaman Wick, está en el departamento de microcircuitaje de la «Compañía Instatron».

...Mr. Weiner trabaja en el departamento de grabación sonora de la «Compañía Instatron».

...Mr. Margolies trabaja para «Reed & Saunders», los fabricantes de dispositivos estabilizadores, cuya nueva planta de la Ruta Nueve entrará en actividad la semana próxima.

Volvió algunos volúmenes a su lugar, sacó otros y los dejó caer pesadamente sobre la mesa.

...
Mr, Roddenberry es codirector del laboratorio de desarrollo de sistemas de la «Compañía CompuTech».

...Mr. Sundersen diseña prótesis ópticas para el «Instituto Óptico Ulitz».

Y por último lo encontró. Leyó el artículo completo.

Nuevos vecinos de Anvil Road son Mr. Dale Coba, con sus hijos Dale Jr. y Darren, de cuatro y seis años, respectivamente. La familia ha llegado de Anaheim, California, donde residió durante seis años. «Hasta ahora nos gusta esta región del país

dice Mrs. Coba
—.
No sé lo que sentiremos todos cuando llegue el invierno. No estamos acostumbrados al frío.»

Ambos esposos cursaron sus estudios en la U.C.L.A. y Mr. Coba hizo la práctica de posgraduado en el Instituto de Tecnología de California. En los seis últimos años trabajó en «audioanimatronica», en Disneylandia, ayudando a crear las figuras móviles y parlantes de los presidentes, sobre los cuales publicó un extenso artículo el
Boletín Geográfico Nacional,
en su número de agosto. Sus hobbies son la caza y el piano. Mrs. Coba, licenciada en lenguas, dedica sus horas libres a traducir la novela clásica noruega
Las hijas del comandante.

El trabajo de Mr. Coba en nuestro medio probablemente será menos espectacular que en Disneylandia: se ha incorporado al departamento de investigación y desarrollo de la Microtécnica Burnham-Massey.

Se echó a reír como una boba.

¡Investigación y desarrollo! ¡Y
probablemente menos espectacular!

Siguió riendo y riendo.

No podía parar.

No quería.

Seguía riendo como una boba, cuando se levantó de su asiento y miró una vez más esas «Notas sobre Nuevos Residentes», destacadas en recuadro. ¡PROBABLEMENTE
será menos espectacular!
¡Dios del cielo!

Cerró el gran volumen oscuro, sin dejar de reír, lo recogió con otro que había al lado, y los mandó de un manotazo a su lugar en el último anaquel.

—¿Mrs. Eberhart? —era Miss Austrian, desde arriba—. Son las seis menos cinco. Vamos a cerrar.

—¡Y... deje de reír, por amor de Dios!

—¡Ya acabé! —gritó—. Los estoy guardando.

—Asegúrese de que vuelve a colocarlos en el orden correcto.

—¡Bueno!

—Y apague las luces.

—¡Sí!

Guardó todos los volúmenes en el orden correcto, o casi.

—¡Santo Dios! —dijo, riéndose—. Probablemente.

Tomó su abrigo y su bolso, apagó las luces y subió, riendo, la escalera, en dirección a Miss Austrian, que se había asomado a mirarla. ¡Era explicable!

—¿Encontró lo que buscaba? —preguntó Miss Austrian.

—Sí, muchas gracias. Usted es una fuente de sabiduría, lo mismo que su biblioteca. Gracias. Buenas noches.

—Buenas noches —dijo Miss Austrian.

Cruzó a la farmacia, porque bien sabía Dios que necesitaba un tranquilizante. Iba a cerrar también; oscurecida a medias y vacía, salvo los Cornell. Entregó la receta a Mr. Cornell, que la leyó y dijo:

—Sí, puede tener esto en seguida. —Y pasó al interior.

Ella miró los peines de un escaparate, sonriendo. Un retintín de vidrios, a su espalda, la hizo volverse con un respingo.

Mrs. Cornell estaba parada frente a la pared, detrás del mostrador, fuera de la parte iluminada del local. Limpiaba algo con un trapo, limpiaba el anaquel de la pared, y colocaba encima, repitiendo el retintín de vidrios, lo que había limpiado. Era alta y rubia, larga de piernas y holgada de busto, bonita como..., digamos, como una muchacha de Ike Mazzard. Tomaba un objeto del anaquel, lo limpiaba, y limpiaba el anaquel, y ponía el objeto, y se repetía el retintín de vidrios; tomaba otro objeto, y...

—¡Eh, hola! —dijo Joanna.

Ella volvió la cabeza y le sonrió.

—Hola, Mrs. Eberhart, ¿cómo está usted?

—Bien. Feliz y contenta. ¿Y usted?

—Muy bien, gracias —dijo Mrs. Cornell.

Limpió el objeto que tenía en la mano, limpió el anaquel, y puso el objeto encima, y se repitió el retintín de vidrios; y tomó otro objeto, lo limpió, y...

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