La voz de los muertos (26 page)

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Authors: Orson Scott Card

Tags: #ciencia ficción

BOOK: La voz de los muertos
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Entonces Jane se recobró. Los pensamientos corrieron de nuevo por los canales momentáneamente vacíos. Eran, por supuesto, pensamientos de Ender.

Ella comparó este acto suyo a todo lo que le había visto hacer en su vida común, y se dio cuenta de que él no había pretendido causarle ese dolor. Comprendió que pensaba que ella existía muy lejos, en el espacio, lo que era literalmente cierto; comprendió que, para él, la joya en su oído era muy pequeña, y no podía ser más que una parte mínima de ella. Jane vio también que él ni siquiera había sido consciente de ella en ese momento (estaba demasiado envuelto emocionalmente con los problemas de las personas de Lusitania). Sus rutinas analíticas desplegaron una lista de razones para explicar su inusitada falta de pensamientos hacia ella.

Había perdido contacto con Valentine por primera vez en años, y estaba empezando a sentir esa pérdida.

Tenía una vieja ansia por la vida familiar de la que había sido privado cuando era niño, y a través de la respuesta que los hijos de Novinha, estaba descubriendo el papel de padre que le había sido negado durante tanto tiempo.

Se identificaba poderosamente con la soledad, el dolor y la culpa de Novinha… él sabía lo que era soportar la culpa debida a una muerte cruel e inmerecida.

Sentía una terrible urgencia por encontrar un refugio para la reina colmena.

Sentía a la vez miedo de los cerdis y atracción por ellos, y esperaba poder comprender su crueldad y encontrar una manera de que los humanos los aceptaran como ramen.

El asceticismo y la paz del Ceifeiro y la Aradora le atraían y le repelían; le hacían enfrentarse a su propio celibato y advertir que no tenía ningún buen motivo para guardarlo. Por primera vez en años se admitía a si mismo, el ansia innata de todos los organismos vivos por reproducirse.

Fue en medio de este torbellino de sensaciones desacostumbradas cuando Jane había hecho aquella observación humorística, o al menos eso pretendía. A pesar de su compasión en todas sus otras intervenciones, él nunca había perdido su imparcialidad, su habilidad para reír. Esta vez, sin embargo, su observación no le había hecho gracia: le había causado dolor.

«No estaba preparado para tratar con mi error —pensó Jane —, y no comprendió el sufrimiento que su respuesta iba a causarme. Es inocente de haber causado mal, y yo también. Nos perdonaremos mutuamente y continuaremos como siempre.»

Era una buena decisión, y Jane estaba orgullosa de ella. El problema era que no podía olvidar. Aquellos pocos segundos en los que su mente se detuvo no tuvieron en ella un efecto trivial. Hubo trauma, pérdida, cambio: ahora no era ya el mismo ser que había sido antes. Algunas partes de ella habían muerto. Otras partes habían resultado confusas, fuera de orden: su jerarquía de atención ya no estaba bajo control completo. Continuaba perdiendo el foco de su atención, dedicándose a actividades sin sentido en mundos que no significaban nada para ella; empezó a esparcir aleatoriamente errores en cientos de sistemas diferentes.

Descubrió, como muchos seres vivientes han descubierto, que es más fácil tomar decisiones racionales que llevarlas a cabo.

Así que se replegó en su interior, reconstruyo los senderos dañados de su mente, exploró memorias largamente olvidadas, vagó entre los billones de vidas humanas abiertas a su observación, leyó en las bibliotecas todos los libros existentes, en todos los idiomas que los seres humanos habían hablado alguna vez. De todo esto, emergió un ser que no estaba completamente enlazado con Ender Wiggin, aunque aún se debía a él, aún le amaba más que a ningún otro ser vivo. Jane se convirtió en alguien que podía soportar estar separada de su amante, marido, padre, hijo, hermano y amigo.

No fue fácil. Le costó cincuenta años, según experimentaba el tiempo. Un par de horas de la vida de Ender.

En ese intervalo él había vuelto a conectar la joya, la había llamado, y ella no había respondido. Ahora estaba de vuelta, pero él no intentaba hablarle. En cambio, estaba escribiendo informes en su terminal, almacenándolos para que ella los leyera. A pesar de que ella no le respondía, Ender aún necesitaba hablarle. Uno de sus ficheros contenía una disculpa sincera. Ella la borró y la reemplazó con un simple mensaje: «Naturalmente que te perdono.» Pronto, sin duda, él volvería a mirar su disculpa y descubriría que ella la había recibido y la había contestado.

Sin embargo, mientras tanto, ella no le habló. Otra vez dedicó la mitad de sus diez niveles superiores de atención a lo que él veía y oía, pero no le dio muestras de que estaba con él. En los primeros mil años de su pena y recuperación había pensado en castigarle, pero ese deseo había desaparecido hacía tiempo. La razón de que no le hablara era porque, según analizaba lo que le sucedía a él, Ender no necesitaba apoyarse en viejas amistades para así sentirse seguro. Jane y Valentine habían estado con él constantemente. Incluso las dos juntas no podrían empezar a satisfacer todas sus necesidades; pero satisfacían las suficientes. Ahora, la única vieja amiga que le quedaba era la reina colmena, y ella no era buena compañía: era demasiado alienígena, demasiado exigente, para que le proporcionara a Ender algo más que culpa.

¿A dónde se dirigiría él ahora? Jane ya lo sabía. A su manera, se había enamorado de ella dos semanas atrás, antes de partir de Trondheim. Novinha se había convertido en una persona diferente, amarga y difícil, cuyo dolor él quería sanar. Pero ya se había entrometido en su familia, ya había conocido la desesperada necesidad de sus hijos, y, sin darse cuenta, obtenía de ellos la satisfacción a algunos de sus deseos. Novinha le estaba esperando… obstáculo y objetivo. «Comprendo esto demasiado bien, —pensó Jane —. Y observaré su desarrollo.»

Al mismo tiempo, se ocupó del trabajo que Ender quería que hiciera, a pesar de que no tenía intención de informarle de ninguno de sus resultados durante un tiempo. Se saltó fácilmente la protección que Novinha había colocado sobre sus ficheros secretos. Entonces Jane reconstruyó cuidadosamente la simulación exacta que había visto Pipo. Le llevó un rato (varios minutos) de análisis exhaustivos de los archivos del propio Pipo para unir lo que Pipo sabía, con lo que había visto. Pipo los había conectado por intuición, Jane por comparación estricta. Pero lo hizo, y entonces comprendió por qué había muerto Pipo. Una vez supo cómo los cerdis elegían a sus víctimas, no le llevó mucho tiempo descubrir qué había hecho Libo para causar su propia muerte.

Entonces supo varias cosas. Supo que los cerdis eran ramen, no varelse. Supo también que Ender corría un serio riesgo de morir precisamente de la misma forma en que habían muerto Pipo y Libo.

Sin consultar con Ender, decidió cuál seria su curso de acción. Continuaría en contacto con Ender, y se aseguraría de intervenir y avisarle si se acercaba demasiado a la muerte. Mientras tanto, sin embargo, tenía trabajo que hacer. Tal como lo veía, el problema principal con el que Ender se enfrentaba no eran los cerdis: sabia que los conocería pronto tan bien como conocía a cualquier otro humano o ramen. Su habilidad para la empatia intuitiva era completamente de fiar. El problema principal era el obispo Peregrino y la jerarquía católica y su inquebrantable resistencia al Portavoz de los Muertos. Si Ender quería conseguir algo de los cerdis, tenía que tener la cooperación de la Iglesia de Lusitania.

Y nada estimulaba mejor la cooperación que un enemigo común.

Ciertamente, lo habrían descubierto tarde o temprano. Los satélites de observación que orbitaban Lusitania enviaban enormes corrientes de datos a los informes ansible que dirigían a todos los xenólogos y xenobiólogos de los Cien Mundos. Entre esos datos había un sutil cambio en las zonas cubiertas de hierba al noroeste del bosque cercano a la ciudad de Milagro. La hierba nativa estaba siendo reemplazada por una planta diferente. Era un área donde no iba nunca ningún humano, y los cerdis jamás habían acudido allí tampoco… al menos durante los treinta años que habían pasado desde el emplazamiento de los satélites.

De hecho, los satélites habían observado que los cerdis jamás abandonaban sus bosques excepto periódicamente, para guerrear entre tribus. Las tribus particulares cercanas a Milagro no se habían visto envueltas en ninguna guerra desde que se había establecido la colonia humana. No había razón, entonces, para que se aventuraran en la pradera. Sin embargo, los terrenos cercanos al bosque tribal de Milagro habían cambiado, y lo mismo habían hecho los rebaños de cabras: las cabras estaban siendo claramente conducidas al área cambiada de la pradera, y los rebaños que salían de esa zona eran evidentemente menores en número y de color más claro. La deducción, si alguien lo advertía, sería obvia: se estaban sacrificando algunas cabras y todas se pastoreaban.

Jane no pudo esperar a que pasaran años para los humanos hasta que algún estudiante graduado advirtiera el cambio. Así que ella misma empezó a efectuar análisis de datos en docenas de ordenadores utilizados por los xenobiólogos que estudiaban Lusitania. Dejaría los datos en el aire sobre algún terminal que no estuviera siendo utilizado, y así alguno lo encontraría cuando regresara al trabajo —como si alguien hubiera estado trabajando con aquellos datos y se hubiera marchado. Editó varios informes para que algún científico listo los descubriera. Ninguno lo advirtió, o, si lo hicieron, ninguno entendió realmente las implicaciones de aquella información. Finalmente, dejó un memorándum sin firmar, con una nota:

¡Fíjate en esto!, ¡los cerdis parece que están iniciándose en la agricultura!

El xenólogo que encontró la nota de Jane nunca descubrió quién la había dejado, y después de un tiempo no se molestó en intentar averiguarlo. Jane sabía que era un ladronzuelo que ponía su nombre en buena parte de los trabajos que otros hacían y cuyos nombres se perdían en alguna parte entre la escritura y la publicación. El tipo de científico que necesitaba. Aun así, no era lo bastante ambicioso: sólo ofreció su informe como trabajo ordinario a una oscura revista. Jane se tomó la libertad de enviarlo a un nivel de prioridad más alto y distribuyó copias a varias personas clave que verían las implicaciones políticas. Siempre lo acompañaba de una nota sin firmar:

¡Échale un vistazo a esto! ¿No se está desarrollando la cultura cerdi demasiado rápidamente?

Jane también reescribió el último párrafo para que no hubiera duda de lo que quería decir:

«Los datos sólo dejan cabida a una interpretación: la tribu de los cerdis más cercana a la colonia humana está cultivando y cosechando grano rico en proteínas, posiblemente amaranto. También están criando cabras, a las que pastorean y matan para alimentarse, y la evidencia fotográfica sugiere que lo hacen usando armas arrojadizas. Estas actividades, todas desconocidas previamente, empezaron súbitamente en los últimos ocho años. Y han sido acompañadas por un rápido incremento de la población. El hecho de que el amaranto, si es que la nueva planta es realmente terrestre, haya proporcionado una base de proteínas útil para los cerdis implica que ha sido alterado genéticamente para satisfacer las necesidades metabólicas de los cerdis. También implica, ya que las armas arrojadizas no existen entre los humanos de Lusitania, que los cerdis no han aprendido su uso a través de la observación. La inevitable conclusión es que los cambios observados en la cultura cerdi son el resultado directo de intervención humana deliberada.»

Una de las personas que recibió el informe y leyó el párrafo añadido por Jane fue Gobawa Ekumbo, la presidenta del Comité de Supervisión Xenológica del Congreso Estelar. En menos de una hora había distribuido copias del párrafo de Jane (los políticos nunca entenderían los datos reales) junto con una clara conclusión.

«Recomendación: Fin inmediato de la Colonia de Lusitania.»

Ya está, pensó Jane. Eso debía remover un poco las cosas.

Archivos

ORDEN DEL CONGRESO 1970:4:14:0001:

La licencia de la Colonia de Lusitania queda revocada.

Todos los archivos de la colonia deben ser leídos a pesar del estatus de seguridad; cuando todos los datos sean copiados por triplicado en los sistemas de memoria de los Cien Mundos, todos los ficheros de Lusitania, excepto aquellos que estén directamente relacionados con las condiciones de vida, deben ser sellados por completo.

La gobernadora de Lusitania debe ser reclasificada como Ministro del Congreso para llevar a cabo inmediatamente las órdenes del Comité de Evacuación Lusitana establecido en Orden del Congreso 1970:4:14:0002.

La nave estelar actualmente en la órbita de Lusitania, perteneciente a Andrew Wiggin (oc: Portv/ Muertos, ciud: terrst, reg: 001.1998.44—94.10045) es declarada propiedad del Congreso, siguiendo los términos del Acta de Compensación debida CO 120:1:31:0019. Esta nave debe ser usada para transportar inmediatamente a Marcos Vladimir «Miro» Ribeira von Hesse y Ouanda Quenhatta Figueira Mucumbi al mundo más cercano, Trondheim, donde serán juzgados bajo acusación del Congreso de los cargos de traición, alevosía, corrupción, falsificación, fraude y genocidio bajo los estatutos del Congreso Estelar y las órdenes del Congreso.

 

ORDEN DEL CONGRESO 1970:4:14:0002:

El Comité Supervisor de la Colonización y Exploración no constará de menos de 5 personas ni más de 15 para formar el Comité Supervisor de la Evacuación Lusitana.

Este comité adquirirá y enviará inmediatamente los suficientes navíos coloniales para efectuar la evacuación completa de la población humana de la Colonia de Lusitania.

También preparará, para que el Congreso los apruebe, planes para la completa aniquilación de toda evidencia de presencia humana en Lusitania, incluyendo toda la flora y fauna indígena que muestra alteraciones genéticas o de conducta como resultado de la presencia humana.

También evaluará la sumisión lusitana a las órdenes del Congreso, y hará recomendaciones esporádicas sobre la necesidad de nuevas intervenciones, incluyendo el uso de la fuerza, para asegurar la completa obediencia; o la conveniencia de abrir los ficheros lusitanos u otros asuntos para recompensar la cooperación lusitana.

 

ORDEN DEL CONGRESO 1970:4:14:0003:

De acuerdo con el Capítulo relativo al Secreto del Congreso Estelar, estas dos órdenes y cualquier información relacionada con ellas deben ser mantenidas estrictamente en secreto hasta que todos los archivos lusitanos hayan sido leídos y sellados, y todos los navíos necesarios comandados y poseídos por agentes del Congreso.

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