La tumba de Huma (44 page)

Read La tumba de Huma Online

Authors: Margaret Weis & Tracy Hickman

Tags: #Aventuras, Juvenil, Fantastico

BOOK: La tumba de Huma
11.39Mb size Format: txt, pdf, ePub

Tasslehoff examinó al gnomo con gran curiosidad. El kender nunca había visto anteriormente un ser de esta raza, aunque las viejas leyendas de la joya Gris de Gargath decían que esa raza y la suya tenían un parentesco lejano. Desde luego el joven gnomo tenía algo de kender —sus esbeltas manos, su expresión dispuesta, y unos ojillos agudos penetrantes que lo observaban todo. Pero aquí se acababa el parecido porque no tenía en absoluto aquel aspecto liviano de los kenders. El gnomo era nervioso, serio y de aspecto ajetreado.

—Tasslehoff Burrfoot —dijo educadamente el kender, extendiendo su mano. El gnomo la agarró, la observó atentamente y, como no encontró nada interesante en ella, la estrechó blandamente—. y éste... —Tas comenzó a presentar a Fizban, pero se detuvo cuando el gnomo cogió la vara jupak del kender.

—Oh... —exclamó aquél mientras sus ojos brillaban al mirar el arma—. EnvíaabuscarunmiembrodelaHermandaddeArmas...

El guardia del nivel del suelo de la entrada a la montaña no aguardó a que el gnomo acabara la frase. Alargando una mano, tiró de una palanca y se oyó un agudo pitido. Convencido de que un dragón había aterrizado detrás suyo, Tasslehoff se giró dispuesto a defenderse.

—Un silbato —dijo Fizban—. Será mejor que te acostumbres a oírlo.

—¿Un silbato? —repitió Tas intrigado—. Nunca escuché uno similar. ¡Y además echa humo! ¿Cómo funciona...?.

—¡Eh! ¡Vuelve! ¡Devuélveme mi vara jupak! —gritó mientras su vara desaparecía velozmente por el corredor transportada por tres raudos gnomos.

—Saladeobservación —dijo el gnomo —. En Skimbosh...

—¿Qué?

—Sala de Observación —tradujo Fizban—. El resto no lo he entendido. Realmente deberías hablar más despacio —dijo agitando su bastón en dirección al gnomo.

Este asintió, pero sus brillantes ojos miraban fijamente el bastón de Fizban. No obstante, al ver que era de madera y que estaba bastante gastado, el gnomo volvió a prestar atención al mago y al kender.

—Forasteros. Intentaré recordarlo... Intentaré recordarlo, por tanto no os preocupéis —ahora hablaba lentamente, vocalizando—, tu arma no será dañada, ya que simplemente vamos a hacer un dibujo...

—¿De verdad? —interrumpió Tas considerablemente halagado—. Si queréis podría haceros una demostración de cómo funciona.

Los ojos del gnomo se iluminaron.

—Eso sería maravilloso...

—Dime —interrumpió el kender de nuevo, sintiéndose feliz de estar aprendiendo a comunicarse—. ¿Cómo te llamas?

Fizban hizo un rápido gesto, pero era demasiado tarde.

—Gnoshoshallamarionininillisyyphanidisdisslishxdie...

Hizo una pausa para recuperar la respiración.

—¿Ése es tu nombre? —preguntó Tas atónito.

—Sí —respondió el gnomo bastante desconcertado—. Es mi primer nombre, y ahora si me dejas continuar.

—¡Aguarda! —gritó Fizban—. ¿Cómo te llaman tus amigos?.

El gnomo volvió a tomar aliento.—Gnoshoshallamarloninillis...

—¿Y cómo te llaman los caballeros?

—Oh... —el gnomo pareció abatido—. Gnosh, si vosotros...

—Gracias —respondió Fizban—. Ahora, Gnosh, tenemos bastante prisa. Ya sabes, con esto de la guerra... Como el comandante Gunthar dice en su comunicado, debemos ver el Orbe de los Dragones.

Los pequeños ojos de Gnosh relampaguearon. Sus manos se retorcían nerviosas.

—Desde luego podéis ver el Orbe de los Dragones, ya que el comandante Gunthar lo ha solicitado, pero, si puedo preguntároslo, ¿qué interés tenéis en ese objeto aparte de una curiosidad normal?.

—Soy mago... —comenzó a decir Fizban.

—¡Esmago! —exclamó el gnomo olvidándose de hablar despacio con la excitación—. Venidinmediatamentealasaladeobservacionyaqueelorbedeldragonfuecreadoporloshechiceros...

Tanto Tasslehoff como Fizban parpadearon sin entender palabra.

—Oh, acompañadme... —dijo el gnomo con impaciencia.

Antes de que supieran exactamente qué estaba sucediendo, el gnomo, sin dejar de hablar, los apremió para que lo siguieran hacia la entrada de la montaña, desconectando numerosos timbres y silbatos.

—¿Adónde nos llevará? —le dijo Tas a Fizban en voz baja mientras corrían tras el gnomo —. ¿Qué habrá dicho? ¿No habrán dañado al Orbe ¿verdad?

—No lo creo. Gunthar envió unos caballeros para vigilarlo,¿recuerdas?

—Entonces ¿qué es lo que te preocupa?

—Los Orbes de los Dragones son objetos extraños. Muy poderosos. ¡Mi temor es que hayan intentado utilizarlo!

—Pero el libro que leí en Tarsis decía que el Orbe podía controlar a los dragones. ¿Eso no es bueno? Quiero decir que los Orbes no son malignos, ¿verdad?

—¿Malignos? ¡Oh, no! No son malignos —Fizban sacudió la cabeza—. Ese es el peligro. No son malignos, no son benignos. ¡No son
nada!
O tal vez debiera decir que lo son
todo.

Tas vio que probablemente nunca conseguiría una respuesta clara de Fizban, cuya mente siempre estaba lejos. Como tenía necesidad de divertirse, el kender volvió su atención hacia su anfitrión.

—¿Qué significa tu nombre? —le preguntó Tas. Gnosh sonrió alegremente.

—Al Principio, Los Dioses Crearon a Los Gnomos, y Uno de Los Primeros Que Crearon Se Llamaba Gnosh y Esos Son Los Acontecimientos Más Notables Que Le Ocurrieron En La Vida Se Casó Con Marioninillis...

Tas experimentó una sensación de abatimiento.

—Espera... ¿Cuán largo es tu nombre?

—Llena todo un libro de este tamaño —dijo orgullosamente Gnosh, haciendo un gesto con las manos—, ya que somos una familia muy antigua, tal como verás cuando prosig...

—Está bien. Tal vez en otro momento... —dijo Tas rápidamente. Como no prestaba atención a sus pasos, Tas tropezó con una soga. Gnosh lo ayudó a ponerse en pie. Al alzar la mirada, Tas vio que ésta llegaba hasta un nudo de cuerdas, enlazadas las unas a las otras, que se extendían en todas direcciones. Se preguntó adónde llevarían.

—Hay partes muy interesantes en la historia de mi nombre —dijo Gnosh mientras caminaban hacia una inmensa puerta de acero—, y si quieres, podría contártelas como, por ejemplo, cuando una tatarabuela Gnosh inventó el agua hirviendo...

—Me encantaría, pero ahora no tenemos tiempo...

—Sí, supongo que así es —dijo Gnosh—, y, además, hemos llegado a la entrada de la sala principal, por lo que si me disculpas...

Sin dejar de hablar, extendió una mano y tiró de una cuerda. De nuevo se oyó un silbido, dos timbres y un gong. Entonces, con una tremenda explosión de vapor que casi los cuece, las dos inmensas puertas de acero del interior de la montaña comenzaron a abrirse. Casi inmediatamente, las puertas se atascaron, y en pocos minutos el lugar estaba repleto de gnomos que gritaban y señalaban, discutiendo quién era el culpable del error.

Tasslehoff Burrfoot había estado haciendo planes de lo que haría cuando esta aventura terminara y todos los dragones estuvieran muertos. El kender intentaba tener un punto de vista optimista. Lo primero que había planeado hacer era ir a pasar unos meses con su amigo Sestun, el enano gully de Pax Tharkas. Los enanos gullys llevaban una vida interesante, y Tas sabía que podría amoldarse con facilidad —siempre que no tuviera que comer lo que cocinaban.

Pero en el momento en que Tas entró en el Monte Noimporta, decidió que lo primero que haría sería regresar allí para vivir con los gnomos. El kender nunca había visto algo tan maravilloso en su vida. Se detuvo atónito. Gnosh se lo quedó mirando.

—Impresionante, no.

—No es la palabra que yo utilizaría —murmuró Fizban.

Se hallaban en la parte central de la ciudad gnoma. Situada en la chimenea de un volcán, la ciudad tenía una anchura de cientos de yardas y una altura de millas y millas. Estaba construida en diferentes niveles alrededor de la chimenea. Tas miró hacia arriba...

arriba... y arriba...

—¿Cuántos niveles hay? —preguntó el kender. —Treinta y cinco y...

—¡Treinta y cinco! Odiaría vivir en el nivel treinta y cinco. ¿Cuántas escaleras hay que subir?

—Mejoramos los antiguos mecanismos hace muchos años —Gnosh hizo un gesto—. Observaalgunasdelasmaravillastecnologicasqueutilizam...

—Puedo verlo —dijo Tas bajando la mirada—. Debéis estar preparándoos para una gran batalla. Nunca había visto tantas catapultas en mi vida...

El kender se interrumpió. Mientras observaba, sonó un silbato. Una catapulta se disparó con un vibrante sonido y un gnomo salió despedido por los aires. Tas no se hallaba contemplado artefactos de guerra, sino los mecanismos que habían sustituido a las escaleras...

La sala estaba llena de catapultas de todos los tipos, creadas por los gnomos. Había catapultas de honda, de arco, de diabla y de vapor, aunque estas últimas estaban todavía en fase experimental, pues aún se estaba trabajando en el ajuste de la temperatura del agua.

Desde cualquier punto de estas máquinas se extendían millas y millas de soga que hacían funcionar una increíble variedad de ruedas y poleas que rechinaban y chirriaban. En todas las paredes había inmensas palancas manipuladas por un gran número de gnomos.

—¿Nos llevará a la sala de Observación? —comentó Fizhan en tono desesperanzado—porque no creo que ésta se halle en el nivel del suelo.

Gnosh sacudió la cabeza.

—Sala de observación en el nivel quince...

El viejo mago lanzó un profundo suspiro. De pronto se oyó un terrible sonido rechinante.

—Ah, están esperándonos. Venir dijo Gnosh.

Tas lo siguió alegremente hasta que llegaron a una gigantesca catapulta. Un gnomo les hizo un gesto irritado, señalando una larga cola de gnomos que aguardaban su turno Tas saltó en el asiento de la inmensa catapulta de honda mirando ansiosamente la chimenea. Sobre él podía ver gnomos asomados en los balcones de los diferentes niveles, todos ellos rodeados de grandes máquinas, silbatos, sogas y unas inmensas cosas informes que colgaban de las paredes como murciélagos. Gnosh se situó tras él y lo regañó.

—Los mayores primero, jovencito, oseaquesaldeahiinmediatamenteydejapasaral... —Arrastró a Tas fuera del asiento con una fuerza considerable—...magoprimero...

—Uh, no tiene importancia —protestó Fizban, tropezando con una pila de cuerda—. Creo... creo que recuerdo un encantamiento que me llevará hasta arriba. Levitar. ¿Cómo era...? Dejadme que lo piense un momento.

—Tú
eras el que tenía prisa —dijo Gnosh con severidad contemplando a Fizban. Los gnomos que estaban en la cola comenzaron a gritar groseramente, pateando y empujándose los unos a los otros.

—Bueno, está bien —protestó el viejo mago subiéndose al asiento con la ayuda de Gnosh. El gnomo que manipulaba la palanca que ponía en funcionamiento la catapulta le gritó algo a Gnosh que sonó como «¿quenivel».

Gnosh señaló hacia arriba y gritó —¡Skimbosh!

El operador se situó frente la primera de una serie de cinco palancas. Un gran número de sogas se extendían hacia arriba. Fizban, abatido, se había acomodado en el asiento de la catapulta, intentando recordar el encantamiento.

—Ahora —gritó Gnosh, empujando a Tas hacia adelante para que pudiera ver mejor—, dentro de un segundo el encargado dará la señal... sí, ahí está...

En efecto, éste tiró de una de las sogas.

—¿Para qué sirve eso? —interrumpió Tas.

—La soga activa una campana en Skimbosh... er... en el nivel decimoquinto, que les anuncia la llegada de alguien...

—¿Qué ocurre si el timbre no suena? —preguntó Fizban en voz alta.

—Entonces suena una segunda campana que los avisa de que la primera no...

—¿Qué ocurriría aquí abajo si la campana no sonara?

—Nada. EsproblemadeSkimboshynotuyo...

—¡Es
mi
problema si no saben que voy hacia allí! —gritó Fizban—. ¡O simplemente me dejo caer y les doy una sorpresa!

—Ah —dijo Gnosh con orgullo—. ¿Ves...?

—Yo me bajo de aquí...

—No, espera... yaestanpreparados...

—¿Quién está preparado? —preguntó Fizban irritado.

—¡Skimbosh! Conlaredparaagarrarte,yaveras...

—¡Red! —Fizban palideció—. ¡Esto es el colmo!

Pero antes de que pudiera moverse, el encargado del mecanismo accionó la primera palanca. El sonido rechinante comenzó a sonar de nuevo, mientras la catapulta comenzaba a girar sobre su eje. El repentino movimiento arrojó a Fizban hacia atrás, haciendo que su sombrero le cubriese los ojos.

—¿Qué sucede? —gritó Tas.

—Están situándolo en la posición debida —chilló Gnosh—. La longitud y latitud han sido precalculadas y la catapulta colocada en la situación correcta para enviar al pasajero...

—¿Y qué ocurre con la red?

—El mago ascenderá hasta Skimbosh... oh, sin peligro, te lo aseguro, hemos hecho estudios que prueban que en realidad es más peligroso caminar que volar... y justo cuando esté a la altura de su trayectoria, comenzando a descender un poco, Skimbosh arrojará una red bajo él, cazándolo así... —Gnosh se lo mostró haciendo un rápido movimiento con la mano, como si cazara una mosca—, y lo recogerá...

—¡Eso debe requerir una precisión increíble!

—La precisión está debidamente calculada, ya que depende de un garfio que hemos desarrollado... —Gnosh contrajo los labios y frunció las cejas...algo está haciendo que la precisión no funcione demasiado bien, pero hay un comité...

El gnomo encargado de la catapulta tiró de otra palanca y Fizban salió despedido por el aire.

—Oh, vaya —dijo Gnosh observándolo —, parece que...

—¿Qué...? ¿Qué sucede? —gritó Tas intentando ver algo.

—La red ha vuelto a abrirse demasiado pronto... y ésta ya es la segunda vez que ocurre hoy en Skimbosh y definitivamente esto será discutido en la próxima reunión de la HermandaddelaRed...

Tas miraba hacia arriba, con la boca abierta, contemplando la imagen que Fizban zumbando en el aire, propulsado desde abajo por la tremenda fuerza de la catapulta, y, de pronto, el kender vio lo que Gnosh estaba comentando. La red del nivel quince, en lugar de abrirse
después
de que el mago hubiera pasado ante el nivel y de recogerlo cuando comenzara a caer, se abrió
antes
de que el mago llegara Fizban chocó contra la red. Por un momento se agarró a ella como pudo, pero un segundo después comenzó a caer.

Instantáneamente comenzaron a sonar campanas y timbrazos.

—No me lo digas —dijo Tas, compungido—. Ésa es la alarma que indica que la red ha fallado.

Other books

One More Day by Colleen Vanderlinden
The Cork Contingency by R.J. Griffith
Seduced and Enchanted by Stephanie Julian
Moon by James Herbert
The Widows of Eden by George Shaffner
The Fling by Rebekah Weatherspoon
1022 Evergreen Place by Debbie Macomber
The Opposite of Nothing by Slade, Shari