La rosa de zafiro (33 page)

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Authors: David Eddings

Tags: #Fantástico

BOOK: La rosa de zafiro
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Una tarde, Sparhawk y sus compañeros aprovecharon el respiro para ir al castillo para bañarse y tomar una comida caliente. Antes de ello empero, fueron a visitar a sir Ulath. El corpulento caballero genidio yacía en la cama con la mirada todavía extraviada y un aire de confusión en el semblante.

—Estoy cansado de estar tumbado, hermanos —dijo con voz apagada —hace calor aquí. ¿Por qué no salimos y vamos a cazar un troll? La caminata por la nieve nos refrescaría un poco la sangre.

—Cree que está en la casa principal genidia en Heid —indicó en voz baja Sephrenia a los caballeros—. Todo el rato quiere ir a cazar trolls. Piensa que yo soy una moza de servicio y me hace toda clase de proposiciones deshonestas.

Bevier ahogó una exclamación.

—Y a veces se pone a llorar —agregó la estiria.

—¿Ulath? —se extrañó Tynian.

—Puede que sea un llanto ficticio, porque, la primera vez que lo hizo, intenté consolarlo y la cosa derivó en un reñido forcejeo. Está muy vigoroso, teniendo en cuenta su estado.

—¿Se repondrá? —preguntó Kalten—. Quiero decir que si recobrará el sentido de la realidad.

—Es difícil de prever, Kalten. Me parece que ese golpe le produjo una contusión en el cerebro, y nunca se sabe cómo va a evolucionar algo así. Mejor será que os marchéis, queridos. No lo excitéis.

Ulath se puso a pronunciar con voz cavernosa un largo discurso en la lengua troll, y Sparhawk descubrió con sorpresa que aún comprendía ese idioma. Al parecer, todavía persistían algunos de los efectos del hechizo invocado por Sephrenia en la cueva de Ghwerig.

Después de bañarse y afeitarse, Sparhawk se vistió con un hábito de monje y se reunió con los demás en el casi desierto refectorio en cuya larga mesa les habían servido la comida.

—¿Cuál será el próximo paso que dé Martel? —preguntaba el preceptor Komier a Abriel.

—Seguramente recurrirá a las tácticas de asedio ordinarias —respondió Abriel—. Lo más probable es que se limite a aguardar y deje que sus artefactos batan nuestras defensas. Esos fanáticos eran su única oportunidad de obtener una victoria rápida. Puede que esto se prolongue durante un tiempo.

Permanecieron sentados en silencio, escuchando el monótono impacto de las grandes rocas que caían en la ciudad. Entonces Talen irrumpió en la estancia con la cara manchada y la ropa sucia.

—¡Acabo de ver a Martel, mis señores! —anunció muy excitado.

—Todos lo hemos visto, Talen —replicó Kalten, arrellanándose en la silla—. Se pasea de vez en cuando a caballo fuera de las murallas para echar un vistazo.

—No estaba fuera de las murallas, Kalten —precisó Talen—. Estaba en el sótano de debajo de la basílica.

—¿Qué estáis diciendo, chico? —se interesó Dolmant.

—Yo... eh... bueno —comenzó a exponer, después de aspirar hondo Talen—, no fui del todo sincero con vosotros cuando os conté cómo conseguía colar a los ladrones de Chyrellos afuera —confesó. Puso una mano en alto—. Es verdad que preparé un encuentro entre los ladrones y esos soldados eclesiásticos de la muralla que tenían una cuerda. Esa parte es totalmente verídica. Lo único que no os expliqué es que había encontrado otro camino para salir de la ciudad vieja, simplemente porque no quería aburriros con detalles sin importancia. El caso es que, poco después de llegar aquí, me encontraba por azar en el sótano más profundo de la basílica y localicé un pasadizo. No sé para qué lo construyeron, pero sigue hacia el norte. Es perfectamente redondo y las piedras de las paredes y el suelo son muy lisas. Lo seguí y me llevó fuera de la ciudad.

—¿Muestra señales de que alguien lo utilice como pasadizo? —inquirió el patriarca Emban.

—La primera vez que fui por él, no, Su Ilustrísima. Estaba plagado de telarañas.

—Oh, eso —identificó sir Nashan—. He oído hablar de él, pero nunca he ido a investigar in situ. Las antiguas cámaras de tortura se hallan en ese sótano, lo cual lo convierte en un lugar que la mayoría de la gente tiende a evitar.

—El pasadizo, Nashan —inquirió Vanion—, ¿qué utilidad tiene?

—Es un antiguo acueducto, mi señor. Formaba parte de la construcción original de la basílica. Discurre en dirección norte hasta el río Kydu para abastecer de agua la ciudad interior. Todo el mundo me ha dicho que se había derrumbado hace siglos.

—No en su mayor parte, caballero —le aseguró Talen—. Continúa un buen trecho hasta la ciudad exterior y tiene una utilidad. Para abreviar, estaba mirando por allí y encontré ese... ¿cómo habéis llamado a ese pasillo?

—Un acueducto —apuntó Nashan.

—Una palabra curiosa. Bueno, lo encontré y lo seguí, e iba a parar al sótano de un almacén, varias calles más allá de las murallas. No se prolonga más, pero con eso basta. Hay una puerta que conecta ese sótano a un callejón. Ésa era la información que vendía a los ladrones de Chyrellos. Sea como fuere, esta tarde estaba en el sótano y he visto a Martel que salía sigilosamente del pasadizo. Me he escondido y, como estaba solo, lo he seguido. Ha ido a una especie de despensa, y allí estaba esperándolo Annias. No he podido oír lo que decían, pero tenían las cabezas muy juntas como los hombres que están tramando una intriga de consideración. Han hablado un rato y después han salido de la despensa. Martel le ha dicho a Annias que aguardara la señal habitual y que luego se reuniera allí con él. «Quiero que os instaléis en un lugar seguro cuando se inicie la batalla», eso es lo que ha dicho. Después Annias ha dicho que todavía le preocupaba la posibilidad de que llegara Wargun, pero Martel se ha echado a reír y le ha contestado: «No os inquietéis por Wargun, amigo mío. No sabe nada de lo que ocurre aquí». Y luego se ha ido. Yo he esperado un poco y después he venido corriendo aquí.

—¿Como se enteró Martel de la existencia del acueducto? —le preguntó Kalten

—Supongo que alguno de sus hombres persiguió a uno de los ladrones y lo descubrió. —Talen se encogió de hombros—. A todo el mundo le dan arrebatos de civismo en lo que concierne al acoso de un ladrón. A mí a veces me ha perseguido gente a la que no conocía de nada.

—Eso explica la ausencia de Wargun—concluyó Komier con tristeza—. Lo más seguro es que hayan tendido emboscadas a todos nuestros mensajeros.

—Y Ehlana continúa sentada en Cimmura sin tener más que a Stragen y Platimo para protegerla —añadió Sparhawk con tono preocupado—. Me parece que iré a ese sótano y esperaré a Martel. Acabará por acudir allí y entonces lo abordaré.

—¡De ningún modo! —le prohibió tajantemente Emban.

—Su Ilustrísima —arguyó Sparhawk—, creo que pasáis por alto el hecho de que, si Martel muere, este asedio concluiría con él.

—Y yo creo que vos olvidáis el hecho de que nuestra verdadera meta es derrotar a Annias en la elección. Necesito una transcripción de una conversación entre Annias y Martel con el fin de inclinar a mi favor los votos necesarios para derrotar al primado de Cimmura. En este sentido, nuestra situación es cada día más frágil, caballeros. Cada vez que ese incendio de allá afuera se propaga a un nuevo barrio, perdemos unos cuantos votos más.

—¿No despertaría las suspicacias de la jerarquía el que Talen hiciera un relato del encuentro entre Annias y Martel? —sugirió Kalten.

—La mayoría de los miembros de la jerarquía nunca han oído hablar de Martel, sir Kalten —replicó Emban—, y este chiquillo no es el mas fiable de los testigos. Es seguro que saldría alguien que conociera sus actividades como ladrón. Debemos disponer de un testigo totalmente incorruptible y que sea de fiar, uno cuya neutralidad y objetividad estén fuera de dudas.

—¿El comandante de la guardia personal del archiprelado, tal vez? —propuso Ortzel.

—Ese es el hombre indicado —acordó Emban, haciendo crujir los dedos —Si logramos convencerlo para que baje al sótano y escuche a Martel y Annias hablando, su testimonio sería algo digno de presentar ante la jerarquía.

—¿No pasáis Por alto el hecho de que cuando Martel entre por ese acueducto irá acompañado de un pequeño ejército, Su Ilustrísima? —preguntó Vanion—. Dijo algo sobre querer llevar a Annias a un lugar seguro antes del inicio de la batalla. Ello me induce a pensar que quizá se proponga realizar un ataque por sorpresa en la propia basílica. Vuestro testigo no hallará un auditorio muy atento si todos los patriarcas están corriendo para preservar sus vidas.

—No me turbéis con esos detalles, Vanion —replicó a la ligera Emban—. Limitaos a apostar unos cuantos hombres allí.

—Con gusto, ¿pero de dónde saco esos hombres?

—Tomad algunos de los que están en las murallas. De todas formas no están haciendo nada útil. Vanion enrojeció violentamente y una gruesa vena comenzó a latir visiblemente en su frente.

—Será mejor que me dejéis que se lo explique, Vanion —se ofreció Komier—. No querríamos que cayerais fulminado por un ataque de apoplejía. —Se volvió con desenvoltura hacia el obeso patriarca—. Su Ilustrísima —señaló amablemente—, cuando uno planea un ataque por sorpresa, le conviene distraer la atención del enemigo. ¿No os parece lógico?

—Bueno... —dijo Emban algo dubitativamente.

—Al menos, así es como actuaría yo, y Martel es una persona con una buena formación de base. Sospecho que lo que va a ocurrir es que Martel va a aguardar hasta tener construidos esos magones...

—Maganeles —lo corrigió el preceptor Abriel.

—Como se llamen. —Komier se encogió de hombros—. Después va a empezar a castigar nuestras murallas y luego va a emprender un asalto a las murallas con todos los hombres que pueda reunir. Creedme, Su Ilustrísima, los soldados de las murallas, o lo que queda de ellas, van a estar pero que muy ocupados. Entonces será cuando Martel baje al sótano, y nosotros no vamos a tener ningún hombre sobrante para salir a su encuentro.

—¿Por qué tenéis que ser tan condenadamente listo, Komier? —contraatacó Emban con brusquedad.

—¿Qué hacemos pues? —les preguntó Dolmant.

—No nos resta más alternativa —respondió Vanion—. Vamos a tener que derrumbar ese acueducto para que Martel no pueda pasar por él.

—¡Pero, si hacéis eso, no vamos a tener ningún testimonio del encuentro entre Annias y Martel! —protestó con voz aguda Emban.

—Intentad considerar todos los aspectos, Emban —aconsejó pacientemente Dolmant—. Tampoco desearíamos ver votar a Martel cuando elijamos un nuevo archiprelado.

Capítulo 14

—Son tropas de ceremonia, Su Ilustrísima —objetó Vanion—. Esto no es un desfile ni un cambio formal de guardia.

Vanion, Dolmant, Sparhawk y Sephrenia se hallaban reunidos en el estudio de sir Nashan.

—Los he visto entrenarse en el patio exterior de sus cuarteles, Vanion —señaló con calma Dolmant—. Todavía recuerdo bastante mi propia formación militar como para reconocer a los profesionales sólo con verlos.

—¿Cuántos son, Su Ilustrísima? —preguntó Sparhawk.

—Trescientos —repuso el patriarca—. Como guardia personal del archiprelado, su cometido exclusivo es la defensa de la basílica. —Dolmant recostó la espalda en la silla, juntando las yemas de los dedos—. No veo que tengamos otras alternativas, Vanion—observó con el enjuto y ascético rostro casi reluciente a la luz de la vela—. Emban tenía razón. Nuestra lucha por sumar votos está perdida ahora. Mis hermanos de la jerarquía sienten gran apego por sus casas. —Torció el gesto—. Es una de las pocas formas de vanidad asequibles a los miembros del alto estamento eclesiástico. Todos llevamos sencillas sotanas, de manera que no podemos ostentar con nuestra vestimenta; no nos casamos, de modo que no podemos alardear con nuestras esposas; estamos comprometidos con la paz y por consiguiente no podemos demostrar nuestra proeza en el campo de batalla. Todo cuanto nos resta son nuestros palacios. Perdimos al menos veinte votos cuando nos replegamos a las murallas de la ciudad interior y abandonamos las mansiones de mis hermanos a los actos de pillaje de los hombres de Martel. Necesitamos desesperadamente alguna prueba que demuestre la connivencia entre Annias y Martel. La quema de los palacios será achacable entonces a Annias y no a nosotros. —Miró a Sephrenia—. Voy a tener que pediros que hagáis algo, pequeña madre —anunció.

—Por supuesto, Dolmant. —Le sonrió cariñosamente.

—Ni siquiera puedo solicitároslo de modo oficial —precisó con una pesarosa sonrisa—, porque guarda relación con cosas en las que se supone que no debo creer.

—Pedídmelo como antiguo pandion, querido —sugirió la estiria—. De ese modo podremos soslayar la cuestión de que hayáis caído bajo la influencia de malas compañías.

—Gracias —contestó secamente el patriarca—. ¿Podéis de alguna manera derrumbar el acueducto sin estar físicamente en el sótano?

—Yo puedo ocuparme de eso, Su Ilustrísima —se ofreció Sparhawk—. Puedo utilizar el Bhelliom.

—No, de hecho no podéis —le recordó Sephrenia—. No tenéis los dos anillos. —Volvió a centrar la atención en Dolmant—. Puedo hacer lo que pedís —le dijo—, pero Sparhawk habrá de estar en el sótano para canalizar el hechizo.

—Tanto mejor —se alegró Dolmant—. Vanion, veamos qué pensáis de esto. Vos y yo hablamos con el coronel Delada, el jefe de la guardia del archiprelado, y luego ponemos sus hombres en el sótano bajo el mando de alguien de confianza.

—¿Kurik? —sugirió Sparhawk.

—Exacto —aprobó Dolmant—. Sospecho que todavía lo obedecería automáticamente si me diera una orden. —Dolmant hizo una pausa—. ¿Por qué no lo habéis armado caballero, Vanion?

—Debido a sus prejuicios de clase, Dolmant. —Vanion rió—. Kurik cree que los caballeros son hombres frívolos y casquivanos. A veces casi estoy por convenir con él.

—De acuerdo pues —continuó Dolmant—. Ponemos a Kurik y a los guardias en el sótano a esperar a Martel... a buen recaudo de miradas, por supuesto. ¿Cuál será el primer signo de que Martel ha emprendido el asalto contra nuestras murallas?

—Grandes piedras cayendo del cielo, diría yo, ¿no creéis, Sparhawk? Esa será la prueba de que han instalado los maganeles. No iniciará el ataque hasta estar seguro de que éstos funcionan correctamente.

—Y lo más probable es que entonces se introduzca en el acueducto, ¿no es así? Vanion asintió.

—Habría demasiadas posibilidades de que los descubrieran en caso de deslizarse antes en el sótano.

—Esto cada vez encaja mejor. —Dolmant parecía complacido consigo mismo—. Ponemos a Sparhawk y al coronel Delada a esperar en las murallas las primeras piedras y, cuando éstas comiencen a estrellarse contra la ciudad, los dos bajan al sótano a escuchar furtivamente la conversación sostenida entre Martel y Annias. Si la guardia del archiprelado no puede contener la entrada al acueducto, Sephrenia derruirá el túnel. Desbaratamos el ataque secreto, obtenemos evidencia de la culpabilidad de Annias, y hasta puede que capturemos a Annias y Martel. ¿Qué os parece, Vanion?

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