La rosa de zafiro (13 page)

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Authors: David Eddings

Tags: #Fantástico

BOOK: La rosa de zafiro
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—¿Cómo se enteró Lycheas de eso? —inquirió Sparhawk.

—Solía visitar a su madre en ese convento de Demos —respondió Vanion—. Los recuerdos de

Arissa abarcaban una amplia gama en el tiempo y ella era bastante franca con su hijo.

—Eso es repugnante —se indignó Bevier, con voz ahogada.

—La princesa Arissa tiene una moralidad un tanto peculiar —le dijo Kalten al joven arciano.

—El caso es que —prosiguió Vanion —el padre de Sparhawk se interpuso llegado ese momento. Yo lo conocí muy bien, y su moralidad era mucho más convencional. Estaba grandemente ofendido por lo que Aldreas y Arissa estaban haciendo. Como el rey lo temía, cuando él propuso un matrimonio con una princesa deirana, Aldreas accedió aun de mala gana. El resto es de sobra conocido. Arissa se puso hecha una fiera y se escapó a ese burdel a orillas del río... Excusadme la referencia, Sephrenia.

—Ya he oído hablar de eso, Vanion —repuso la mujer—. Los estirios no somos tan mojigatos como pensáis los elenios.

—Arissa se quedó en el burdel varias semanas y, cuando finalmente la detuvieron, Aldreas no tuvo más remedio que confinarla en ese convento.

—Esto suscita un interrogante —señaló Tynian—. Teniendo en cuenta la cantidad de tiempo que pasó en ese burdel y el número de clientes que atendió, ¿cómo puede estar alguien seguro de quién fue el padre de Lycheas?

—Ahora iba a referirme a esa cuestión —precisó Vanion—. Ella le aseguró a Lycheas en una de sus visitas que estaba embarazada de Annias antes de ir al burdel. Aldreas se casó con la princesa deirana y ésta murió al dar a luz a Ehlana. Lycheas tenía por entonces unos seis meses y Annias no reparaba esfuerzos en conseguir que Aldreas lo legitimara y lo nombrara heredero suyo, lo cual era excesivo incluso para Aldreas, el cual se negó en redondo. Fue aproximadamente por esa época cuando falleció el padre de Sparhawk y éste adoptó entonces su posición hereditaria como paladín del rey. Annias comenzó a alarmarse por los progresos realizados por Ehlana después de que Sparhawk se hiciera cargo de su educación. Para cuando ella tenía ocho años, llegó a la conclusión de que debía apartarla de su paladín antes de que la imbuyera de tal fortaleza que ni él mismo pudiera controlarla. Fue entonces cuando convenció a Aldreas para que lo enviara exiliado a Rendor, y después mandó a Martel a Cippria para asesinarlo y asegurarse así de que nunca volvería para completar la educación de Ehlana.

—Pero llegó demasiado tarde, ¿no es cierto? —Sparhawk sonrió—. Ehlana ya era demasiado fuerte para él.

—¿Cómo lo lograste, Sparhawk? —le preguntó Kalten—. Nunca has sido lo que podría llamarse un profesor inspirador.

—El amor, Kalten —repuso Sephrenia con cierta dulzura—. Ehlana amaba a Sparhawk desde muy joven e intentó hacer las cosas de la manera que él quería que las hiciera.

—Entonces es algo que os habéis infligido a vos mismo, Sparhawk —dedujo, con una carcajada, Tynian.

—¿Que me infligí qué?

—Forjasteis una mujer de acero, y ahora ella va a obligaros a desposarla... y es lo bastante voluntariosa como para salirse con la suya.

—Tynian —observó cáusticamente Sparhawk—, habláis demasiado. —El fornido pandion sentía una repentina irritación, especialmente intensa puesto que debía reconocer para sus adentros que era probable que Tynian tuviera razón.

—La cuestión es que nada de eso es realmente muy novedoso o sorprendente —señaló Kurik—. De todas formas no lo bastante como para mantener la cabeza de Lycheas pegada a su cuerpo.

—Eso ha llegado un poco más tarde —le dijo Vanion—. Ehlana lo ha asustado tanto fingiendo que estaba a punto de permitir una ejecución sumaria que al principio sólo balbuceaba. Sea como fuere, después de que Annias presionó a Aldreas para que exiliara a Sparhawk, el rey comenzó a cambiar y se puede decir que fue desarrollando cierto carácter. A veces es algo difícil comprender por qué la gente actúa de la forma como lo hace.

—No lo es tanto —disintió Sephrenia—. Aldreas estaba sometido a la influencia de Annias, pero en el fondo de su corazón sabía que lo que hacía no estaba bien. Tal vez sintiera que su paladín podría ser capaz de regenerar su alma, pero, cuando Sparhawk se hubo ido, Aldreas comenzó a darse cuenta de que estaba completamente solo y que, si debía salvar su alma, no podía contar con nadie más que consigo mismo.

—Sin duda su razonamiento se ajusta a la realidad —se maravilló Bevier—. Quizá debería realizar algunos estudios de ética estiria. Una síntesis de la moral elenia y estiria podría resultar muy interesante.

—Herejía —observó sin miramientos Ulath.

—¿Cómo decís?

—No se espera de nosotros el considerar la posibilidad de que las otras morales tengan validez, Bevier. Es un dictado algo estrecho de miras, debo admitir, pero nuestra Iglesia es así en ocasiones.

—No pienso escuchar insultos dirigidos a nuestra Santa Madre —declaró Bevier, poniéndose en pie con el rostro encendido.

—Oh, sentaos, Bevier —lo instó Tynian—. Ulath sólo bromeaba. Nuestros hermanos genidios están mucho más versados en la teología de lo que nosotros creemos.

—Es el clima —explicó Ulath—. No hay gran cosa que hacer en Thalesia en invierno... a menos que a uno le guste contemplar cómo nieva. Tenemos mucho tiempo para la meditación y el estudio.

—Por la razón que fuere, Aldreas empezó a denegar algunas de las más escandalosas demandas de dinero por parte de Annias —prosiguió su exposición Vanion—, y Annias comenzó a desesperarse. Fue entonces cuando él y Arissa decidieron asesinar al rey. Martel suministró el veneno y Annias dispuso lo necesario para que Arissa pudiera salir del convento. Es de suponer que él mismo habría podido envenenar a Aldreas, pero Arissa le rogó que le permitiera hacerlo a ella porque quería matar personalmente a su hermano.

—¿Estáis seguro de que queréis trabar lazos matrimoniales con esa familia, Sparhawk? —preguntó Ulath.

—¿Tengo alguna opción al respecto?

—Siempre podríais huir. No dudo de que pudierais encontrar trabajo en el Imperio Tamul o en el continente daresiano.

—Ulath —lo atajó Sephrenia—, a callar.

—Sí, señora —acató el caballero.

—Continuad, Vanion —indicó.

—Sí, señora. —El preceptor imitó a la perfección el tono utilizado por Ulath—. Después de que Arissa asesinó a su hermano, Ehlana ascendió al trono y demostró ser una digna alumna de Sparhawk. Negó a Annias todo acceso al tesoro y a punto estuvo de recluirlo en un monasterio. En ese punto él la envenenó.

—Disculpad, lord Vanion —lo interrumpió Tynian—. Mi señor de Lenda, el intento de regicidio es una ofensa capital, ¿no es así?

—En todo el mundo civilizado por igual, sir Tynian.

—Eso me parecía. Kalten, ¿por qué no encargáis un rollo de soga? Y, Ulath, ya podéis encargar que os manden de Thalesia un par de hachas de repuesto.

—¿A qué viene esto? —inquirió Kalten.

—Ahora tenemos confirmación fehaciente de que Lycheas, Annias y Arissa han cometido alta traición... junto con un número no definido de colaboradores.

—Eso ya lo sabíamos —observó Kalten.

—Sí. —Tynian sonrió—. Pero ahora podemos probarlo. Tenemos un testigo.

—Yo mismo había pensado tomarme cumplida recompensa —objetó Sparhawk.

—Siempre es preferible hacer las cosas legalmente, Sparhawk —le advirtió Lenda—. Tenéis que comprender que así se evitan futuras discusiones.

—No tenía intención de dejar que ninguno de los aquí presentes discutiera conmigo, mi señor.

—Creo que haríais bien en acortarle un poco el dogal, lord Vanion —sugirió Lenda con una astuta sonrisa—. Parece que le están creciendo los colmillos.

—Ya me había fijado —convino Vanion antes de proseguir—. Annias quedó un poco confundido cuando el hechizo de Sephrenia impidió que Ehlana muriera de la misma manera que su padre, pero llevó adelante sus planes e instaló a Lycheas como príncipe regente, razonando que una reina incapacitada equivalía a una muerta. Se hizo cargo personalmente del tesoro elenio y comenzó a comprar patriarcas a diestro y siniestro, a consecuencia de lo cual su campaña para acceder al archiprelado cobró un impulso y un vigor que no había tenido hasta entonces. Ha sido en este punto de la exposición de Lycheas cuando mi señor de Lenda le ha hecho ver con firmeza que todavía no había revelado nada lo bastante trascendente como para evitar que Ulath lo decapitara.

—O que yo le rodeara el cuello con mi cuerda —agregó ferozmente Kalten.

—La sugerencia de Lenda ha surtido el efecto deseado —siguió Vanion, sonriendo—. El príncipe regente ha demostrado ser una mina de información a partir de entonces. Aunque ha precisado que no podía demostrarlo, él ha percibido poderosos indicios que revelan que Annias ha estado en contacto con Otha y que está solicitando su ayuda. El primado siempre ha manifestado tener violentos prejuicios contra los estirios, pero ello podría ser mera afectación para ocultar su verdadera postura.

—No lo creo —disintió Sephrenia—, Existe una gran diferencia entre los estirios occidentales y los zemoquianos. La aniquilación de los estirios occidentales habría sido la primera exigencia de Otha a cambio de su asistencia.

—Seguramente es cierto —acordó Vanion.

—¿Las sospechas de Lycheas tienen alguna base sólida en que sostenerse? —preguntó Tynian.

—Apenas —le respondió Ulath—. Vio cómo se desarrollaban algunas reuniones. Eso no es suficiente para justificar una declaración de guerra ahora.

—¿Guerra? —exclamó Bevier.

—Por supuesto. —Ulath se encogió de hombros—. Si Otha ha estado inmiscuyéndose en los asuntos internos de los reinos elenios, eso sería una causa razonable para marchar hacia el este y guerrear con los zemoquianos.

—Siempre me ha gustado ese término —comentó Kalten—: «guerrear». Suena a algo tan permanente... y tan desordenado...

—No necesitamos ninguna justificación si de veras deseáis destruir a los zemoquianos —apuntó Tynian.

—¿No?

—Nadie firmó ningún tratado de paz tras la invasión zemoquiana acaecida hace quinientos años. Técnicamente, seguimos en guerra con Otha... ¿no es así, mi señor de Lenda?

—Es probable, pero reanudar las hostilidades después de una tregua de cinco siglos sería difícil de justificar.

—Hemos estado reponiéndonos, mi señor —repuso Tynian con indiferencia—. No sé cómo estáis vosotros, pero yo me siento perfectamente descansado.

—Oh, querido —suspiró Sephrenia.

—Lo importante aquí —continuó Vanion —es que en varias ocasiones Lycheas vio a un estirio concreto encerrado con Annias. En una oportunidad pudo escuchar parte de lo que decían. El estirio tenía acento zemoquiano, o así lo cree Lycheas.

—Eso le pega perfectamente a Lycheas —observó Kurik—. Tiene cara de fisgón.

—En eso convengo con vos —concedió Vanion—. Nuestro excelente príncipe regente no pudo escuchar toda la conversación, pero nos ha explicado que el estirio decía a Annias que Otha había de hacerse con una joya específica o de lo contrario el dios zemoquiano podía retirarle su apoyo. Creo que todos nosotros podemos suponer sin ser descabellados de qué joya estaba hablando.

—Vas a hacer de aguafiestas en esto, ¿verdad, Sparhawk? —se lamentó tristemente Kalten.

—No entiendo.

—Vas a contarle a la reina todo esto, supongo, y entonces ella decidirá que la información es lo bastante importante como para mantener la cabeza de Lycheas en su sitio o sus pies pegados al suelo.

—Me siento en la obligación de mantenerla informada, Kalten.

—¿No podríamos convencerte para que esperaras un poco?

—¿Esperar? ¿Cuánto tiempo?

—Sólo hasta después del funeral del bastardo. Sparhawk sonrió a su amigo.

—No, me temo que no, Kalten —rehusó—. De veras me gustaría complacerte, pero tengo que pensar en mi propia seguridad. Mi reina podría enfadarse conmigo si empiezo a ocultarle cosas.

—Esto es en resumidas cuentas todo lo que sabe Lycheas —concluyó Vanion—. Ahora debemos tomar una decisión. Clovunus está prácticamente muerto y, en cuanto haya expirado, deberemos reunimos con las otras órdenes en Demos para cabalgar hasta Chyrellos, con lo cual la reina quedará totalmente desprotegida aquí. Ignoramos cuándo nos dará Dolmant la orden de ponernos en marcha y también cuánto tardará en regresar de Arcium el ejército elenio. ¿Qué vamos a a hacer con la reina?

—Llevárnosla —propuso tranquilamente Ulath.

-Me parece que eso desencadenaría una discusión —señaló Sparhawk—. Acaba de reincorporarse a su trono y es el tipo de persona que se toma muy en serio sus responsabilidades.

No me cabe ninguna duda de que rechazará la propuesta de abandonar la capital en estos momentos.

—Emborráchala —propuso Kalten.

—¿Cómo dices?

—No querrás golpearla en la cabeza, ¿no es así? La pones achispada, la envuelves con una manta y la atas a la silla de su caballo.

—¿Has perdido la cabeza? Estamos hablando de la reina, Kalten, y no de una de tus desastradas camareras.

—Después puedes disculparte. Lo importante es llevarla a un sitio donde esté segura.

—Cabe la posibilidad de que no haya que llegar a tales extremos —dijo Vanion—. Clovunus podría resistir durante un tiempo. Lleva varios meses al borde de la muerte, pero aún sigue vivo. Puede que incluso viva más tiempo que Annias.

—Eso tampoco sería una proeza por su parte —manifestó con tono desapacible Ulath—. Annias no tiene grandes expectativas de vida en estos momentos.

—Si puedo convenceros, caballeros, de dejar unos instantes de lado vuestras ansias de sangre —intervino el conde de Lenda—, creo que lo importante ahora es mandar a alguien a Arcium para parlamentar con el rey Wargun y persuadirlo para que deje libre el ejército elenio... y suficientes caballeros pandion para mantener en vereda al alto estado mayor cuando lleguen aquí. Redactaré una carta informándole con argumentos de peso que necesitamos con urgencia las huestes elenias aquí en Cimmura.

—Es aconsejable que también le pidáis que deje marchar a las órdenes militantes, mi señor —sugirió Vanion—. Creo que vamos a necesitarlas en Chyrellos.

—Podríais, asimismo, enviar una misiva al rey Obler —agregó Tynian —y al patriarca

Bergsten. Entre los dos, seguramente podrán vencer las resistencias de Wargun. El rey de Thalesia bebe en exceso y disfruta con una buena guerra, pero sigue siendo un animal político de pies a cabeza. Verá la necesidad de proteger Cimmura y tomar enseguida el control de Chyrellos... si alguien se lo explica debidamente.

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