La música del mundo (58 page)

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Authors: Andrés Ibáñez

Tags: #Fantasía, Relato

BOOK: La música del mundo
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el misterio

la solución del enigma

el misterio; ¿quién estaba dentro de la caravana de Montoliu?

una amante… un hermano gemelo, verdadero autor de los libros… un ser deforme, monstruoso… un animal… un agente de la Región

¿qué había dentro de la caravana de Montoliu?

un libro

un manuscrito

un mapa

¡un mapa!

misterio: ¿quién era Montoliu, en realidad?

Montoliu era un agente

misterio: en el camping había una puerta… una de esas misteriosas puertas de acceso con las que Jaime soñaba, o al menos había soñado en una época

o, quizá, la puerta estaba dentro de la caravana

en el camping, en medio del páramo, hacía mucho más frío que en la ciudad… los cuatro caminaban en silencio por las avenidas heladas… faltaban todavía horas para el amanecer

—esperadme aquí, dijo Montoliu cuando llegaron frente a la caravana… tengo que preparar un poco… todo esto no estaba previsto… se acercó a la caravana, abrió la puerta con llave y desapareció en el interior… una luz se encendió al otro lado de las cortinas corridas… esperaron casi diez minutos… Estrella estornudó, y Jaime la rodeó por detrás con los brazos… los tres estaban callados… al fin, la puerta se abrió y Montoliu apareció de nuevo… se acercó a ellos lentamente… parecía cansado… parecía estar soñando

«la historia comienza con un muchacho que coge un tren al atardecer, con un viejo escritor que espanta una polilla del círculo de luz y derrama una copa de vino sobre la hoja de papel, con el cielo azul y pálido de Viena y el cielo rosado de Países, combados y unidos en lo alto por la convexidad de un firmamento imaginario»

—bueno, dijo hablando en susurros… como os he prometido, la solución del misterio

—pero ¿cuál es el misterio? preguntó Jaime de nuevo

—el misterio es

—el misterio es
El lago Ariadna
, dijo Block, y luego, ante la sorpresa de los otros: ¿qué otra cosa podría ser?

—¿qué pasa con
El lago Ariadna
? preguntó Jaime

—siempre me he negado a hablar de ese libro, dijo Montoliu… al final, casi he empezado a odiarlo… estaba más vivo que yo, se erguía ante mí y me decía que yo no existía, que yo no era más que un muerto… era mi epitafio, mi túmulo burlón

Estrella estornudó de nuevo

—vamos adentro, dijo Montoliu… como podéis imaginaros, es el autor de
El lago Ariadna
el que está ahí dentro… no, yo no he escrito
El lago Ariadna
… no podría… no sólo porque es otro estilo, otro mundo, sino porque yo ya no existo como escritor… hace años que no escribo, y de los libros que escribí en tiempos prefiero olvidarme

abrió la puerta de la caravana, y la luz anaranjada iluminó la hierba, el seto de enfrente, el pálido tronco del chopo

—estaba dormido, explicó Montoliu, pero yo le he dicho que no se preocupara mucho por su aspecto

entraron detrás de él, uno tras otro encaramándose al pequeño escalón

el hombre estaba sentado sobre la cama deshecha; debía de tener unos cincuenta años, vestía unos pantalones y un jersey de lana, y estaba terminando de atarse los zapatos… les miró con ojos grises y huidizos, no estaba bien afeitado, intentó sonreír… como cualquier persona a la que sacan de la cama en medio del mejor sueño, tenía el aspecto de llegar de un país lejano… Block fue el último en entrar, Montoliu cerró la puerta detrás de él y corrió el seguro…

—Dios mío, dijo Block, mirando al hombre y abriendo mucho los ojos… ¡no puedo creerlo!

—os presento al autor de
El lago Ariadna
, dijo Montoliu

—pero Block, ¿tú le conoces?

—todo el mundo le conoce, dijo Block… es Karmin, el escritor disidente… ¿no te acuerdas? hemos hablado de él a menudo…

—sí, dijo Montoliu, os presento a mi amigo, Vassili Karmin… venid, sentaos aquí, dijo señalando la mesa y los dos asientos corridos que había al otro lado de la caravana… yo voy a preparar café… supongo que ésta va a ser una larga conversación… podemos hablar en francés, o incluso en inglés…

en la mesa había un tablero de ajedrez con una partida inconclusa

«en la soledad de mi camping, había dicho Montoliu, converso con mi otro yo… mi otro yo vive aquí, conmigo… le dejo aquí cuando voy a Países para pasar la semana, y el sábado cuando vuelvo al camping me lo encuentro sentado frente a la caravana bebiendo una taza de café muy sonriente y con el tablero de ajedrez preparado…»

—escribí
El lago Ariadna
hace unos tres años, les contó Karmin… Montoliu me ha ayudado mucho en este tiempo… aceptó publicarlo con su nombre, porque yo no podía

—¿por qué no? preguntó Jaime

—estaba perseguido en mi país, dijo Karmin con su sonrisa nerviosa…

sus ojos grises, verde grisáceo… en sus ojos había la distancia de algo perdido, perdido para siempre… sonreía sin cesar, bromeaba a la manera rusa, con afirmaciones que sólo una vez oídas hasta el final revelaban todo su sarcasmo…

parecía tener realmente ganas de hablar… ellos le escuchaban en silencio, bebiendo largos sorbos de café, mientras Montoliu lavaba la cafetera en la pila y luego volvía a llenarla y a ponerla al fuego… les habló de su vida… les contó cómo, después de publicar un par de libros que no habían sentado muy bien, y después de firmar un documento, en apariencia inocuo, en el que se pedía una mayor libertad de expresión en temas «religiosos o filosóficos», le habían internado en un sanatorio psiquiátrico… les habló de la vida en el sanatorio psiquiátrico… les habló de los medicamentos que le daban, que le mantenían en un estado tal de excitación nerviosa que no podía leer ni sentarse, ni pensar en nada durante todo el día… les habló de los vigilantes del sanatorio psiquiátrico —eran presos comunes, y tenían permiso para golpearles cuando quisieran… les habló de cómo caminaba por los pasillos, y veía a uno de los vigilantes acercarse, e intentaba fundirse con la pared, ser imperceptible, desaparecer… contaba todo esto sonriendo, con su voz compulsiva, sus gestos ligeramente incontrolados…

—los años que siguieron a esto fueron muy duros… no nos permitían vivir en Moscú… a mi hijo le echaron de su trabajo… a su mujer la acusaron de prostitución… sí, sé que esto es difícil de comprender… no nos dejaban en paz… por supuesto, no tenían nada contra mi hijo ni contra su mujer, era otra forma de castigarme a mí… fue en esa época cuando escribí
El lago Ariadna

—¿cuándo saliste de la clínica? preguntó Jaime

—no, no inmediatamente después… cuando salí de la clínica estaba realmente mal… pero el tema del libro era, precisamente… todo esto de lo que estamos hablando… un intento de destruir el yo, el individuo… un intento de convertir el lenguaje en la Verdad, y no en la propiedad individual de cada ser humano… un intento de despojar al lenguaje de realidad…

—por eso hay en tu libro, dijo Jaime, por eso hay todo ese deseo de hacer únicas las cosas, cada instante del tiempo, cada objeto, cada momento vivido, cada palabra dicha…

—lo escribí, dijo Karmin, que aparentemente no deseaba hablar de libros… no podía dejar de escribirlo, pero luego me dio miedo, y lo enterré en el jardín… nadie sabía que estaba allí, ni siquiera mi mujer… llegó un día en que pensé que yo jamás podría publicar ese libro, pero que ese libro debía de alguna manera ser publicado, que la voz que dijo aquellas palabras debía ser oída… el manuscrito salió del subsuelo, y voló por los aires, rumbo a Países…

—pero ¿cómo? preguntó Block… ¿cómo conseguiste sacarlo?

—bueno, esos detalles… ¿qué importan los detalles? Agustín, mi amigo Montoliu, aceptó la desagradable tarea…

—¿vosotros os conocíais? preguntó Block

—nos conocimos en Moscú, hace muchos años, en un congreso de escritores… nos pasamos una semana emborrachándonos… lo pasamos muy bien… nos hicimos amigos… no nos habíamos vuelto a ver desde entonces… Vassili confió absolutamente en mí… cuando recibí el paquete, me quedé atónito… el manuscrito estaba en francés, en una traducción apresurada… yo lo traduje de nuevo… fui a visitar a mi antiguo editor, le gustó mucho… sugirieron algunos cambios en el libro, por ejemplo introducir más datos concretos, fechas, lugares, cosas así, pero yo me mantuve firme… y el resto ya lo sabéis

—pero ¿cómo saliste del país? le preguntó Estrella a Karmin

—a través de las montañas, por Turquía, dijo él sonriendo… mi mujer venía conmigo pero la cogieron… es muy difícil pasar las montañas… hay que usar pasos muy elevados, cubiertos de hielo todo el año, para evitar los caminos, por donde pasan convoyes militares, y las rutas de los pastores… andábamos de noche, y de día nos escondíamos… a la gente que vive por esas zonas, en los pueblos cerca de la frontera, les educan desde muy pequeños a que en cuanto vean a alguien a quien no conozcan, que vayan al teléfono más cercano y lo comuniquen… tuvimos que cruzar varios ríos… y luego hay varias… varias líneas de alambradas…

quedó en silencio

—me siguen buscando, continuó… gracias a Dios, Montoliu tenía este lugar seguro… pero no estoy a salvo… ya no sé cuánto tiempo llevo aquí… por las noches doy paseos, y cuando Agustín viene por aquí, jugamos mucho al ajedrez

—¿has pedido asilo político? preguntó Jaime

—no puedo hacer eso, dijo él… no puedo salir a la luz… es muy fácil simular un accidente, un accidente de coche, por ejemplo… lo hacen a menudo…

Montoliu apagó la luz que había sobre la mesa… se había hecho de día… salieron fuera los cinco, y caminaron en distintas direcciones a través de la hierba… era un día gris y triste, soplaba una brisa helada… las farolas del camping seguían encendidas… los cables del teléfono rayaban el cielo gris al otro lado de los altos setos del camping… caminaban por la hierba… Block avanzó hacia el camino de grava… la mesa de Montoliu estaba plegada y apoyada en un costado de la caravana… Jaime y Estrella estaban cerca del seto, mirándose a los ojos… Karmin bostezaba, mirando al cielo con los brazos cruzados

«la historia comienza con un muchacho que coge un tren al atardecer, con un viejo escritor que espanta a una polilla del círculo de luz y derrama una copa de vino sobre la hoja de papel…»

cogieron el autobús para volver a la ciudad… los campos se afeaban a medida que se acercaban a Países: grandes carteles en las laderas de las colinas, con anuncios de neumáticos, de leche condensada, de
vermouth
, cementerios de restos industriales, cementerios de coches, cementerios de camiones de basura, una fábrica de cerveza contaminando algún idílico afluente del Obrantes, almacenes de muebles con todas las lámparas encendidas, restaurantes, chuleterías…

—Agustín, dijo Jaime después de un largo silencio… me gustaría decirte una cosa… un original escrito en ruso, luego traducido apresuradamente al francés… esa traducción apresurada al francés, traducida a su vez al español por un autor que conoce su oficio, convertida en un libro, en una obra… esa obra, después de tantas transformaciones, ¿a quién pertenece?

—yo no cambié nada, dijo Montoliu… por supuesto, cambié como cambia cualquier traductor, pero no inventé…

—lo que quiero decir, Agustín, es que yo no sé cómo sería el libro original, pero que el autor de
El lago Ariadna
eres tú, y nadie más que tú

—traductor, dijo Montoliu

—el libro español en prosa más hermoso de este siglo, dijo Jaime, es la traducción de Pedro Salinas de
En busca del tiempo perdido
… no sé qué es una traducción… el traductor también es un creador… me pregunto qué quedaba de Karmin en aquellas páginas en francés… y también me pregunto qué es lo que pudiste insuflar en aquellas páginas para convertirlas en un libro tan intenso y tan perfecto

—yo no soy el autor de
El lago Ariadna
, repitió Montoliu con voz monótona

después de esto, todos quedaron en silencio hasta llegar a Países

MISTERIOS, 2

(La explicación de Estrella)

entonces, unos días después, Karmin desapareció

el domingo siguiente, por la mañana, un Montoliu desconsolado llamó a Jaime por teléfono y le dio la asombrosa noticia: su invitado había desaparecido sin dejar rastro, y también habían desaparecido sus cosas, su ropa, sus libros… la noche anterior, le contó Montoliu, habían estado jugando al ajedrez y habían dejado la partida a medias con idea de continuarla a la mañana siguiente; él tenía compromisos en Países y se había marchado pronto, a eso de las ocho…

—¿no ha dejado ni siquiera una nota? preguntó Jaime…

—nada en absoluto

cuando llegaron, el camping, inundado por una de esas lluvias torrenciales que sacuden la región de Países a principios de año en eso que a veces se llama «el monzón de invierno», ofrecía un aspecto desolador… Montoliu les esperaba en el parking de carretera, y luego fueron todos caminando por entre chopos de los que todavía resbalaban gotas perezosamente… el claro azul del cielo y una brazada de nubes rosa se reflejaban con exactitud en los canales de agua que recorrían fantásticamente el barrizal…

entraron en la caravana: un par de libros, unos zapatos de montaña y una fotografía de una hidra bizantina era lo único que quedaba del visitante… no había signos de violencia, ninguna puerta ni ventana había sido forzada, les explicó Montoliu…

caminaron por los alrededores, por entre las piscinas de la lluvia, en busca de algo invisible, indefinible, hasta que comenzó a llover de nuevo… y se refugiaron en la caravana y contemplaron la lluvia a través de las ventanas…

esperaron unos días, una semanas… jamás volvieron a tener la menor noticia de Karmin… escrutaron los periódicos, las noticias internacionales, esperando verle surgir en algún lugar del globo, en algún país amigo o enemigo, libre o cargado de cadenas…

Jaime, Block y Estrella especularon largo y tendido sobre el asunto… no faltaron las explicaciones… la explicación de Jaime, por ejemplo, pero sobre todo, la explicación de Estrella

—ese Karmin que vimos, dijo Jaime una de aquellas tardes, era un Karmin falso… un doble, un simulacro… un invento de Montoliu… y
El lago Ariadna
es, desde luego, obra de Montoliu

pero fue Estrella la que, después (según sus propias palabras) de pensar mucho y mover mucho los hilos de la trama, les regaló con una explicación posible de lo que había sucedido que ataba todos los cabos y contestaba a casi todas las preguntas… deberemos relegar, sin embargo, esta explicación (con Aristóteles) al terreno de la Poesía y no de la Historia, es decir, al terreno del Arte, al mundo de lo Posible, a las aventuras de la Imaginación, ya que Estrella, con su
explicación
, no pretendía otra cosa que ser ingeniosa

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