—Aquí Kirk.
—Spock, capitán. Tengo malas noticias.
—He estado temiendo algo así, señor Spock. Pero déme algunos detalles.
—La actividad estelar está aumentando a una velocidad mucho mayor de la que yo había previsto y de la que la computadora había calculado basándose en los datos disponibles. Disponemos de treinta horas y diecisiete minutos coma cinco antes de que la actividad estelar alcance teóricamente su actividad máxima, y podría mantener esa actividad durante un período de hasta sesenta y dos horas, más menos cuarenta horas como valor sigma tres. La máxima actividad estelar aumentará la clasificación espectral de Mercaniad hasta la clase F1… muy por encima de las expectativas originales…
—Eso es un serio problema —dijo la voz de Scotty desde la negrura de la oscuridad, cerca de Kirk. Se acercó al capitán—. Eso agotará nuestras reservas energéticas hasta un punto crítico. No podremos conseguirlo con la
Enterprise
a esta distancia de la estrella.
—Totalmente correcto, señor Scott. —La voz de Spock llegó hasta ellos completamente carente de emoción como siempre—. Sólo existe una posibilidad entre cuatro mil novecientas ochenta y siete coma noventa y cinco de que los escudos de la
Enterprise
puedan ofrecerle la suficiente protección a la tripulación, y podemos anticipar que al menos dos tercios de la tripulación perecerá. No se trata simplemente de un asunto de radiaciones del espectro electromagnético entre los infrarrojos y los rayos gamma, capitán. La insólita radiación sobre la que antes me ordenó que especulara, está ahora aumentando hasta un punto en el que puedo comenzar a analizarla.
—¿Rayos de Berthold, señor Spock? —quiso saber Kirk.
—No precisamente, dado que los rayos de Berthold emanan sólo de las estrellas de clase K, según se sabe —continuó el oficial científico—. Parece ser una forma mucho más poderosa de radiación de Berthold, con un contenido energético muy elevado.
Kirk descubrió en aquel momento que McCoy también estaba despierto y se hallaba junto a él.
—Lo que significa que los efectos serán más intensos, y que el período de agonía no sólo sobrevendrá antes sino que será más traumático —intervino el médico—. Eso es suficiente como para freírnos sin lugar a dudas, a menos que nos hallemos en una caverna profunda, y desde luego no resultará saludable para nadie que esté a bordo de la nave, Jim.
—Y la mecánica celeste no nos permitirá aparcar simplemente la nave en órbita a la sombra del planeta durante tanto tiempo. Mercan no tiene ningún satélite natural ni puntos lagrangianos. —En aquel momento al capitán de la nave estelar
Enterprise
parecía quedarle una sola alternativa—. Spock, con toda la velocidad posible, sitúe cualquier fijación del transportador sobre nosotros y transfiéranos a bordo. No tenemos otra alternativa que la de utilizar la energía para alejarnos de Mercaniad hasta que las cosas se hayan calmado. Cuando lo hayan hecho, y si lo hacen, tendremos que entendernos con los mercanianos de la mejor manera posible en ese momento. Pero no voy a arriesgar las vidas de la tripulación ni la seguridad de la nave. Señor Spock, cinco preparados para transportación.
El capitán comenzó a ponerse de pie, y los demás lo siguieron, asumiendo sus posiciones para ser transferidos. Janice Rand despertó a Orun y le indicó el lugar en el que debía situarse.
—Capitán, creo que hay una alternativa —dijo la voz de Spock a través del comunicador—. Esta estrella está en un estado de transición en este momento. Existe una posibilidad de diecisiete coma tres de que podamos amortiguar la intensidad de sus estallidos, y una entre trescientas catorce coma setenta y nueve de que tengamos la posibilidad de estabilizarla permanentemente como estrella de clase G0.
—¿Qué tiene en mente, Spock?
—Mis análisis indican que un suministro adicional de energía de proporciones muy pequeñas, un efecto detonante, como si dijéramos, reduciría la dispersión nuclear y las olas gravitacionales del interior de la estrella —explicó el vulcaniano—. Capitán, propongo lanzar dos torpedos de fotones al interior de Mercaniad, uno a cada polo estelar de forma simultánea, ambos a velocidad hiperespacial de factor dos. Esos torpedos estarán en las profundidades de la estrella antes de que ésta pueda reaccionar ante su presencia. Programaré los torpedos para que detonen con retardo para que su liberación de energía se produzca en las profundidades del núcleo estelar…
—Usted ha hablado de una posibilidad muy amplia de que eso consiga aminorar la actividad, Spock. ¿Cuáles son algunas de las otras probabilidades? —preguntó Kirk, porque había detectado una nota de vacilación en la voz de Spock, algo que sólo él, el capitán, advirtió a causa de los muchos años de convivencia con el medio vulcaniano/medio humano.
Spock guardó silencio durante un momento.
—Existe una probabilidad entre cuatrocientas diez coma tres de que los torpedos de fotones conviertan a Mercaniad en una nova…
—No me gustan esas probabilidades, señor Spock. Casi estaremos mejor no haciendo absolutamente nada que intentando hacerle cosquillas a una estrella variable irregular.
—Señor, como he declarado, existen unas excelentes probabilidades de que esta acción reduzca las explosiones estelares. Las posibilidades de conseguir que la estrella se estabilice o se convierta en nova son del mismo orden y magnitud, pero son mucho mayores que las de amortecerla. Su otra alternativa, señor, es la de transferirse a bordo con el fin de que podamos retirarnos y regresar cuando hayan concluido las explosiones…
Kirk estaba habituado a tomar las decisiones de forma terminante y expeditiva cuando era necesario. Había estado evaluando mentalmente las opciones al tiempo que Spock se las presentaba y le proponía la operación de bombardeo de la estrella. A la vista de lo que debía hacer —conseguir que se reparara la nave, cosa que requeriría la ayuda de los mercanianos, lo que a su vez significaría hacerlos entrar en la Federación si lo deseaban—, llegó a una decisión.
—Retrase la orden de transporte, señor Spock. Tiene autorización para intentar torpedear Mercaniad. No obstante, hágalo antes de la aurora local de este sitio y esté preparado para transferirnos de inmediato y saltar al máximo factor hiperespacial posible en el caso de que consiga crear una nova.
—Tendré que computar el momento óptimo para lanzar los torpedos, capitán. Podría no ser posible realizarlo antes de que la estrella esté en el cielo local del lugar en el que se hallan ustedes. No obstante, como le he dicho, la probabilidad de crear una nova es la más baja de todas. Pero puede estar seguro de que emprenderé cualquier acción necesaria para salvar tanto al grupo de descenso como a la nave, en el caso de que algo saliera mal.
—Estoy Seguro de que lo hará, señor Spock —dijo Kirk por el comunicador.
—Lo hará —agregó McCoy. También él conocía al vulcaniano. Spock no era un primer oficial conspirador deseoso de asumir el mando. Éste le desagradaba tanto a él como le gustaba a Kirk.
—¿Tengo su permiso para proceder al lanzamiento de dos torpedos de fotones hacia Mercaniad a mi propia discreción, capitán?
—Sí, señor Spock, lo tiene. Manténgame informado. —Y sólo recuerde, Spock, que nosotros estamos aquí abajo, en la superficie, sin los escudos de la nave de los que usted disfruta —le espetó McCoy.
—Supongo que ése ha sido el doctor McCoy —replicó la voz de Spock por el transmisor—. Por favor, recuérdele que los escudos de la nave no van a servirnos para nada a ninguno de los de a bordo en el caso de que los torpedos no funcionen… Pero también recuérdele que no tengo ninguna intención de fallar. Spock fuera.
Orun estaba de lo más interesado en los comunicadores.
—He oído y visto que usted habla en esos pequeños aparatos, y que ellos le hablan a usted. No le había preguntado nada hasta ahora porque temía que mi interés despertara el interés de los guardianes o los procuradores. ¿Qué son? ¿Calculadoras pequeñas que le responden verbalmente en lugar de con dígitos o pantallas analógicas?
—Apostaría a que los ancestros de ustedes los poseyeron en otros tiempos —afirmó Kirk. Le enseñó su comunicador a Kirk—. Si yo estuviera al otro lado de Celerbitan y usted quisiera hablar conmigo, ¿qué haría?
—Pues, simplemente consultaría la guía del desplazador respecto a su emplazamiento, y luego sencillamente me desplazaría hasta el lugar en que se hallara —le replicó el mercaniano.
—Suponga que no tiene su unidad de control del desplazador. Suponga que se encuentra atrapado como lo estamos ahora y ni tiene su control del desplazador. ¿Cómo hablaría conmigo? —insistió Kirk.
—No lo haría. No podría —le dijo Orun con franqueza.
—Ah, pero nosotros sí podemos. Dado que no tenemos desplazadores del tipo de los que tienen ustedes en Mercan, los nuestros son de un tipo diferente, hemos creado estas unidades de comunicación que nos permiten hablar los unos con los otros sin viajar de uno a otro lugar cuando queremos hablarnos. Ahorran mucho tiempo.
—Pero ¿con quién está hablando usted?
—Con otra persona como yo que se encuentra en el aparato de viaje que nos trajo hasta Mercan —Kirk abrió el comunicador—.
Enterprise
, aquí Kirk. ¿Cuándo volverán a pasar por encima del archipiélago en el que estamos nosotros, Uhura?
—Un momento, capitán. Déjeme consultarlo con el teniente Sulu… En aproximadamente cinco minutos, capitán.
—Gracias, Uhura. Kirk fuera.
—Cerró la tapa y guardó el comunicador bajo el uniforme—. Orun, salgamos al exterior. Quiero enseñarle algo. —Las nubes de convección diurna que traían la lluvia a Celerbitan en las primeras horas de cada madrugada, no había comenzado aún a formarse, y el cielo estaba todavía relativamente limpio. Tendido de través en el cielo estaba el brazo de Orión de la galaxia, un mortecino río de luces suaves cuyas estrellas individuales no resultaban visibles a simple vista. Kirk observó la bóveda celeste durante un instante, y luego señaló hacia el suroeste. —Allí. ¿La ve?
Un punto de luz parpadeante se desplazaba por el cielo de suroeste a noreste, a un ángulo aproximado de cinco grados respecto al ecuador.
A pesar del control que Kirk tenía de sí mismo, se le hizo un nudo en la garganta al ver aquel punto de luz móvil. Allí estaba, la
Enterprise
. Y allí estaba él, en tierra. A menos que él consiguiera arreglar las cosas allí abajo, la nave se encontraría en un aprieto… quizá incluso condenada.
Orun tuvo una reacción diferente al ver la luz móvil en el cielo. Probablemente era la primera vez en su vida que veía algo moverse por el cielo nocturno de Mercan.
—¡Es… es difícil de creer! —susurró, mientras permanecía de pie, observando a la
Enterprise
que se desplazaba por el cielo nocturno de Mercan siguiendo su órbita estándar—. Yo… yo he creído su historia, James Kirk, porque está en consonancia con otras cosas en las que quería creer… cosas que estábamos descubriendo a través de nuestras propias investigaciones de los caminos del universo… Pero es diferente ver de hecho algo así y saber que probablemente es verdad aquello en lo que creemos…
—Hijo, sé cómo se siente. —Era la amable voz de McCoy que sonaba detrás de ellos—. A veces resulta difícil aceptar el hecho de que los sueños y las creencias puedan convertirse en realidad. Cuando el mundo resulta ser como uno quería que fuese, es a veces más atemorizador que si hubiera permanecido tal y como era.
—Ya lo creo. —Era la voz de Scotty—. Ten cuidado con qué es lo que pides, porque lo conseguirás…
En la oscuridad, Kirk pudo ver que el ingeniero estaba observando la brillante luz de la
Enterprise
surcando el cielo, con una nostalgia ansiosa propia de él. Las gentes de la Flota Estelar raramente se sienten cómodas cuando se hallan en un planeta…
—¿Volverá a pasar por aquí su aparato de viaje? —quiso saber Orun cuando la
Enterprise
desapareció.
—Cada dos horas —replicó Kirk, pero el traductor se detuvo ante aquella frase porque, como había señalado Scotty, el idioma mercaniano no contenía referencias temporales más precisas que los de períodos de tiempo indefinidos.
Orun recorrió los alrededores con una mirada furtiva.
—Creo que será mejor que regresemos adentro —les advirtió a los demás—. Los procuradores tienen dispositivos que pueden captar el calor de nuestros cuerpos. Si nos están buscando, lo harán sin duda con sensores de infrarrojos.
—Bones, ¿detecta algún signo de actividad en su sensor? —preguntó Kirk.
—Negativo, Jim. Nada excepto pequeñas formas de vida en la maleza de allí.
—Orun tiene razón, capitán. Si los procuradores tienen sensores de infrarrojos, somos blancos perfectos en terreno abierto. Al menos ese edificio enmascarará las señales caloríficas de nuestros cuerpos —señaló Scotty.
De regreso en el depósito, Kirk decidió que tenía que hacer algo más que simplemente esconderse. Tenían que estar preparados para detectar a cualquier mercaniano que se aproximara al almacén al abrigo de la oscuridad, y también para defenderse de los procuradores si era necesario.
—Hemos relajado demasiado la seguridad… especialmente teniendo en cuenta que en este momento somos fugitivos —dijo—. Bones, ¿puede programar su sensor para que realice una exploración omnidireccional de formas de vida con una alarma que nos advierta en caso de que alguien se acerque?
—Creo que puedo hacerlo, Jim.
Pero nada ocurrió durante el resto de la noche. Kirk sólo consiguió dormir con un sueño ligero, esperando que en cualquier momento sonara la alarma del sensor de McCoy. Le parecía extraño que los procuradores fueran tan ineficaces como para no poder localizar y apresar rápidamente a cinco fugitivos. Pensó en aquello mientras daba vueltas y se revolvía, y finalmente se le ocurrió que los procuradores eran probablemente más pompa, apariencia y fanfarronería que una fuerza policial eficaz. Kirk había concluido que los guardianes tenían un poder político considerable sobre el pueblo de Mercan porque poseían el misterio de la Prueba: la capacidad de predecir las explosiones de la estrella variable irregular que llamaban Mercaniad. La capacidad de predecir los cambios naturales de vida o muerte para toda la vida de Mercan traería indudablemente como consecuencia un inevitable poder político.
La cultura mercaniana, con su facilidad para desplazarse por todo el planeta, les había permitido a los guardianes unificar aquel mundo hasta un punto que Kirk había visto raramente hasta entonces. Era un caso clásico de un mundo, un pueblo, una cultura y una sede de poder político, exactamente igual que la Tierra o Vulcano.