Las limusinas ya hacen cola delante del hotel Hawthorne. Esta noche es el Baile de las Brujas. Es formal y, según me ha dicho Ann, es un evento bonito, lo más destacado de la temporada social.
Al otro de la calle, en el parque Common, hay tres mil calabazas, todas vaciadas y con velas, demarcando los caminos o sobre las ramas de los árboles. Es digno de verse. Un par de días antes, la temperatura subió demasiado, superó los veinticinco grados un día o dos, y Rafferty se preocupó porque las calabazas se pudrirían y no durarían hasta Halloween, cuando su hija tendría la oportunidad de verlas. Pero el frío ha vuelto otra vez, así que no hace falta que se preocupe.
Me dijo que su hija quería que le hicieran una lectura de encaje, que siempre había querido una. No sabe nada de Eva ni de lo que le sucedió; tan sólo vio una vez su cartel en uno de sus viajes y pensó que sería divertido que le leyeran el futuro.
Pienso mucho en Jack. Se ha mudado lejos de aquí, a Canadá, donde siempre quiso vivir. Y pienso en Eva. Incluso pienso en Cal, y me cuestiono el perdón. Sé que es lo que tiene que suceder. Cada libro que leo lo dice. Y también el doctor Ward. Todo perdón es perdonarse a uno mismo. Eso es lo que él dice. Pero aún no sé cómo perdonar. O, a fin de cuentas, quién debe ser perdonado.
Beezer y Anya se han quedado por aquí una temporada. Todavía viven en Cambridge, pero vienen a menudo para echar una mano. Ella es más agradable de lo que yo creía. Quieren tener niños. May está emocionada con la idea. Quiere ser abuela. Dice que se le dará mejor de lo que nunca se le dio ser madre, y Beezer contesta que eso no es mucho decir, pero yo no lo sé. May fue una buena madre para Beezer; ella le dio todo lo que necesitaba. Y fue una buena madre para mí cuando la mía no fue capaz de serlo, cuando fue demasiado débil y estuvo demasiado herida para seguir comportándose como una madre.
No sé si Emma sabe lo que ha pasado. O si me reconoce como su hija. A veces creo que sí, pero no puedo estar segura. Para mí es suficiente con que yo pueda reconocerla a ella. Que todavía siga viva y, yo diría, feliz al fin en su mundo según ella lo entiende. Me doy cuenta de que hemos recibido dones. Pequeños y grandes.
Finalmente he leído mis diarios. Y el libro que Eva escribió: la
Guía de la lectora de encaje
, con las páginas salteadas y encontrándome con su frágil caligrafía. Cada página revela un nuevo secreto, como cuando éramos niños y usábamos zumo de limón para hacer desaparecer la tinta y leer lo escrito a la luz de una bombilla. Estoy haciendo todo lo que puedo para restaurarlo, escribo sobre su letra. Sus lagunas son una imitación de las mías, y me esfuerzo por completar las páginas de la misma manera que lo hago para completar mi propia historia. Lentamente. Un proceso con idas y venidas. Un buen trabajo para el largo invierno que está al caer.
Me doy cuenta de algo curioso mientras trabajo. Mientras mi pluma se desliza sobre la tinta de la de Eva y las palabras de la página se hacen más oscuras y legibles, mi imagen de ella comienza a perder fuerza. Es como si las dos hubiéramos intercambiado nuestros sitios, una avanzando hacia el primer plano, mientras la otra se aleja.
No obstante, todavía recibo visitas de Eva en algunas ocasiones. Hoy estaba llevando algo dentro, subiendo la vieja escalera y me he encontrado con ella, que bajaba. Estaba vestida para nadar, con un albornoz de playa y un gorro de natación, con la toalla colgada al hombro. Todavía hace eso, va a nadar. Son las únicas veces en que la veo. Ya no habla. Y su imagen es muy débil. Cuando pasa por mi lado, me sonríe como siempre, y entonces hace algo más de lo que siempre hacía: se hurga en los bolsillos como si estuviera buscando algo.
Dejo las cosas en la habitación de Eva, que ahora es la mía. Estoy un poco cansada. Decido acostarme un minuto en la cama de dosel para una siesta corta y tal vez un sueño. Ya no me preocupo por los sueños, las pesadillas han desaparecido. Apoyado sobre las otras almohadas está el mundillo que me envió Eva antes de morir.
Lo cojo para dejarlo sobre la mesilla de noche y así poder tumbarme. Y pienso en Eva hurgándose los bolsillos. Lo comprobé el día que recibí el mundillo, esperando encontrar una nota, sorprendida al constatar que no había nada. Lo compruebo una vez más ahora, pensando que tal vez pasé algo por alto la primera vez, que esto es lo que Eva intenta decirme cuando sigue revisando sus bolsillos. Pero el bolsillo está vacío. Entonces la veo de nuevo en el ojo de mi mente, comprobando su otro bolsillo. Uno, dos. Todo a pares. Pero tradicional— mente los mundillos sólo tienen un bolsillo. Sé eso. Es algo que he aprendido. Aun así, le doy la vuelta al mundillo y, bajo la costura del extremo del fondo, encuentro el segundo bolsillo. En su interior está la pequeña tijera que reconozco de mi infancia, la que Eva usó para cortarme la trenza. También encuentro la nota.
Querida Towner
:
Lo estoy haciendo. Estoy nadando hacia la luna. Terminaré lo que tu hermana comenzó hace tanto tiempo. No se me ocurre otro modo de ayudarte en esta espiral descendente más que éste: nadaré hasta la luna. Haré por ti lo que tu hermana no pudo hacer. Ocuparé tu lugar.
Vive una vida larga y feliz… Y confía en tu don. Es verdadero.
Eva
Lloro durante mucho rato. Cuando finalmente me enjugo las lágrimas de los ojos, cojo las tijeras y corto el encaje del mundillo. Lo sujeto a contraluz, moviendo sus patrones caóticos y mirándolo desde todas las perspectivas, viendo cada una de sus imperfecciones.
Y entonces, le digo a Eva las mismas palabras que ella me dijo hace muchos años, cuando me cortó la trenza. Quizá no era cierto entonces, o no era cierto para siempre, pero ahora lo es. Las palabras que le devuelvo a ella son las mismas que ella me dijo aquel día tanto tiempo atrás: «El maleficio está roto. Eres libre.»
— FIN —
Me gustaría dar las gracias a las siguientes personas:
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A Alexandra Seros, por años de ayuda y amistad.
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A mi agente, Rebecca Oliver, por creer en el libro y hacerlo realidad. A Brian Lipson por tener la visión. A The Endeavor Agency.
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A Laurie Chittenden por ser una campeona de su talla en esta historia. A Laurie Chittenden y Clare Smith por las maravillosas notas y la inspiración. A toda la gente fantástica de William Morrow/HarperCollins. Y un agradecimiento especial a Lisa Gallagher por leer el manuscrito en el aeropuerto de Heathrow.
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A mi madre, June, por su presciencia y el don de ver más allá que le dijo que siguiera escribiendo. A mi padre, Jack, que siempre creyó en los tipos buenos. Y en los perros buenos. Y en mí.
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A Pal y Pal: Whitney Barry y Emily Bradford, por leer y comentar los numerosos borradores, por su fe inquebrantable y por el increíble regalo, el jardín de
La lectora de secretos.
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A los escritores de Warren Street: Jacqueline Franklin y Ginni Spencer, por cinco años de apoyo y sugerencias.
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A Diane Stern, por toda su ayuda.
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A Kelley y Hal, por su conocimiento de las relaciones públicas.
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A Tami Wolff y la clase de inglés APS de Deer Island por mi primera lectura.
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A Rema Badwan por compartir generosamente su vasto conocimiento de la industria editorial.
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A Jim McAllister, por comprobar la veracidad histórica y los datos de Salem.
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Al primer
editing
: A Tom Jenks por las notas sobre el punto de vista. A Ed Chapman y a Norman Hoffman por su experiencia editando. También, a Laura Vogel y a Ruth Greenberg.
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Y a los lectores: Mandee Barry, Mark Barry, Susan Marchand, Donna Housh, Ed Trotta, Marcia Goodstein, Dottie Dennesen, Andy Postman, Jeannine Zwoboda, Carol Cassella, Gloria Kelley, Jocelyn Kelley y Megan Hall.
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Y, por último, pero no menos importante, a
Byzy
, un gran guerrero y un supercachorro.
La lectora de secretos
es una obra de ficción. Aun así, la evocación de la localización es muy real y muchos lugares existen.
Sin embargo, unos cuantos sitios son extrapolaciones ficticias de sitios reales. Yellow Dog Island no existe, pero su geografía y su topografía se parecen mucho a las de la isla llamada Children's Island, donde trabajé en una época. La casa de Eva es una recopilación de una que valoré comprar en Salem, la que compré finalmente y la casa de mi abuela, que no estaba allí, sino en Swampscott. El jardín de Eva está inspirado en los jardines de la histórica Mansión de las Cuerdas.
Cortar el encaje es algo que las encajeras de Ipswich no hacen, ya que las tramas están enrolladas a los alfileres. Si se cortara la trama utilizada para hilar el encaje, éste se desharía y echaría a perder la pieza. Eva inventó una técnica para unir el encaje al mundillo y sujetar así el trabajo inacabado con más seguridad. Se hacía con una aguja de coser y con un hilo diferente para que pudiera ser cortado más adelante.
Me he tomado algunas libertades con la cronología del libro. Está situado vagamente en 1996, pero he introducido detalles de Salem que me parecieron interesantes de otros años de la misma década: las calabazas en el parque, el avance en el
Amistad
, etc. En general, cuando se citan hechos históricos, se han llevado a cabo todos los esfuerzos posibles para presentarlos con tanta concisión como ha sido posible, siempre y cuando la integridad de la narración de ficción no corriera peligro (es decir, es una novela, no un libro de historia).
Mis disculpas a Roger Conant, que nunca estuvo en peligro de ser retirado de su podio por comportamiento indecente, y sin duda estaría horrorizado sólo de pensarlo.
Oh, nunca he visto ninguna rata cerca de la bahía de Salem (ni en ningún otro lugar de la ciudad).
Por favor, visite
www.LaceReader.com
(en inglés) para conocer la agenda de la autora, noticias generales, obtener información de fondo sobre Salem, conocer el método de Eva para leer en el encaje, para participar en las discusiones, o para enviar sus preguntas y comentarios.
Nacida y criada en Massachusetts,
Brunonia Barry
estudió literatura y escritura creativa en el Green Mountain College de Vermont y en la Universidad de New Hampshire. Ha creado pasatiempos y juegos de ingenio para
Smart Games
, compañia de la que es cofundadora. Vive en Salem, Massachusetts, con su marido y su querido
golden retriever,
Byzantium.
[1]
Castigo físico que consistía en rociar al individuo de brea caliente para adherirle a continuación las plumas de un animal, como por ejemplo un pollo. Esta práctica se desarrolló en la Europa feudal para implementar la justicia, tanto legal como ilegal, y más tarde se importó a las colonias.
[N. de la T.]
[2]
Versos de la segunda estrofa del poema «Canción del aya» de la obra Cantos de experiencia de William Blake (traducción de Enrique Caracciolo Trejo en William Blake, Antología bilingüe, Alianza Editorial, Madrid, 2007).
[N. de la T.]
[3]
Conocido abogado defensor norteamericano de estrellas del mundo del espectáculo y el deporte como O. J. Simpson y Michael Jackson.
[N. de la T.]
[4]
La frase completa es One if by land, two if by sea («Una si vienen por tierra, dos si vienen por mar») y se atribuye a Paul Revere, uno de los héroes de la revolución americana que utilizó este código en su desempeño como mensajero en las jornadas anteriores a las batallas de Lexington y Concorde en 1775.
[N. de la T.]
[5]
Emily Post (Baltimore, Maryland, 1873-1960) fue una prestigiosa autora en materia de etiqueta.
[N. de la T.]