La espada oscura (48 page)

Read La espada oscura Online

Authors: Kevin J. Anderson

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: La espada oscura
2.04Mb size Format: txt, pdf, ePub

Pero la luna selvática de Yavin 4, con su centro de adiestramiento Jedi, sería la verdadera victoria simbólica. Daala sonrió, y sus ojos verdes adoptaron una expresión absorta y distante mientras se imaginaba a aquellos hechiceros que aún no habían conseguido dominar sus habilidades siendo atacados por las fuerzas tremendamente superiores en número y poderío de Pellaeon. Después se imaginó la desesperación que sentirían cuando vieran llegar su enorme nave. Sería como un segundo golpe mortal: ni refuerzos ni una misión de rescate, sino un Súper Destructor Estelar negro. Su desesperación quedaría decuplicada.

Después de aquel día, cuando Daala partiera triunfante, la luna cubierta de junglas de Yavin 4 no debía ser más que una bola de cenizas. Hasta el último estudiante Jedi tenía que perecer, y sus cuerpos quedarían esparcidos por la jungla en llamas como un mensaje de inequívoca claridad dirigido a aquellos que siguieran osando resistirse al Imperio.

Como última orden antes del lanzamiento, Daala dedicó unos momentos a rebautizar su oscura nave. A partir de aquel instante el Súper Destructor Estelar sería conocido como
Caballero del Martillo
, sólo para demostrar que Daala tenía sentido del humor..., siempre que el resultado final fuese la derrota total y absoluta de la Alianza Rebelde.

Capítulo 46

Dorsk 81 y Kyp Durron volvieron a Yavin 4 sin dejar de emitir su constante mensaje de alarma ni un solo instante del trayecto. Posaron su lanzadera imperial cerca del Gran Templo y llamaron a las armas a los estudiantes Jedi: faltaba menos de una hora para la llegada de las fuerzas de Pellaeon.

El estómago de Dorsk 81 había sido un nudo de tensión desde su apurada huida de la zona de reunión de la almirante Daala, y se había sentido todavía peor cuando presenció la apática negativa de su mundo natal a aceptar la posibilidad de una amenaza inminente. Los reproches de Dorsk 80 y Dorsk 82 habían dado en el blanco, y le habían afectado todavía más que su decisión de convertirse en un Jedi. Pero era un Jedi. No podía cambiar eso. Dorsk 81 se juró que haría cuanto pudiera y sacaría el máximo partido posible de su potencial, tal como le había enseñado el Maestro Skywalker.

Los dos Caballeros Jedi salieron de la lanzadera imperial robada para encontrarse con un silencio total. Las junglas saturadas de humedad parecían envueltas en una manta invisible de tensa expectación.

—¿Dónde está todo el mundo? —preguntó Kyp—. Tenemos que encontrar al Maestro Skywalker.

Dorsk 81 alzó la mirada hacia la enorme pirámide escalonada en la que se había establecido el
praxeum
Jedi. Su rostro fue recobrando la calma y Dorsk 81 cerró sus ojos amarillos, desplegando un zarcillo de la Fuerza hasta que percibió la presencia del grupo de estudiantes Jedi al otro lado de un angosto tributario del río que fluía junto a uno de los viejos templos en ruinas.

—Están ahí —dijo—. Se han reunido en el Templo del Cúmulo de la Hoja Azul.

Kyp asintió y sus oscuros ojos brillaron.

—Tenemos que advertirles e iniciar los preparativos.

Fueron corriendo por los estrechos senderos de la jungla y cruzaron el río para llegar a la gran ruina massassi, una torre cilíndrica de piedras medio desmoronadas que necesitaban urgentes reparaciones. Dorsk 81 vio a los estudiantes Jedi, unos treinta en total, trabajando juntos.

Reconoció a Kirana Ti, la guerrera de Dathomir, y a Streen, el siempre un poco aturdido y distante ermitaño de Bespin, trabajando en colaboración para sacar rocas caídas de una parte del templo que se había derrumbado. Estaban utilizando sus poderes Jedi para apartar las losas desprendidas y para protegerse de los guijarros que seguían cayendo a medida que iban quitando escombros. Kam Solusar, el endurecido veterano Jedi, contemplaba con expresión sombría las actividades, dirigiendo el trabajo de los estudiantes Jedi que habían llegado al
praxeum
el año pasado y que todavía se hallaban en las primeras fases de su adiestramiento.

Tionne, la estudiosa Jedi de los cabellos plateados, fue la primera en verlos.

—¡Kyp! —gritó—. ¡Dorsk 81! ¡Habéis vuelto! Estupendo: un poco más de ayuda no nos vendrá nada mal. —Tionne sonrió, y sus ojos color madreperla se iluminaron. Después empezó a explicarse con voz entrecortada, acompañando las palabras con rápidos gestos de sus delicadas manos—. Están llegando tantos estudiantes que hemos tenido que encontrar algún sitio donde alojarlos. Este viejo templo es...

Y entonces por fin percibió la alarma y el
Torbellino
emocional que emanaba de ellos.

—¿Qué ocurre? —preguntó Kam Solusar, añadiéndose a la conversación.

Kirana Ti apareció detrás de él, alta e imponente en su coraza de pieles de reptil.

—¿Dónde está el Maestro Skywalker? —preguntó Kyp.

Faltó poco para que se le quebrara la voz, y las palabras surgieron de sus labios en un tono frío y cargado de tensión.

—Él y Calista se fueron hace más de una semana —dijo Tionne—. Sólo estamos nosotros. Estoy dirigiendo unas cuantas sesiones de adiestramiento mientras el Maestro Skywalker está fuera, pero...

—¡La Academia Jedi corre un gran peligro! —explicó Dorsk 81—. La almirante Daala ha reunido una nueva flota imperial, y esta vez ha elegido Yavin 4 como objetivo. Los Destructores Estelares podrían estar aquí en cualquier momento.

—No —dijo Streen, meneando su canosa cabeza y abriendo y cerrando sus ojos ribeteados de rojo mientras alzaba la mirada hacia el cielo azul claro—. No. Ya están aquí.

El viejo ermitaño apenas había acabado de hablar cuando Dorsk 81 también sintió la misteriosa presencia de una amenazadora opresión que flotaba sobre su cabeza, como una mancha de oscuridad vacía de estrellas extendiéndose por el gran lienzo del espacio.

—Mirad —dijo una de las nuevas estudiantes.

La joven alienígena extendió un dedo terminado en una garra mientras la cresta azulada que coronaba su cabeza se erguía en señal de alarma. Un siseo de serpiente brotó de su gran boca escamosa.

Un chorro de chispas bailoteó por las capas superiores de la atmósfera y avanzó velozmente hacia la jungla, dibujando una red de líneas de fuego trazadas por afiladas uñas de lava.

—Transportes de superficie y vehículos de asalto —dijo Kam Solusar.

—Debemos prepararnos para enfrentarnos a ellos —insistió Kirana Ti.

—¡Pero el Maestro Skywalker no está aquí! —gritó uno de los nuevos estudiantes.

Kyp Durron se irguió ante ellos, aunque era menos alto que muchos de los Jedi que se habían reunido en las ruinas del templo.

—El Maestro Skywalker no siempre estará aquí para ayudarnos cada vez que tengamos problemas. Dorsk 81 y yo ya hemos dado la alarma, y las fuerzas de la Nueva República deberían estar en camino. Pero de momento tendremos que defender la Academia Jedi por nuestra cuenta.

—Pero somos tan pocos... —graznó un estudiante que parecía un cruce entre ave gigante y humano, y su duro pico se abrió y volvió a cerrarse con un ruidoso chasquido.

—Sí, así que no esperarán mucha resistencia —replicó Kyp—. Tendremos que demostrarles que se equivocan.

Dorsk 81 se puso junto a su amigo.

—Somos Caballeros Jedi. Recordad lo que nos ha enseñado el Maestro Skywalker: «El intentarlo no existe».

Los transportes imperiales se abrieron paso por la jungla no muy lejos de ellos, y empezaron a desplegar vehículos gigantes desde sus módulos de lanzamiento.

—Aquí llega el ataque aéreo —anunció Kyp, en el mismo instante en que una bandada de puntitos negros se acercaba velozmente por los aires envuelta en un rugido de motores iónicos gemelos.

Estaban siendo atacados por un ala entera de cazas TIE a la que acompañaba una considerable fuerza de bombarderos TIE.

—¡Poneos a cubierto! —gritó Kirana Ti, empujando a Streen hacia dos gigantescos bloques de piedra que se habían desprendido de la fachada del viejo templo.

Los cazas TIE pasaron por encima de sus cabezas mientras los estudiantes Jedi se dispersaban buscando algún refugio. Los cañones láser de las naves imperiales abrieron fuego, incendiando los enormes árboles y haciendo brotar chorros de cascotes del viejo templo. Los cazas TIE se desplegaron, no muy seguros de cuáles eran sus objetivos mientras buscaban a los Caballeros Jedi que se habían escondido en la jungla.

Los bombarderos TIE hicieron una pasada a baja altura y dejaron caer proyectiles detonadores cuyo estallido creó pilares de fuego y humo que se alzaron por encima del grueso dosel de la jungla, convirtiendo en astillas árboles massassi que tenían un millar de años de existencia. Pero en cuanto la primera oleada de cazas TIE divisó a los estudiantes del Templo del Cúmulo de la Hoja Azul, las fuerzas imperiales concentraron toda su potencia de fuego sobre el otro lado del río.

—No tenemos armas —dijo Streen mientras se tapaba la cabeza.

—Tenemos la Fuerza —replicó Dorsk 81.

Tres cazas TIE llegaron rugiendo, con sus cañones láser disparando sin cesar mientras se aproximaban en una formación triangular. Kirana Ti, la guerrera de Dathomir, salió al claro que se extendía junto a las masas de escombros que los estudiantes Jedi habían ido sacando con tanta meticulosidad de las ruinas. Los cazas TIE la vieron y dispararon. Ignorando el peligro que corría, Kirana Ti movió la mano y, usando la Fuerza como si fuese una honda, tomó uno de los grandes bloques cuadrados que los esclavos de los massassi habían tallado hacia miles de años..., y lo lanzó hacia arriba, impulsándolo con todo su poderío Jedi.

La gran piedra voló por los aires y destrozó una de las pantallas de propulsión del caza TIE. El aparato se inclinó bruscamente hacia un lado, y el piloto no consiguió recuperar el control. La nave estalló entre los árboles al otro lado del templo.

Kam Solusar se había apostado al otro extremo del claro, y también empezó a utilizar la Fuerza para lanzar rocas contra los dos cazas TIE restantes. Los peñascos llovieron sobre las naves imperiales y se abrieron paso a través de sus carlingas. Todos los estudiantes Jedi habían comprendido la idea, y un diluvio de duros fragmentos rocosos cayó sobre las dos naves que intentaban huir y las borró del cielo. Los dos cazas TIE estallaron entre los vítores de los enfurecidos estudiantes Jedi.

La segunda oleada, formada por cuatro cazas TIE, llegó inmediatamente después. Pero Streen no cogió rocas u otras armas con la Fuerza. Utilizó el mismo aire, moviendo las moléculas de la atmósfera para invocar a las corrientes de la tempestad y dispersar la formación de ataque aéreo con un muro de viento que se intensificó hasta alcanzar la potencia de un huracán. Las terribles corrientes abofetearon a los cazas TIE lanzándolos en todas direcciones, y obligaron a los pilotos a concentrarse en tratar de controlar sus naves sin permitirles hacer ni un solo disparo.

Streen alzó la mirada hacia el cielo, los ojos desorbitados e inyectados en sangre y los cabellos ondulando alrededor de su cabeza. Después extendió sus dedos temblorosos y juntó las manos en un brusco gesto simbólico, haciendo chocar sus manos invisibles hechas de viento con tanta violencia que las poderosas corrientes de aire empujaron a los cuatro cazas TIE, lanzándolos unos contra otros. Los cuatro aparatos chocaron para convertirse en un solo nudo de restos fundidos que se precipitaron hacia el suelo.

Un par de bombarderos TIE que volaban a baja altura aparecieron por detrás de ellos, apenas visibles por encima de las copas de los árboles pero avanzando a velocidad máxima. Kyp gritó una advertencia. El primer bombardero TIE pasó por encima del templo y dejó caer tres proyectiles detonadores desde su hangar de lanzamiento..., pero Kyp desplegó el poder de la Fuerza con la mirada clavada en la nave mientras mantenía la palma de la mano rígida y vuelta hacia arriba. Después empujó mediante la Fuerza, visualizando los tres proyectiles detonadores lanzados sobre ellos, y devolvió los explosivos al hangar del bombardero TIE..., donde estallaron.

El segundo bombardero TIE dejó caer un solo proyectil y después, viendo el destino sufrido por su compañero, salió disparado en dirección opuesta. Dorsk 81 utilizó la Fuerza para coger un peñasco que lanzó con todas sus energías. La roca volante cruzó como una exhalación la distancia que la separaba del bombardero y chocó con la segunda cabina, dañando su control de altitud. El bombardero TIE giró por los aires y acabó cayendo entre la espesura al otro lado del río. El proyectil detonador que había lanzado se estrelló contra el suelo cerca de allí y estalló, produciendo una vibración que recorrió la jungla e hizo temblar el Templo del Cúmulo de la Hoja Azul. Varios bloques de piedra se desprendieron de las paredes entre una lluvia de polvo y cayeron con gran estrépito alrededor de los estudiantes Jedi.

—¡Esta vieja estructura no aguantará mucho rato! —gritó Kyp—. Tenemos que volver al Gran Templo. Es más fácil de defender.

Otra oleada de cazas TIE, ésta formada por el doble de naves que el ataque anterior, llegó a toda velocidad. Los estudiantes Jedi echaron a correr sin rechistar, alejándose del templo secundario para empezar a abrirse paso por entre la espesura.

Más trazos de fuego aparecieron en las alturas cuando los diecisiete Destructores Estelares de Pellaeon lanzaron otra oleada de maquinaria de asalto de superficie para terminar la limpieza del objetivo.

Cuando llegaron a la gigantesca pirámide que había sido fortificada para servir como base rebelde en el pasado, Dorsk 81 vio que la desesperada defensa organizada por los estudiantes Jedi entre las ruinas del templo también había servido a un inesperado propósito secundario: había creado una diversión, un señuelo para las fuerzas imperiales, y había convencido a los atacantes de que el Templo del Cúmulo de la Hoja Azul era la fortaleza Jedi. Los cazas TIE y los bombarderos estaban concentrando sus fuerzas allí.

A pesar del miedo que se agitaba dentro de él, Dorsk 81 se sintió invadido por una oleada de júbilo y camaradería con los otros Jedi. Estaba luchando por algo que tenía un significado. En toda su vida, que había pasado siendo meramente otro duplicado más en un mundo de clones, Dorsk 81 nunca había creído tener la posibilidad de elegir su destino. Se lo había encontrado todo decidido de antemano hasta que salió del profundo surco excavado en el linaje de los Dorsk. Pero Dorsk 81 se había convertido en un Caballero Jedi porque así lo había elegido..., y acababa de demostrar que podía ser un buen Caballero Jedi.

Other books

Illicit by Jordan Silver
For the Best by LJ Scar
Off Keck Road by Mona Simpson
The Emperor Awakes by Konnaris, Alexis
Starstruck - Book Three by Gemma Brooks