La crisis financiera guia para entenderla y explicarla (7 page)

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Authors: Alberto Garzon Espinosa Juan Torres Lopez

BOOK: La crisis financiera guia para entenderla y explicarla
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La consecuencia de todo ello fue que millones de trabajadores quedaron sin empleo y que empezaron a dejar de pagar las hipotecas o préstamos que tenían suscritos con los bancos.

Los títulos financieros en posesión de los bancos perdieron rápidamente su valor puesto que sus activos subyacentes (las hipotecas que se encontraban en la base de la pirámide) dejaban de proporcionar los flujos de dinero esperados.

Los bancos tuvieron que registrar esas disminuciones de valor y comenzaron a sufrir pérdidas millonarias.

Caen las fichas del dominó

Con la explosión de la burbuja, la cartera inmobiliaria de los bancos comenzó a perder valor, así como todos los derivados que tenían a los préstamos hipotecarios como activos subyacentes.

La parte del activo del balance bancario, esto es, los bienes de los que disponen los bancos, comenzó a empequeñecerse rápidamente. Sin embargo, no ocurría lo mismo con las deudas que había contraído, que permanecían intactas. Así, los bancos tuvieron que comenzar a registrar pérdidas y a buscar formas de salir del aprieto que suponía ver de repente disminuidas sus posibilidades de hacer frente a las deudas.

Además, los bancos se vieron obligados a asumir las obligaciones de las “entidades vehículo” que ellos mismos habían creado para financiarse, con el objetivo de evitar que quebrasen. Estos vehículos ya no eran capaces de vender los títulos de los que disponían, puesto que los inversores cuestionaban la calidad de los mismos, y empezaban a tener serias dificultades para afrontar sus deudas. Comprándolos, los bancos tuvieron que incorporar a su balance gran cantidad de pérdidas.

Como consecuencia, y teniendo presente que los bancos prestan a largo plazo (concediendo hipotecas) y se endeudan a corto plazo (a través de los depósitos de sus clientes), los bancos cada vez estaban en peores dificultades para responder ante las posibles demandas de retirada de fondos por parte de sus clientes, hasta el punto de que hasta marzo de 2008 los bancos estadounidenses y europeos han tenido que afrontar la depreciación de sus activos por valor de 200.000 millones de dólares.

El propio Fondo Monetario Internacional calcula que las pérdidas vinculadas al mercado hipotecario residencial y sus titulizaciones pueden ser de 565.000 millones de dólares, y que unidas a las pérdidas por otras hipotecas y activos pueden alcanzar los 945.000 millones de dólares
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. Otras estimaciones muchos menos generosas prevén que la devaluación de activos superará finalmente la cantidad de 2.000.000 millones dólares
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.

Los mecanismos de transmisión: auge y colapso de los “vehículos”

Los vehículos son los actores fundamentales en el proceso de titulización, pues son ellos quienes captan los derechos de cobro de los préstamos (u otros activos) y los revenden convertidos en títulos de deuda, bonos o cualquier instrumento financiero aceptado por los inversores.

Cuando una persona contrata un préstamo hipotecario, con o sin la intermediación de algún comisionista, el banco está utilizando el dinero de sus depósitos para satisfacer la operación.

Ese dinero sale de su balance y a cambio el banco se queda, o lo convierte, en un contrato que refleja el derecho a cobrar dicho préstamo. En el balance del banco sale dinero líquido y entra papel (el contrato).

Este papel no le proporciona al banco sino muy poco dinero contante y sonante (liquidez, como decimos los economistas): solo la cuota mensual que pagará quien haya recibido el préstamo.

Como al banco le interesa sobre todo tener liquidez para poder seguir dando préstamos, recurre, como hemos comentado ya, a la titulización, vendiendo el papel, los préstamos hipotecarios, a los vehículos financieros, quienes en contrapartida le dan dinero líquido.

Con ese dinero ya pueden volver de nuevo a la concesión de préstamos, y así sucesivamente.
Una vez los vehículos financieros tienen los derechos del préstamo en su poder (el papel que les vendido el banco) pueden venderlos (en forma de MBS, ABS, CDO, etc.) a través de la emisión de bonos. El vehículo divide los activos titulizados en tramos de riesgo o “porciones” (por lo general “senior”, “junior” y “equity”), a los que se asignan diferentes calificaciones crediticias y que rinden a distintos tipos de interés en función del riesgo que conlleven. Finalmente, los bonos son vendidos a los inversores y de esta forma el vehículo obtiene la financiación necesaria para seguir comprando más préstamos a los bancos.

Los vehículos o los inversores también pueden comprar estos bonos a otros vehículos o inversores, formar un paquete con nuevas combinaciones y volver a revenderlos. La pirámide puede extenderse sin parar.

Los vehículos son creados por los propios bancos o por otras entidades financieras y, aunque en teoría son entidades independientes, en la práctica son administradas en última instancia por las entidades fundadoras que, como veremos más adelante, también las respaldan en caso de pérdidas.

Los vehículos de titulización son generalmente llamados “Special Purpose Vehicle” (SPV), tienen personalidad jurídica propia y se crean con el único propósito de titulizar los activos. Enron, la empresa estadounidense que quebró en 2001 revelando el mayor fraude empresarial de la historia
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había llegado a crear 3.000 entidades SPV
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.

La forma que toman los vehículos y sus limitaciones dependen de las leyes nacionales o supranacionales que regulan la actividad financiera en cada país. Por ejemplo, a diferencia de Estados Unidos y del resto de Europa (a excepción de Francia), en España los SPV son llamados “Fondos de Titulización” (FT), están regulados por la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), no tienen personalidad jurídica y son administrados a través de una sociedad gestora. En cualquier caso, su función es exactamente la misma que la de los SPV
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En cualquier caso todos los vehículos tienen características comunes que los hacen clave en este proceso de titulización.

En primer lugar, son entidades muy apalancadas -poco capitalizadas-, es decir, con muchos activos en deudas exigibles en relación a los recursos propios. En caso de que los pagos de dichas deudas se detengan o se cancelen la entidad corre el riesgo de no poder responder a sus obligaciones y caer en bancarrota.

En segundo lugar, tienen el único propósito de emitir deuda para captar los fondos necesarios para comprar activos titulizados y obtener rentabilidades con dichas operaciones.

Y en tercer lugar, son entidades muy poco transparentes y que suelen ubicarse en paraísos fiscales con el objetivo de huir de las regulaciones y del pago de impuestos.

Un caso particular de vehículo son los “Asset Backed Commercial Paper Conduit” (ABCP), los cuales a su vez pueden concentrarse en algún tipo concreto de inversión y recibir nombres distintos. Así, aquellos vehículos que compran activos titulizados con vencimiento a corto plazo se denominan “Conduits”, mientras que aquellos que compran activos titulizados con vencimiento a largo plazo se denominan “Structured Investment Vehicles” (SIV)
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. Un caso particular de SIV es el vehículo SIV-lite, que invierte en los tramos más arriesgados de los títulos y se caracteriza por grados mucho más pronunciado de un apalancamiento
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En cualquier caso, todos los ABCP Conduit emiten deuda a corto plazo para financiarse, lo que los convierte en entidades con grandes riesgos de falta de liquidez (tienen que estar continuamente atendiendo amortizaciones y emitiendo deuda). Estas deudas a corto plazo pueden no estar garantizadas, en cuyo caso se denominan simplemente “commercial paper” (CP).

Los bancos crearon estas entidades específicas denominadas SIV para absorber los préstamos hipotecarios de los bancos y emitir deuda a corto plazo que vendían a los inversores. Sus ganancias provenían de la diferencia entre lo que pagaban a estos últimos y lo que obtenían de los activos titulizados que habían comprado a los bancos.

En el momento en el que los préstamos hipotecarios comienzan a perder valor, los SIV entran en crisis. Son incapaces de atender las deudas originadas por los commercial papers, y reclaman la ayuda de los bancos que los crearon o los patrocinan. Estos asumen los compromisos de las SIV y se ven obligados a incluir las pérdidas en sus propios balances. Se calcula que los bancos estadounidenses se hicieron cargo de al menos 280.000 millones de dólares, en deuda de los SIV, a lo largo de los dos primeros meses de la crisis.
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En algunos casos diversos bancos han llegado a constituir fondos millonarios comunes con el objetivo de comprar los activos titulizados de los SIV, dotarles de liquidez e impedir de esta forma sus quiebras.
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La crisis bancaria

Durante muchos años los mecanismos financieros que hemos analizado permitieron a los bancos tener espectaculares beneficios que han sido, por lo general, repartidos entre sus accionistas privados. En el año 2006, los cinco mayores bancos estadounidenses (Goldman Sachs, Morgan Stanley, Merrill Lynch, Lehman Brothers y Bear Stearns) registraron beneficios por valor de 130 mil millones de dólares, a los que hay que sumar los miles de millones adicionales en concepto de bonus y compensaciones
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.

Esos inmensos beneficios han sido, por cierto, uno de los factores que ha coadyuvado a que la desigualdad haya aumentado tanto en los últimos años. Así, el 73% del incremento de la riqueza estadounidense en la época de Bush ha sido apropiado por el 1% más rico de la población
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, entre el que naturalmente se encuentran los propietarios de los grandes bancos que con su inmoral avaricia han provocado el desastre financiero de nuestros días.

Sin embargo, cuando se produce la crisis inmobiliaria en Estados Unidos y los paquetes de MBS distribuidos en porciones por todo el mundo pierden su valor, las entidades que habían participado en este esquema financiero comienzan a tener pérdidas e, incluso, a declararse en bancarrota.

Mientras que durante los años 2005 y 2006 ningún banco había quebrado en Estados Unidos, en el año 2007 fueron tres los que tuvieron que cerrar. Hasta Agosto de 2008, sin embargo, son ya diez los bancos en quiebra
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Pero no sólo los bancos implicados se han visto en problemas, y otras entidades más pequeñas cayeron antes: 84 sociedades de crédito hipotecario quebraron entre el 1 de enero y el 17 de agosto de 2007, cuando en el año 2006 esta cifra había sido de tan solo 17 sociedades
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La agencia que da cobertura a los depósitos bancarios – FDIC- identificó durante el segundo trimestre de 2008 117 bancos “con problemas”, el número más alto desde mediados de 2003. Estas entidades manejan activos por valor de 78.000 millones de dólares, lo que da idea del problema que se estaba generando
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Los empleos se han resentido, y desde que comenzó la crisis los grandes bancos han despedido a casi 35.000 empleados
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Todos los anuncios de las grandes entidades implicadas en la crisis iban el mismo sentido: pérdidas de miles de millones de dólares como consecuencia de la depreciación de activos en sus carteras. Citigroup ha perdido más de 55.000 millones de dólares y Merrill Lynch casi 52.000 millones
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. Otros bancos se han visto gravemente afectadas por la crisis, como Wachovia (22.500 millones), Morgan Stanley (14.400 millones), Bank of America (21.200 millones) y muchos más. Pero no sólo entidades estadounidenses se han visto afectadas por estas pérdidas, sino que los efectos se han expandido con rapidez a través de un mercado muy globalizado.

Así, también bancos franceses (Crédit Agricole, Societé Générale, BNP Paribas…), ingleses (HSBC, Barclays Capital, Royal Bank of Scotland…), suizos (UBS, Credit Suisse…), alemanes (Deutsche Bank, IKB Deutsche Industriebank…), canadienses (CIBC, RBC…), japoneses (Aozora Bank, Mizuho Financial Group), belgas (Fortis), indios (ICICI Bank), chinos (Bank of China), entre otros, se han encontrado entre los afectados. En total, los cien bancos más importantes del mundo suman más de 500.000 millones de dólares en depreciaciones y pérdidas como consecuencia de la crisis.

Cuando todo esto empezó a ocurrir, los bancos cayeron en una crisis de confianza fatal. Nadie se fiaba de la solvencia de nadie y dejaron de prestarse entre ellos. No es que faltara entonces liquidez en los mercados, como decían los gobernantes y responsables económicos, sino que no salía al mercado porque se había extendido la desconfianza ante el riesgo generalizado. De hecho, así sigue ocurriendo y el efecto que se produce es que mientras que no llega el dinero al mercado, los bancos tienen depósitos muy elevados en los bancos centrales, o inmovilizados en sus balances.

Algunos decían entonces que era solo una crisis hipotecaria circunscrita a Estados Unidos, pero mentían o estaban ciegos: enseguida, cuando se cerró el grifo de la financiación, ya era una crisis también financiera. Y además global porque los paquetes circulaban por todo el planeta.

Uno detrás de otro

A partir de la primavera de 2008 los bancos y otras entidades comienzan a quebrar como consecuencia del fin de la burbuja inmobiliaria y sus efectos.

Primero cayeron los grandes bancos hipotecarios como American Home Mortgage, y luego uno de los grandes bancos de inversión citados anteriormente, Bear Stearns, le siguió en su destino. En este caso, se trataba del quinto banco de inversión más grande de Estados Unidos. En Marzo del 2008 su falta de liquidez obligó a la Reserva Federal a acudir a su rescate prestándole dinero, siendo esta la primera vez en la historia que dicho organismo oficial tomaba una decisión similar. Sin embargo, resultó insuficiente y las acciones se desplomaron. Más tarde el banco JP Morgan realizó una oferta de compra a 2 dólares por acción, que la Reserva Federal dio por buena. La oferta resultaba irrisoria teniendo presente que un mes antes las acciones cotizaban a 93 dólares la unidad. Algunos accionistas rechazaron la propuesta y obligaron a JP Morgan a incrementar su oferta hasta los 10 dólares, cifra que finalmente fue aceptada.

Tras la caída de Bear Stearns, y tras otras caídas de bancos hipotecarios y algunas quiebras más al otro lado del Atlántico, las siguientes grandes víctimas de la crisis subprime fueron las agencias públicas Fannie Mae y Freddy Mac. Estas agencias públicas avalaban gran cantidad de los préstamos hipotecarios suscritos por otras entidades, en teoría una vez comprobada su calidad, y con la depreciación de activos sus pérdidas fueron en rápido aumento y sus cotizaciones bursátiles en rápido descenso.

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