Read La búsqueda del dragón Online
Authors: Anne McCaffrey
T'bor podía tener un temperamento irascible y no ser el más diplomático de los partidarios, pero era leal, y F'lar le estaba agradecido. Si al menos esta noche hubiera reprimido sus impulsos...
—Bueno, habitualmente sabes lo que estás haciendo, F'lar —admitió a regañadientes el caudillo del Weyr Meridional—, pero no comprendo a los Antiguos, y últimamente no estoy seguro de que me importe.
Mnementh planeó sobre el saledizo, con una pata extendida. Más allá de él, los dos hombres podían oír las alas de Orth golpeando el aire nocturno mientras el bronce de T'bor mantenía su posición.
—Dile a F'nor que se lo tome con calma y se recupere. Sé que está en buenas manos en el Weyr Meridional –dijo F'lar mientras se encaramaba al hombro de Mnementh y le apremiaba a apartarse del camino de Orth.
—Haremos que se recupere en el menor tiempo posible. Tú le necesitas —respondió T'bor.
Sí, pensó F'lar, mientras Mnementh se remontaba por encima del Cuenco del Weyr Fort, le necesito. Si esta noche le hubiera tenido a mi lado podría haber utilizado su inteligencia y su sentido común contra las envidiosas tentativas de T'ron.
Bueno, si se hubiera tratado de otro caballero, herido en las mismas circunstancias, no habría podido traer a F'nor, de todos modos. Y T'bor habría estado presente en cualquier caso, haciéndole inconscientemente el juego a T'ron con su temperamento irascible. F'lar no podía reprochárselo a T'bor, ya que él experimentaba el mismo ardiente deseo de obligar a los Antiguos a ver los hechos desde una perspectiva realista. Pero... uno no puede llevar a un dragón a un lugar que nunca ha visto. Y los exabruptos de T'bor no habían servido de ayuda, precisamente. Lo raro del caso era que T'bor no había manifestado aquel mal carácter en su época de cadete del Weyr ni cuando era segundo jefe de Escuadrón en Benden. El ser compañero de Weyrde Kylara le había cambiado, pero aquella mujer era capaz de trastornar a cualquiera; de trastornar incluso a D'ram.
F'lar acarició la descabellada imagen mental de la rubia y sensual Kylara seduciendo al robusto Antiguo. No porque ella hubiera mirado nunca con buenos ojos al caudillo del Weyr de Ista. Desde luego, no hubiera permanecido a su lado. F'lar se alegraba de haberla podido sacar del Weyr de Benden. ¿No había sido encontrada en la misma Búsqueda que Lessa? ¿De dónde procedía? Oh, sí, del Fuerte de Telgar. Ahora que lo recordaba, Kylara era hermana del actual Señor de aquel Fuerte. Kylara había tenido la suerte de acceder a la vida del Weyr. Con su modo de ser, haría mucho tiempo que le habrían cortado el cuello en un Fuerte o un Artesanado.
Mnementh le transportó al inter, y el frío de aquella espantosa nada penetró hasta sus huesos. Luego emergieron sobre la Piedra de la Estrella del Weyr de Benden, y contesto a la intimación del centinela.
A Lessa no iba a gustarle su informe de la reunión, pensó F'lar. Si al menos D'ram, habitualmente un hombre que pensaba con rectitud, hubiera visto más allá de lo evidente... F'lar tenía la sensación de que G'narish había quedado medio convencido.
Sí, G'narish había demostrado cierta inquietud. Quizá la próxima vez que los caudillos de Weyr se reunieran para conferenciar, G'narish se pondría de parte de los caballeros modernos.
Aunque F'lar confiaba en que no habría otra oportunidad para una queja como la de esta noche.
Mañana sobre el Fuerte de Lemos
Ramoth, la reina dorada de Benden, se encontraba en la Sala de Eclosión cuando captó las frenéticas llamadas del verde desde el Fuerte de Lemos.
¡Hebras en Lemos! ¡Caen Hebras en Lemos!
, informó Ramoth a todos los dragones y jinetes, y su agudo trompeteo resonó a través del Cuenco.
Los hombres abandonaron precipitadamente lechos y salas de baño, derribando mesas y dejando caer herramientas, antes de que el primer eco se hubiera desvanecido. F'lar, contemplando ociosamente las maniobras de los jóvenes caballeros, estaba vestido para luchar dado que el Weyr tenía que personarse en el Hold Lemos a última hora de aquel día. Mnementh, su espléndido bronce, que tomaba el sol en un saledizo, se incorporó con tanta rapidez que abrió un estrecho surco en la arena del suelo con la punta de su ala izquierda. F'lar se había montado a su cuello y ambos volaban en círculo sobre el Ojo de Roca antes de que Ramoth hubiera tenido tiempo de salir de la Cueva de Incubación.
Hebras al nordeste de Lemos
, informó Mnementh, recogiendo la noticia de su compañera Ramoth mientras ésta se proyectaba hacia el saledizo de su Weyren busca de Lessa. Los dragones surgían ahora de todas las aberturas, con sus caballeros ajustándose sus equipos de combate o cargando bolsas de pedernal.
F'lar no perdió tiempo preguntándose por qué las Hebras estaban cayendo antes de lo previsto, o al nordeste en vez de al sudoeste. Comprobó si había suficientes jinetes reunidos y a punto de remontarse. Esperó unos segundos para que Mnementh pudiera dar la orden a los dragones jóvenes de que transportaran inmediatamente a sus jinetes a Lemos a fin de ayudar a los equipos terrestres de la zona, y luego le dijo a su dragón que llevara al escuadrón al inter.
En efecto, estaban cayendo Hebras, en gran número, hacia los delicados árboles que el Señor de Lemos, Asgenar, había hecho plantar recientemente como parte de un ambicioso proyecto para la obtención de maderas duras. Aullando, llameando, los dragones surgieron del inter, rozando el bosque primaveral para orientarse rápidamente antes de remontarse para hacer frente al ataque.
Increíblemente, F'lar creyó que había logrado realmente sorprender a las Hebras en el bosque. Aquel caballero verde podría pedir cualquier cosa que F'lar pudiera darle. El pensar en las Hebras en aquellas zonas de arbolado le producía al caudillo del Weyr más escalofríos que una hora en el inter.
Un dragón aulló directamente encima de F'lar. Mientras alzaba la mirada para identificar al animal herido, dragón y jinete habían desaparecido en el inter donde el espantoso frío acabaría con las Hebras agresoras antes de que pudieran morder membranas y carne.
¿Un herido leve en un ataque? ¿En un ataque, además, tan imprevisiblemente temprano?
Virianth, el pardo de R'nor
, informó Mnementh a su jinete mientras se remontaba en busca de un blanco. Extendió su sinuoso cuello en un amplio movimiento de rotación, observando el bosque por miedo a que las Hebras hubieran empezado ya a enterrarse. Luego, con una advertencia a su jinete, plegó sus alas y se zambulló hacia un racimo particularmente denso, frenando su descenso con aterradora rapidez. Mientras Mnementh vomitaba fuego, F'lar observó, sonriendo con intensa satisfacción, cómo las Hebras quedaban carbonizadas, convertidas en polvo negro que flotaba inofensivamente hacia los bosques.
Virianth ha resultado alcanzado en la punta de un ala
, dijo Mnementh mientras volvía a remontarse.
Regresará. Le necesitamos. Las Hebras caen de un modo anormal
.
—De un modo anormal y demasiado pronto —dijo F'lar, apretando los dientes contra el furioso viento de su ascensión. Si no hubiera tenido la costumbre de enviar un mensajero al Fuerte en el que eran esperadas las Hebras...
Mnementh le advirtió a tiempo que se sujetara bien mientras viraba súbitamente hacia un denso racimo. F'lar levantó un brazo para proteger su rostro de las ardientes vedejas de Hebras achicharradas. Luego, Mnementh giró la cabeza pidiendo otro trozo de pedernal antes de zambullirse de nuevo con vertiginosa rapidez hacia otro grupo de Hebras.
Ya no había tiempo para pensar; solamente acción y reacción. Vuelo en picado. Llamas. Pedernal para que lo masticara Mnementh. Llamada a un cadete pidiendo otra bolsa. Tomarla diestramente en el aire. Volar por encima de los escuadrones para comprobar si la formación era correcta. Chorros de fuego floreciendo a través del cielo. El sol brillando sobre los lomos verdes, azules, pardos y bronce de los dragones mientras los dragones viraban, ascendían, se lanzaban en picado, llameantes, contra las Hebras. Localizar a un animal marchándose al inter, en tensión hasta que reaparecía o Mnementh informaba de su retirada. Una parte de su cerebro controlaba las bajas, otra revisaba el orden de combate de los escuadrones, rectificándolo cuando los jinetes empezaban a superponerse o a separarse demasiado. Tenía conciencia, también, del dorado triángulo del escuadrón de reinas, mucho más abajo, persiguiendo a las Hebras que escapaban de los niveles superiores.
Cuando las Hebras dejaron de caer y los dragones iniciaron su descenso en espiral para ayudar a los equipos de tierra del Fuerte de Lemos, F'lar casi se enojó ante el resumen de Mnementh.
Nueve dragones con heridas leves, cuatro de ellos sólo en las puntas de las alas; dos con lesiones graves, Sorenth y Relth, y dos caballeros con quemaduras en el rostro.
Las heridas en las puntas de las alas se producían por culpa de los jinetes, que se acercaban demasiado. ¡No estaban realizando un vuelo de exhibición, estaban combatiendo! F'lar rechinó los dientes...
Sorenth dice que surgieron del inter en medio de un amasijo que no tenía que haber estado allí. Las Hebras no están cayendo como es debido
, dijo el broncíneo.
Eso es lo que les ha ocurrido a Relth y T'gor.
Aquello no suavizó la frustración de F'lar, ya que conocía a T'gor y a R'mel como buenos jinetes.
¿Cómo podían caer Hebras al nordeste por la mañana, cuando no se esperaba que cayeran hasta el atardecer y en el sudeste?, se preguntó, enfurecido y preocupado.
Maquinalmente, F'lar empezó a pedirle a Mnementh que llamara a Canth para que se acercara a ellos. Pero luego recordó que F'nor estaba herido y a medio planeta de distancia, en el Weyr Meridional. F'lar ,maldijo prolongada e imaginativamente, deseando que T'reb del Weyr de Fort quedase emparedado en el inter, con el caudillo del Weyr, T'ron, a su lado. ¿Por qué tenía que estar ausente F'nor en un momento como éste? A F'lar seguía irritándole profundamente que el caudillo del Weyr de Fort hubiera intentado exonerar a su caballero, haciendo recaer sobre Terry la culpabilidad de la pelea, con unos argumentos capciosos, retorcidos y absurdos.
Lamanth está volando muy bien
, observó el dragón bronce irrumpiendo en los pensamientos de su jinete.
F'lar quedó tan sorprendido ante la inesperada intrusión que miró hacia abajo para ver a la joven reina.
—Somos afortunados al tener tantas para volar hoy –dijo F'lar, divertido a pesar de sus preocupaciones por el tono jactancioso del bronce. Lamanth era la reina nacida del segundo apareamiento de Mnementh con Ramoth.
Ramoth tampoco lo hace mal, considerando que ha tenido que salir de la Sala de Eclosión. Treinta y ocho huevos y otra reina
, añadió Mnementh sin la menor modestia.
—Tendremos que pensar algo con respecto a esa tercera reina.
Mnementh rezongó al oír aquello. Pero a Ramoth le disgustaba compartir los dragones bronce de su Weyr con demasiadas reinas, a pesar de que ella sólo se apareaba con Mnementh .Sin embargo, muchas reinas eran la prueba de la virilidad de un bronce y era lógico que Mnementh deseara pregonar sus proezas. El Weyr de Benden tenía que conservar más de una reina dorada para aplacar al resto de los bronce y mejorar la raza en general; pero, ¿tres?
Después de la reunión de la otra noche en el Weyr de Fort, F'lar vacilaba en sugerir a cualquiera de los otros caudillos de Weyr que le gustaría encontrar un hogar para la nueva reina: probablemente atribuirían el ofrecimiento a celos de Ramoth o a un capricho de Lessa. Sin embargo, las reinas de Benden eran de mayor tamaño que las reinas Antiguas, del mismo modo que los bronce modernos eran mayores también. Tal vez R'mart, del Weyr de Telgar, la aceptaría. O quizá G'narish... F'lar ignoraba el número de reinas que G'narish tenía en el Weyr de Igen. Sonrió para sí mismo, pensando en la expresión del rostro de T'ron cuando se enterase de que el Weyr de Benden se estaba desprendiendo de un dragón reina.
«Benden es conocido por su generosidad, ¿pero qué hay detrás de esa maniobra? —diría T'ron—. No es tradicional.»
Pero lo era. Existían precedentes. F'lar preferiría mucho más enfrentarse con las aviesas observaciones de T'ron que con el malhumor de Ramoth. Miró hacia abajo, contemplando el resplandeciente triángulo del escuadrón de reinas, con Ramoth deslizándose hacia adelante con maravillosa facilidad y los animales más jóvenes realizando verdaderos esfuerzos para no quedarse atrás.
¡Hebras cayendo desordenadamente! F'lar frunció el ceño. Peor aún, cayendo fuera de unas pautas que él había investigado pacientemente a través de centenares de pieles en trance de desintegración, en sus esfuerzos de hacía siete Revoluciones para preparar a su mal protegido planeta. Pautas, pensó F'lar amargamente, que los Antiguos habían aclamado con entusiasmo y utilizado... a pesar de que no eran tradicionales. Solamente útiles.
Ahora bien, ¿cómo podían las Hebras, que carecían de cerebro y de inteligencia, desviarse de unas pautas que habían seguido hasta la fracción de segundo durante más de siete Revoluciones? ¿Cómo podían cambiar de hora y de lugar de la noche a la mañana? La última Caída en la jurisdicción del Weyr de Benden se había producido a la hora esperada y en el Fuerte de Benden superior, tal como estaba previsto.
¿Cabía la posibilidad de que hubiera interpretado mal las tablas horarias? F'lar no se consideraba infalible, desde luego, pero los mapas cuidadosamente elaborados estaban muy claros en su cerebro y, si él hubiera cometido un error, Lessa lo habría captado.
Lo comprobaría, y volvería a comprobarlo, en cuanto regresara al Weyr. Entretanto, lo mejor que podía hacer era asegurarse de que habían eliminado las Hebras de Extremo a Extremo. Dirigió a Mnementh en busca de Asgenar, Señor del Fuerte de Lemos.
Mnementh obedeció inmediatamente y convirtió su plácido deslizarse en un rápido descenso. F'lar podía considerarse afortunado al tener que dar explicaciones a Asgenar, Señor de Lemos, en vez de a Sifer, Señor del Fuerte de Bitra, o a Raid, Señor del Fuerte de Benden. Sifer hubiera despotricado contra la injusticia, y Raid hubiera considerado la llegada prematura de las Hebras como un insulto personal de los dragoneros. A veces, los Señores de Bitra y Benden ponían a prueba la paciencia de F'lar. Es cierto que aquellos tres Fuertes, Benden, Bitra y Lemos, habían aportado religiosamente sus diezmos para sostener al Weyr de Benden cuando era el único en todo Pern. Pero los Señores Raid y Sifer tenían la desagradable costumbre de aprovechar la menor ocasión para recordar a los caballeros del Weyr de Benden su lealtad. La gratitud es una túnica mal ajustada que puede raerse y oler mal si se lleva demasiado tiempo.