Impávido (29 page)

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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

BOOK: Impávido
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Geary no pudo evitar decir:

—Así que tenía razón.

—Tenía razón —aceptó Rione con un tono afilado—. Lo admito.

—Lo que le dije que había elaborado mentalmente se ajustaba lo suficiente a la realidad como para predecir exactamente lo que las simulaciones confirmaron.

Ella sintió con rigidez y una expresión dura en el rostro.

—Dijo la verdad. Eso también lo admito. Le pido disculpas por haber cuestionado sus motivos.

Él sacudió la cabeza en señal de frustración.

—¿Mis motivos? Joder, señora copresidenta, me llamó de todo, como traidor a esta flota y a la Alianza entre otras cosas. De hecho llegó a emplear el término «traicionar», ¿no es verdad?

—Lo hice, y admito que estaba equivocada. —Una ráfaga de resentimiento cruzó ahora los ojos de Rione—. ¿No va a aceptar mi disculpa?

—Sí. La acepto. Gracias. —Geary luchó por no volver a fustigarla, sabiendo que con quien realmente estaba enfadado era con Falco y con otros como él—. Las últimas semanas han sido complicadas.

—Lo sé. —Rione hizo un gesto de negación—. Ha debido de ser muy difícil hacer frente a la traición del capitán Falco.

—Habría sido más fácil de haber podido hablar con usted. —Perplejo por haber pronunciado realmente esas palabras, Geary miró a Rione, cuya expresión había vuelto a la normalidad, cuidándose de no reflejar ningún sentimiento—. He echado de menos sus consejos.

—Mis consejos. Me alegro de que aprecie tanto mis consejos. —Su tono de voz era neutro—. Pero obviamente no los necesita. Su criterio fue superior al mío en lo que se refiere a la dirección que debía tomar esta flota.

Pero ¿qué le pasaba ahora?

—Señora copresidenta… —Geary se esforzó por encontrar la fórmula adecuada—. Los necesito. No hay mucha gente de la que me pueda fiar. No hay mucha gente en la que pueda confiar como confío en usted.

No era fácil interpretar el gesto de Rione, pero sus ojos buscaron el rostro de Geary.

—No puedo ser la única persona en esta flota en la que confíe.

—No. No es solo eso. Es… —Geary apartó la vista al tiempo que se llevaba una mano a la nuca—. Me gusta tenerla por aquí.

El silencio se prolongó durante unos momentos. Por fin Geary volvió a mirar a Rione y vio que ella lo estaba mirando.

—¿Cree que soy su amiga, capitán Geary?

No había llegado hasta ahí. No había estado dispuesto a considerarlo.

—Mi último amigo murió hace mucho tiempo.

—¡Entonces, acepte nuevos amigos, capitán Geary! —Su renovado enojo lo pilló por sorpresa.

—Usted no… señora copresidenta, si yo… —Geary sintió que se le atragantaban las palabras al comprobar con estupor lo difícil que se le hacía hablar de sus miedos, de lo que había significado para él despertarse de su hibernación de supervivencia y saber que todos sus amigos, que todos sus compañeros, que todas las personas a las que había conocido llevaban muertos mucho tiempo.

—¿Es este el mismo hombre que tiene las suficientes agallas como para llevar a la flota de la Alianza a Sancere? —preguntó Rione en tono burlón—. ¿El héroe de la flota? ¿El hombre que estuvo ante la boca del infierno? ¿Y no puede arriesgarse a aceptar a un amigo por miedo a perderlo?

—No tiene ni idea de cómo es —sentenció Geary enfadado—. Cuando me revivieron, todas las personas que conocía estaban muertas. Todas.

—¿Acaso es usted la primera persona que pierde a alguien importante en su vida? ¿O todo lo que es importante en su vida? ¡Permítase volver a vivir, capitán Geary!

—Usted no sabe…

Por un momento el rostro de Rione dejó traslucir su ira.

—¡Un hombre al que amaba más que a mi propia vida murió, capitán Geary, una víctima más de esta espantosa guerra interminable! Sucedió hace más de una década, pero todavía lo veo claramente cuando cierro los ojos. Tuve que decidir si me dejaba morir por dentro o trataba de volver a vivir. Sé lo que él habría querido que hiciera. No niego que ha sido duro, pero he vivido.

Geary se limitó a mirarla por un instante.

—Lo siento. Lo siento mucho.

La ira se disipó y el hastío ocupó su lugar.

—Maldito sea, John Geary, nunca nadie me había hecho perder el control. No desde que él murió.

—¿Y qué más le da? —preguntó él, perplejo—. ¿Qué le importa lo que yo piense? ¿Por qué se preocupa por lo que me suceda?

Ella se tomó un instante antes de responder.

—Me importa. Es usted un hombre notable, capitán Geary. Incluso cuando se pone exasperante.

—¡Usted me odia!

—¡Yo nunca le he odiado! —le espetó Rione. Entonces esbozó una mueca—. Eso no es del todo cierto. Cuando pensaba que había traicionado a la flota, cuando pensaba que me había mentido y utilizado, odiaba lo que creía que estaba haciendo.

—Me acusó de traicionarla a usted personalmente, además de a la flota.

Rione asintió.

—Le dije que pensaba que me había manipulado deliberadamente. No era solo mi orgullo lo que había herido. Me había permitido creer en usted. Había permitido… que usted empezara a importarme.

Geary negó con la cabeza, desconcertado una vez más.

—¿En verdad le caigo bien, señora copresidenta?

Rione alzó los ojos al cielo como suplicando ayuda.

—Tan inteligente para mover a la flota y tan imbécil para leer los sentimientos de los demás. Hace ya tiempo que me cae bien, capitán Geary. No me habría enfadado tanto por lo que consideré era una traición por su parte de no haberle tenido afecto, a pesar de que mis instintos me advierten que me aleje de alguien como usted. Mis instintos me dicen que no es de fiar, que no puede ser sincero.

Geary se preguntó si se notaría que estaba pasmado.

—¿No se fía de mí pero le caigo bien?

—Sí. Nunca confiaré en
Black Jack
Geary —explicó Rione. Por alguna razón, le estaba sonriendo con ironía—. Pero John Geary ha acabado por gustarme. Cuando no me está volviendo loca. ¿Quién eres tú?

—John Geary, espero, señora copresidenta.

—¿Señora copresidenta? ¿Deseas que sea ella la que esté aquí? ¡Si tanto te intereso, si me consideras una amiga, llámame Victoria, John Geary!

Él volvió a mirarla.

—¿Interesarme? Sí. No me había dado cuenta de lo mucho que disfruto de su compañía hasta que me vi privado de ella por una temporada.

—Estoy esperando —replicó ella.

—Victoria.

—No ha sido tan difícil, ¿no?

Geary dejó escapar una breve carcajada, luego volvió a sentarse.

—Ha sido muy difícil.

—Intenta decirlo otra vez. Puede que así sea más fácil.

Él la observaba procurando averiguar qué era lo que estaba haciendo Rione.

—De acuerdo, Victoria.

Ella se sentó a su lado, con una expresión en el rostro que se había vuelto sombría.

—No eres el único en esta flota que se siente solo, John Geary. No eres el único que necesita consuelo y que no tiene adonde acudir.

—Lo sé. Pero solo conocía mis sentimientos. Echaba de menos no verte y no hablar contigo.

—¿Por qué no me lo dices nunca?

Geary sacudió la cabeza sonriendo con tristeza.

—Tú lo sabes tan bien como yo. Aparte del hecho de que te negabas a hablar conmigo, soy el comandante de esta flota. No puedo hacer nada que no sea profesional o relacionado con el trabajo con nadie, a no ser que sepa que quieren hacerlo. Tengo demasiado poder para que eso pueda cambiar, aunque todas las personas que están a mi mando no estén ya vetadas por otras razones.

—Y todas las personas que forman esta flota están bajo tu mando —señaló Rione—. Menos una. Yo no estoy vetada.

—No, pero… ni siquiera tú te puedes olvidar de la autoridad que ostento. Nadie me mira y me ve solo a mí. Ven al comandante de la flota. Ven a alguien que podría hacer un mal uso de su poder para coaccionar o para recompensar por las razones equivocadas. Tengo que evitar dar la imagen de que estoy haciendo un mal uso de mi autoridad en ese sentido. Así son las cosas.

—Muchos te miran y ven a
Black Jack
Geary —apuntó Rione.

—Sí. —Geary se encogió de hombros—. Como es perfecto en todos los aspectos,
Black Jack
ni siquiera se plantearía la opción de haber cometido algún error, estoy seguro. Por mucho que le gustase una mujer.

—¿Ah? ¿Tanto te gusto, John Geary?

No pudo contener una sonrisa.

—Cuando no me estás volviendo loco.

—Entonces, ¿por qué te da miedo demostrarlo, incluso ahora? ¿Piensas limitarte a hablar o vas a actuar?

Pensaba que ya habían tenido bastantes sorpresas, pero aquello lo dejó todavía más perplejo. Geary volvió a mirar a Rione.

—¿Cómo?

Para su mayor sorpresa, ella le sonrió.

—Ya nos hemos puesto de acuerdo en que no te estoy vetada. Ya nos hemos puesto de acuerdo en que ambos nos sentimos solos y que necesitamos consuelo, que ambos hemos perdido a aquellos que eran importantes en nuestras vidas. Ambos tenemos responsabilidades que no podemos compartir. Por lo tanto, me gustaría que me demostraras lo mucho que te gusto.

Geary estaba preparado para muchas cosas que podían suceder mientras la flota se encontraba en el sistema estelar Sancere, pero esta no era una de ellas. Pillado totalmente con la guardia bajada, solo podía mirarla.

Rione hizo un gesto de negación con la sonrisa aún en los labios.

—Actúas como si nunca hubieras besado a una mujer.

No cabía ninguna duda. Lo decía en serio. Geary se había resignado a una ausencia de contacto físico que comulgara con su aislamiento emocional, pero al parecer en ese aspecto se había equivocado.

—Lo he hecho, pero ha pasado un siglo desde la última vez.

—Confío en que no habrás olvidado cómo se hace.

—Espero que no.

—Entonces, demúestramelo. Para ser un apuesto héroe, a veces te comportas de un modo un tanto dubitativo.

Por extraño que pareciera, Geary sintió aquel beso como si fuera el primero después de casi un siglo.

—¿Qué ocurre, señora copresidenta?

Rione sacudió la cabeza levantando de nuevo la mirada, esta vez aparentemente desesperada.

—La señora copresidenta no piensa contestar.

—Lo siento —aseguró Geary con fingida formalidad—. Victoria, ¿qué ocurre?

—Estoy intentando seducirte, John Geary. ¿Es que todavía no te has dado cuenta? ¿Cómo puedes ser tan poco intuitivo conmigo cuando consigues adivinar lo que van a hacer los síndicos a tres sistemas estelares de distancia?

Él la estuvo contemplando un rato más antes de pensar una respuesta.

—Los síndicos son mucho más predecibles. ¿Por qué, Victoria? —Ella suspiró.

—Debes de ser el único tripulante del universo que le pregunta eso a un compañero antes de actuar en lugar de después. No sé por qué. Tal vez porque hoy los dos hemos visto el infinito y hemos sobrevivido a la experiencia. ¿Qué importancia tiene?

Geary se tomó otro instante para responder.

—Supongo que importa porque creo que tú eres importante.

Rione esbozó una sonrisa muy genuina, lo cual la hizo parecer muy bella, de modo que él besó su sonrisa. Antes de que pudiera apartarse de nuevo, ella lo rodeó con sus brazos y él decidió que no quería volver a apartarse.

Resultó que besar no era lo único que Geary recordaba cómo hacer. Para cuando el cuerpo de Rione se arqueó debajo del suyo, Geary había rememorado algunos otros detalles con los que complacer a su compañera. Al caer juntos, agotados, Geary se dio cuenta de que, desde que lo descongelaron y lo sacaron de su cápsula de supervivencia, aquella era la primera vez que no sentía ni rastro del hielo en su cuerpo o su alma. Aquel descubrimiento le produjo tanta alegría como miedo.

8

La alarma de comunicaciones sonó y Geary se despertó con una sacudida, volviéndose para golpear el comando y acordándose solo en el último momento de apagar la señal de vídeo, para que nadie viera que no estaba solo.

—Aquí Geary.

—Señor, la capitana Desjani le presenta sus respetos y desea informarle de que la coronel Carabali le ha expresado su preocupación en relación a los movimientos de la formación Bravo de la flota de la Alianza.

—¿Preocupación? —Hasta la fecha, cada vez que la comandante de Marina se había inquietado había sido por una buena razón—. Hablaré con ella dentro de un minuto. Pídale a la coronel que se mantenga al otro lado de la línea.

—Sí, señor.

Geary se sentó con cuidado, procurando de no hacer ruido.

—¿De verdad pensabas que eso no me iba a despertar? —preguntó Victoria Rione.

—Lo siento.

—Supongo que tendré que ir acostumbrándome.

Geary detuvo sus movimientos y la miró, tumbada sobre la espalda y observándolo tranquilamente, como si se hubieran despertado así, juntos, mil veces.

—¿Quieres que esto se convierta en algo duradero?

Rione arqueó una ceja.

—¿Me estás diciendo que tú no?

—No, no estoy diciendo eso. Me gustaría intentarlo. Creo que algo duradero podría hacerme…

—¿Feliz? Está bien ser feliz, John Geary. Yo tardé mucho tiempo en darme cuenta de eso después de la muerte de mi marido, pero con el tiempo lo conseguí.

—¿Cuánto tiempo tardaste? —le preguntó con calma.

—Hasta esta noche. Ahora ve a hablar con tu coronel y, por todas las estrellas del firmamento, asegúrate de vestirte antes.

—Estoy seguro de que la coronel ha visto cosas peores —dijo Geary. Pero se apresuró a coger su uniforme mientras se dirigía al despacho de su camarote y activaba la terminal de comunicaciones que había allí, intentando aclararse la mente para poder concentrarse en su trabajo—. ¿Qué le preocupa, coronel?

Carabali mostraba signos de fatiga, lo cual hizo que Geary se sintiera culpable por su propio descanso. La comandante de Marina señaló la pantalla visual que tenía a su lado.

—Señor, sus naves se están aproximando al cuarto mundo. Normalmente eso no sería asunto mío, pero es mi deber advertir a los oficiales de la flota acerca de amenazas planetarias.

—¿Amenazas planetarias? Hemos bombardeado ese mundo hasta los cimientos. No debería quedar ningún arma antiorbital operativa.

—No debería —convino Carabali—. Eso no significa que no las haya. Señor, atacamos todo lo que vimos desde una distancia de unas cuantas horas luz. Pero se trata de un mundo densamente habitado e intensamente urbanizado. No es fácil ver cosas cuando hay tantas otras construcciones e instalaciones en el entorno. Además, los impactos han causado que haya mucho polvo y vapor de agua en la atmósfera superior, por lo que ahora mismo no vemos un carajo de lo que hay en la superficie. No sabemos qué es lo que no hemos visto y no sabemos qué hay allí abajo.

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