El dramático relato
de una pobre muchachita
que aprendió desde chiquita
dónde le aprieta el zapato.
ACTO PRIMERO
Al levantarse el telón
aparece una cocina
que por ser de gasolina
se inflama y hace explosión.
Llorando junto al fogón
estará la Cenicienta
que saluda y se presenta
con la siguiente canción.
LA CENICIENTA
A mí me llaman
la Cenicienta;
soy la sirvienta
de esta pensión
y tengo amores
con un bombero
muy sirvientero
y harto atacón.
(Entra una vieja
bastante harpía
que luciría
bastante bien,
si no tuviera
toda la cara
como tapara
con comején.
Y al ver a la cocinera
junto al budare sentada,
le acomoda una patada
que por poco la agujera.)
LA VIEJA
Lávame mi justansón
con cepillo y con hisopo
porque mañana hay joropo
casa del Rey del Cañón.
(Llegan dos damas muy monas
que relinchan y reculan
para ver si disimulan
que son bastantes jamonosas.)
JAMONA PRIMERA
(a la Cenicienta)
Y a mi me limpias
cuando termines
los brodequines
y el tirolé,
pues los Marqueses
de Raboalzado
me han invitado
para un minué.
JAMONA SEGUNDA
Y hay que asear el inodoro,
llevarle la ropa al chino,
ponerle alpiste al cochino
y darle un purgante al loro.
(Por la puerta lateral
que da sobre la azotea,
sale otra vieja más fea
que un pleito en un cardonal.
Y con espantosa voz
a las otras les avisa
que se cambien de camisa
porque en Palacio hay arroz.)
LA VIEJA:
Y tenemos que asistir,
pues allá estará también
el Barón Lambesartén
y su cuñado el Visir.
TODAS LAS JAMONAS
Ay, la emoción nos ahoga!
Vamos para allá ligero,
pues el príncipe es soltero
y a lo mejor se apersoga!
EL AUTOR
(llorando)
Cuando las viejas paran la cola,
la Cenicienta se queda sola,
por ser de toda la más pistola.
LA CENICIENTA
Para gozar un millón
y beber champaña helada,
me dejan a mi pegada
rolo a rolo en el fogón!
(Pero un buen corazón
hacia el bien siempre la arrastra,
y a rezar por su Madrastra
se arrodilla en el fogón.)
LA CENICIENTA
San Antero de mi vida,
oye mi llanto y mi queja
y haz algo a ver si esa vieja
deja la mala bebida!
(Como mansa mapanare
se tiende sobre el budare
y tantas lágrimas vierte,
que con su llanto convierte
la cocina en un manare.)
LA CENICIENTA
Y tú, Santa Cochinchina,
apiádate de estas canas
y haz que mis pobres hermanas
renuncien a la morfina!
(De repente, por un lado,
surge un Hada linda y bella
que ilumina a la doncella
con un topocho encantado.)
EL HADA
Soy el Hada
Mezanine
y aquí vine
por avión,
a librarte
de la garra
que te amarra
del fogón.
¿Quieres plata
por montones?
¿Camisones
a granel?
¿Ganar cientos
de millones
con acciones
de la Shell?
LA CENICIENTA
Quiero un vestido y un coche,
pues me consume el deseo
de asistir al picoteo
que tiene el Rey esta noche.
(Coge el Hada
su topocho,
cuenta ocho,
da un traspié,
y del pote
del potaje
saca un traje
de soireé.
Después invoca a San Pablo,
y al momento por el foro
sale el coche de Isidoro
como alma que lleva el Diablo.)
EL HADA
Móntate en este quitrín
que ha de cruzar el espacio
para llevarte a Palacio
donde te espera el festín.
Si nadie allí te conoce
les dices que yo te mando,
pero regresa a las doce:
mira que están reclutando.
ACTO SEGUNDO
El coche llega ligero
al palacio del Visir,
y el príncipe sale a abrir
creyendo que es el lechero.
Pero al ver a Cenicienta
tan linda y tan maquillada,
le conecta una mirada
que por poco la revienta.
EL PRINCIPE
Cuando a tus ojos me asomo
y tu aliento me perfuma,
el pecho me brinca como
cochino que ve totuma.
(Por su parte la chicuela
siente que pierde el aplomo
y el cuerpo le tiembla como
gelatina en parihuela.)
EL PRINCIPE AZUL
(que está rascado)
¿De dónde sales
con esa facha
de cucaracha
con DDT
y esa orejas
verde perico
y ese jocico
de chimpancé?
¡Contesta bicha,
te estoy hablando!
Responde cuándo
viniste aquí.
¿Eres delirio
de fiebre aftosa,
o eres la esposa
de algún sigüí?
LA CENICIENTA
No sigáis, por compasión,
que con lenguaje tan puro
como en pico de zamuro
me ponéis el corazón.
(Mientras el joven
coge el caballo
y un lavagallo
va a echarse al bar,
una campana
toca la hora
por la emisora
Crono-ladrar.
Y la muchacha
sale en carrera
por su escalera
particular.)
ACTO TERCERO
Vuelve el príncipe, y al ver
que se ha ido la visita,
se mete en una cuevita
llorando a más no poder.
Pero cuando allí se cuela
para estar solo y oculto,
el príncipe siente un bulto
y no va para la escuela.
Y dando un salto de atleta
descubre, ¡suerte bendita!
un zapato de vaqueta
que dejó la muchachita.
ACTO CUARTO
Al levantarse el telón
se descorre una cortina
y aparece la cocina,
que vuelve a hacer explosión.
Mientras por el suelo inmundo
la Cenicienta se arrastra,
las hijas de la Madrastra
dicen cosas de gran mundo.
JAMONA PRIMERA
Al Marqués de Cocorote
le dio fiebre en el bigote.
Y el Barón de Tapiramo
piensa mandarnos un ramo.
LA VIEJA
La Marquesa me ha obsequiado,
con un callo autografiado.
JAMONA SEGUNDA
Y el Duque de Las Tres Pepas
me metió las nueve arepas.
JAMONA TERCERA
Anoche en la Ceremonia
vi al Condés de Parapara,
y el Barón de Titiaronia
por poco se me declara.
(Suena el Himno Americano
se abre en foro un baúl
y sale el príncipe azul
con un zapato en la mano.)
EL PRINCIPE
Le daré mi corazón
a la doncella o madame
que logre meter el ñame
dentro de este zapatón.
(Con los ojos abiertos
cual huevos fritos,
las solteronas saltan
pegando gritos;
entablan una lucha
con el zapato
y se dan por vencidas
al cabo rato,
pues la maldita pata
no se les mete,
ni que se la recorten
con un machete.
En vista de lo cual
el Príncipe se ausenta,
mas ve a la Cenicienta
durmiendo en un huacal.)
Y mirándole los pies
le dice:
—Dime, Fulgencia,
¿por alguna coincidencia
calzas tú cuarenta y tres?
LA CENICIENTA
(bajando los ojos)
Sí, dotol…
(Y aceptando con rubor
el zapato de vaqueta,
lo coge y se lo encasqueta
por la cabeza al autor.)
EL AUTOR
¡Y así damos finiquito
a una gran obra maestra
que a las claras nos demuestra
lo que puede un pie chiquito!
ACTO I
Al levantarse el telón
está en escena Popea,
bejuca bastante fea
que es la esposa de Nerón.
Feroz, tremante y huraño
y embojotado en un paño
que parece un colador,
viene saliendo del baño
su esposo el emperador.
NERÓN
¡Sicarios y centuriones,
¿dónde están mis pantalones?
¡Vestales y pitonisas!
¿En dónde están mis camisas?!
¡Embajadores de Esparta
y otras naciones amigas,
contestad, mal rayo os parta,
¿dónde pusisteis mis ligas?!
POPEA
No habrán de traerte nada,
pues la verdad descarnada
es que al igual que otros bienes,
tu hace dos años que tienes
toda la ropa empeñada.
NERÓN
¡Pero es que están por venir
los ministros del Estado,
y envuelto como un fakir
en este paño mojado
no los puedo recibir!
(Se forma una silbatina
de las de marca mayor,
y hace su entrada Agripina;
una especie de gallina
que empolló al Emperador.
Y con los brazos en cruz
a Nerón le hace saber
que se debe el alquiler,
que les cortaron la luz
y que habrá, para comer,
que matar al micifuz.)
(Mientras Nerón compungido
se lamenta en español,
se oye en el foro un ladrido
y aparece un digepol.)
DIGEPOL
Perdonad la interrupción.
Dice el primer centurión
de vuestra Guardia de Hierro,
que bañar no puede al perro
porque se acabó el jabón.
POPEA
Mi amor, ¿tendrás aunque sea
dos lochas o un mediecito?
NERÓN
¿Plata yo? ¡Vaya una idea!
Yo estoy, querida Popea,
como talón de angelito!
POPEA
(al Digepol)
Entonces no hay manera de arreglarlo:
Que se coman al perro sin bañarlo!
(Al foro se abre un portón
y aparecen ocho ingleses
que desde hace algunos meses
están cazando a Nerón.)
LOS INGLESES
A pesar de tu fama de pagano,
tu eres, Nerón, un maula soberano...
Si quieres demostrar tu paganismo
páganos estas cuentas ahora mismo!
(Nerón igual que un muchacho
forma un tremendo llantén,
mientras entran sin empacho
los Ministros del Despacho
que están ladrando también.)
LOS MINISTROS
(cantando)
Los ministros de la Roma de Nerón
sus renuncias han venido a presentar,
pues no cesan los ingleses de atacar
y no queda ni una locha en el cajón.
MINISTRO I
Aquí está el libro Mayor,
en el cual se nos revela
que a cada santo una vela
le debe el emperador.
MINISTRO II
Monos de todos los tonos
nos acosan por doquier,
y no encontramos que hacer
para bajar esos monos!
(Afuera se oye un bullicio
que a Nerón saca de quicio.)
NERÓN
¿Qué es ese ruido?
¿Quién ruge afuera
de una manera
tan singular?
LOS MINISTROS
Son los ingleses,
que, cual payasos,
a maletazos
quieren entrar.
Están buscándonos
desde el viernes
para un asunto
que nos concierne.
(Al foro se abre un portón
y aparece un centurión
que le transmite a Nerón
la siguiente información:)
CENTURIÓN
Majestad, afuera hay grupos,
de ingleses gritando a coro
que en las arcas del tesoro
quedan algunos churupos!
LOS MINISTROS
Tienen muy mala pupila,
pues con lo que éste ha chupado,
de los reales del Estado
no queda ni la mochila.
NERÓN
(llorando)
No sé qué demonios
iremos a hacer:
tenemos los monos
a más no poder,
y no hay una puya
con qué responder.
Le debo al lechero,
le debo al chofer,
le debo al muchacho
que viene a barrer...
¡Ya estoy fastidiado
de tanto deber!
POPEA
Oh, no. No llores, Nerón!
No llores si es que me amas,
pues el llanto que derramas
me destiñe el camisón.
Además —sigue Popea—,
cuando tu lloras, Nerón,
pones la cara más fea
que un pleito en un apagón.
(Como un tiro de cañón
vuelve a entrar el Centurión),
y a Popea que lo embroma
porque está bañado en fango
le anuncia que en toda Roma
se formó el arroz con mango.)
CENTURIÓN
¡Se alzaron cuarenta esclavos,
y en los choques producidos,
dos cabos fueron heridos
y el jefe picó los cabos!
NERÓN
Aquí no hay más solución
que pegarle a Roma fuego
y conseguiremos que luego
la compren como carbón!
Quemadla, pues, que entre tanto
yo al compás de mi vihuela
voy a decir con mi canto
lo que no aprendí en la escuela!
(Y en prueba de que no es broma
lo que acaba de expresar,
saca una lira de goma
y así se pone a cantar:)
NERÓN
En vista de que el Tío
que tengo en ultramar
por deberle a un gentío
no me puede ayudar,
ayúdame, Dios mío,
ayúdame a pagar.
(Sigue cantando Nerón,
y pues no calla el bribón
su implacable melodía,
hay alguien que, en galería,
le dispara un cohetón
con tan buena puntería,
que con la sola explosión
quema un tren, quema un tranvía,
quema un campo de aviación,
dos polaínas de teniente,
dos rueditas de chupón
y, así sucesivamente,
como decía Platón.)