Read Harry Potter y las Reliquias de la Muerte Online
Authors: J. K. Rowling
Tags: #fantasía, #infantil
Harry alisó el periódico, cuya primera plana incluía una gran fotografía de su cara, y leyó el titular:
SE BUSCA PARA INTERROGARLO SOBRE LA MUERTE DE ALBUS DUMBLEDORE
Ron y Hermione prorrumpieron en exclamaciones, ofendidos, pero Harry no dijo nada y apartó el periódico; no quería seguir leyendo, porque ya se imaginaba lo que diría. Sólo los que habían estado presentes en lo alto de la torre cuando murió Dumbledore sabían quién lo había matado, y, como Rita Skeeter ya le había explicado al mundo mágico, a Harry lo habían visto huir de allí momentos después de que el director de Hogwarts se precipitara al vacío.
—Lo siento, Harry —murmuró Lupin.
—Entonces, ¿los
mortífagos
también se han apoderado de
El Profeta
? —preguntó Hermione, furiosa. Lupin asintió con la cabeza—. Pero seguro que la gente sabe lo que está pasando, ¿no?
—El golpe ha sido discreto y prácticamente silencioso —repuso Lupin—. La versión oficial del asesinato de Scrimgeour es que ha dimitido; lo ha sustituido Pius Thicknesse, que está bajo la maldición
imperius
.
—¿Y por qué Voldemort no se ha proclamado ministro de Magia? —preguntó Ron.
Lupin se echó a reír antes de contestar:
—Porque no lo necesita, Ron. De hecho, él es el ministro, pero ¿por qué iba a ocupar una mesa en el despacho del ministerio? Su títere, Thicknesse, se encarga de los asuntos cotidianos, y así él tiene libertad para extender su poder por donde le venga en gana.
»Como es lógico, la gente ha deducido lo que ha pasado, porque la política del ministerio ha experimentado un cambio drástico en los últimos días, y muchas personas sospechan que Voldemort debe de ser el responsable de tal cambio. Sin embargo, ésa es la clave: sólo lo sospechan. Pero no se atreven a confiar en nadie, porque no saben de quiénes pueden fiarse y les da miedo expresar sus opiniones, por si sus conjeturas son ciertas y el ministerio toma represalias contra sus familias. Sí, Voldemort juega a un juego muy inteligente. Si se hubiera proclamado ministro, habría podido provocar una rebelión; en cambio, permaneciendo enmascarado, ha logrado sembrar la confusión, la incertidumbre y el temor.
—Y ese cambio drástico de la política del ministerio —terció Harry— ¿implica prevenir al mundo mágico contra mí en lugar de contra Voldemort?
—Sí, desde luego —confirmó Lupin—, y es un golpe maestro. Ahora que Dumbledore está muerto, tú, el niño que sobrevivió, podrías convertirte en el símbolo y el aglutinante del movimiento antiVoldemort. Pero insinuando que participaste en la muerte del antiguo héroe, el Señor Tenebroso no sólo le ha puesto precio a tu cabeza, sino que además ha sembrado la duda y el miedo entre mucha gente que te habría defendido.
»Entretanto, el ministerio ha empezado a actuar contra los hijos de
muggles
. —Lupin señaló
El Profeta
y añadió—: Mirad en la página dos.
Hermione pasó las páginas con la misma expresión de desagrado que había adoptado cuando tenía en las manos
Los secretos de las artes más oscuras
, y leyó en voz alta:
Registro de «hijos de
muggles
»: el Ministerio de Magia está llevando a cabo un estudio sobre los que atienden a esa denominación para entender mejor cómo llegaron a poseer secretos mágicos.
Una investigación reciente realizada por el Departamento de Misterios revela que la magia sólo puede transmitirse entre magos mediante la reproducción. Por lo tanto, si no existen antepasados mágicos comprobados, es posible que los llamados «hijos de
muggles
» hayan obtenido sus poderes mágicos por medios ilícitos, como el robo o el empleo de la fuerza.
El ministerio está decidido, pues, a acabar con esos usurpadores de los poderes mágicos, y a tal fin ha invitado a todos ellos a presentarse para ser interrogados por la Comisión de Registro de Hijos de
Muggles
, de reciente creación.
—La gente no permitirá que esto pase —opinó Ron.
—Ya está pasando —lo desengañó Lupin—. Mientras nosotros estamos aquí hablando, ya están deteniendo a hijos de
muggles
.
—Pero ¿cómo van a tener magia «robada»? —se extrañó Ron—. La magia es mental; si pudiera robarse, no habría
squibs
, ¿verdad?
—Así es —repuso Lupin—. Pero a menos que demuestres que tienes, como mínimo, un pariente cercano mágico, se considera que has obtenido tus poderes mágicos de forma ilegal y debes ser castigado.
Ron echó un vistazo a Hermione y planteó:
—¿Y qué pasaría si los sangre limpia o los sangre mestiza juran que un hijo de
muggles
forma parte de su familia? Porque pienso decirle a todo el mundo que Hermione es prima mía…
—Gracias, Ron, pero yo no te permitiría… —musitó ella dándole un apretón de manos.
—No tienes alternativa —replicó él con fiereza, asiéndole también la mano—. Te enseñaré mi árbol genealógico para que puedas contestar a cualquier pregunta que te hagan.
—No creo que eso importe mucho —repuso ella soltando una risita nerviosa—, mientras estemos huyendo con Harry Potter, la persona más buscada del país, Ron. Si tuviera que volver al colegio, sería diferente. Por cierto, ¿qué piensa hacer Voldemort con Hogwarts? —le preguntó a Lupin.
—Ahora la asistencia es obligatoria para todos los magos y las brujas en edad escolar. Lo anunciaron ayer, y eso también representa un cambio, porque hasta ahora nunca había sido obligatorio estudiar en Hogwarts. Casi todos los magos y las brujas de Gran Bretaña se han educado allí, por supuesto, pero sus padres tenían la posibilidad de enseñarles en casa o enviarlos al extranjero si lo preferían. De este modo, Voldemort tendrá a toda la población mágica controlada desde edad muy temprana. Y, asimismo, es otra manera de evitar que asistan los hijos de
muggles
, porque, para matricularse, los alumnos deben presentar un Estatus de Sangre, un documento que certifica que le han demostrado al ministerio que son descendientes de magos.
Harry estaba asqueado y furioso. Le daba rabia pensar que en ese mismo momento unos emocionados niños de once años estarían estudiando minuciosamente montañas de libros de hechizos recién comprados, sin saber que nunca llegarían a ver Hogwarts, y quizá tampoco volvieran a ver a sus familias.
—Es… es… —masculló, buscando las palabras para expresar el horror de sus pensamientos, pero Lupin dijo en voz baja:
—Lo sé, muchacho, lo sé. —Vaciló un momento y agregó—: Si no puedes confirmármelo, Harry, lo entenderé, pero la Orden tiene la impresión de que Dumbledore te encomendó una misión.
—Es verdad, y Ron y Hermione también están implicados y me acompañarán.
—¿Puedes decirme en qué consiste esa misión?
Harry le escrutó el rostro, plagado de arrugas prematuras y enmarcado por una mata de pelo tupido pero canoso, y lamentó no poder dar otra respuesta:
—No, Remus, lo siento. Si no te lo contó Dumbledore, creo que yo tampoco debo hacerlo.
—Ya me esperaba esa respuesta —dijo Lupin, decepcionado—. Pero yo podría serte útil. Ya sabes qué soy y lo que puedo hacer, de manera que sería un ventaja que os acompañara y os proporcionara protección, aunque no haría falta que me contarais exactamente qué os traéis entre manos.
Harry titubeó. Era una oferta muy tentadora, aunque no veía claro cómo iban a mantener en secreto su misión si Lupin estaba siempre con ellos. En cambio, Hermione se extrañó y dijo:
—Pero ¿y Tonks?
—¿Qué quieres decir? —preguntó Lupin.
—Bueno… ¡estáis casados! ¿Qué opina ella de que colabores con nosotros?
—Tonks no correrá ningún peligro; se quedará en casa de sus padres.
Había algo raro en la frialdad de Lupin, así como en la idea de que Tonks se escondiera en la casa paterna, porque ella, al fin y al cabo, era miembro de la Orden. Harry creía conocer a la bruja y le sorprendía que no optara por estar en primera línea.
—¿Va todo bien, Remus? —preguntó Hermione con vacilación—. Ya me entiendes, entre tú y…
—Va todo muy bien, gracias —repuso Lupin, cortante.
Hermione se ruborizó. Hubo otra pausa, que los hizo sentirse incómodos a los cuatro, y entonces Lupin, como si se viese obligado a reconocer algo desagradable, dijo:
—Tonks va a tener un hijo.
—¡Oh! ¡Qué bien! —exclamó Hermione.
—¡Sí, qué alegría! —corroboró Ron con entusiasmo.
—Enhorabuena —dijo Harry.
Lupin compuso una sonrisa forzada que más bien parecía una mueca, y añadió:
—Entonces… ¿aceptáis mi oferta? ¿Iremos los cuatro juntos? Estoy seguro de que Dumbledore lo habría aprobado; a fin de cuentas, me nombró vuestro profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. Y os advierto que creo que nos enfrentamos a una magia con la que muchos de nosotros jamás nos hemos topado ni llegado a imaginar.
Los tres amigos cruzaron miradas.
—A ver si lo he entendido bien —recapituló Harry—: ¿quieres dejar a Tonks con sus padres y venir con nosotros?
—Allí no corre ningún peligro; sus padres cuidarán de ella —afirmó Lupin con una determinación rayana en la indiferencia—. Estoy seguro de que a James le habría gustado que me quedara contigo, Harry.
—Pues yo no —replicó el muchacho—. Yo estoy seguro de que a mi padre le habría gustado saber por qué no te quedas con tu hijo.
Lupin palideció, y la temperatura de la cocina pareció descender unos diez grados. Ron se dedicó a observar la estancia como si tratara de memorizar todos los detalles, mientras que Hermione miraba alternativamente a Harry y Remus.
—Veo que no lo entiendes —dijo Lupin por fin.
—Pues explícamelo.
Lupin tragó saliva y alegó:
—Cometí un grave error al casarme con Tonks. Lo hice contra lo que me aconsejaba mi instinto, y desde entonces me he arrepentido mucho.
—Ya —dijo Harry—. Y por eso vas a dejarlos colgados a ella y al niño y vas a acompañarnos a nosotros, ¿no?
Lupin se levantó de un brinco, derribando la silla en que estaba sentado, y miró a los tres jóvenes con tanta fiereza que Harry vio, por primera vez, la sombra del lobo que se ocultaba tras aquel rostro humano.
—¿No entiendes lo que les he hecho a mi esposa y a ese futuro hijo? ¡Nunca debí casarme con ella! ¡La he convertido en una marginada! —Y le dio una patada a la silla que había derribado—. ¡Tú sólo me has visto rodeado de miembros de la Orden, o en Hogwarts, bajo la protección de Dumbledore! ¡Pero no sabes qué piensa la mayoría del mundo mágico de las criaturas como yo! ¡Los que conocen mi condición apenas me dirigen la palabra! ¿No te das cuenta de lo que he hecho? Hasta la familia de Tonks está molesta por nuestra boda. ¿A qué padres les gustaría que su única hija se casara con un hombre lobo? Y el niño… el niño…
Lupin se mesó unos mechones de cabello con ambas manos; estaba trastornado.
—¡Los de mi clase no suelen reproducirse! Ese niño será como yo, estoy seguro. ¿Cómo puedo perdonarme si me arriesgué a transmitirle mi condición a un niño inocente, a sabiendas de lo que hacía? ¡Y si, por obra de algún milagro, el niño no es como yo, estará muchísimo mejor sin un padre del que se avergonzará toda la vida!
—¡Remus! —susurró Hermione con lágrimas en los ojos—. No digas eso. ¿Cómo iba a avergonzarse tu hijo de ti?
—No creas, Hermione —intervino Harry—. Yo me avergonzaría. —No sabía de dónde le salía la ira, pero lo había obligado a levantarse también. Lupin encajó sus palabras como un bofetón—. Si el nuevo régimen piensa que los hijos de
muggles
son inferiores —continuó—, ¿qué le harán a un semihombre lobo cuyo padre pertenece a la Orden? Mi padre murió intentando protegernos a mi madre y a mí, de modo que ¿tú crees que él aprobaría que abandonaras a tu propio hijo para emprender una aventura con nosotros?
—¿Cómo… cómo te atreves? —replicó Lupin—. Esto no lo hago movido por ansias de… de peligro ni de gloria personal. ¿Cómo te atreves a insinuar que…?
—Me parece que lo que quieres es demostrar tu coraje —repuso Harry—. Y opino que te encanta la idea de pasar a ocupar el puesto de Sirius.
—¡Calla, Harry! —suplicó Hermione, pero él siguió mirando con desprecio el pálido rostro de Lupin.
—Nunca lo habría dicho de ti —le soltó—. El hombre que me enseñó a combatir a los
dementores
… ¡convertido en un cobarde!
Lupin sacudió su varita tan deprisa que Harry apenas tuvo tiempo de sacar la suya. Se oyó un fuerte estallido y el chico, como si hubiera recibido un puñetazo, salió despedido hacia atrás y chocó contra la pared de la cocina. Mientras resbalaba hasta el suelo, vio los faldones de la capa de Lupin desaparecer por la puerta.
—¡Remus! ¡Vuelve, Remus! —gritó Hermione, pero Lupin no contestó. Un instante después oyeron cerrarse la puerta de la calle—. ¡Harry! —gimoteó—. ¿Cómo has podido…?
—Ha sido fácil. —Se levantó y notó que estaba saliéndole un chichón en la cabeza, donde se había golpeado contra la pared. Todavía temblaba de rabia—. ¡No me mires así! —le espetó.
—¡No te metas con ella! —gruñó Ron.
—¡No, no, callaos! ¡No tenemos que pelearnos! —exigió Hermione interponiéndose entre ambos.
—No debiste hablarle así a Lupin —reprochó Ron a Harry.
—Él se lo ha buscado. —Por la mente le pasaban imágenes rápidas e inconexas: Sirius cayendo a través del velo; Dumbledore herido de muerte, suspendido en el aire; un destello de luz verde y la voz de su madre suplicando piedad…—. Los padres —sentenció— no deben abandonar a sus hijos a menos… a menos que no tengan más remedio.
—Harry —musitó Hermione, y le tendió una mano para consolarlo, pero él la rechazó y, apartándose, se quedó mirando el fuego que ella había hecho aparecer en la chimenea.
Una vez había hablado con Lupin por aquella chimenea; en esa ocasión se sentía muy confuso respecto a su padre, y las tranquilizadoras palabras de Lupin lo habían consolado. Pero en este momento, el pálido y torturado rostro de Lupin parecía flotar ante él, y experimentó una repulsiva oleada de remordimiento. Ni Ron ni Hermione dijeron nada, pero él estaba seguro de que se miraban, a sus espaldas, comunicándose en silencio.
Se dio la vuelta y los sorprendió apartándose precipitadamente uno de otro.
—Ya sé que no debí llamarlo cobarde.
—No, no debiste hacerlo —refunfuñó Ron.
—Pero se comporta como tal.
—Aunque así fuera… —intervino Hermione.