Read Harry Potter y el prisionero de Azkaban Online
Authors: J.K. Rowling
—Corred —gritó Sirius—. ¡Corred! ¡Ya!
Pero Harry no podía correr. Ron estaba encadenado a Pettigrew y a Lupin. Saltó hacia delante, pero Sirius lo agarró por el pecho y lo echó hacia atrás.
—Dejádmelo a mí.
¡CORRED!
Oyeron un terrible gruñido. La cabeza de Lupin se alargaba, igual que su cuerpo. Los hombros le sobresalían. El pelo le brotaba en el rostro y las manos, que se retorcían hasta convertirse en garras. A
Crookshanks
se le volvió a erizar el pelo. Retrocedió.
Mientras el licántropo retrocedía, abriendo y cerrando las fauces, Sirius desapareció del lado de Harry. Se había transformado. El perro grande como un oso saltó hacia delante. Cuando el licántropo se liberó de las esposas que lo sujetaban, el perro lo atrapó por el cuello y lo arrastró hacia atrás, alejándolo de Ron y de Pettigrew. Estaban enzarzados, mandíbula con mandíbula, rasgándose el uno al otro con las zarpas.
Harry se quedó como hipnotizado. Estaba demasiado atento a la batalla para darse cuenta de nada más. Fue el grito de Hermione lo que lo alertó.
Pettigrew había saltado para coger la varita caída de Lupin. Ron, inestable a causa de la pierna vendada, se desplomó en el suelo. Se oyó un estallido, se vio un relámpago y Ron quedó inmóvil en tierra. Otro estallido:
Crookshanks
saltó por el aire y volvió a caer al suelo.
—
¡Expelliarmus!
—exclamó Harry, apuntando a Pettigrew con su varita. La varita de Lupin salió volando y se perdió de vista—. ¡Quédate donde estás! —gritó Harry mientras corría.
Demasiado tarde. Pettigrew también se había transformado. Harry vio su cola pelona azotar el antebrazo de Ron a través de las esposas, y lo oyó huir a toda prisa por la hierba. Oyeron un aullido y un gruñido sordo. Al volverse, Harry vio al hombre lobo adentrándose en el bosque a la carrera.
—Sirius, ha escapado. ¡Pettigrew se ha transformado! —gritó Harry.
Sirius sangraba. Tenía heridas en el hocico y en la espalda, pero al oír las palabras de Harry volvió a salir velozmente y al cabo de un instante el rumor de sus patas se perdió.
Harry y Hermione se acercaron aprisa a Ron.
—¿Qué le ha hecho? —preguntó Hermione.
Ron tenía los ojos entornados, la boca abierta. Estaba vivo. Oían su respiración. Pero no parecía reconocerlos.
—No sé.
Harry miró desesperado a su alrededor. Black y Lupin habían desaparecido... No había nadie cerca salvo Snape, que seguía flotando en el aire, inconsciente.
—Será mejor que los llevemos al castillo y se lo digamos a alguien —dijo Harry, apartándose el pelo de los ojos y tratando de pensar—. Vamos...
Oyeron un aullido que venía de la oscuridad: un perro dolorido.
—Sirius —murmuró Harry, mirando hacia la negrura.
Tuvo un momento de indecisión, pero no podían hacer nada por Ron en aquel momento, y a juzgar por sus gemidos, Black se hallaba en apuros.
Harry echó a correr, seguido por Hermione. El aullido parecía proceder de los alrededores del lago. Corrieron en aquella dirección y Harry notó un frío intenso sin darse cuenta de lo que podía suponer.
El aullido se detuvo. Al llegar al lago vieron por qué: Sirius había vuelto a transformarse en hombre. Estaba en cuclillas, con las manos en la cabeza.
—¡Noooo! —gemía—. ¡Noooooo, por favor!
Y entonces los vio Harry. Eran los
dementores
. Al menos cien, y se acercaban a ellos como una masa negra. Se dio la vuelta. Aquel frío ya conocido penetró en su interior y la niebla empezó a oscurecerle la visión. Por cada lado surgían de la oscuridad más y más
dementores
. Los estaban rodeando...
—¡Hermione, piensa en algo alegre! —gritó Harry levantando la varita y parpadeando con rapidez para aclararse la visión, sacudiendo la cabeza para alejar el débil grito que había empezado a oír por dentro...
«Voy a vivir con mi padrino. Voy a dejar a los Dursley.»
Se obligó a no pensar más que en Sirius y comenzó a repetir a gritos:
—
¡Expecto patronum! ¡Expecto patronum!
Black se estremeció. Rodó por el suelo y se quedó inmóvil, pálido como la muerte.
«Todo saldrá bien. Me iré a vivir con él.»
—
¡Expecto patronum!
¡Ayúdame, Hermione!
¡Expecto patronum!
—
¡Expecto...!
—susurró Hermione—.
¡Expecto... expecto!
Pero no era capaz. Los
dementores
se aproximaban y ya estaban a tres metros escasos de ellos. Formaban una sólida barrera en torno a Harry y Hermione, y seguían acercándose...
—
¡EXPECTO PATRONUM!
—gritó Harry, intentando rechazar los gritos de sus oídos—.
¡EXPECTO PATRONUM!
Un delgado hilo de plata salió de su varita y bailoteó delante de él, como si fuera niebla. En ese instante, Harry notó que Hermione se desmayaba a su lado. Estaba solo, completamente solo...
—
¡Expecto...! ¡Expecto patronum!
Harry sintió que sus rodillas golpeaban la hierba fría. La niebla le nublaba los ojos. Haciendo un enorme esfuerzo, intentó recordar. Sirius era inocente, inocente... «Todo saldrá bien. Voy a vivir con él.»
—
¡Expecto patronum!
—dijo entrecortadamente.
A la débil luz de su informe
patronus
, vio detenerse un
dementor
muy cerca de él. No podía atravesar la niebla plateada que Harry había hecho aparecer, pero sacaba por debajo de la capa una mano viscosa y pútrida. Hizo un ademán como para apartar al
patronus
.
—¡No... no! —exclamó Harry entrecortadamente—. Es inocente.
¡Expecto patronum!
Sentía sus miradas y oía su ruidosa respiración como un viento demoníaco. El
dementor
más cercano parecía haberse fijado en él. Levantó sus dos manos putrefactas y se bajó la capucha.
En el lugar de los ojos había una membrana escamosa y gris que se extendía por las cuencas. Pero tenía boca: un agujero informe que aspiraba el aire con un estertor de muerte.
Un terror de muerte se apoderó de Harry, impidiéndole moverse y hablar. Su
patronus
tembló y desapareció. La niebla blanca lo cegaba. Tenía que luchar...
Expecto patronum...
No podía ver..., a lo lejos oyó un grito conocido...,
expecto patronum...
Palpó en la niebla en busca de Sirius y encontró su brazo. No se lo llevarían...
Pero, de repente, un par de manos fuertes y frías rodearon el cuello de Harry. Lo obligaron a levantar el rostro. Sintió su aliento..., iban a eliminarlo primero a él... Sintió su aliento corrupto..., su madre le gritaba en los oídos..., sería lo último que oyera en la vida.
Y entonces, a través de la niebla que lo ahogaba, le pareció ver una luz plateada que adquiría brillo. Se sintió caer de bruces en la hierba.
Boca abajo, demasiado débil para moverse, sintiéndose mal y temblando, Harry abrió los ojos. Una luz cegadora iluminaba la hierba... Habían cesado los gritos, el frío se iba...
Algo hacía retroceder a los
dementores
... algo que daba vueltas en torno a él, a Sirius y a Hermione. Los estertores dejaban de oírse. Se iban. Volvía a hacer calor.
Haciendo acopio de todas sus fuerzas, Harry levantó la cabeza unos centímetros y vio entre la luz a un animal que galopaba por el lago. Con la visión empañada por el sudor, Harry trató de distinguir de qué se trataba. Era brillante como un unicornio. Haciendo un esfuerzo por conservar el sentido, Harry lo vio detenerse al llegar a la otra orilla. Durante un instante vio también, junto al brillo, a alguien que daba la bienvenida al animal y levantaba la mano para acariciarlo. Alguien que le resultaba familiar. Pero no podía ser...
Harry no lo entendía. No podía pensar en nada. Sus últimas fuerzas lo abandonaron y al desmayarse dio con la cabeza en el suelo.
El secreto de Hermione
—A
SOMBROSO
. Verdaderamente asombroso. Fue un milagro que quedaran todos con vida. No he oído nunca nada parecido. Menos mal que se encontraba usted allí, Snape...
—Gracias, señor ministro.
—Orden de Merlín, de segunda clase, diría yo. ¡Primera, si estuviese en mi mano!
—Muchísimas gracias, señor ministro
—Tiene ahí una herida bastante fea. Supongo que fue Black.
—En realidad fueron Potter, Weasley y Granger, señor ministro.
—¡No!
—Black los había encantado. Me di cuenta enseguida. A juzgar por su comportamiento, debió de ser un hechizo para confundir. Me parece que creían que existía una posibilidad de que fuera inocente. No eran responsables de lo que hacían. Por otro lado, su intromisión pudo haber permitido que Black escapara... Obviamente, creyeron que podían atrapar a Black ellos solos. Han salido impunes en tantas ocasiones anteriores que me temo que se les ha subido a la cabeza... Y naturalmente, el director ha consentido siempre que Potter goce de una libertad excesiva.
—Bien, Snape. ¿Sabe? Todos hacemos un poco la vista gorda en lo que se refiere a Potter.
—Ya. Pero ¿es bueno para él que se le conceda un trato tan especial? Personalmente, intento tratarlo como a cualquier otro. Y cualquier otro sería expulsado, al menos temporalmente, por exponer a sus amigos a un peligro semejante. Fíjese, señor ministro: contra todas las normas del colegio... después de todas las precauciones que se han tomado para protegerlo... Fuera de los límites permitidos, en plena noche, en compañía de un licántropo y un asesino... y tengo indicios de que también ha visitado Hogsmeade, pese a la prohibición.
—Bien, bien..., ya veremos, Snape. El muchacho ha sido travieso, sin duda.
Harry escuchaba acostado, con los ojos cerrados. Estaba completamente aturdido. Las palabras que oía parecían viajar muy despacio hasta su cerebro, de forma que le costaba un gran esfuerzo entenderlas. Sentía los miembros como si fueran de plomo. Sus párpados eran demasiado pesados para levantarlos. Quería quedarse allí acostado, en aquella cómoda cama, para siempre...
—Lo que más me sorprende es el comportamiento de los
dementores
... ¿Realmente no sospecha qué pudo ser lo que los hizo retroceder, Snape?
—No, señor ministro. Cuando llegué, volvían a sus posiciones, en las entradas.
—Extraordinario. Y sin embargo, Black, Harry y la chica...
—Todos estaban inconscientes cuando llegué allí. Até y amordacé a Black, hice aparecer por arte de magia unas camillas y los traje a todos al castillo.
Hubo una pausa. El cerebro de Harry parecía funcionar un poco más aprisa, y al hacerlo, una sensación punzante se acentuaba en su estómago.
Abrió los ojos.
Todo estaba borroso. Alguien le había quitado las gafas. Se hallaba en la oscura enfermería. Al final de la sala podía vislumbrar a la señora Pomfrey inclinada sobre una cama y dándole la espalda. Bajo el brazo de la señora Pomfrey, distinguió el pelo rojo de Ron.
Harry volvió la cabeza hacia el otro lado. En la cama de la derecha se hallaba Hermione. La luz de la luna caía sobre su cama. También tenía los ojos abiertos. Parecía petrificada, y al ver que Harry estaba despierto, se llevó un dedo a los labios. Luego señaló la puerta de la enfermería. Estaba entreabierta y las voces de Cornelius Fudge y de Snape entraban por ella desde el corredor.
La señora Pomfrey llegó entonces caminando enérgicamente por la oscura sala hasta la cama de Harry. Se volvió para mirarla. Llevaba el trozo de chocolate más grande que había visto en su vida. Parecía un pedrusco.
—¡Ah, estás despierto! —dijo con voz animada. Dejó el chocolate en la mesilla de Harry y empezó a trocearlo con un pequeño martillo.
—¿Cómo está Ron? —preguntaron al mismo tiempo Hermione y Harry.
—Sobrevivirá —dijo la señora Pomfrey con seriedad—. En cuanto a vosotros dos, permaneceréis aquí hasta que yo esté bien segura de que estáis... ¿Qué haces, Potter?
Harry se había incorporado, se ponía las gafas y cogió su varita.
—Tengo que ver al director —explicó.
—Potter —dijo con dulzura la señora Pomfrey—, todo se ha solucionado. Han cogido a Black. Lo han encerrado arriba. Los
dementores
le darán el Beso en cualquier momento.
—
decir. Y..
Harry saltó de la cama. Hermione hizo lo mismo. Pero su grito se había oído en el pasillo de fuera. Un segundo después, entraron en la enfermería Cornelius Fudge y Snape.
—¿Qué es esto, Harry? —preguntó Fudge, con aspecto agitado—. Tendrías que estar en la cama... ¿Ha tomado chocolate? —le preguntó nervioso a la señora Pomfrey
—Escuche, señor ministro —dijo Harry—. ¡Sirius Black es inocente! ¡Peter Pettigrew fingió su propia muerte! ¡Lo hemos visto esta noche! No puede permitir que los
dementores
le hagan eso a Sirius, es...
Pero Fudge movía la cabeza en sentido negativo, sonriendo ligeramente.
—Harry, Harry, estás confuso. Has vivido una terrible experiencia. Vuelve a acostarte. Está todo bajo control.
—
¡NADA DE ESO!
—gritó Harry—.
¡HAN ATRAPADO AL QUE NO ES!
—Señor ministro, por favor, escuche —rogó Hermione. Se había acercado a Harry y miraba a Fudge implorante—. Yo también lo vi. Era la rata de Ron. Es un animago. Pettigrew, quiero decir. Y...
—¿Lo ve, señor ministro? —preguntó Snape—. Los dos tienen confundidas las ideas. Black ha hecho un buen trabajo con ellos...