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Authors: J.K. Rowling

Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga

Harry Potter. La colección completa (374 page)

BOOK: Harry Potter. La colección completa
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La señora Pomfrey regresó a su despacho y Harry se dejó caer sobre la almohada, rabioso.

—¿Sabes por cuánto hemos perdido? —le preguntó a Ron.

—Pues… sí —repuso su amigo con gesto de disculpa—. El resultado final fue trescientos veinte a sesenta.

—Genial —resopló Harry—. ¡Sencillamente genial! Cuando agarre a ese McLaggen…

—¿Cómo quieres agarrarlo? ¡Si es más grande que un trol! —le recordó Ron, no sin razón—. Opino que hay muchas razones para hacerle ese maleficio de las uñas de los pies que sacaste de tu libro de Pociones. Aunque no me extrañaría que el resto del equipo se encargara de él antes de que salgas de aquí, porque no están nada contentos…

En la voz de Ron había un deje de júbilo mal disimulado; Harry comprendió que su amigo estaba encantado de que McLaggen lo hubiera estropeado todo. Se quedó contemplando el círculo de luz proyectado en el techo; no le dolía la cabeza, recién curada, pero sí le molestaba un poco bajo tantos vendajes.

—He oído los comentarios del partido desde aquí —dijo Ron, y esta vez la risa le hizo temblar la voz—. Espero que Luna siga haciendo de comentarista a partir de ahora… ¿Qué te ha parecido lo de la «peste del perdedor»?

Pero Harry todavía estaba demasiado ofuscado para ver el lado cómico de la situación, y Ron dejó de reírse.

—Ginny ha venido a verte cuando estabas inconsciente —explicó tras una larga pausa, y de inmediato la imaginación de Harry se representó una escena en la que Ginny, sollozando sobre su cuerpo inerte, confesaba la profunda atracción que sentía por él mientras Ron les daba su bendición—. Dice que llegaste al partido por los pelos. ¿Cómo es eso? De aquí te marchaste con tiempo de sobra.

—Es que… —repuso Harry al tiempo que la emotiva escena desaparecía de su mente—. Es que… bueno, vi a Malfoy escabulléndose con un par de chicas que, por la cara que ponían, lo acompañaban a la fuerza, y ya es la segunda vez que no baja al campo de
quidditch
con el resto de los compañeros. El partido anterior también se lo saltó, ¿te acuerdas? —Suspiró—. Lástima que no lo siguiera porque, total, el partido ha sido un desastre.

—No digas estupideces —replicó Ron—. ¡No podías saltarte un partido de
quidditch
para seguir a Malfoy! ¡Eres el capitán del equipo!

—Quiero saber qué está tramando. Y no me vengas con que todo son imaginaciones mías, porque después de oírlo hablar con Snape…

—Yo nunca he dicho que fueran imaginaciones tuyas —desmintió Ron y se incorporó un poco, apoyándose en un codo, para mirarlo ceñudo—. ¡Pero no existe ninguna norma que diga que en este castillo no puede haber dos personas tramando algo a la vez! Te estás obsesionando, Harry. Mira que plantearte no ir a un partido sólo por seguir a Malfoy…

—¡Quiero pillarlo in fraganti! —exclamó Harry, que se sentía muy frustrado—. ¿Adónde va cuando desaparece del mapa?

—No lo sé… ¿A Hogsmeade? —sugirió Ron mientras bostezaba.

—Nunca lo he visto recorrer ninguno de los pasadizos secretos en el mapa. Además, tengo entendido que este año están vigilados.

—Pues no lo sé.

Ambos se callaron. Harry caviló mirando el círculo de luz que se proyectaba en el techo… Si tuviera el poder de Rufus Scrimgeour podría mandar que siguieran a Malfoy, pero por desgracia no tenía una oficina de
aurores
a sus órdenes… Por un instante pensó en intentar organizar algo con el
ED
, pero una vez más surgía el problema de que los profesores echarían en falta a los alumnos en las clases; al fin y al cabo, la mayoría de los estudiantes tenía los horarios hasta los topes…

Se oyó un débil ronquido proveniente de la cama de Ron. Al cabo de un rato la señora Pomfrey salió de su despacho enfundada en un camisón muy grueso. Lo más sencillo era hacerse el dormido, así que Harry se tumbó sobre un costado y oyó cómo todas las cortinas se corrían al agitar la señora Pomfrey su varita mágica. La luz de las lámparas se atenuó y la enfermera regresó a su despacho; Harry oyó que cerraba la puerta y dedujo que iba a acostarse.

Entonces pensó que ésa era la tercera vez que lo llevaban a la enfermería por culpa de una lesión de
quidditch
. La vez anterior se había caído de la escoba al ver
dementores
alrededor del terreno de juego, y la primera se debió a que el inepto del profesor Lockhart le había hecho desaparecer todos los huesos de un brazo… Esa había sido, sin duda, la lesión más angustiosa. Se acordó del doloroso proceso de regeneración de los huesos en una noche, un malestar que no logró aliviar la llegada de una visita inesperada en medio de la.…

Harry se incorporó de golpe, con el corazón palpitando y el vendaje de la cabeza torcido. Por fin había dado con la solución: sí, había una forma de seguir a Malfoy. ¿Cómo podía haberlo olvidado? ¿Por qué no se le había ocurrido antes?

Pero la cuestión era que no sabía cómo llamarlo. ¿Cómo se hacía? Indeciso, musitó quedamente en la oscuridad:

—¿Kreacher?

Se produjo un fuerte chasquido y se oyeron chillidos y correteos por la sala. Ron despertó sobresaltado y preguntó:

—¿Qué pasa?

Harry apuntó la varita hacia la puerta del despacho de la señora Pomfrey y murmuró «
¡Muffliato!
» para que la enfermera no acudiera a ver qué ocurría. Luego se deslizó hasta el borde de la cama para averiguar quién hacía esos ruidos.

Dos elfos domésticos estaban enzarzados en medio del suelo: uno llevaba un jersey granate y varios gorros de lana; el otro, un trapo viejo y mugriento atado en la cintura como si fuera un taparrabos. Se oyó otro fuerte estampido y Peeves, el
poltergeist
, apareció en el aire suspendido sobre los dos elfos.

—¿Has visto esto, Pipipote? —le dijo a Harry señalando la pelea, y soltó una sonora carcajada—. Mira cómo se pegan esas criaturitas, mira qué mordiscos se dan, qué puñetazos…

—¡Kreacher no insultará a Harry Potter delante de Dobby, no señor, o Dobby se encargará de cerrarle la boca a Kreacher! —chillaba Dobby.

—¡Qué patadas, qué arañazos! —se admiró Peeves al tiempo que les lanzaba trozos de tiza para enfurecerlos aún más—. ¡Qué pellizcos, qué codazos!

—Kreacher opinará lo que quiera de su amo, claro que sí, y sobre la clase de amo que es, el muy repugnante amigo de los sangre sucia. Oh, ¿qué diría la pobre ama de Kreacher?

No llegaron a saber qué habría dicho el ama de Kreacher porque en ese momento Dobby golpeó con su pequeño y nudoso puño a Kreacher y le hizo saltar la mitad de los dientes. Harry y Ron se levantaron y separaron a los elfos, aunque éstos siguieron intentando darse patadas y puñetazos, azuzados por Peeves, que volaba alrededor de la lámpara gritando: «¡Métele los dedos en la nariz, espachúrralo, tírale de las orejas!»

Harry apuntó con la varita a Peeves y dijo: «
¡Palalingua!
» El
poltergeist
se llevó las manos a la garganta, tragó saliva y salió volando de la habitación, haciendo gestos obscenos pero sin poder hablar, pues la lengua se le había pegado al paladar.

—Eso ha estado muy bien —dijo Ron. Levantó a Dobby del suelo y lo sostuvo en alto para que sus extremidades, que no paraban de agitarse, no volvieran a impactar contra Kreacher—. Es otro de los maleficios del príncipe, ¿no?

—Sí —contestó Harry mientras le aplicaba una llave de judo a Kreacher—. ¡Muy bien, os prohíbo que peleéis! Bueno, te prohíbo a ti, Kreacher, que te pelees con Dobby. Dobby, a ti ya sé que no puedo darte órdenes…

—¡Dobby es un elfo doméstico libre y puede obedecer a quien quiera, y Dobby hará cualquier cosa que Harry Potter le ordene! —repuso el elfo. Las lágrimas resbalaban por su arrugada carita y le caían sobre el jersey.

—Muy bien —dijo Harry, y Ron y él soltaron a los elfos, que cayeron al suelo pero no siguieron peleándose.

—¿Me ha llamado el amo? —preguntó Kreacher con voz ronca, e hizo una exagerada reverencia al tiempo que le lanzaba a Harry una mirada con la que parecía desearle una muerte lenta y dolorosa.

—Sí, te he llamado —respondió Harry, y miró hacia el despacho de la señora Pomfrey para comprobar si el hechizo
muffliato
todavía funcionaba; no había señales de que la enfermera hubiera oído ningún ruido—. Tengo un trabajo para ti.

—Kreacher hará lo que le ordene el amo —repuso el elfo con otra reverencia, tan pronunciada que casi se besó los nudosos dedos de los pies— porque Kreacher no tiene alternativa, pero a Kreacher le avergüenza tener un amo así, ya lo creo…

—¡Dobby lo hará, Harry Potter! —chilló Dobby; todavía tenía sus ojos grandes como pelotas de tenis anegados en lágrimas—. ¡Para Dobby será un honor ayudar a Harry Potter!

—Ahora que lo pienso, no estaría mal que lo hicierais los dos. Está bien. A ver… Quiero que sigáis a Draco Malfoy. —E ignorando la mezcla de sorpresa y exasperación que reflejó el semblante de Ron, especificó—: Me interesa saber adónde va, con quién se reúne y qué hace. Deberéis seguirlo las veinticuatro horas del día.

—¡Sí, Harry Potter! —exclamó Dobby con un brillo de emoción en los ojos—. ¡Y si Dobby lo hace mal, Dobby se tirará desde la torre más alta, Harry Potter!

—Eso no será necesario —se apresuró a aclarar Harry.

—¿Que el amo quiere que siga al pequeño de los Malfoy? —dijo Kreacher con voz ronca—. ¿Que el amo quiere que espíe al sobrino nieto sangre limpia de mi antigua ama?

—Exacto —confirmó Harry, y se apresuró a atajar el peligro al que se exponía—: Y te prohíbo que le avises, Kreacher, o le expliques cuál es tu misión, o hables con él, o le escribas mensajes, o… o te comuniques con él de ningún modo. ¿Entendido?

Le pareció que Kreacher se esforzaba por hallar algún fallo en las instrucciones que acababa de darle, y esperó. Transcurridos unos instantes, Harry comprobó con satisfacción que el elfo volvía a hacer una exagerada reverencia y decía con resentimiento:

—El amo está en todo y Kreacher debe obedecerlo, aunque Kreacher preferiría ser el criado del pequeño Malfoy, por supuesto…

—Entonces no se hable más. Quiero que me presentéis informes con regularidad, pero aseguraos de que no esté rodeado de gente cuando vengáis a hablar conmigo. Si estoy con Ron o Hermione, no importa. Y no comentéis con nadie lo que os he encargado. Pegaos a Malfoy como si fuerais tiritas para verrugas.

20
La petición de lord Voldemort

A primera hora del lunes, Harry y Ron salieron de la enfermería completamente recuperados gracias a los cuidados de la señora Pomfrey. Ya podían disfrutar de las ventajas de la fractura de cráneo y el envenenamiento, respectivamente, y la mejor de ellas era que Hermione volvía a ser amiga de Ron. Los acompañó a desayunar y les comunicó que Ginny se había peleado con Dean. El monstruo que dormitaba en el pecho de Harry alzó la cabeza olfateando el aire, expectante.

—¿Por qué se han peleado? —preguntó el muchacho con fingida indiferencia mientras enfilaban un pasillo del séptimo piso.

El pasillo estaba vacío salvo por una niña muy pequeña que examinaba un tapiz de trols con tutú. Al ver que se acercaban unos estudiantes de sexto año, la chiquilla puso cara de miedo y dejó caer la pesada balanza de bronce que sostenía.

—¡No pasa nada! —dijo Hermione con amabilidad, y corrió a ayudarla—. Mira… —Dio unos golpecitos con su varita en la balanza rota y pronunció—:
¡Reparo!

La niña ni siquiera le dio las gracias y se quedó muy quieta cuando ellos pasaron por su lado. Ron volvió la cabeza y la miró.

—Os juro que cada vez son más pequeños —comentó.

—Déjala —repuso Harry con impaciencia—. Hermione, ¿por qué se han peleado Ginny y Dean?

—Parece ser que Dean se estaba riendo del golpe que te dio McLaggen con esa
bludger
.

—Debió de ser gracioso —dijo Ron.

—¡No fue nada gracioso! —saltó Hermione—. ¡Fue horrible, y si Coote y Peakes no hubieran cogido a Harry, podría haber resultado gravemente herido!

—Sí, ya, pero no había necesidad de que Ginny y Dean cortaran por eso —dijo Harry procurando sonar despreocupado—. ¿O siguen saliendo juntos?

—Sí, siguen saliendo. Pero ¿por qué te interesa tanto? —preguntó Hermione mirándolo con recelo.

—Es que no quiero que haya problemas en el equipo de
quidditch
—se apresuró a contestar, y sintió un gran alivio cuando detrás de ellos una voz exclamó:

—¡Harry!

—¡Hola, Luna! —Ya tenía una excusa para darle la espalda a Hermione.

—He ido a verte a la enfermería —dijo Luna mientras rebuscaba en su mochila—, pero me han dicho que ya habías salido… —Le fue pasando una serie de extraños objetos a Ron: una especie de cebolla verde, un gran sapo con manchas y una buena cantidad de una cosa que parecía arena higiénica para gatos; por último sacó un rollo de pergamino bastante sucio y se lo tendió a Harry—. Me han pedido que te dé esto.

Era un rollo pequeño que Harry reconoció enseguida: otra invitación para una clase particular con Dumbledore.

—Será esta noche —informó a sus amigos cuando lo hubo leído.

—¡Te felicito por tu comentario del partido! —le dijo Ron a Luna mientras ella recuperaba la cebolla verde, el sapo y la arena higiénica.

Luna esbozó una vaga sonrisa.

—Te burlas de mí, ¿verdad? Todos dicen que lo hice muy mal.

—¡No, lo digo en serio! ¡No recuerdo haberlo pasado tan bien con ningún otro comentarista! ¿Qué es eso, por cierto? —añadió, cogiendo aquella especie de cebolla. Se la acercó a los ojos.

—Es un
gurdirraíz
—contestó Luna, y se guardó la arena higiénica y el sapo en la mochila—. Quédatelo si quieres, tengo algunos más. Son excelentes para protegerse contra los
plimpys
tragones.

Y se marchó. Ron sonrió de oreja a oreja con el
gurdirraíz
en la mano.

—¿Sabéis qué os digo? Que Luna empieza a gustarme —dijo mientras los tres echaban a andar hacia el Gran Comedor—. Ya sé que está loca, pero la suya es una locura… —Se calló bruscamente al ver a Lavender Brown plantada al pie de la escalinata de mármol, con aspecto de estar muy enfadada—. ¡Hola! —murmuró con apuro cuando llegaron ante ella.

—¡Vamos! —le dijo Harry a Hermione por lo bajo, y siguieron andando, aunque oyeron cómo Lavender preguntaba: «¿Por qué no me dijiste que hoy te daban el alta? ¿Y por qué estabas con ella?»

Ron llegó a la mesa del desayuno media hora más tarde y bastante malhumorado, y aunque se sentó con Lavender, Harry no vio que se dirigieran la palabra en todo el rato. Hermione se comportaba como si no se diese cuenta de nada, pero en un par de ocasiones Harry le detectó una misteriosa sonrisita en los labios. Ella estuvo de muy buen humor el resto del día, y por la noche, en la sala común incluso consintió en repasar (o mejor dicho, en terminar de componer) la redacción de Herbología de Harry, cuando hasta ese momento se había negado en redondo porque sabía que luego él se la dejaría copiar a Ron.

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