Read Gusanos de arena de Dune Online
Authors: Kevin J. Anderson Brian Herbert
Tags: #Ciencia Ficción
Detrás del vehículo, Waff se detuvo un momento y cerró los ojos en una plegaria a su Dios y su Profeta. Y entonces, con un ademán, soltó las paredes de plaz de los tanques y dejó que la arena se derramara. Largas siluetas serpentinas saltaron como muelles desenrollados y cayeron al suelo alrededor del vehículo. Waff contempló con asombro sus cuerpos gruesos y segmentados, la fluidez de sus movimientos.
—¡Ve, Profeta! Reclama tu mundo.
Ocho gusanos se deslizaban sobre el suelo liso y duro. Ocho, un número sagrado para los tleilaxu.
Las criaturas se dispersaron siguiendo caminos aleatorios, mientras él observaba con reverencia. Waff esperaba que pudieran penetrar la corteza de arena fundida y adentrarse en las capas más blandas de terreno de debajo, para lo cual los había diseñado. Cada uno de los especímenes llevaba implantado un diminuto localizador que le permitiría seguirlos y continuar con sus investigaciones.
Sin embargo, los gusanos dieron la vuelta y rodearon el vehículo, acercándose cada vez más. Acechándolo. En un momento de pánico, Waff se quedó paralizado. Desde luego eran lo bastante grandes para atacarle y matarle.
—Profeta, no me hagas daño, te he traído de vuelta a Rakis. Eres libre de volver a convertir este lugar en tu reino.
Los gusanos levantaron sus cabezas romas, ondeando adelante y atrás.
¿Están tratando de decirme algo?
Waff se esforzó por comprender.
¿Es posible que sus movimientos hipnóticos fueran una danza extraña? ¿Una maniobra predatoria?
No se movió. Esperó.
Si aquel paisaje era demasiado inhóspito para ellos y el Profeta necesitaba comérselo para poder sobrevivir, Waff estaba preparado para donar la carne de su cuerpo deteriorado. Si aquel tenía que ser su fin, que así fuera.
Y entonces, como si obedecieran a una señal silenciosa, los gusanos se volvieron al unísono y se alejaron con rapidez, flexionando sus segmentos sobre las dunas vítreas. Al final se detuvieron, inclinaron sus cabezas blindadas hacia abajo y rompieron la superficie. Penetraron aquella corteza dura y se lanzaron hacia abajo, perforando las arenas prístinas y estériles. ¡Volvían al desierto! A Waff el corazón no le cabía en el pecho. En aquel momento supo que sobrevivirían.
Cuando volvía hacia el vehículo, se dio cuenta de que tenía lágrimas en los ojos.
Cuando las fuerzas están dispuestas y la batalla final ha empezado, el desenlace puede decidirse en unos instantes. Recordad esto: cuando se dispara el primer tiro, la mitad de la batalla ya ha acabado. La victoria o la derrota pueden venir determinadas por los preparativos que se realizan semanas o incluso meses antes.
B
ASHAR
M
ILES
T
EG
, solicitud de asignación de recursos a las Bene Gesserit
El fabricador mayor Shayama Sen accedió a ir a Casa Capitular, pero el dignatario ixiano permaneció a bordo de su nave, en órbita, muy por encima de las operaciones de recuperación. No pensaba exponerse a los vestigios de la epidemia, por mucho que ya hubiera completado su ciclo.
Murbella tuvo que subir a la nave para hacer sus peticiones… pero bajo las condiciones más rigurosas de cuarentena. Encerrada en una esfera de descontaminación, como un espécimen de laboratorio en un tanque, se sentía ridícula e indefensa. Aunque el paso por la atmósfera lo había calcinado y luego estuvo expuesto al vacío del espacio, el casco exterior de la esfera fue sometido a un proceso adicional de irradiación y esterilización. Mecanismos de seguridad, redundancias. Una paranoia justificada, pensó para sus adentros. Aunque Murbella no podía reprocharle que tomara tantas precauciones, el ixiano tenía muchas cosas que explicar.
Mientras esperaba en el interior de su cámara sellada en la nave de la Cofradía (guiada por un compilador matemático, no por un navegante), Murbella recuperó la compostura. Aunque aún se sentía dolorida y deshecha por el duelo con Kiria, estaba satisfecha, porque su agresiva respuesta a aquel estúpido juego de poder era necesaria. Ahora ninguna de las otras hermanas la desafiaría, de modo que su posición como madre comandante era incuestionable.
Una vez más, Murbella maldijo a las Honoradas Matres rebeldes y su inconsciencia al destruir los inmensos astilleros y los talleres de armamento de Richese. De no haber sucedido aquello, con Ix y Richese produciendo armamento, la humanidad podría haber consolidado una fuerza defensiva importante. Y en cambio ahora Ix era el centro industrial principal, y el fabricador mayor se sentía en posición de mostrarse intratable. ¡Necios cortos de vista!
Shayama Sen entró en la gran sala con paredes de metal y tomó un confortable asiento ante ella. Se mostraba condescendiente y confiado, mientras que ella se sentía como un animal enjaulado.
—¿Me ha convocado alejándome de nuestro trabajo, madre comandante?
A pesar de lo incómodo de su posición, Murbella trató de tomar las riendas de la reunión.
—Fabricador mayor, ha tenido tres años para duplicar los destructores que les proporcioné, pero lo único que hemos recibido a cambio de nuestros pagos en melange son informes de pruebas y una promesa detrás de otra. El Enemigo ha destruido más de un centenar de planetas, y sus naves de batalla se acercan. Casa Capitular misma ha estado a punto de sucumbir por una epidemia.
Sen hizo una reverencia formal.
—Somos plenamente conscientes, madre comandante, y tiene mis condolencias. —Se puso en pie y se sirvió un vaso de agua de una jarra, luego se puso a recorrer ociosamente la gran sala de reuniones, alardeando de su libertad.
La ira encendió las mejillas y el cuello de Murbella. ¿Cómo podía aquel hombre hablar con tanta calma cuando la civilización humana se estaba desmoronando?
—Requerimos las armas que nos prometió… sin más dilaciones.
Sen golpeó sus uñas con dibujo de circuitos entre sí, contemplando la esfera de contención con mirada indiferente.
—Pero no hemos recibido el pago completo, y nos llegan noticias de que vuestra Nueva Hermandad tiene serias dificultades económicas. Si seguimos dedicando todos nuestros recursos a estos destructores y no cumple…
—La cantidad de melange que acordamos será vuestra en el momento en que terminen de instalar los destructores en las nuevas naves de guerra. Y usted lo sabe. —No se atrevía a decir a Sen que había utilizado una buena parte de sus stocks de especia para ayudar a sus compañeras Reverendas Madres a combatir la epidemia.
—Ah, pero si vuestra especia está contaminada por la epidemia ¿qué servicio puede hacernos? ¿En qué otra moneda pueden pagar?
Murbella no podía creerse tanta obcecación.
—La especia no está contaminada. Aplicaremos tantas medidas de esterilización como exijáis.
—¿Y si eso destruye su eficacia?
—Entonces les entregaremos la especia tal cual para que la descontaminen como consideren oportuno. ¡Deje de perder el tiempo hablando de tonterías, la extinción de la raza humana es inminente!
Sen parecía escandalizado.
—¿Tonterías, dice? Las propiedades de la especia son complejas y podrían verse afectadas por medidas tan agresivas. La sustancia no tiene ningún valor para nosotros si no la podemos usar.
—El virus de la epidemia tiene una vida corta. A menos que pase de un huésped a otro, la enfermedad se consume enseguida. Pueden colocar la especia en una luna sin atmósfera durante un año si así lo quieren.
—Pero las dificultades e inconvenientes… Creo que las circunstancias exigen una renegociación del precio. Si la pared del contenedor no lo hubiera evitado, Murbella lo habría matado por su insolencia.
—¿Tiene usted idea de la destrucción que el Enemigo está acarreando?
El hombre frunció los labios.
—Permita que prescinda de sutilezas, madre comandante. Las Honoradas Matres provocaron al Enemigo, y por eso lanzó su flota contra ellas y luego contra todos los demás. Vuestra asociación con las rameras ha sido una locura, toda la humanidad ha pagado por ello. Ix no tiene ninguna pugna con estos invasores robóticos. Y puesto que han evolucionado de las antiguas máquinas pensantes, es posible que los ixianos tengamos más en común con ellos que con unas hembras manipuladoras y asesinas.
Ah. Murbella empezaba a entender. Mientras escuchaba la voz áspera de su Odrade interior y de miles de Reverendas Madres que le daban consejo enfervorecidas, Murbella se obligó a mantener la calma. Era evidente que el ixiano estaba tratando de provocarla. Pero ¿por qué? ¿Para distraerla? ¿No había logrado realmente los progresos que decía en el desarrollo de los destructores? ¿Iba la producción con retraso?
Escogió un truco que esperaba que atajara tanto disparate.
—Autorizo un aumento del treinta por ciento en vuestra asignación de especia, que se pondrá en un fondo en el Banco de la Cofradía que escojáis. ¿Le parece que bastará para compensar los inconvenientes? Sin embargo, el pago dependerá de que entreguen el armamento estipulado en nuestro contrato. La Cofradía ya nos ha entregado las naves. Y bien ¿dónde están mis destructores?
Shayama Sen hizo una reverencia aceptando la oferta retirando sus objeciones.
—Nuestros planetas manufacturadores están trabajando a pleno rendimiento. Empezaremos a instalar los destructores en vuestras nuevas naves inmediatamente.
—Daré instrucciones. —Se puso a andar arriba y abajo en la burbuja de descontaminación como un tigre de Laza. El olor a antiséptico que se colaba por los filtros de aire le daba náuseas. No creía que los conductos de circulación de la cámara funcionaran correctamente—. ¿Cómo sabemos que vuestras armas funcionarán como dice?
—Nos proporcionaron los originales y nosotros los hemos duplicado con exactitud. Si los originales funcionaban, estos también.
—Claro que funcionaban. ¿Ya ha visto lo que queda de Rakis y de Richese?
—Entonces no tienen nada que temer.
—A partir de ahora insisto en tener inspectoras Bene Gesserit y supervisoras en las cadenas de producción de vuestras factorías. Esto permitirá justificar cuanto hace y le hará estar atento a posibles sabotajes.
Shayama Sen pensó en aquella petición, pero no encontró ningún argumento legítimo para oponerse.
—Mientras vuestras mujeres no interfieran en nuestro trabajo, pueden estar. ¿Es todo?
—También necesitamos presenciar una prueba antes de entrar en combate.
Sen volvió a sonreír.
—¿Quiere que aniquilemos un planeta solo para demostrar algo? Mmm, veo que los métodos de las Honoradas Matres persisten en vuestra Nueva Hermandad. —Chasqueó la lengua—. Les daré informes completos de las pruebas realizadas e incluso prepararemos una demostración si es lo que quiere.
—Revisaremos sus datos, fabricador mayor. Transmítalos a Casa Capitular y prepare una demostración que pueda ver con mis propios ojos.
El hombre volvió a chocar sus uñas de silicona, un tic nervioso muy irritante.
—Muy bien. Encontraré un bonito planetoide que volar para vuestro entretenimiento.
Murbella se pegó a la pared curvada y transparente de la esfera.
—Hay otra cosa en la que debo insistir. Se han encontrado Danzarines Rostro en muchos mundos, manipulando gobiernos, debilitando nuestras defensas. Algunos incluso han conseguido infiltrarse en Casa Capitular. Necesito tener la seguridad de que usted no es uno de ellos.
Sen retrocedió sorprendido.
—¿Me acusa de ser un Enemigo, un operativo Danzarín Rostro?
Murbella se apoyó contra la pared sólida, mirándolo fríamente. La indignación del hombre no la convencía. Manipuló los controles internos de la burbuja y un pequeño contenedor sellado se abrió cerca de la base de la cámara. Era un cajón de esterilización, una autoclave y baño químico. El paquete salió del otro lado con una vaharada de vapor para que el fabricador mayor lo cogiera.
—Es un test que hemos desarrollado. Tras analizar a los especímenes Danzarines Rostro que hemos encontrado muertos entre nosotros, hicimos unas pruebas genéticas y hemos desarrollado este indicador infalible. Y ahora, fabricador mayor, quiero que se haga el test delante de mí.
—No lo haré. —El hombre suspiró con suficiencia.
—Lo hará, o no recibirá ni un gramo de nuestra melange.
Sen se puso a dar vueltas otra vez, frunciendo el ceño.
—¿Qué es este test? ¿Qué hace?
—Está casi totalmente automatizado. —Murbella le explicó el principio y los pasos que había que seguir—. Como bono, le diré que podemos autorizar a Ix a producirlos en grandes cantidades. Hay mucha gente recelosa que ve Danzarines Rostro por todas partes. Podía sacar unos bonitos beneficios vendiendo estos kits.
Sen lo pensó.
—Quizá tenga razón.
Bajo la mirada atenta de Murbella, él siguió los pasos, lo bastante cerca de la burbuja para que ella pudiera ver cada uno de sus movimientos. Por lo que sabían, no era fácil burlar esta prueba, y el fabricador mayor no había tenido tiempo de pergeñar un engaño. Murbella esperó con profundo interés, y se sintió aliviada cuando el indicador señaló que era totalmente humano. Shayama Sen no era un Danzarín Rostro.
Con expresión irritada, el hombre sujetó el tubo en alto para que Murbella lo viera.
—¿Está satisfecha?
—Lo estoy. Y le recomiendo que someta a este test a todos sus ingenieros y jefes de sección. Ix es uno de los objetivos donde es más probable que el Enemigo se haya infiltrado. Razón de más para que mis hermanas supervisen vuestro trabajo.
Sen parecía auténticamente preocupado, como si aquella posibilidad no se le hubiera ocurrido.
—Tiene razón, madre comandante. Me gustaría ver esos resultados por mí mismo.
—Entonces, inclúyalos cuando envíe la información sobre los destructores. Entretanto, prepárese para instalar sus armas en todas las naves que lleguen de los astilleros de Conexión. Estamos a punto de lanzarnos en una ofensiva general contra la flota de máquinas pensantes.
Todo ser racional necesita de un lugar de extrema serenidad donde la mente pueda divagar después en el recuerdo, a donde el cuerpo ansíe regresar.
E
RASMO
, notas contemplativas
Ahora que llevas entre nosotros más de un año, ha llegado la hora de que te enseñe mi lugar especial, Paolo. —El robot independiente agitó un brazo metálico, y sus majestuosas túnicas ondearon en torno a su figura—. Y a ti también, por supuesto, barón Harkonnen.