El agua que deposita el Jordán es fresca, pero contiene pequeñas cantidades de residuos químicos que se disuelven en el lecho sobre el que corre y en las orillas entre las que pasa. Los residuos químicos se acumulan en el mar de la Sal. Sí el mar de la Sal tuviera una abertura al océano, los residuos químicos desaparecerían tan rápidamente como entraran, y las aguas del mar permanecerían frescas. Pero no hay salida, y el mar sólo pierde agua por evaporación. Los residuos químicos no se evaporan, permanecen; van acumulándose de continuo y no desaparecen. En consecuencia, el mar se compone ahora del 23 al 25 por ciento de residuos químicos, en su mayor parte clorato sódico (sal común) y clorato magnésico, además de pequeñas cantidades de otras sustancias diversas. Su nombre de mar de la Sal está bien puesto.
Tan alta es la concentración de sal (siete veces la del océano), que no puede haber vida en sus aguas. Por esa razón, los geógrafos griegos lo llamaron mar Muerto, y por ese nombre lo conocemos. Sin embargo, el nombre de mar Muerto no aparece en la Biblia.
Pese a que el mar Muerto es una charca parcialmente desecada en el fondo de una depresión, no debemos pensar que ha desaparecido casi por completo y que con otro impulso leve terminaría por desvanecerse en un proceso de evaporación definitiva. Recuérdese que las aguas del mar Muerto riegan parte de la gran fosa africana. Eso permite que por bajo que sea su nivel, el mar Muerto constituya uno de los lagos más profundos del mundo. Tiene una profundidad media de 357 metros y alcanza una máxima de 433. Desde el punto de vista del área de superficie, el volumen de agua que contiene es mucho mayor que el de otros lagos aparentemente más grandes que tienen muy poca profundidad. El mar Muerto contiene unas doce veces más de agua que, por ejemplo, nuestro Gran Lago Salado, aunque desde el punto de vista del área éste sea cuatro veces mayor.
El mar Muerto es una fuente importante de sustancias químicas y en sus alrededores ya existen instalaciones para extraer clorato potásico de sus aguas. Con una dosificación adecuada, las sustancias químicas que matan la vida en una concentración elevada, pueden servir como fertilizantes. En la actualidad, el mar Muerto está situado entre los Estados de Jordania y de Israel.
El mar Muerto está dividido en dos partes desiguales por una península pequeña que lo atraviesa desde la orilla oriental. La parte norte, que abarca los dos tercios de todo el área, es la sección más profunda. La parte sur, que forma el tercio restante, es poco honda, con profundidades que oscilan entre uno y diez metros. Es posible que el «valle de Sidim» que se menciona en el Génesis 14.3 sea concretamente la parte sur del mar Muerto.
El ejército de Codorlaomor bajó por la mitad occidental del semicírculo fértil, sometiendo rápidamente a las regiones orientales y meridionales del mar Muerto:
Génesis 14.5.
...Codorlaomor y los reyes con él coaligados, derrotaron a los refaím... y a los zuzim y a los emim. ...
La versión King James, de la que cito, utiliza la expresión «Rephaims». El sufijo «im» es la forma plural del hebreo, y añadir una «s» es, por tanto, superfluo. La Revised Standard Version dice «Rephaim», «Zuzim» y «Emim». (Muchas veces se identifica Zuzim con los «Zamzummim» que posteriormente se mencionan en el Libro del Deuteronomio.)
Estos pueblos son anteriores a los llegados seis o siete siglos después de la época de Abraham: israelitas y tribus afines. Hay una tradición arraigada que afirma que los habitantes preisraelitas de Canán, los refaím en particular, eran gigantes. En realidad, la tradición de la antigua existencia de gigantes, cuyo tamaño se magnifica a medida que los relatos pasan de generación en generación, son algo muy común en las leyendas populares de todas las naciones. En un pasaje muy discutido, la Biblia afirma rotundamente:
Génesis 6.4.
Existían entonces los gigantes en la tierra...
Sin embargo, el término hebreo que aquí se traduce por «gigantes» es
Nefilim
, y no hay modo de saber con certeza si se quería realmente decir «gigantes». Podía tratarse simplemente de una raza de guerreros poderosos, sin que se intentara hacer referencia a una talla física gigantesca. La Revised Standard Versión evade la cuestión dejando sin traducir la palabra hebrea y diciendo que«Existían entonces los Nefilim en la tierra».
En el libro de los Números, al relatar el informe de los espías enviados a Canán por Moisés, la Biblia dice:
Números 13.34.
También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes....
[11]
En este caso, el término también es
Nefilim
, y la Revised Standard Version dice: «Y allí vimos a los
nefilim
, hijos de Anac, raza de los nefilim...»
Una razón para que perduraran de manera insistente los relatos de gigantes es el asombro que los bárbaros invasores sentían ante la visión de las obras de las civilizaciones que ellos sustituían. Así, cuando los griegos dóricos invadieron el Peloponesio, se quedaron perplejos ante las gruesas murallas de ciudades como Micenas y Tiryns, que habían sido los baluartes de la vencida civilización micénica. Al ver los tremendos bloques de piedra con que estaban hechas las murallas, los dorios decidieron que sólo gigantes pudieron construirlas, y los mitos griegos afirman que cíclopes gigantescos de un solo ojo levantaron esas murallas. (Y tales murallas, hechas con grandes bloques de piedra y sustentadas por su propio peso, sin cemento ni argamasa, se siguen llamando «muros ciclópeos».)
De manera semejante, los invasores israelitas del 1200 aC, al ver las complejas fortificaciones de las ciudades cananeas, tal vez creyeran que luchaban contra gigantes. Al principio, el término debió utilizarse en sentido metafórico, como expresión dramática del adelanto tecnológico del enemigo. Así, el versículo ya citado del libro de los Números continúa diciendo:
Números 13.34.
y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos.
Lo que es casi lo mismo que un hombre desarmado sentiría al enfrentarse con otro que llevase un rifle cargado, o lo que este último sentiría ante un enemigo que condujese un carro de combate. Sin embargo, semejantes expresiones llegaron a aceptarse al pie de la letra, y en posteriores leyendas bíblicas los refaím, enim, zuzim, zamzummim, nefilim y anaquim se convirtieron en gigantes de una estatura absolutamente tremenda. Pero habría sido muy extraño que lo fuesen, porque Codorlaomor y los israelitas posteriores los derrotaron con facilidad.
Casi es innecesario decir que los arqueólogos no han encontrado rastros de razas gigantes en tiempos históricos. Desde luego, existen algunos restos fósiles, dientes en su mayor parte, que indican la existencia prehistórica de homínidos de talla superior al gorila actual. Sin embargo, debieron vivir hace más de cien mil años, y es sumamente improbable que existieran en épocas tan recientes como la de Abraham.
Después, el ejército de Codorlaomor se dirigió al flanco sur de la región del mar Muerto, cayó sobre las fuerzas de las ciudades de la llanura y las derrotó. La ciudad de Sodoma fue saqueada, y Lot, el sobrino de Abraham, llevado a la esclavitud.
Al enterarse, Abraham, a quien el capítulo 14 del Génesis describe como un poderoso jeque del desierto, reunió en seguida a sus hombres y salió en persecución de los invasores. Derrotó a un contingente del ejército de Codorlaomor y liberó a Lot, junto con buena parte del botín aprehendido.
Al volver Abraham victorioso de su incursión:
Génesis 14.18.
...Melquisedec, rey de Salem, sacando pan y vino...
Génesis 14.19.
...bendijo a Abraham, diciendo: «Bendito Abraham...
Melquisedec es una palabra hebrea que significa «rey justiciero», y es el equivalente cananeo del nombre acadio «Sargón». La Biblia no menciona en ninguna otra parte a Melquisedec, salvo en una referencia a este incidente concreto.
Como es lógico, se han hecho muchas especulaciones sobre la situación geográfica de Salem. Judíos posteriores decidieron que Salem, palabra hebrea que significa «paz», era una forma abreviada de Jerusalén. Esto aparece, por ejemplo, en el Salmo 76:
Salmos 76.3.
Tiene en Salem su tabernáculo (de Dios), / su morada en Sión
[12]
.
Como es costumbre en la poesía hebrea, se dice dos veces lo mismo, por lo que Salem debe ser sinónimo de Sión. Sión es una forma poética de referirse a Jerusalén, y por tanto parece muy probable que Salem sea otra referencia a dicha ciudad.
Se han presentado objeciones a esta interpretación en razón de que, antes de la conquista israelita, Jerusalén era la patria de una tribu cananea, los jebuseos, y que la ciudad se llamaba Jebus.
Sin embargo, hay referencias en crónicas egipcias muy anteriores a la conquista israelita que aluden a una ciudad llamada «Urusalim», que casi con toda seguridad es Jerusalén. Parecería entonces que Jerusalén es efectivamente un nombre muy antiguo (cuya derivación se desconoce a pesar de la correspondencia de las dos últimas sílabas con la palabra hebrea que significa «paz») y que Jebus es una derivación tardía de jebuseo.
Si Salem es realmente Jerusalén, como parece muy probable, se trata de la primera aparición de dicha ciudad, tan famosa más tarde en la Biblia por ser la sede del Templo. En realidad la leyenda tal vez perdurase y se incluyera en el Génesis con el fin de mostrar que el propio Abraham pagó diezmos en el futuro emplazamiento del Templo.
En aquella época, el gran pesar de Abraham era la falta de un hijo y heredero, situación terrible en una sociedad tribal basada en la familia. Se lamentaba de que sólo algún criado que no fuese de su linaje heredaría sus cuantiosos bienes:
Génesis 15.2.
...Yo me iré sin hijos, y será heredero de mi casa ese damasceno Eliezer.
Damasco ya se había mencionado antes, en el capítulo anterior, como un nombre de lugar para describir el alcance de la incursión de Abraham hacia el Norte en persecución de Codorlaomor:
Génesis 14.15.
...persiguiéndolos hasta Joba, que está al norte de Damasco.
En el Génesis 14.15, la referencia podría indicar simplemente un lugar donde posteriormente se construyera la ciudad de Damasco, pero el Génesis 15.2 se refiere a una ciudad real con hijos nativos. Y desde luego, Damasco existía en la época de Abraham e incluso, tal vez, mil años antes. Se cree que es la ciudad habitada de manera ininterrumpida más antigua del mundo.
Está a 240 kilómetros al norte de Jerusalén en una región verde y bien regada. En realidad, su nombre hebreo, «Dammesek», se deriva al parecer de la frase aramea
dimasqya
, que significa «con abastecimiento de agua». Incluso hoy, es una ciudad importante. Es la capital del moderno Estado sirio y tiene una población de unos 475.000 habitantes.
[13]
Sin embargo, Dios promete un hijo a Abraham y, asimismo, que sus descendientes heredarán la tierra de Canán y que el pueblo que entonces vivía, o que pronto iba a vivir en el territorio, sería expulsado. Tal promesa se repite en varias ocasiones a lo largo del libro del Génesis. Luego se enumeran las tribus que habitan en Canán, igual que se repetirá más tarde en una serie de ocasiones.
También se enumeran en la «Tabla de Naciones», en el décimo capítulo del Génesis, como hijos de Canán. Los detalles de la lista cambian de un lugar a otro. Aquí se da como:
Génesis 15.19.
...al quineo, al quineceo, al cadmoneo...
Génesis 15.20.
al jeveo
,
[14]
al fereceo, a los refaím,
Génesis 15.21.
al amorreo, al cananeo, al guergueseo y al jebuseo.
En estos nombres hay una amplia variedad. Los quineos, quineceos y cadmoneos son tribus del desierto que habitan al sur y al sureste. Los jebuseos son los habitantes de Jerusalén y de sus alrededores. No se sabe prácticamente nada de los fereceos y guergueseos, salvo que en varias de las listas se les menciona entre los habitantes. De los refaím ya he hablado antes (v. este mismo cap.).
Evidentemente, cananeo es un término genérico utilizado para designar a los habitantes de Canán, y el de amorreo se emplea como sinónimo casi en el mismo sentido general. Quizá obedezca esto al hecho de que, en tiempos de Abraham, los amorreos se habían convertido en la más importante de las tribus semíticas occidentales. Habían dominado Babilonia y estaban a punto de someter el Tigris-Éufrates (v. este mismo cap.).
Sin embargo, el grupo más interesante de los que se menciona, son, con mucho, los hititas.
Los hititas se mencionan a veces como los «hijos de Jet» (el epónimo de la tribu), y a éste alude el décimo capítulo del Génesis como el segundo hijo de Canán:
Génesis 10.15.
Canán engendró a Sidón, su primogénito, y a Jet...
Como la Biblia menciona de modo invariable a los hititas entre las tribus cananeas, surgió la creencia de que se trataba de un pueblo secundario, no más importante que, digamos, los guergueseos que no se mencionan en parte alguna fuera de estos pocos versículos de la Biblia. Y sin embargo el hecho de que Jet fuese el segundo hijo de Canán les confiere cierta importancia.
Las antiguas crónicas egipcias y babilónicas hablan de los «kheta» y de los «khati» (bastante similar a «Heth»: Jet) como de unos pueblos poderosos que habitan al norte de Canán, por lo cual se pensó que podría tratarse de los hititas bíblicos, así que no podía tratarse del grupo poco importante de cananeos. Hallazgos arqueológicos del siglo diecinueve parecen apuntar a un imperio, desconocido hasta entonces, que antiguamente floreció en Siria y en Asia Menor.
Finalmente, en 1906, un arqueólogo alemán, Hugo Winckler, descubrió un depósito de lápidas cuneiformes cerca de la aldea de Bogazkoy, en la Turquía central, a unos ciento cincuenta kilómetros de la actual capital turca, Ankara. Resultó que las lápidas se encontraron en el emplazamiento de la capital de lo que efectivamente había sido el imperio hitita.
Investigaciones posteriores demostraron que los hititas dirigieron un reino poderoso, introdujeron el uso del hierro y de carretas tiradas por caballos (algo que más tarde perfeccionarían los asirios), y durante cinco siglos se disputaron con Egipto el dominio de Asia occidental cuando éste pasaba por su etapa de mayor poder.